Cuando los pueblos indagan para reconocer a aquellos creadores de arte o de literatura que han incidido en revelar, denunciar y crear conciencia entre los marginados, de sus paupérrimas situaciones, está la burguesía como clase dominante, tratando de ocultar e imponer oscurantismo a cualquier atisbo emancipador y tratando de ignorar, degradar e interrumpir excepcionales obras […]
Cuando los pueblos indagan para reconocer a aquellos creadores de arte o de literatura que han incidido en revelar, denunciar y crear conciencia entre los marginados, de sus paupérrimas situaciones, está la burguesía como clase dominante, tratando de ocultar e imponer oscurantismo a cualquier atisbo emancipador y tratando de ignorar, degradar e interrumpir excepcionales obras de arte y despreciar a sus creadores.
Isidre Nonell (Barcelona, (1872-1911) fue uno de los grandes, entre los grandes pintores del modernismo catalán de finales del siglo XIX y principios del XX. Pero también uno de los grandes asediados y repudiados por la burguesía de aquella Barcelona de los grandes procesos del cambio estructural urbano, como la destrucción de las murallas medievales, la construcción del Ensanche, de la Sagrada Familia y de los grandes palacios modernistas. La burguesía comercial, financiera y nacionalista, en su auge de progreso individual y potenciando marginación colectiva entre los trabajadores.
En aquella Barcelona convulsiva, donde la lucha de clases tenía una exhibición en varios escenarios de pobreza, la conciencia anarquista y socialista se ampliaba en la confrontación contra los poderes fácticos. En esta situación, en la calle Sant Pere més Baix, número 38, en la plenitud marginal del Barrio Gótico, nacía el 30 de noviembre de 1872, Isidre Nonell. Desde este horizonte de marginalidad hace estudios primarios en la escuela de su barrio y coincide con Joaquim Mir, otro de los grandes de la pintura de la modernidad catalana, de aquí accede a la Escola de Belles Arts. En 1891 presenta una pintura en la Primera Exposició General de Belles Arts de Barcelona, se trataba de un patio marginal, que pasó desapercibida para los compradores y marchantes de la burguesía. Desde aquí, despega su enorme aventura creativa, sirviéndose de los ambientes de su barrio, donde la gente pobre y los marginados eran los escogidos para imponer denuncia social por medio de sus pinturas. Sus creaciones pictóricas nos revelan, en su más incisiva desnudez, varios tipos de situaciones y de calamidades que soportaba aquella Barcelona deprimente de finales de siglo.
Era un período en que Nonell ampliaba su relación con los grandes pintores del modernismo y creaba debate sobre la conveniencia de que la pintura ejerciese una posición de denuncia social frente a situaciones de supervivencia. Ahí están esos dibujos que recrean a un proletariado subsidiario y emergente de las desigualdades que provocaba aquella burguesía que negaba la realidad expuesta por Nonell en sus cuadros. Este portento de esclarecer la vida marginal, tuvo continua presencia en todos sus períodos pictóricos. En muchos de esos dibujos en negro, se constata cierto vínculo con los dibujos y críticas de Goya, al mismo tiempo consolida esas figuras populares desgarradoras y víctimas de los malos gobiernos de aquella España «de charanga y pandereta». Pero Nonell codificó las diferentes visualizaciones de «la otra España la que huele a caña, tabaco y brea».
La idea firme e inseparable de aquellas impresiones que al joven pintor le habían conmovido, trató de ampliarlas en su memorial pictórico. En 1897 viaja a París y permanece durante un año, trabaja, expone y visita los museos parisinos. Su presencia en París fortalece ese sentimiento que tenía por lo cotidiano. La buena crítica francesa no reparó en elogiar su impresionismo y la rotunda modernidad de una pintura resueltamente comprometida, fue considerada como la que Goya ofreció sobre aquella España de sátrapas e inquisidores. La útil estadía de Nonell en París le amplia conocimientos sobre la buena pintura que observa en el Louvre. Boticcelli, Tiziano y Velázquez son referentes de la excelente modulación de exponer personajes donde se exaltan las dos clases en litigio permanente, reyes y nobles por un lado y vasallos por otro. Nonell captó estas dos diferencias a las que él venía personalizando en sus dibujos. De regreso a Barcelona multiplica sus contactos con los grandes pintores y retratistas, y expone sus dibujos en la sala «Els Quatre Gats». La crónica de arte le coloca como el pintor que modela los rostros opacos y olvidados que palpitan por el tejido urbano del Barrio Gótico barcelonés. Las exposiciones continúan, las críticas favorables también, no así las ventas que estaban acondicionadas, talvez, al boicot de la burguesía. Algunos coleccionistas con ideas claras, sobre la situación tormentosa por las que pasaba la España de finales de siglo, tuvieron conciencia de que Isidre Nonell, marcaba una época en la pintura catalana y un exponente social relevante en sus cuadros.
Los dibujos de Nonell nos resultan un flagelo contra las clases pudientes y explotadoras de serviles y desamparados. Ahí están los exponentes de aquella sociedad y sus contradicciones, en esas figuras de mujeres y hombres famélicos y andrajosos frente a personajes de holgadas grasas cubiertas de lucientes trajes y chisteras. Dos símbolos reiteradamente presentes en sus dibujos, en los que se visualiza una época y sus frecuencias de lucha de clases.
En 1894 comienza en «La Vanguardia» a publicar «Tipos populares Barceloneses», y a finales de este año publica su famoso dibujo, «Un pobre de la Boqueria», que le sirve como base de su beligerancia en defensa de diversos perfiles de pobreza que aterraban Barcelona. Sus dibujos, además de constatar la imagen de aquella realidad sangrante, llevaban un pie de imprenta incidiendo en el tema tratado, o bien en un diálogo entre los personajes representados. La caracterización de estos personajes populares fue acogida con gran interés por el público. Sus colaboraciones tuvieron impacto en periódicos y revistas de la época, como «L’Esquella de la Torratxa», «Almanac de la Campana de Gràcia», «La Saeta», «Barcelona Cómica», «Almanaque del Madrid Cómico», «Quatre Gats», «Album Salón», «Arte Joven», «Pel & Ploma», «Catalunya Artística», «El Liberal», «Ilustració Catalana», «Joventut», «La Publicidad», «Forma» y «Papitu».
Ésta última revista tenía un carácter humorístico satírico fundada por el dibujante, Feliu Elias en 1908. Fue un exponente cultural y dialéctico de la izquierda catalanista que tuvo el valor de enfrentarse a la todopoderosa revista satírica burguesa, «¡Cu-cut!» vinculada y defensora de la conservadora «Lliga Regionalista». Fue en «Papitu» onde Isidre Nonell publicó sus caricaturas durante un corto período de tiempo, pero muy intenso en la crítica social, desde 1909 hasta su muerte en 1911. En estos dibujos se manifiesta lo tétrico de aquellas situaciones de mendigos, obreros sin trabajo o mal pagados, niños mal alimentados, mujeres vendiendo pájaros y pidiendo caridad en la puerta de las iglesias; hileras de pobres de solemnidad aguardando la sopa y otras tantas modalidades de pobreza que se manifiestan en su larga proyección pictórica.
La s excelencias de su obra prima residen en los óleos que representan la plenitud compositiva y ocupan un temario clave en la denuncia social, teniendo como modelo de sus obras a mujeres gitanas. El gitanismo en la obra de Nonell se prioriza desde dos elementos fundamentales, como clase marginada por una sociedad que la vino decapitando desde la famosa Pragmática de los Reyes Católicos, promulgada en Medina del Campo en 1499. Esta decretal decía textualmente: «Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, (…) salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida».
Esa Pragmática marca el inicio de una represión desatada contra la etnia gitana que se repetirá constantemente hasta nuestros días. Con razón señalaba George Borrow, predicador protestante que visitó España entre 1835 y 1840, en su libro, «La Biblia en España»: «Quizás no haya un país en el que se hayan hecho más leyes con miras de suprimir y extinguir el nombre, la raza y el modo de vivir de los gitanos como en España». Las intentonas de extinción de los gitanos españoles por decreto, materializó aberrantes y sanguinarias persecuciones y múltiples represiones que los llevaron a numerosas marginalidades y dependencias sociales. Eses rostros cautivos que aparecen en los cuadros de Isidre Nonell, corroboran las palabras de Borrow. Rostros vencidos y aterrados, cuyo perfil cromático destaca las pacientes miradas cabizbajas que reflejan una fuerza interior que el pintor supo captar.
Isidre Nonell cultivó un escenario dialéctico entorno a la pobreza y escogió a unos personajes singulares e idóneos para relatar y esclarecer, por un lado, la marginación de los gitanos que transitaban todo el perímetro del Barrio Gótico barcelonés y eran menosprecios por ser del gueto de la miseria. Por otro lado, Nonell incide en preponderar el grado xenófobo que la sociedad que le tocó vivir tenía contra los gitanos, con esa carga histórica y depredadora que los prejuzgaba. Ahí están todas esas modalidades de rasgos faciales, resueltamente expresivos, donde el pintor los recrea formal y cromáticamente, dando preferencia a los colores negro, marrón y ocre. Muchas veces eses rostros están insinuados con transparente luminosidad, donde el desgarro de desamparo social y racista potencia indignación y fomenta solidaridad.
Con estos rasgos, atributos deleznados por la burguesía y otras clases sociales, el pintor presenta a los gitanos como imperativo de las contradicciones de lo que palpita en lo antisocial. Simples rostros atormentados o volúmenes corporales definen a los gitanos en su más extravertida aversión. Este es el principio economicista por la que se rige la pintura de Nonell, que coincide con la postura de Pablo Picasso, cuando dijo: «La pintura no está para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo».
Si los tentáculos opresores del pulpo burgués están siempre dispuestos a devorar a sus víctimas, la pintura de Nonell tiene ese don picassiano de instrumentar lo ofensivo y lo defensivo. Las marcas de lucha contra el cefalópodo capitalista están en esas pinceladas que abrevia en su cromatismo, donde las mujeres gitanas tienen su respiro de gloria al no resignarse al destino que les depara. La «Dolores», entre negro y escarlata mira al suelo: única opción de redimirse no mirando al cielo de los mitos angélicos. Ella no espera el mana de las nubes y si la espiga que produce la tierra que otros le roban. La «Gitana joven», es otro de los cuadros compuestos en 1903 y expuesto en la Sala Parés y que hoy podemos observar en el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya), una representación que respira el pavor humano de una situación social inaplazable. Un manto tenebroso envuelve a la joven gitana que apenas reconocemos su rostro, pero percibimos el peso de esa bestialidad del poder opresor en su enfática metáfora sobre la discriminación de la mujer gitana.
Isidre Nonell fue un pintor que evocó la lucha feminista y el rancio machismo, como cultura de opresión burguesa y mantenida durante siglos por las prédicas de la Iglesia. En esa larga colección de pinturas está la mujer gitana erigida como la gran madonna que protagoniza liberación. Un recurso elemental en la que se integran a todas las mujeres trabajadoras de los bajos fondos del servilismo. Es aquí donde Nonell hace énfasis a los ambientes de la mujer humillada en el trabajo precario, asediada por el analfabetismo y metódicamente discriminada en temas fundamentales que afectan a sus decisiones. Frente a esto, la metáfora no cesa y es transcendida en el pincel de Nonell, como discurso contestatario en lo que concierne a la defensa de la libertad femenina.
Los personajes que él prioriza como denuncia, son aquellos que pasan por la fatídica insolidaridad de las instituciones, como se refleja en el cuadro: «Repatriado de Cuba en el muelle». Ahí esta ese soldado obligado por el poder militar a defender lo indefendible. O los protagonista populares de la llamada «Semana trágica» de 1909 que se negaron a ir a las guerras de África.
E n su pintura, está presente el espacio mítico de los gitanos irredentos y sedentarios en su propio hábitat, solitario e insalubre, del Somorrostro Barcelonés, en la soledad de la playa. «Las gitanas de Somorrostro», es una de las acuarelas de Isidre Nonell en que un grupo de gitanas transcienden entre los arenales, con sus rostros encogidos y alejados del «mundanal ruido». Digamos que Nonell no se ha destacado en la descripción de elementos arquitectónicos de Barcelona, pero si ha prestado atención a las barracas de Somorrostro, destacando esas estructuras de palos y latas, de cobertizos agujereados y seres sentados como efigies petrificadas. Pero en Somorrostro no estaba sólo lo rudimentario de una etnia margina, era la patria grande donde nació Carmen Amaya (1913-1963), la que salió de todos los burladeros del barraquismo a proclamar el arte de su estirpe.
Las barracas de los gitanos y, también, la de los chinos forman parte de esas preferencias en su pintura. El óleo titulado, «Playa de Pequín», resalta otro de los pequeños enclaves de los barrios marginales de Barcelona, ubicado en la playa de Sant Adrià de Besòs, en la que se instalaron varias familias chinas. Estos espacios nos transmiten un ambiente de pobreza, que se manifiesta en la basura que rodea las barracas. Lo inhóspito, como elemento de censura, también brilla.
En aquellos años próximos a su muerte, aquella burguesía que tanto imploraba y se deleitaba por la modernidad de las artes, no fue capaz de reconocer el valor creativo de Nonell, lo tildó de pintor efímero y de escasa relevancia. Actualmente, la burguesía catalana en el poder institucional de todos los poderes en Cataluña, se ha olvidado de que este año en curso es el centenario de la muerte de Nonell. Un olvido institucional bien calculado para negar al artista mayor que ha codificado la depresión de los pobres como denuncia. Los pobres de solemnidad continúan aún y la denuncia de Isidro Nonell continúa, también, sin renuncia.
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