Entramos a la recta final de 2021 y los análisis comienzan a aflorar, puntualizando aspectos de lo acontecido en todos los ámbitos de la vida social-humana, así como a nivel personal, según la experiencia de cada uno, pues sin duda, este ha sido otro año difícil y complejo.
La pandemia recobra fuerza con la variante Ómicron, obligando a nuevas medidas de cuarentena y restricción en plena ola de protestas en países europeos y forzando a los gobiernos a plantearse seriamente la urgencia de extender la vacunación por todo el orbe para romper la exclusión que hoy aún margina a miles de personas, además de que el tema de una dosis de reforzamiento ocupa las agendas en la política de salud. Esto, mientras la crisis económica se agudiza y obliga a millones de proletarios-proletarias en el mundo a buscar medidas para soportar la cuesta de enero agudizada por la inflación y la carestía exacerbada.
Estas semanas y días finales de 2021 pueden servirnos para reflexionar el rumbo que deseamos darle a nuestra sociedad y a nuestras vidas, la tercera década del siglo XXI va tomando forma con mayor precisión, obligándonos a examinar ¿dónde estamos parados y por qué? Siendo que la respuesta a esta interrogante conlleva una interminable serie de variables que van de lo social-económico a lo emocional-psíquico, es decir, que como individuos y miembros de una sociedad en especifico, tenemos la necesidad y requerimos del compromiso para poder efectuar un autoanálisis, rastreando los síntomas originales de aquello que de una u otra forma afecta nuestra existencia.
Soy consciente de que la crisis sistémica del capitalismo agota sus fuerza en esta nueva etapa cíclica de un malestar continuo, el desmoronamiento de la perspectiva de “modernidad y desarrollo” que subyace en la esencia y los discursos, se manifiesta en esta coyuntura reveladora, ya que nos muestra no solo la naturaleza depredadora-egoísta, como acontece en el caso de la producción de las vacunas y los procesos de vacunación, sino que además nos ha permitido recordar que a pesar de los intentos de ocultarlo por los ideólogos del capital, es el trabajo humano la real fuerza productiva, somos los trabajadores-trabajadoras quienes creamos los valores y la riqueza, aunque en el proceso de acumulación y distribución de esa misma riqueza somos despojados y segregados del bienestar creado, algo que se ha visto muy claro en la pandemia. Al igual que esa lógica privada del capitalismo fue desnudada por la planificación y el desarrollo científico del socialismo cubano, que ya cuenta con 5 vacunas y con al menos un 85 por ciento de su población totalmente inoculada. Por lo tanto, la enseñanza es que sí se puede edificar una sociedad con una perspectiva realmente humana, y que somos los y las proletarios-proletarias del mundo quienes tenemos la fuerza y la posición para edificarla con nuestras manos.
En el sentido íntimo, 2021 ha significado el resurgimiento de incandescentes deseos y de reflexiones que me llevan a cuestionar mi esencia personal y la de todo lo que me rodea, iniciando un proceso profundo de confrontación con aquello que ha permanecido oculto, al mismo tiempo en que reabro senderos para ir cerrando ciclos como una forma de renacimiento y fortalecimiento de todo y de nada…
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