» […] Cita [Lassalle] una frase de «Heráclito el Oscuro», en la cual éste, para ilustrar la reversión de todas las cosas en su contrario, dice: «Así, el oro se transforma en todas las cosas, y todas las cosas se transforman en oro». El oro, dice Lassalle, es dinero aquí (c´est juste), y […]
» […] Cita [Lassalle] una frase de «Heráclito el Oscuro», en la cual éste, para ilustrar la reversión de todas las cosas en su contrario, dice: «Así, el oro se transforma en todas las cosas, y todas las cosas se transforman en oro». El oro, dice Lassalle, es dinero aquí (c´est juste), y el dinero, valor. Es decir, lo ideal, lo general, la unidad (valor), y las cosas son lo real, lo particular, la pluralidad. Aprovecha esta sorprendente noción para ofrecer, en una extensa nota, an earnest of his discoveries in the science of political economy [un pregusto de sus descubrimientos en la ciencia de la economía política]. Cada palabra es un error, pero expuesto con notable pretensión. De esta nota deduzco que el tipo tiene la intención de exponer hegelianamente la economía política en su segunda gran opus. Con dolor habrá de aprender que una cosa es, mediante la crítica, llevar sólo una ciencia hasta el punto adecuado en que se la pueda exponer dialécticamente, y otra muy distinta es aplicar un sistema abstracto y acabado de la lógica a nociones precisamente de un sistema semejante. Pero, tal como te escribí de inmediato ante su primera carta de entusiasmo para consigo mismo, los hegelianos antiguos y los filólogos han de haber estado, en efecto, pleased de hallar una naturaleza tan antigua en un hombre joven, a quien se considera un gran revolucionario. Además, distribuye sonrisas y reverencias a diestra y siniestra, a fin de asegurarse una acogida favorable. En cuanto haya hojeado esa cosa, te la enviaré también a ti» (Marx a Engels (1/2/1858), MEW 20, 274-275).
Manuel Sacristán: Me parece que tengo un texto definitivo para mi idea del uso correcto de ‘dialéctica’ en MEW 20, 275 (carta de Marx a Engels, 1/2/1858). El punto más necesitado de aclaración es la frase del primer paso. Por ahora la interpreto así: hay que criticar los datos y su sistematización estática. El método dialéctico es de exposición. No se puede meramente aplicar. Marx da por supuestos los hechos, el conocimiento. Pero se trata de criticarlo. Es el pésimo lado de la crítica, el resto de hegelismo joven 1 .
Como apunté en mi intervención anterior, Ricardo Rodríguez ha publicado en las páginas de rebelión el 23 de diciembre de 2007 un excelente e informado artículo: «Doctrinarios y barcos a la deriva». Me gustaría añadir una nota complementaria, que creo consistente con la línea que él defiende en su contribución, sobre método y dialéctica marxista en la interpretación defendida por el filósofo marxista, lógico matemático, traductor, profesor y dirigente comunista Manuel Sacristán. Me basaré para ello en una conferencia, hasta ahora inédita, de inicios de los setenta 2 , señalando, remarcando incluso, que el lector no está, pues, ante un texto escrito por Sacristán sino ante una trascripción de sus palabras 3 .
Fue concretamente en 1973, en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando Sacristán, en sesión organizada por Juan-Ramón Capella, ausente aquel día por «enfermedad», esto es, por persecución de la brigada político-social franquista, dictó una conferencia «Sobre la dialéctica». El tema, como es sabido, le acompañó a lo largo de los años. Su último curso de metodología de las ciencias sociales de 1984-1985 estuvo centrado en este polisémico concepto, sobre el que en 1983, en una entrevista para La Vanguardia, comentaba: Su enfoque totalizador [el de Marx], lo que con léxico hegeliano se llamaría dialéctico, ha hecho época en las ciencias sociales y está tan vivo como el primer día. Igualmente, dos meses antes de su fallecimiento, en carta a Adolfo Sánchez Vázquez de junio de 1985, señalaba: Si consigo reunir a tiempo energía suficiente, enviaré un trabajo sobre dialéctica que tenia pensado para tu jubileo.
En esta intervención en la UAB4, después de comentar sucintamente el uso de la noción en Heráclito y Platón y las novedades de la categoría en Hegel, se centró Sacristán en el análisis de la concepción joven-marxiana y en la metáfora de la inversión.
Advirtió inicialmente que si bien la relación Hegel-Marx no era una cuestión simple, no había ninguna duda de que el pensamiento marxiano provenía genéticamente de Hegel. Negarlo, como hacían entonces algunas escuelas marxistas, era lo mismo que afirmar que la suma de 2 más 2 fuera 18, 23 o lo que se quisiera. Marx había aprendido del autor de la Fenomenología y usaba su léxico. Sostener lo contrario era falsear los hechos por un supuesto cientificismo que, en el fondo, no era tal sino desinformación o, peor aún, puro sectarismo.
Ahora bien, aun aceptando que la dialéctica marxiana proviniera de la hegeliana no por ello debía inferirse que fueran una y la misma cosa. Génesis no era, no es estructura.
Generalmente, proseguía, la relación entre ambos era presentada con la metáfora de la inversión. Consistía en afirmar que Marx prescindía del sistema hegeliano, pero que conservaba su método invirtiéndolo. En el Marx epicúreo el punto de partida no era lo ideal sino lo real-empírico. Ya en 1843 había formulado el joven Marx su primer comentario crítico y en él aparecían afirmaciones que avalaban esa línea interpretativa:
La familia y la sociedad civil son los presupuestos del Estado. Ellas son los elementos propiamente activos, pero en la especulación [es decir, en el sistema de Hegel, aclaraba Sacristán] sucede a la inversa.
Hegel había sostenido que el Estado era la base de la familia y de la sociedad, mientras que para Marx era el Estado lo fundamentado en aquéllas.
Empero, si sólo se destacaba esta inversión, se ignoraba entonces, señalaba inmediatamente Sacristán, otro tipo de crítica que Marx había formulado también muy tempranamente. En ese mismo texto de Marx, podía leerse: Lo importante es que Hegel hace en todas partes de la Idea el sujeto y del sujeto real o propio el predicado.
Este último paso le permitía a Sacristán construir su propia interpretación. Ante el hecho de que los griegos habían tenido una cultura muy geométrica, un historiador empirista se limitaría a constatarlo; un historiador materialista5 buscaría las causas de ello y, muy probablemente, estudiaría la base agrícola de esa cultura; en cambio, proseguía Sacristán, Hegel lo que sostiene es que el Espíritu de Geometría se realiza a sí mismo en Grecia. El sujeto ya no es el individuo -los griegos, materialmente viviendo, que son geómetras- sino el predicado, y a la inversa. Hegel no dirá, pues, que «Los griegos han sido geómetras» sino que «La Geometría es griega», que la Edad de la Geometría es la Edad griega.
Hasta aquí, hasta esta primera parte del enunciado marxiano, seguiríamos en la socorrida idea de que hay que invertir a Hegel para obtener una dialéctica materialista. Pero, Sacristán proseguía su lectura señalando que Marx añadía a continuación: «Pero de hecho el proceso va siempre por el lado del predicado«. El autor de los Manuscritos estaba diciendo que Hegel sostenía en teoría, sólo en la teoría, la inversión de sujeto y predicado (Grecia-Geometría), pero en su práctica teórica lo que hacía propiamente es historia de los griegos, y el proceso seguía entonces por el lado del predicado. Con ello, el supuesto Hegel idealista, el autor especulativo por antonomasia, tenía riqueza y fuerza empíricas porque, a la hora de la verdad, desarrollaba el predicado -los hechos, la vida material griega- aunque en teoría no los considerara propiamente sujetos.
Pero había más en opinión de Sacristán. La crítica que Marx había formulado a Hegel era una crítica en dos frentes. No sólo le reprochaba su falseamiento de lo real, de lo empírico, convirtiéndolo en ideal, sino que discrepaba de él, además, por transformar frecuentemente lo ideal en empírico. Cuando Hegel sostenía que «la edad de la Geometría era Grecia», Marx pensaba que no sólo se estaba deformando la realidad griega sino también la idealidad de la propia ciencia geométrica. No se trataba sólo de invertir, de poner la Geometría donde estaban los griegos y viceversa, sino de reconstruir los dos polos, dado que al cambiar el sujeto por el predicado Hegel había falseado no sólo uno sino los dos elementos. Esta observación solía pasarse por alto, impidiendo pensar correctamente el tema si nos limitábamos a la usual metáfora de la inversión.
Marx no sólo dijo, pues, que la dialéctica hegeliana invertía los hechos sino también que falseaba la Geometría misma porque, para hacer plausible la afirmación de que «la Geometría es griega» o que «la Idea se hace Geometría en Grecia», no tenía más remedio que forzar la idea de Geometría para «embutirla» en los datos griegos, falseando simultáneamente de este modo la vida griega real y la idea de Geometría.
Así, pues, en la lectura de Sacristán, no se trataba sólo de invertir sino de recomponer los dos extremos, «obteniendo» de esta modo la dialéctica marxiana de la hegeliana.
Como nota final de su comentario, Sacristán recordó que muy pronto la dialéctica de Marx aplicaría al pensamiento de Hegel una crítica que normalmente se suponía que había dirigido sólo a la filosofía de Feuerbach. La consideración de que el verdadero conocimiento se consumaba en la práctica, no tan solo en la contemplación teórica. Marx no sólo había sostenido que tenía que invertirse el idealismo hegeliano sino que tenían que recomponerse los dos polos de la relación y, además, para llegar al punto final, había «que resolver ese conocimiento en la consciencia práctica, en la vida cotidiana y en la práctica revolucionaria, transformadora». Recuérdese que la noción de práctica de Sacristán, nada simple, muy matizada, fue también esencial en su marxismo y en sus posiciones políticas.
Hasta aquí el tema de la inversión Hegel-Marx. En cuanto a dialéctica y método es necesario trasladarse al coloquio de la conferencia. La tercera cuestión que se le formuló a Sacristán fue una larga e interesante pregunta sobre el problema de la operatividad del pensamiento dialéctico, que se centraba esencialmente en el ámbito del derecho y de los condicionamientos sociales. Citó en su exposición a Hesse, Platón, Heráclito y Cerroni. Al final hizo referencia al neopositivismo y a Wittgenstein, y planteó la posibilidad efectiva de realización de los objetivos de la dialéctica.
Sacristán, mostrando su agradecimiento por la pregunta, admitió: «Sí, pero casi habría que volver a empezar; quiero decir, esto es todo el tema» y empezó a construir su respuesta señalando:
Yo arrancaría de la aceptación de lo principal que me parece que es la palabra «sueño». Si hubiera hecho la última parte de la conferencia, que me ha parecido que era oportuno desistir, habría podido exponer lo que es mi comprensión fundamental de la noción de dialéctica.
Aquí cabe destacar los elementos mas importantes de la larga, rigurosa e improvisada respuesta de Sacristán:
1. No existe ningún método dialéctico.
Yo no creo que haya un método dialéctico, usando la palabra «método» en el mismo sentido tecnificado en que la usamos, aproximadamente, desde Descartes; es decir, la palabra «método» era una palabra cómodamente laxa, aproximadamente, hasta Descartes. Se encontraba casi con el mismo valor en autores que hoy llamaríamos científicos; por ejemplo, Arquímedes 6 (…) Repito: en personajes a los que consideraríamos hoy científicos como Arquímedes, o como toda la escuela geométrica de Megara, y en autores que hoy llamaríamos moralistas o pedagogos o, incluso, místicos.
En el texto clásico en el que ha nacido de un modo documentable históricamente el problema del método -que es el Poema de Parménides- literalmente está usado en los dos sentidos: se habla de camino hacia el saber, al mismo tiempo que de camino hacia la salvación. Las metáforas del camino eran tan propias del hombre religioso o del moralista como del científico, o como del político, entendido como un tipo especial de moralista el autor de política, incluyendo por supuesto en el concepto de moralista a Maquiavelo, no en un sentido parcial de moralismo.
En cambio, desde Descartes y desde la cristalización del álgebra moderna, o sea, desde Viète y Descartes, la palabra «método» adquiere, en primer lugar, una frecuencia ya natural del uso en plural. Entonces se empieza a hablar de métodos (antes no, era más frecuente el uso en singular) y luego una gran precisión de descripción: existe el método de los algebristas, existe, sobre todo a partir de Descartes, el método geométrico en el sentido cartesiano, o sea la geometría analítica, el pasar las nociones geométricas a nociones algebraicas. Eso sí que lo habéis hecho seguro en enseñanza media; las ecuaciones de una recta, las ecuaciones de una curva, o de tal o cual curva o de tal o cual recta. En este sentido muy preciso de método, yo no creo que se pueda decir método dialéctico, en ese sentido moderno inventado por la cultura burguesa moderna.
2. Vindicación del significación usual de método
Ante eso cabe opción entre decir: fuera este sentido estrecho, rígido, de método que han inventado la ciencia y la filosofía burguesas, desde Descartes en adelante, y vamos a una noción antigua de método, o bien decir: la dialéctica no sirve para nada porque no es operativa en el sentido de esos métodos el pensamiento dialéctico.
Yo pienso que es equivocado, sectario y anulación de la historia, decir: vamos a suprimir el uso exacto de la palabra «método», es decir, vamos a no llamar ya nunca más método a las varias técnicas, por ejemplo, de resolución de sistemas de ecuaciones 7 (…) Bien, a eso se le llama método en sentido preciso, desde Descartes, en la cultura burguesa, a una serie normada de operaciones, de manipulaciones atómicas, por así decirlo, simplicísimas, que toda persona competente puede realizar del mismo modo, obteniendo el mismo resultado, si parte de los mismos datos.
3. Definición y vindicación de la historia.
En ese sentido estricto inventado por la cultura burguesa, y por la filosofía de la ciencia burguesa, método es un conjunto de operaciones muy simples, normadas en el sentido de que como son muy simples todos las podemos practicar del mismo modo sin necesidad de ser genios ni poetas ni filósofos, nos basta con saber la ciencia básica de la burguesía, contabilidad -que es verdad, no es una chiste, es la pura verdad, sobre esa base está montada, sobre la idea de que las cuentas sean claras-, operaciones que están muy normadas por lo claras y porque su orden de sucesión está previsto. Primero se hace esto, después se hace lo otro. Primero se escribe la incógnita, después se escribe la expresión conocida y, en medio, se ponen dos rayitas horizontales, si pueden ser de la misma longitud mejor, y que cada cual, por lo tanto, con sólo que sea competente, puede repetir del mismo modo, obteniendo los mismos resultados si parte de los mismos datos. Éste es el ideal de método de la cultura burguesa, de la sobrestructura ideológica burguesa.
La actitud que consiste en despreciarlo, en decir: «¡fuera!, eso no es método», me parece equivocada. Es perder historia, sería como rechazar las técnicas de fundición del acero porque han inventado los burgueses las técnicas modernas, porque las ha inventado la cultura burguesa. Sería olvidarse de todo el capítulo del Manifiesto Comunista en el que Marx y Engels hacen el catálogo de los grandes méritos históricos del capitalismo.
Por tanto, creo que es digno de conservación ese uso de la palabra «método» como sucesión normada de operaciones simples, tales que toda persona competente, si parte de los mismos datos, puede llegar con su ayuda a los mismos resultados.
4. La vida y limitaciones metodológicas
No me parece abandonable, pero me parece que si uno tuviera que vivir sobre la base de esos métodos, lo mejor era pegarse un tiro rápidamente, porque esos métodos no sirven más que para contar, medir y pesar. Aquel que reduzca su vida a contar, medir y pesar o a la sublimación del contar, medir y pesar, que es la operatividad de la filosofía de la ciencia burguesa, ése ya puede ir contento. Le basta. Si su vida se reduce a eso, al contar, medir y pesar y a la sublimación del contar, medir y pesar que es la operatividad definida por toda la tradición neopositivista, desde Mach hasta Carnap, entonces ya va bien, le basta. Creo que, de todas maneras, seríamos mayoría los que nos pegaríamos un tiro si nos quedáramos reducidos a eso.
5. Vindicación de los sueños
Entonces, efectivamente, hay el sueño, como decía mi colega, de ir a por más. Por supuesto, claro que es un sueño, es un objetivo. En mi opinión, no hay un método dialéctico, sino una aspiración dialéctica, un objetivo dialéctico, un pensar con objetivos dialécticos, pero no hay más métodos normados que los que podemos inventar trabajando como si fuéramos positivistas, decías tú, yo rectificaría: como si fuéramos científicos positivos. No tengo que ser positivista para hacer álgebra, hay muchos algebristas que no son positivistas en absoluto. El más rojo, y más simpático, por otra parte, de los intelectuales marxistas franceses es un algebrista, un gran matemático 8 .
(…) Entonces pienso: no existe un método dialéctico, existe un pensar dialéctico por objetivos dialécticos, entre los cuales están los objetivos de totalización, de conseguir visión total, visión del todo.
6. La operatividad
Esto del «todo» es una palabra ambigua que se puede precisar. Antes de eso querría repasar la intervención que ha hecho mi colega, en puntos de detalle, antes de desembocar en lo que yo consideraría mi personal respuesta para ir tirando y no más.
Que haya operatividad, en el sentido de la filosofía de la ciencia moderna, en un pensamiento dialéctico: no, ninguna; precisamente para que sea operativo, en el sentido de la teoría de la ciencia burguesa contemporánea, un razonamiento, un pensamiento, tiene que ser particularísimo. Todo menos totalizador. Al contrario, tiene que evitar totalidad absolutamente, tiene que ser abstracto, lo más singular posible, tiene que ir a buscar, en el caso ideal, un experimento in crucis, que se decía en la época de euforia de este pensamiento, de esa filosofía burguesa del conocimiento, la idea de que existan experimentos capaces de refutar o comprobar cada tesis, puntualmente (Dicho sea de paso, nos servirá para luego, esto es ya una esperanza abandonada por la misma teoría burguesa del conocimiento, ya en la forma de experimento in crucis de los siglos XVI, XVII, XVIII y principios del XIX, ya en la forma de verificación sensorial exacta que es la formulación del neopositivismo de los siglos XIX y XX, en las dos formulaciones está abandonada. Lo que, dicho sea entre paréntesis, quiere decir que la idea de operatividad exacta también ella se presenta ya como mero ideal postulado. Ya no hay positivista capaz de afirmar que existe la operatividad plena, pura, porque ha tenido que ir abandonando sucesivamente las ideas de experimento in crucis o crucial, para decirlo menos pedantemente, y de verificación empírica o sensorial).
7. Sabiduría oriental.
Si vamos al final… pero no, vamos primero a los detalles. Que en la sabiduría oriental hay pensamiento de tipo dialéctico, sin duda, porque también es un pensamiento que intenta totalizar, mucho más por supuesto en el caso de las fuentes, en Lao-tsé frente a Confucio, que no era nada totalizador, en las escuelas heterodoxas hindúes frente a la ortodoxia de Sankara, que tampoco era nada totalizador, pero hay la aspiración a globalidad, a ver la vida entera y no sólo el detalle técnico administrativo y etiquista a lo Confucio o el aspecto puramente teórico, a lo Sankara, en la ortodoxia brahmánica, sino a ver todo lo demás. En el caso de Lao-tsé, a hacer metafísica para decirlo en plata, a hablar del mundo y no sólo de la política, de las ciudades y de la moral, como en la tradición confuciana, y en el caso de las escuelas heterodoxas hindúes, la aspiración a recoger lo que no es teoría, lo que son, pues, técnicas, por ejemplo en el Nyaya, o artes en otras corrientes hindúes heterodoxas 9 . En forma de sueño, como decías tú, en forma de aspiración.
8. Diferencias con el sueño de Occidente
Esto hace en mi opinión una importante diferencia respecto del mismo sueño dialéctico en Occidente. En Occidente, el capitalismo y la civilización burguesa nos han regalado la idea, el modelo, el prototipo de ciencia, de ciencia positiva, lo que permite utilizar, digerir, los resultados materiales y metodológicos de ese invento capitalista, igual que de la industria, igual que de las técnicas, para la realización de la aspiración dialéctica. Dicho de otro modo: un pensamiento dialéctico europeo-occidental -aunque sea en Oriente, por ejemplo, en Pekín-, en vez de partir de la simple experiencia vivida, como Lao-tsé o como las escuelas heterodoxas hindúes, puede partir ya de la experiencia elaborada por la ciencia, que sería, en mi opinión, lo característico de la dialéctica marxista, el ser una dialéctica que sabe, que no puede arrancar de cero, como la de Hegel, inventándose a sí misma, sino que tiene que arrancar de algo previo; a saber, de datos no dialécticos pero ya elaborados científicamente, en alguno de los numerosísimos usos de la palabra «científica». Concretamente, en el inventado por la burguesía de finales del capitalismo mercantil y principios del capitalismo industrial.
9. Aspiración «artística»
Que sea más artística que teórica la aspiración es frase que puede ser confusionaria para alumnos de primero. Yo la aceptaría siempre que por artístico se entendiera no intuitivo, sino, como decían los griegos, poiético, o sea, productivo, creador de producto. Con otras palabras, siempre que se comprendiera que el objetivo de un pensamiento dialéctico pasa por fuerza por una intervención del sujeto que totaliza. Consiguientemente, es en gran parte producto, no reflejo, como con un error histórico siniestro suelen decir los rusos cuando se refieren a la teoría dialéctica o a una concepción dialéctica del conocimiento, por un lapsus lingüístico procedente de la formación burguesa dieciochesca de Lenin (en filosofía, se entiende).
10. Contra el reflejo
Esta palabra «reflejo», para hablar de lo que es el conocimiento, es literalmente lo contrario de lo que puede ser un pensar dialéctico. Pero al pie de la letra. Un pensar dialéctico tiene que ser por fuerza poiético, en sentido griego, es decir, productivo, creador, no reflector. Lo que ocurre es que en el caso moderno puede ser productivo a partir de productos previos que tienen una aspiración de reflejo, los de las ciencias positivas, en vez de partir de la experiencia bruta de la vida cotidiana, como en el caso de la aspiración dialéctica oriental. De la vida cotidiana o de la vida psíquica muy finamente observada, pero, en cualquier caso, no con criterios correctores científicos intersubjetivos.
11. Atributos dialécticos
Dejando aparte, pues, el caso de Cerroni 10 , que probablemente no es un científico positivo sino un filósofo, aquello de que los juristas que intentan hacer dialéctica, o pensamiento dialéctico, a la hora de la verdad, hagan lo mismo que los otros, pues claro, esto por principio: si el derecho no es una totalidad concreta, no cabe una presentación dialéctica interna del derecho, ya por noción de dialéctica, de acuerdo con mi opinión. Sólo si lo jurídico es globalizable como una totalidad en sí misma -por eso he aludido antes a la ambigüedad del término «totalidad»-, sólo si se puede reconstruir el derecho como una totalidad concreta, viva, vital, social con otras palabras, cabría un tratamiento interno verdaderamente dialéctico del derecho; si no, sólo puede ser, digamos, mutiladamente dialéctico, en el sentido de apuntar hacia donde habría que completar el tratamiento fuera del derecho.
No me pronuncio sobre eso. Sólo digo, he dicho, las dos cosas en condicional. Si cabe una concepción de lo jurídico como concretum, que se decía en la tradición filosófica, como cosa, no como parte de cosas, entonces sí, cabría un tratamiento dialéctico en el sentido en que entiendo la palabra, el cual, por supuesto, no sería operativo en el mismo sentido en que lo puede ser la articulación de una lógica jurídica, según el viejo ideal de los primeros que hicieron lógica jurídica (para reproducir la producción de sentencias o incluso la creación de derecho, según la escuela jurídica que hable), pero esto por noción misma de dialéctica. O se hace estudio positivo y entonces no cabe más que otro tipo de dialecticidad, a saber, la dialecticidad de la actividad del que la está haciendo, que eso sí que es un todo, su vida, su acción, pero el producto mismo no. No digo más: la situación sería ésa si no es el derecho mismo una totalidad concreta.
12. Más allá del Wittgenstein del Tractatus: la vida.
Querría concluir recogiendo una alusión histórica (porque los ejemplos no sólo se vengan de mí, se vengan de quien los diga), el ejemplo de Wittgenstein y Cerroni. Los ejemplos se vengan siempre, evidentemente, porque Wittgenstein se calló al final del Tractatus: se pasó un año y medio haciendo escuela primaria en Austria y a continuación empezó a hablar y ya no hubo quien lo parara hasta que se murió. ¿Por qué? Porque efectivamente llegó al silencio sobre la base de admitir que el único ideal era la operatividad en ese sentido positivista. Mientras él mantuvo como ideal la operatividad positivista, la verificación estricta, muy bien, ya no quedaba luego más que el silencio; cuando Popper y sus demás colegas, le demostraron que no había no ya sólo experimento crucial posible sino ni siquiera verificabilidad empírica posible, entonces el hombre se quitó la represión que, por hablar en términos freudianos, se había metido encima, y empezó a charlar como un condenado y a tocar el órgano en todas las Iglesias de Londres en que le dejaban y a leer novelas policíacas sin parar. Descubrió la vida finalmente, una vez que le hubieron destrozado el principio de verificabilidad que sostiene el Tractatus y se convirtió en ese enorme charlador de las Philosophical Investigations, de Los cuadernos azul y marrón, en los que va hablando de lenguaje real, no de lenguajes ficticios.
¿Por qué? Porque evidentemente ya no le importaba, ya sabía que la operatividad no es una cosa accesible sino también un desideratum y sabía que ese desideratum sólo es realizable en un tipo de investigación que no da para vivir. Bueno, puede dar para vivir, en el sentido en que pueda dar para vivir el presupuesto del Estado a través de las instituciones académicas si uno es profesor de lógica, desde luego. La operatividad total le da para vivir a través de un sueldo de catedrático de lógica, pero no para vivir en un sentido más serio, en un sentido más completo, no de la comida sólo. Una vez que Wittgenstein supo eso, dejó de buscar operatividad. Ha sido todo lo contrario, el resto de su obra es una cruzada contra la idea de operatividad en el sentido estrecho, exagerada, en mi opinión, porque lo que se ha probado es que la operatividad de la que tan orgullosos andaban los neopositivistas por los años treinta es simplemente un ideal, igual que lo es el del pensamiento dialéctico, una aspiración.
13. Contraposición de ideales.
Entonces la contraposición entre los dos ideales arroja un resultado claro: el de operatividad científico-positiva pura, ¿qué sería? El de obtención de la mayor comprobabilidad de los conocimientos particulares, mientras que la aspiración dialéctica no es ésa sino la de máxima totalización de los conocimientos particulares en una integración. Empiezan por no ser incompatibles; si se ponen como incompatibles es que alguien está negando, sectariamente si es un dialéctico, que tenga valor la exactitud del conocimiento particular, o está negando, mezquinamente si es un positivista, que tenga valor el intento de globalizar la visión de la realidad. Pero eso son negaciones que no tienen una base teórica. Tienen una base ideológica; cuando han tenido vigencia, su vigencia ha sido la de la lucha de clases. Ha sido, por ejemplo, la de los semánticos norteamericanos en 1939, luchando desesperadamente porque Roosevelt no entrara en guerra contra los nazis arguyendo que el concepto fascismo no es operativo porque no es verificable la proposición «x es fascista». Pero claro, esto es ya pura lucha de clases, no es diferencia científica entre las dos aspiraciones.
Esta fue, pues, la respuesta de Sacristán sobre método y dialéctica, intervención que finalizó con las siguientes palabras: «Esto digo en conjunto sobre los temas que suscitaba mi colega. No sé quien ha levantado la mano antes».
Se levantaron más manos y una de ellas solicitó más aclaraciones sobre la dialéctica y «sus límites». El diálogo, algo tenso en algún momento, condujo a las tesis de Feuerbach y a referencias poco contrastadas y a citas usadas como argumentos conclusivos.
Pero, sin duda, estas derivadas son asuntos de otras temáticas.
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1 Anotaciones fichero «Dialéctica». Reserva de la Biblioteca Central de la Universidad de Barcelona, fondo Sacristán
2 Está anunciada su publicación en Manuel Sacristán, Sobre dialéctica. Montesinos, Barcelona (en prensa). Prólogo de Miguel Candel, epílogo de Félix Ovejero y nota final M. Monleón (edición de Salvador López Arnal).
3 Si el lector quiere oír algunas de sus conferencias más célebres, experiencia que recomiendo si ninguna vacilación, puede ir al cuarto DVD -el que contiene la magnífica película «Giulia»- de Xavier Juncosa, Integral Sacristán. El Viejo Topo, Barcelona, 2006. Son cinco las conferencias que aquí se recogen.
4 Lo que sigue es un resumen de mi contribución (y la de Joan Benach) al volumen colectivo: El legado de un maestro. Papeles de la FIM, Madrid, 2007.
5 Sobre la noción, dos grandes ensayos de la tradición marxista: Carlos Fernández Liria, El materialismo. Editorial Síntesis, Madrid, 1998 y Juan Pedro García del Campo, Opaco, demasiado opaco. Universidad de Cádiz, Cádiz 2007. Aún siendo innecesario, diré para el lector no filósofo que ambos son, en mi opinión, de las mejores cabezas filosóficas del país.
6 Entre paréntesis comentó Sacristán: «Los ejemplos, como decía Zubiri, se vengan porque Arquímedes no decía método, sino épodo, pero es igual, es una pura variación etimológica de la preposición, no del sustantivo básico que es hodós, ‘camino’.
7 El Sacristán profesor, que aspiraba siempre a ser entendido y por todos (y más en este caso que supo que el público estaba formado en su gran mayoría por no filósofos), estableció un diálogo con los asistentes:
MSL: ¿Esto lo tenéis presente de la enseñanza media, recordáis que se hablaba del método? A ver, alguien que recuerde esto: en el bachillerato, en mis tiempos, solían enseñar tres métodos de resolver sistemas de ecuaciones, ¿quién tiene presente esto fresco? Si sois de primero, lo tenéis que tener fresco. ¿Alguien lo tiene fresco o no?
Estudiante: Igualdad
MSL: ¿Y cómo la llamabais? Di toda la palabra, qué de igualdad. ¿No decíais «método de igualdad»? Decíais «método» y eso es una serie de operaciones, el de igualación, es decir, se coge una…
Otro estudiante: El de sustitución.
MSL: El de sustitución, etcétera, el de igualdad o de la igualación lo recordáis: coger, igualar dos expresiones que pertenecen a dos de esas ecuaciones, por ejemplo.
8 Otro diálogo con un asistente que reconstruyo con alguna duda nominal cuya aclaración y probable rectificación agradecería enormemente:
Estudiante: No será Lefebvre.
MSL: ¿Quién, perdón? ¿Lefebvre, el filósofo? No, no. Me refiero a uno que se llama Lenéuve [SLA: Tengo inseguridad sobre el nombre], que es de un grupúsculo muy frenético que anda por París y procede del grupo Bourbaki. Pero cuidado aquí. Yo cometo el error pedante de hacer el detalle del oficio pero tú cada vez me coges en la trampa porque debes ser tan pedante como yo y entonces ya me hundes hasta el fondo; quiero decir, tú llevas detrás bastante lectura y entonces eso te hace interesarte por temas, como me hace interesarme a mí por detalles, en los que somos injustos con gran parte del auditorio que tiene, aproximadamente, treinta años menos que yo y algo así como cinco o seis menos que tú y quizás de lecturas más. Entonces hay que tener ojo (Me arrepiento mucho de habérselo criticado a él porque era a mí a quien tenía que haberme criticado el haber dicho el detalle, y es el vicio del ejemplo que es un vicio, muchas veces, de pura erudición.
9 Sobre este punto, véase el capítulo final de Manuel Sacristán, Lógica elemental. Vicens Vives, Barcelona, 1996 (edición de Vera Sacristán Adinolfi).
10 Sobre Cerroni, comentó Sacristán: «(…) yo diría que cuando los autores jurídicos, dejando aparte a Cerroni, el cual puede seguir diciendo lo mismo porque él en su preparación no sea de verdad un jurista. Esto es la maldición del filósofo tal como los filósofos nos hacemos en la cultura burguesa. Como he tenido ocasión de decir alguna vez, con grave indignación de mis colegas, los filósofos somos especialistas en nada, literalmente; por la obligación de hablar más o menos de todo, el gravísimo riesgo es no hablar concretamente de nada. Puede ser que Cerroni sea más filósofo que jurista, esta es mi particular convicción. Resultado: en su vida hará trabajo jurídico sistemático. Se pasará la vida hablando de metodología y de filosofía del derecho. Yo no espero nunca un libro de concepción de derecho positivo de Cerroni -lo que es decir, implícitamente, que es muchísimo más filósofo que jurista-, ni de derecho positivo existente ni de derecho positivo-ficción, por así decirlo, es decir, anticipativo«.
LOS OTROS TEXTOS DE LA POLÉMICA:
( Crítica a «Razón y Revolución» de Alan Woods y Ted Grant)(AWTD) La ciencia mal-tratada (http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf ) Manuel Martínez Llaneza
( Crítica a «La ciencia mal-tratada» de Manuel Martínez Llaneza) Del «análisis» de casos a la ocultación de los principios (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60228) Félix Monasterio-Huelin Maciá (09-12-2007)
Crítica de la crítica precipitada (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60241) Salvador López Arnal (10-12-2007)
Más críticas a una crítica muy precipitada (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60329 ) Salvador López Arnal (11-12-2007)
Confesiones al hilo de una crítica chismosa (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60450) Manuel Martínez Llaneza (14-12-2007)
Entre barcos a la deriva, una deriva entre barcos. Reivindicación de la síntesis. Félix Monasterio-Huelin Maciá (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60500), 15-12-07.
Cinco consideraciones y una coda final con tres compases irritados . Salvador López Arnal (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60548).
La inanición de Gödel, y los unicornios azules. Juan Hurtado (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60800).
Las palabras, los conceptos y sus dueños, Salvador López Arnal (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60851).
Doctrinarios y barcos a la deriva, Ricardo Rodríguez (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60934).
Un matiz sobre cosmovisiones, Salvador López Arnal (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60949).