¿Fin de la historia, con el neoliberalismo como suerte de hegeliana idea absoluta, fuera de la cual nada es? Negativo. Más bien crisis del neoliberalismo como modelo impuesto a una América Latina que ve erguirse en la brega contra el sistema a unos activísimos movimientos sociales y a la nueva izquierda, esa que se recompone […]
¿Fin de la historia, con el neoliberalismo como suerte de hegeliana idea absoluta, fuera de la cual nada es? Negativo. Más bien crisis del neoliberalismo como modelo impuesto a una América Latina que ve erguirse en la brega contra el sistema a unos activísimos movimientos sociales y a la nueva izquierda, esa que se recompone cada día, después de la caída del paradigma que significó el campo socialista.
Estas aseveraciones constituyeron puntos nodales en el IX Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, que transcurrió en La Habana del 5 al 9 de febrero, y que sometió el tema de la integración a un debate explayado también en ciencias aledañas a la central, coincidentes aquí en el objetivo de la emancipación humana. La sociología, la política, la filosofía, a más de la economía, se instalaron por su fuero en el análisis de la necesidad perentoria de una alternativa libertaria, y no solo en la constatación del actual estado de cosas en este mundo, «ancho y ajeno» para los de abajo.
Integración para sobrevivir y avanzar en lo económico, lo político. Integración interdisciplinaria para producir los conocimientos pertinentes; porque, reconozcámoslo, la academia marcha a la zaga del impulso vitral de los pueblos, como afirmó en aplaudida ponencias -titulada «América Latina: neoliberalismo en crisis. Resistencia y alternativas»- José Ángel Pérez García, del centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), Cuba.
Intervención que subrayó el hecho de que el término crisis no se debe interpretar como final, ya que, si bien «el neoliberalismo está derrotado, su muerte será larga; su agonía, compleja». Y como ningún científico se avendría a la sentencia desprovisto de argumentos, Pérez García dibujó, en apretada pero enjundiosa síntesis, el panorama actual de un subcontinente caracterizado por un proceso de cambios donde están adquiriendo evidente protagonismo agentes como los movimientos sociales y una heterogénea nueva izquierda, agrupados frente a inéditos retos. Retos planteados por la crisis social, ideológica, política, y los fracasos económicos del modelo de marras.
Dimensión social porque, a pesar del crecimiento económico de los últimos años, el sistema no ha logrado -¿lo querría?- reducir el nivel de pobreza, casi incólume desde los años 90; ideológica, ya que no podido extenderse sin oposición; política, pues la ortodoxia que lo promulga y lo defiende no ha conseguido el monopolio de los gobiernos del área, en tanto se ve amenazada por los agentes del cambio a que aludía el representante del CIEM.
Para este, en la actualidad la oposición al modelo se ubica mayoritariamente en las fases de propuesta y alternativa, las cuales coronan un proceso donde las dos iniciales son la interpretativa y crítica, y la de protesta. Aunque ello, señaló, habrá que tomarlo en su justa naturaleza, la dialéctica, porque, «si se está en la alternativa, no se puede dejar de protestar». Así que, como el modelo no se derrota solo con protestas, hay que protestar, proponer y construir alternativa.
En ese proceso hay gradaciones, que van desde posiciones como la de Argentina, cuyo gobierno toma distancia del menemismo más ortodoxo sin desmantelar el modelo neoliberal, y un Brasil cuyos dirigentes están enfrentados a una rémora de más de 500 años de pobreza -«la cual no se resuelve en cuatro»-, pasando por Venezuela, «que apunta hacia una alternativa», y Bolivia, «abocada a fuertes cambios en su comportamiento».
Ante Venezuela se ciernen ahora desafíos tales como acometer cambios estructurales, consolidar la gobernabilidad revolucionaria, avanzar en el modelo económico alternativo, profundizar la versión del socialismo nacional y combatir la corrupción. Frente a Bolivia, resolver el asunto de las autonomías y el consiguiente peligro de secesionismo, la oposición de la oligarquía y el imperialismo, la construcción de la gobernabilidad revolucionaria y la fluidez de la asamblea constituyente.
Pero, como el modelo neoliberal no está derrotado definitivamente, los movimientos sociales, la nueva izquierda y la propia academia habrán de situarse a la par del pueblo, que ha rebasado la teoría, sentenció el ponente, para finalizar de manera lapidaria: «Bienvenida la vida; pero lo batalla solo está comenzando».
Y de reafirmar que la lucha está en ciernes se encargaron, asimismo, los argentinos Jaime Fuchs y María Inés Chiotti, la venezolana Judith Valencia y el cubano Rolando Casas, entre otros, coincidentes en que la globalización actual y su modelo predominante, el neoliberal, resultarán vencidos a la postre con armas tales como la integración, que en el caso específico de América Latina se plantará decidida frente a engendros como el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Y que devendrá despertar, así como lo sugiere su nombre: ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas).