Que aunque corten las flores no acabarán con la primavera. Que si callan a uno los que quedamos gritamos más fuerte. Que el que se va se vuelve semilla generadora de valor. Que morir por ideales no es morir. Y aunque cada una de esas ramas que brotan del tronco de la muerte son ciertas […]
Que aunque corten las flores no acabarán con la primavera. Que si callan a uno los que quedamos gritamos más fuerte. Que el que se va se vuelve semilla generadora de valor. Que morir por ideales no es morir. Y aunque cada una de esas ramas que brotan del tronco de la muerte son ciertas y profundamente sensibilizadoras es también intensamente imposible no sentir vacías las palabras, anudada la garganta, contraídos el estómago y las sienes y colmados de lágrimas los ojos cuando se va un compañero, un camarada; y cuánto se potencian esos sentimientos cuando te lo quitan, cuando te lo arrancan, cuando lo asesinan.
Nosotras y nosotros, los comunistas de formación y de sentimiento denunciamos lo que el poder fascista ha hecho con nuestros compañeros en Ucrania. Es imposible no imaginar, por ejemplo, a Vadim Papura, con el ímpetu del comunismo a los 17 años, quien murió en el encierro calcinado en la masacre provocada por el nazismo del «Sector Derecho» el 2 de mayo en Odessa. Junto a él han sido asesinados militantes prorusos de todas las edades, entre trabajadores, poetas, universitarios y un diputado comunista. Aunque parezca el relato de una ofensiva nazifascista de la década de los 30 ó 40 eso está pasando hoy en día y claramente puede ser definido como un ataque de lesa humanidad.
Los sentimientos de amor revolucionarios que es amor creador, como dice Silvio, no constan ni precisan de fronteras. Un compañero es capaz siempre de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, como dice una de las enseñanzas más importantes que el Che les dejó a sus hijos y eso precisamente es lo que nos hace hermanas y hermanos, hijas e hijos de la misma clase trabajadora. Y ésa no sólo es la cualidad más linda de un revolucionario, si no es sobre todo el elemento constitutivo de la fuerza anticapitalista que repudia la explotación, el saqueo, la enajenación y la desvinculación del trabajo vivo con los sentimientos colectivos de comunidad y los tejidos de las subjetividades creadoras de amor enamorado, materia prima de cualquier proyecto revolucionario y liberador.
Quienes afirman que la lucha comunista es una lucha trasnochada deben revisar lo que está sucediendo en Ucrania, donde se hace evidente que el anticomunismo está más latente que nunca precisamente porque la superestructura hoy en día está siendo profundamente trastocada por los nuevos tiempos que vienen con la actual crisis del capitalismo. El marxismo en su forma comunismo y en su forma socialismo están siendo perseguidos y los intentos por asesinarlos no han cesado; muestra de lo anterior es también lo ofensiva imperial que ha vivido Venezuela en este último tiempo o la que Bolivia ha atravesado en tiempos de la Asamblea Constituyente y ha logrado superar -aunque eso no quiere decir que se pueda descansar-.
Hasta hoy el poder fascista e imperial mantiene la versión de que el incendio en Odessa fue autoprovocado por los comunistas quienes en verdad se refugiaron en una casa sindical de los ataques armados por parte del nacionalismo ucraniano. Ni siquiera ha cambiado el guión de la ofensiva imperialista y se hace evidente que ya ni siquiera opera la creatividad en el armado de las historias que reproducen los medios de comunicación al servicio del capitalismo. Antonio Gramsci, Ernesto Guevara, Rosa Luxemburg y Miguel Hernández, entre miles, son la clara evidencia de que los cerebros y los corazones que sienten la urgencia del comunismo están en riesgo de ser aniquilados.
Es deber de toda y todo revolucionario sincronizar la rabia por nuestras muertes con la praxis cotidiana, pues será precisamente esta sincronía la que permita que el camino andado por el comunismo, por el socialismo, sea un camino de personas, de humanos, con hambre, con fuerza, con corazón y con llantos de dolor o de emoción. Es menester recordar a Gramsci e instruirnos, porque tendremos necesidad de toda nuestra inteligencia; agítarnos, porque tendremos necesidad de todo nuestro entusiasmo y organizarnos, porque tendremos necesidad de toda nuestra fuerza.
Nuestro compañero y camarada Vadim Papura fue reconocido sólo por el pantalón a rayas que llevaba puesto pues quedó totalmente desfigurado.
Valeria Silva, marxista, militante del proceso de cambio.
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