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Inventor del veneno ruso

Fuentes: Rebelión

Fue Wladimir Ugljow quien tiempo atrás descubrió los venenos Nowitschok. Ugljow sostiene que un veneno tal se empleó ya hace dos décadas en un asesinato. Es Christian Esch quien le entrevista y nos ofrece su reflexión en la revista alemana Der Spiegel ¿Qué pensó Wladimir Ugljow al escuchar el atentado venenoso contra Sergej Skripal? Ugljow […]

Fue Wladimir Ugljow quien tiempo atrás descubrió los venenos Nowitschok. Ugljow sostiene que un veneno tal se empleó ya hace dos décadas en un asesinato.

Es Christian Esch quien le entrevista y nos ofrece su reflexión en la revista alemana Der Spiegel

¿Qué pensó Wladimir Ugljow al escuchar el atentado venenoso contra Sergej Skripal? Ugljow se encuentra a orillas del mar Negro donde gaviotas y cisnes se pelean por los pedacitos de pan de los paseantes. Pensó: «Otro más». Otro atentado perpetrado tal vez con aquel veneno que él, Ugljow, descubrió en tiempos pasados. Y no sería el primero.

Wladimir Ugljow es químico, empleó dos décadas de su vida en buscar los venenos más mortales del mundo. Hasta que un buen día pensó que en la vida tenían que existir objetivos más nobles. Ocurrió hace ya muchos años, en tiempos de la Unión Soviética. Hoy Ugljow es un jubilado de 71 años.

Pero la historia de entonces hoy la ha asaltado. El ex agente ruso Sergej Skripal y su hija Julia fueron envenenados con un veneno nervioso de nombre «Nowitschok», al menos es lo que dice el gobierno de Londres. El veneno provendría de Rusia. Su empleo con gran probabilidad habría sido autorizado por el mismísimo Putin, añadía el ministro de Asuntos Exteriores británico. Moscú lo ha rechazado con energía y exige pruebas. Incluso sostiene: Que jamás hubo en los tiempos soviéticos ni tampoco después un programa de investigación denominado «Nowitschok». De la noche a la mañana Ugljow se ha convertido en un valioso testigo.

Su historia comienza en los años setenta, en una zona prohibida del Volga. Allí había una sucursal de la central NIIOChT, el Instituto de Investigación Estatal de Química orgánica y Tecnología de Moscú. Ugljow tras sus estudios de química trabajó allí, un Instituto civil pero que por encargo militar buscaba nuevos materiales de guerra.

Pjotr Kirpitschow, jefe de Ugljow, descubrió en los setenta una nueva generación de venenos nerviosos, los organofosfatos, bastante más tóxicos que hasta el entonces más tóxico conocido, que era el veneno nervioso descubierto en Occidente y denominado VX. De los cientos de sustancias sintetizadas tres fueron las que a la larga resultaron más exitosas. Dos, dice Ugljow, las encontró él mismo en 1976 y no quiere revelar sus nombres porque sigue todavía hoy obligado a guardar secreto. Pero de sus palabras puede deducirse que los elementos son A-232 y A-234.

El programa en el que se buscaron las nuevas sustancias se llamaba «Foliant». «Nowitschok», literalmente novato, se denominó públicamente sólo al par de exitosas nuevas sustancias, dicho más exactamente: a las aplicaciones militares que se basaban en ellas. Lo que aclara la confusión con el nombre. En el Instituto los paisanos no hablaban de Nowitschok, pero ello no quiere decir que, según Ugljow, no hubiera habido ningún programa bajo ese nombre.

Fue un trabajo sugestivo. Ugljow lo condena hoy aunque se nota en él el orgullo de su invención. Resultaba también peligroso, una vez le explotó el matraz. Y sentí una angustia atroz, dice. «Pero esa angustia era ya síntoma del envenenamiento». Y así como hay sustancias militares que causan la derrota, hay venenos de la serie Nowitschok que, entre otras cosas, provocan angustia. Segej Skripal y su hija Julia lo debieron experimentar.

Con la caída de la Unión Soviética salieron a la luz más y más sus secretos. Y fue una buena cosa, pero sus secretos escaparon al control con gravísimas consecuencias. En 1992 un colega moscovita de Ugljow hizo públicas las nuevas supersustancias militares y fue detenido por traición de secretos. Ugljow intercedió en su favor. Amenazó al presidente de Rusia, Boris, con revelar la fórmula de las sustancias. Antes pasajeramente había abandonado el Instituto. Y, como él dice, se entretuvo con «cachivaches» en el mercado de Schichany. El estado era débil y el capitalismo se hacía fuerte de modo violento. Y como se vio, hubo gente que no se entretuvo con cachivaches sino que comerció con armas químicas.

En 1995 fue envenenado el famoso banquero Iwan Kiwelidi. Fue un asesinato espectacular incluso en una época en la que en Moscú fueron asesinados banqueros asiduamente. Oficialmente el autor había vertido gotas de un veneno nervioso en el auricular del teléfono de Kiwelidi. Los médicos lo hubieran confundido con un ataque de corazón caso de no haber muerto su secretaria con iguales síntomas.

El veneno nos lleva claramente al laboratorio de Ugljow en Schichany, por eso la sospecha recayó en él y fue interrogado por agentes. Pero quedó claro que el colega de Ugljow, Leonid Rink, había vendido por dólares varias ampollas con veneno nervioso. Él mismo lo admitió, la moscovita «Nowaja Gaseta» publicó sus confesiones recogidas de las actas del interrogatorio. A pesar de todo Rink fue condenado a una pena asombrosamente pequeña.

El asesinato de Kiwelidi es la razón por la que Ugljow pensó con la noticia de Salisbury en «otro más». Segej y Julia Skripal pueden no ser las primeras víctimas de un veneno Nowitschok, porque él está totalmente seguro de que un veneno así ya fue utilizado en 1995.

Pero el asesinato de 1995 tiene otra interpretación para el caso de Salisbury: Y es que quien entonces vendió el veneno, Leonid Rink, es hoy utilizado por la agencia de noticias estatal Ria Novosti para desviar la sospecha en el asunto Skripal de Moscú a Londres: Los ingleses no podrían presentar pruebas del veneno empleado «porque es claro que el asunto no se coció en Rusia».

Probablemente los Skripal se habrían envenenado ellos mismos. La entrevista con Leonid Rink, apenas publicada, debió ser retocada de nuevo en Ria Novosti. Algunas de las frases, en las que Rink empleó el concepto «Nowitschok», fueron borradas, contradecían la posición oficial de Moscú según la cual una tal expresión nunca existió. El mismo Rink desapareció tras la entrevista y sigue ilocalizable.

Ugljow se admira de su entonces colega Leonid, alias «Ljonja» y de sus declaraciones. Por ejemplo aquella de que Julia Skripal no habría podido transportar el veneno en la maleta porque resultaría muy peligroso. ¿Por qué no? Rink lo transportó ya entonces en el bolsillo de la chaqueta. «Ljonja miente», dice Ugljow. Por lo visto se le puso delante lo que debía decir.

Pero también Ugljow tiene algunas preguntas para el caso acaecido en Salisbury. ¿Si los británicos están seguros de tratarse de un veneno llegado de Rusia con qué han comparado las pruebas? Ocurre como en las huellas de los dedos, se necesitan dos huellas para poder compararlas. El veneno lo ha podido poner a disposición bastante gente. «Los materiales básicos se obtienen en cualquier centro químico», remata.

Son preguntas que él no puede aclarar. Tiene 71 años y tiene que resolver otros problemas. Y no piensa que él mismo pudiera ser una víctima, si bien sin comerlo ni beberlo se halla metido en un affäre internacional y, aunque muy tangencialmente, en las investigaciones de un misterioso asesinato. Pero no se encuentra angustiado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.