Si incitar a la violencia es un delito a Díaz Ferrán debieran meterlo preso. Lo digo porque, hablando en su favor, se le puede perdonar que haya quebrado todas sus empresas, que ser un inepto no es un delito; se le puede pasar por alto que haya dejado en la calle a cientos de trabajadores […]
Si incitar a la violencia es un delito a Díaz Ferrán debieran meterlo preso.
Lo digo porque, hablando en su favor, se le puede perdonar que haya quebrado todas sus empresas, que ser un inepto no es un delito; se le puede pasar por alto que haya dejado en la calle a cientos de trabajadores a los que ni siquiera paga sus salarios, que como bien argumentara su abogado, Díaz Ferrán sólo había asumido con ellos una obligación moral, y carecer de moral tampoco infringe la ley; el que vendiera pasajes aéreos a emigrantes latinoamericanos apenas horas antes de que su compañía quebrara también es disculpable, que la casual fatalidad no admite cargos ni condenas. Lo que no tiene dispensa ni perdón, porque incita a la violencia, es que el presidente de los patronos españoles dado que nadie mejor que él encarna sus valores y principios, encima se burle, se ría de la gente, con ese descaro de quien se sabe impune y que se cree intocable.
Y si, como temo, no hay juez que considere que mofarse de sus víctimas, cuando el que se pitorrea es un pedestre chorizo de eminente pedigrí, tampoco es delito, al menos debieran encerrarlo por su propia seguridad, porque incita a la violencia que el mismo sinvergüenza que se mofara de aquellos a quienes había estafado confirmando que ni siquiera él habría elegido su compañía para volar a ninguna parte, venga ahora a insistir en su vil recochineo declarando que lo que se necesita para salir de la crisis que gentuza como este canalla ha provocado y, lo que es peor, todavía administra, es «trabajar más y cobrar menos».
A la espera de que el Estado lo nombre embajador en la Polinesia para que disfrute de su botín, si yo fuera él no saldría a la calle.