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Inmigración y prostitución

Fuentes: Gara

El fenómeno social de la inmigración masiva de personas de otros países exige un análisis de su origen y sacude la conciencia colectiva de los países a los que llegan. No es el capricho, la aventura, la curiosidad de conocer otros mundos, la búsqueda de placer, una elección libre de insalvables obstáculos, lo que ha […]

El fenómeno social de la inmigración masiva de personas de otros países exige un análisis de su origen y sacude la conciencia colectiva de los países a los que llegan.

No es el capricho, la aventura, la curiosidad de conocer otros mundos, la búsqueda de placer, una elección libre de insalvables obstáculos, lo que ha empujado masivamente a las personas a abandonar su habitat para, descolocadas, ubicarse en desconocidos espacios.

Corren hacia nuevos mundos, para recuperar la posibilidad de vivir lo que el llamado primer mundo les ha ido usurpando, a través de la expropiación de tierras, de materias primas, de explotación de personas como «mano de obra».

Vienen de países plenos de riquezas naturales como Brasil, Colombia, Cuba, Perú, centro y sur de Africa que hoy han sido empobrecidos por otros. Llegan con una amplia maleta en la que portan su riqueza personal y cultural y sus nostalgias.

Estas personas no son ilegales. Lo que es ilegal es el mal reparto de la riqueza, que es lo que les ha abocado a la pobreza. Les corresponde participar de los derechos y deberes del país en el que van a trabajar, es decir, la legalización. Pero esta legalización es bien distinta de legalizar la dictadura sexual que primero aboca a las mujeres, menores y a algunos hombres a la miseria, para después obligarles a sobrevivir.

Empezar a cumplir sus objetivos en el país al que llegan es duro. Sobre todo, para las mujeres. No es raro que vengan con alguna persona a su cargo. Trabajo no se les ofrece.

El dato de que el 90% de las mujeres prostituidas en Euskadi son inmigrantes de Brasil, Colombia, República Dominicana, Cuba y desde 1995 de la URSS y Polonia, nos da a conocer las salidas que encuentran.

Casi al cien por cien, no van a la prostitución de forma planificadamente elegida, porque les gusta, porque les va la marcha de sexo como algunos se empeñan en difundir, sino que están «condenadas a elegirla» para sobrevivir.

En el informe sociológico sobre la prostitución elaborado en Euskadi, ellas mismas dicen que sus objetivos principales son: enviar dinero a sus familias para posibilitar su subsistencia, volver a sus países para montar un negocio y después olvidarse de esta época, para llevar, lo que ellas llaman «una vida normal».

Hoy es ya conocida la dura experiencia que viven, que incluye riesgos para su salud, humillaciones por parte de los prostituidores, racismo, depresiones, una enorme soledad, explotaciones económicas por parte de clubes, chulos y mafias. No es una situación como para legalizarla. Sería, cuando menos, inhumano.

Inmigración y prostitución son dos problemas sociales diferentes, que exigen diferente solución.

Sin embargo, hoy se está usando el término «legalización» de la prostitución de forma confusa, haciendo ver que está legalización y la consecución de «papeles» como persona inmigrante es lo mismo.

No es casualidad, ni ingenuo que una vez más el lenguaje, en este caso el uso del término «legalización» esté colaborando a conseguir objetivos no manifiestos. Los propios sectores sociales que, por sus objetivos, quieren que se legalice la prostitución, hablan con un lenguaje ambiguo, usando las palabras legalización, regularización, no prohibiciónŠ porque al parecer, les resulta demasiado fuerte defender abiertamente que se legalice la prostitución organizada, sabiendo la inhumana situación actual que padecen las mujeres en ella.

Llama la atención la cantidad de gobiernos del mundo que están planeando ilegalizar la inmigración y legalizar la prostitución. Esto nos da pistas para no caer en la ingenuidad de creer que apoyar la legalización de la prostitución es apoyar a las personas inmigradas. Y para sospechar que la voluntad política de legalizar la prostitución no se debe a que los Gobiernos se preocupan por la dura situación que viven las mujeres prostituidas y por un interés de que vivan dignamente. No suele ser la preocupación habitual que muestran por otras situaciones también injustas y de clara discriminación social, como las de las amas de casa, viudas, jóvenes en paro, mujeres inmigrantes.

Nos han demostrado patentemente que sus verdaderos intereses no confesados son de tipo económico (no en vano el comercio sexual es la segunda fuente de ingresos) y de complicidad masculina con los prostituidores.

Alguien me diría ahora ¿y las mujeres que van a la prostitución no por sobrevivir sino por otros motivos muy personales? Este escaso número de mujeres plantea otro tipo de reflexión y debate sobre la forma de vivir la sexualidad, el peso de la historia personal en cada persona, sobre las tendencias relativistas actuales, y las escasas condiciones objetivas para el desarrollo del placer, sobre la práctica sexual de la heterosexualidad como norma, sobre la sexualidad libre, la dignidad humanaŠ Pero en cualquier caso, son contratos privados y en estos casos, no ha lugar hablar de legalización, sino de otros muchos temas que serían objeto de otros artículos.

Estos días, la Marcha Mundial de Mujeres, a través de sus dos ejes: la erradicación de la violencia sexista contra las mujeres y su situación de pobreza a nivel mundial, nos lleva a denunciar el crecimiento en Euskadi de la prostitución organizada de mujeres, el 90% inmigrantes, como una de las prácticas más extremas de violencia contra ellas.