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Irse tirando del mantel

Fuentes: Rebelión

El partido Demócrata, gobernante en Estados Unidos, abandonará la Casa Blanca el 20 de enero próximo. Las declaraciones públicas del futuro presidente, Donald Trump, reflejan un cambio de posición en diversos asuntos de política internacional, el principal, Ucrania. Trump declaró que “terminaría la guerra en 24 horas”. Sin embargo, desde su victoria, el presidente Joe Biden ha intensificado su envío de pertrechos bélicos y ha autorizado el uso de misiles tácticos hacia el interior profundo de Rusia.

Rusia estableció sucesivamente distintas “líneas rojas” que fueron ultrapasadas por la OTAN, esta vez, parece conducir a una impredecible escalada. Los misiles ATACMS estadounidenses y Storm Shadow británicos no pueden ser operados por el ejército ucraniano arguyen las autoridades rusas, por lo que hay implicación directa de la OTAN en el conflicto. 

Como respuesta, el presidente Putin promulgó la nueva doctrina nuclear rusa que prevé la utilización de armas atómicas en conflictos que pongan en riesgo la subsistencia del estado contra los países que, posean o no armas nucleares, cuentan con el apoyo de potencias atómicas. El protocolo de defensa podría responder a ataques convencionales que amenacen seriamente a ese país. Si bien es un marco general, la apertura a los países de la OTAN involucrados en el conflicto es inmediata. 

Asimismo, Rusia atacó una fábrica militar de Dnipropetrovsk con un nuevo misil balístico, Oreschnik.

Se anunció el éxito de la operación, el arma es hipersónica e indetenible por los sistemas de defensa. Podría alcanzar virtualmente toda Europa y portar cabezas nucleares. Declaran tener stock e iniciar su fabricación en serie. 

El hecho parece haber causado cierto impacto emocional tanto en Ucrania como en la OTAN, aunque nunca se sabe.

Mientras tanto, en el terreno, paulatinamente pero sin pausa, la infantería rusa libera poblaciones del Donbas, Jarkov y Zaporiyia a un ritmo de cinco a siete ciudades o poblados por semana. En Donetsk el frente aparece crítico en Toretsk (Dzerzhinsk), Kurajovo y Pokrovsk (Krasnoarmeysk) y todo indica que será muy difícil para el régimen de Kiev sostener esas posiciones. Si caen, es difícil imaginar nuevas líneas para detener el avance ruso, al menos en algunas regiones.

Mediante su incursión en la provincia rusa de Kursk, Kiev asestó un golpe de efecto ocupando una importante franja de territorio ruso. Luego de estabilizar ese frente, Rusia ha recuperado parte del territorio. Se comienzan a ver imágenes de pobladores volviendo a sus casas, aunque sigue siendo un punto álgido. No parece fácil que Ucrania retome la iniciativa en ese frente. 

La operación de Kursk fue polémica y sólo se entiende desde la perspectiva de los objetivos geopolíticos estadounidenses. La avanzada sobre Kursk se produjo en momentos en que Ucrania estaba siendo superada en el frente oriental y en lugar de fortalecer ese escenario, derivó sus principales recursos a la operación. Constituyó otro avance sobre “líneas rojas”. 

¿Qué intentaron?

La respuesta más convincente es que tratan de provocar una respuesta asimétrica de Rusia, lo mismo que pretenden desde 2022. Mejor, lo mismo que intentan desde 2014, cuando, con apoyo estadounidense, tomó el poder ucraniano, mediante un golpe de Estado, un gobierno alineado a Occidente. La misma lógica que refleja el uso de los misiles ATACMS. 

¿Por qué las potencias de la OTAN pretenderían una eventual respuesta desproporcionada, eventualmente nuclear?

Ucrania no se entiende sin la disputa actual por la hegemonía geopolítica. ¿Vamos a un mundo multipolar o se preserva la hegemonía estadounidense? La primera posibilidad tiene una clara expresión material en el crecimiento económico y fortalecimiento político de los BRICS. La segunda explica los conflictos actuales y tiene una expresión normativa que han denominado “orden internacional basado en reglas”. Consiste en una especie de lawfare a nivel global que subsume los organismos multilaterales incluyendo, por supuesto, la ONU, pero con un alcance mucho mayor. Llega incluso a las organizaciones del deporte. Los deportistas rusos no pueden representar a su país en los Juegos Olímpicos desde mucho antes de que Ucrania fuera noticia preeminente. Rusia fue excluida del último Mundial de fútbol. Se ha convertido en el país con más cantidad de sanciones comerciales.

Además del desgaste, de ponerla a prueba militarmente, éste es el gran objetivo, aislar a Rusia del resto del mundo. Eventualmente excluirla de Naciones Unidas, incluso de su Consejo de Seguridad. Pero para ello necesitan un “casus belli”, un incidente que les dé el argumento. Estados Unidos es pródigo en producirlos.

Consciente, el presidente Putin ha sido cauteloso y respetuoso del derecho internacional. En el límite, se impone la realidad material. Advierte a los países que llevan a Ucrania a esta escalada que ya caracteriza de global. Al mismo tiempo, su diplomacia ha mantenido relaciones productivas con gran cantidad de países y su economía superó exitosamente las sanciones. 

Lo dicen desde 2022, Occidente simula no escuchar. La mayor potencia nuclear no puede perder una guerra que ponga en riesgo su continuidad como nación. 

A dos meses de irse, Biden, o quienes toman las decisiones, no dan señales de racionalidad.

La evolución del conflicto dirimirá también parte del futuro global. Ojalá con la vuelta a la vigencia del derecho internacional en lugar del tramposo, amañado, falaz, “orden basado en reglas” que no es más que un ardid para la sumisión imperial de la mayor parte del mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.