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Reflexiones en torno a “Goodbye Mr.Socialism”

Izquierda, paz y no violencia

Fuentes: Tortuga

La editorial Paidós ha editado recientemente «Goodbye Mr.Socialism. La crisis de la izquierda y los nuevos movimientos revolucionarios», una extensa entrevista realizada a Toni Negri, a cargo de Ralf Valbola Scelsi. En los quince capítulos de «Goodbye Mr.Socialism» se abordan temas de lo más diverso, siendo especialmente interesantes las reflexiones en torno a temas como […]

La editorial Paidós ha editado recientemente «Goodbye Mr.Socialism. La crisis de la izquierda y los nuevos movimientos revolucionarios», una extensa entrevista realizada a Toni Negri, a cargo de Ralf Valbola Scelsi. En los quince capítulos de «Goodbye Mr.Socialism» se abordan temas de lo más diverso, siendo especialmente interesantes las reflexiones en torno a temas como la categoría de «lo común»-que podría analizarse desde una perspectiva totalmente libertaria, aunque Negri diste de serlo-, precariedad y el papel de los sindicatos -vuelve a incidir en su propuesta de una Renta Básica de ciudadanía-, y reflexiones relativas a las nuevas formas de «gobernanza» y el papel que podrían desarrollar en torno a ésta los movimientos sociales.

Pero lo que ha motivado de manera determinante el que se escriba para una web antimilitarista sobre «Goodbye Mr.Socialism» es el capítulo tres, «Izquierda, paz y no violencia. Los nudos de un debate aún no resuelto», así como determinadas análisis en torno al papel del militarismo y la violencia política, que se lanzan en diversas partes del libro. El objetivo de estas líneas es, desde la óptica de una persona que se mueve dentro del ámbito del antimilitarismo, reflexionar sobre el pasado, presente y futuro del movimiento antimilitarista, intentando también analizar las relaciones que ha tenido históricamente la izquierda con los movimientos pacifistas, y para ello la entrevista a Negri es extremadamente útil. En absoluto se pretende hacer un repaso exhaustivo ni del libro ni del pensamiento de Negri, pero sí que se intenta diseccionar algunas partes clave de la entrevista, en el contexto global de «guerra contra el terror» y recorte de libertades que se está produciendo, algo transversal a todos los movimientos sociales.

En el texto se utilizarán de manera indistinta los términos pacifista y antimilitarista, ya que a juicio de quien escribe estas líneas estos conceptos son prácticamente equivalentes, y los matices que puedan existir irrelevantes en relación a lo que se quiere exponer, asumiendo que hay grandes discrepancias al respecto. Hay que resaltar que hay autores, como Enric Prat 1, que utilizan la denominación «Movimiento por la Paz» cuando quiere aglutinar bajo un mismo paraguas a colectivos antimilitaristas, pacifistas y resto de organizaciones que colaboran o trabajan en ámbitos comunes a éstos. Volviendo al tema que nos ocupa, lo que se ha intentado en definitiva es animar a leer el libro, y modestamente, intentar impulsar el debate sobre esos «nudos no resueltos» que hay en torno a la violencia política y las dinámicas que se dan entre la izquierda y los movimientos sociales vinculados al pacifismo. En la parte final del texto, se intenta diagnosticar al movimiento antimilitarista en el estado español, que sigue intentando reubicarse después de la desaparición del Servicio Militar Obligatorio, y cuya situación antes y después de las hitóricas movilizaciones del «NO A LA GUERRA» es pácticamente la misma, pero agravada por la falta casi total de renovación en su agenda política y de relevo generacional, dos aspectos que van íntimamente ligados.

Antes de entrar en materia con «Goodbye Mr.Socialism», no está de más recordar una entrevista previa a Negri publicada por la editorial Debate, «Del retorno. Abecedario biopolítico» 2, donde hay un par de puntos en los que merece la pena detenerse para conocer mejor el discurso de Negri:

En primer lugar, cuando en esa entrevista habla de que «la guerra, la paz y la barbarie se mezclan y viven de una sola y misma historia. Los grandes pacifismos -ya se trate del pacifismo cristiano o del pacifismo comunista- siempre prevén un sacrificio para construir la paz: por tanto, están ligados a una idea moderna que hace de la paz y de la guerra dos momentos sucesivos y/o separados». Y plantea entonces que la única manera de resistir a la guerra es «la guerra a la guerra», sin quedar del todo claro qué implica ese posicionamiento ante los conflictos armados.

- Y segundo, cuando el propio Negri resalta que siempre ha considerado el asesinato político «un crimen», y recuerda que, después de los «años de plomo» de la Italia de finales de los 70, él y otros activistas redactaron y difundieron en los años 81-82 el «documento de los 90», donde afirmaban de manera rotunda que la lucha armada debía acabar, y que quienes continuaran con ella serían considerados «enemigos». Eso supuso la condena a muerte por parte de las Brigadas Rojas de todos los firmantes del manifiesto, de la que Negri se libró. Curiosamente, en el 97 Negri compartió celda con el activista de las Brigadas Rojas que estaba designado para asesinarle.

GOODBYE MR.SOCIALISM.

«[La izquierda] ¡nunca ha sido pacifista! O era revolucionaria o utilizaba el pacifismo de manera instrumental para hacer una guerra de resistencia y liberación(…). En realidad, el pacifismo ha tenido siempre una función de lucha política. Los comités para la paz de la década de 1950 iban contra la política de contención estadounidense del espacio soviético. Eran elementos ofensivos desde el punto de vista político, incluso si agitaban la bandera de la paz. Pero éste no es el problema de la izquierda; el problema es comprender cuál es la actividad político-militante, aun violenta si es preciso, que debemos practicar».

En el estado español muchas veces se lanza la pregunta de por qué la mayoría de colectivos pacifistas y/o antimilitaristas no suelen sumarse a determinadas campañas o plataformas, lanzadas desde diferentes organizaciones (políticas, sindicales o sociales), aunque se toquen temas que entrarían de lleno en el ámbito del antimilitarismo, como pueden ser la existencia de bases militares (extranjeras) o determinados conflictos bélicos. La respuesta puede estar en lo que plantea abiertamente Negri: el intento más o menos evidente de los partidos comunistas, junto a sus apéndices en los movimientos sociales, de instrumentalizar y dirigir el discurso y actividades de los colectivos pacifistas y antimilitaristas. Negri se remonta a los años 50, pero en el estado español tenemos ejemplos mucho más recientes.

Por ejemplo, en los 80 en el estado español, el PCE hizo su propia adaptación del discurso pacifista que iba creciendo en Europa, al calor de la campaña contra los Euromisiles 3 y contra la integración de España en la OTAN, y partidos comunistas extraparlamentarios como la LCR y el MC -dos de los grupos con mayor presencia en los llamados Comités AntiOTAN- hicieron lo propio al adaptar a su ideario una cierta visión del antimilitarismo. Pero, analizando los dos ejemplos antes citados, que no había en todo ese proceso motivación de origen pacifista ni antimilitarista por parte de esas organizaciones comunistas, además de no comprender ni por tanto asumir en ningún momento el mensaje y discurso revolucionario de la noviolencia. Sucedió algo similar unos años después, cuando despegó la campaña de insumisión al servicio militar obligatorio a principios de los 90 4, cuando los antes citados LCR y MC se sumaron a una campaña (colaborando en la creación y desarrollo de Kakitzak en el País Vasco 5 y los diferentes MiliKK en el resto del estado) diseñada por el Movimiento de Objeción de Conciencia – MOC, que asumía (y asume) la no violencia como una opción estratégica (nos detendremos otra vez en esto más adelante).

Hay que aclarar que también, para muchos activistas y grupos del MOC, en torno a la noviolencia hay unos valores éticos e incluso todo un proyecto de sociedad, aunque los intentos teóricos al respecto siempre hayan sido algo erráticos y poco desarrollados 6. En cambio, las coordinaciones conocidas como Kakitzak y los MiliKK rehuyeron en todo momento el definirse como no violentos, pero paradójicamente absolutamente todas las intervenciones y acciones directas que realizaron durante la campaña se hubiesen podido enmarcar como inspiradas por esa filosofía. Paradójico fué en cambio el viraje y el equilibrismo político que tuvo que hacer la izquierda abertzale, que pasó del discurso de «a la mili con los milis» a apoyar una insumisión «al ejército español», al comprobar como se popularizaba cada vez en el País vasco la campaña de insumisión impulsada por el MOC.

Y en todas nuestras retinas están las cabeceras de las manifestaciones con el «NO A LA GUERRA» como lema, que sin ningún pudor encabezaban partidos políticos como el PSOE, que apoyó la intervención en la exYugoslavia (entre muchas otras cosas, demasiadas para recopilarlas aquí), o Izquierda Unida, que apoyó el envío de tropas a Afganistán, y que firmó, junto al PSOE, el Código Penal que criminalizó la insumisión al servicio militar obligatorio. Capítulo aparte sería el de organizaciones y grupúsculos de corte estalinista o nacionalista, que sólo parecen tener interés en movilizarse en los conflictos y masacres en los que esté implicados EEUU, y que miran para otro lado en conflictos tan graves como el de Chechenia.

Por tanto, coincido con Negri en que la izquierda nunca ha sido pacifista, en el sentido de que cuando ha adoptado un determinado discurso «cara al público», lo ha hecho por razones puramente políticas y/o estratégicas, intentando instrumentalizar y rentabilizar al máximo las diferentes movilizaciones y procesos, aquellos en los que muchas veces también se insertaban los colectivos pacifistas y antimilitaristas. Pero también hay que reconocer, por muy crítico que se sea con la postura de determinadas organizaciones, el gran apoyo que la izquierda ha dado en situaciones críticas al antimilitarismo, por ejemplo cuando una diputada de IU se plantó en cuanto se le requirió en la prisión militar de Alcalá de Henares, después de que varios insumisos recibieran una paliza por parte de un grupo de neonazis, ante la pasividad del personal del penal militar. Y hay que aclarar que, en la conflictiva relación entre izquierda y movimientos pacifistas, estos movimientos tienen habitualmente serios problemas para trabajar de manera fluida y constante con los colectivos que no asuman explícitamente sus postulados, cayendo en la práctica en un dogmatismo que los ha ido aislando, lenta pero inexorablemente, durante la travesía en el desierto que está suponiendo para el movimiento su trabajo después de la exitosa campaña de insumisión.

«En la India [de Gandhi], en las luchas anticoloniales los elementos cruciales no fueron el pacifismo o el antipacifismo, sino la eficacia o ineficacia de la resistencia a la explotación colonial y capitalista. Los métodos centrales del «pacifismo» indio fueron el sabotaje y la expropiación de los bienes coloniales(…). El pacifismo gandhiano no era propiamente no violencia o, mejor dicho, era una no violencia especial que no era exactamente lo mismo que el pacifismo».

Es un lugar común en la izquierda el ver a la noviolencia (en el ámbito antimilitarista se escribe así, todo seguido) simplemente como una alternativa a la violencia, cuando en realidad siempre se ha planteado -al menos desde el antimilitarismo- como una alternativa a la pasividad y como la búsqueda de coherencia entre fines y medios. Negri da en el clavo cuando resalta que lo importante, en una determinada lucha, es la eficacia o ineficacia de los medios utilizados, y es precisamente desde ese análisis desde donde parten el pacifismo y el antimilitarismo. Volviendo al estado español, es interesante resaltar, una vez más, que el MOC -la mayor coordinadora de grupos antimilitaristas- ha abordado siempre la noviolencia como «una estrategia de acción, una herramienta de transformación social, una forma de resolver los conflictos y un estilo organizativo» 6. Es decir, no se plantea la noviolencia desde posicionamientos de una superioridad ética o moral en las formas de lucha, sino desde una perspectiva estratégica, matiz muy importante, normalmente desconocido por los activistas no pertenecientes al movimiento antimilitarista.

Las Brigadas Rojas hablaban de «golpear a uno para educar a cien». El pacifismo y antimilitarismo también buscan maneras de intervenir que sean pedagógicas, pero partiendo de premisas diferentes: planteando prácticas que pudieran ser comprensibles, reproducibles y asumibles por un amplio espectro de la sociedad. Esto sucedió, por ejemplo, en la exitosa campaña de insumisión, y ahora se intenta con propuestas como la objeción fiscal a los gastos militares. Si el discurso de un determinado movimiento es comprensible y pedagógico, desde mi punto de vista es tremendamente efectivo. Parece claro que la violencia política y la lucha armada no son en general prácticas que hayan sido o sean fácilmente comprensibles, asumibles y reproducibles por gran parte de la sociedad, por lo tanto habría que poner en tela de juicio, en muchas ocasiones, su efectividad. La búsqueda de coherencia entre fines y medios es una filosofía que puede ser tremendamente pedagógica, y esta coherencia se consigue con gran facilidad desde la noviolencia.

Al hablar Negri de una «no violencia especial», o al entrecomillar el término «pacifista», se evidencian los enormes prejuicios y apriorismos con los que la izquierda suele posicionarse a la hora de evaluar la práctica de la noviolencia. De hecho, muchas veces se utiliza despectivamente el término «gandhiano», para referirse a determinadas prácticas y repertorios de acción que, en realidad, tiene poco o nada que ver con Gandhi o el antimilitarismo. Así, Negri se encuentra haciendo un divertido ejercicio de funambulismo dialéctico, intentando -sin éxito- distinguir de manera harto confusa el pacifismo «a secas» con el «pacifismo» y «no violencia especial» de Ghandi, cuando es evidente que las diferencias son nulas. Es especialmente revelador cuando Negri constata, aparentemente sorprendido, que los métodos utilizados en las luchas anticoloniales de la India hubieran podido figurar perfectamente en los Quaderni Rossi 8 y dentro del repetorio de acciones de la autonomía obrera italiana, que, con su rechazo frontal al trabajo y sus sabotajes, evocaban muchas veces las acciones de los Ludditas ingleses del siglo XIX. Ahí Negri hace gala de un gran desconocimiento de las diferentes intervenciones de los grupos pacifistas y antimilitaristas y su repertorio de acción. Por concretar: el sabotaje ha sido tradicionalmente una de las herramientas de las que se ha dotado el pacifismo y el antimilitarismo. Los ejemplo son múltiples, aunque resaltamos el de Plowshares, un grupo de pacifistas católicos de EEUU (pertenecientes a Pax Christi), implicados hace años en el sabotaje de submarinos y almacenes de misiles nucleares 9.

«Estoy convencido de que los comités por la paz que nacen hoy en realidad no están sólo contra la guerra, sino que son comités o asambleas en defensa de lo común, por una paz que no sólo es no-guerra, sino también no-policia, que están a favor de que los inmigrantes puedan atravesar las fronteras con libertad, etc (…)En mi opinión, el ciclo político que de Seattle llega a Génova, pasando por el movimiento  

En su texto «Que fué del movimiento antimilitarista y otras movidas» 10, Lluc Peláez escribía que «si alguien nos pregunta qué fue del movimiento pacifista de la década de los ochenta, lo más normal es que les hablemos de la campaña contra la OTAN, si nos preguntan por el movimiento antimilitarista de la década de los noventa, lo más normal es que hablemos de insumisión». Si tuviéramos que hablar del pacifismo y antimilitarismo en este nuevo siglo, el tema es bastante más complejo. Al calor de la masacre en Irak, se vivieron por todo el mundo, y en concreto en el estado español, masivas movilizaciones con el lema de «No a la Guerra», de unas dimensiones totalmente imprevisibles, pero que poco o nada tuvieron que ver con los colectivos y redes antimilitaristas y pacifistas. Una vez más, casi todos los sectores de la izquierda y la socialdemocracia volvían a abrazar de manera más o menos explícita un discurso pacifista, para intentar rentabilizar al máximo la sumisión del Gobierno de Aznar a la política exterior de EEUU. Pero posteriormente quedó claro que esas movilizaciones desbordaron a todas y cada una de las organizaciones políticas y movimientos sociales participantes, y siendo basntante paradójica la posterior victoria electoral del PP, después de una de la «mayores movilizaciones de la democracia» (frase muy de moda ultimamente).

Lo que es más sintomático en las redes y colectivos antimilitaristas es que la situación, antes y después de esas movilizaciones, es prácticamente la misma, aunque parezca increíble. Hubo algún pequeño «repunte» de actividad antimilitarista, por ejemplo el aumento del número de objetores fiscales al gasto militar en las fechas posteriores al comienzo de la invasión de Irak 11, y en algunos colectivos se produjo el «reenganche» -temporal en la mayoría de casos- de activistas alejados del movimiento antimilitarista. Es decir, cada vez hay menos colectivos antimilitaristas activos, cada vez más envejecidos y con menos gente activa durante todo el año. Está claro que, a diferencia de lo que plantea Negri, el movimiento antimilitarista y pacifista no consigue introducir en sus análisis y discursos temas que están en la agenda del resto de movimientos sociales. La lista es enorme: la represión a los movimientos sociales -de esto el antimilitarismo sabe algo-, las diferentes instalaciones y edificios militares infrautilizados, la degradación ambiental a causa de los campos de tiro y maniobras, la militarización de las fronteras, el ejército profesional como opción laboral para inmigrantes (donde son utilizados como carne de cañón) 12, las costosas campañas de imagen del Ministerio de Defensa, la precariedad laboral y la constante presencia del Ejército en ferias juveniles y de empleo…

Está claro que hay muchos campos donde los antimilitaristas podrían trabajar en una agenda común con colectivos y redes de todo tipo, asumiendo el comienzo del nuevo ciclo social al que aludía Negri. Temas y problemáticas comunes hay de sobra. Pero por desgracia, o al menos en el estado español, los colectivos antimilitaristas no están consiguiendo introducir nuevos análisis, enfoques y prácticas que renueven al movimiento y lo conecten de manera efectiva con otros como el ecologista, vivienda digna, inmigrantes… y de ahí su progresiva desaparición y aislamiento. Dentro del movimiento antimilitarista puede resultar interesante debatir durante años sobre objeción fiscal al gasto militar, sobre la coordinación internacional a través de la IRG -totalmente desconocida fuera de las redes pacifistas- 13, o el plantear en solitario campañas como el «Mayo Caliente» -de objetivos poco claros y con resultados hasta el momento más que modestos- 14, pero desde fuera toda esa actividad se ve como algo autorreferencial y residual.

Por tanto, creemos que Negri es excesivamente optimista a la hora de caracterizar a los «comités por la paz» que surgen en la actualidad. El antimilitarismo necesita una profunda renovación y actualización de su discurso y prácticas, y para ello no tiene (ni debe) renunciar a su «esencia» ni «tradición». Para facilitar su reubicación en el contexto actual, bastaría simplemente con que observara con atención qué es lo que hace en la actualidad el movimiento ecologista, las redes de V de Vivienda, el movimiento okupa, los colectivos y redes de solidaridad con los inmigrantes… es decir, esas redes y movimientos que también revindican la desobediencia civil, con presencia en la calle, discurso bien definido y repercusión en los medios de comunicación. En absoluto se está idealizando, con estas líneas, todo el proceso que siguen los movimientos antes aludidos (con infinidad de contradicciones, carencias y errores), pero sí que es evidente que en ellos se está produciendo una evolución y renovación que no se está dando en el movimiento antimilitarista. Y como hacíamos notar en la introducción, absolutamente todos los movimientos sociales están en un mismo contexto hostil: el de la «guerra del terror» y «globalización armada» que quieren imponer muchos estados, y que supone un paulatino recorte de libertades en aras de la «seguridad nacional».

Para finalizar, la dimensión «vivencial» de la lucha en torno al Servicio Militar Obligatorio fué fundamental en la extensión de la objeción de conciencia y la insumisión en la sociedad -la «mili» afectaba directamente a hombres de una determinada edad-, y de eso deberían volver a tomar nota los colectivos antimilitaristas. El relacionar con el antimilitarismo temas tan centrales como la protección del medio ambiente, la vivienda o la precariedad laboral podría aportar mucho al movimiento, así como facilitar vías para su renovación y rearme ideológico, sin renunciar en absoluto a los postulados «clásicos» del antimilitarismo. Otro aspecto preocupante, que también evidencia el «impasse» de los colectivos que se autodenominan antimilitaristas, es el poco peso, influencia y desinterés que tienen estos colectivos en campañas e iniciativas como la campaña «Por la paz: ¡no a la investigación militar!» -que propugna una «objeción científica» a la investigación con fines militares-, o las diferentes iniciativas en torno a la transparencia y control del comercio y tráfico de armas como «Armas bajo Control» o «BBVA Sin Armas». Si el antimilitarismo quiere volver algún futuro, debería ser capaz de asumir con naturalidad iniciativas y propuestas que surjan de otras redes y colectivos, además de repensar de manera fuerte la manera de interaccionar con otros movimientos sociales y el resto de la «izquierda» actual… sea ésta pacifista o no.

Notas

1 – Moviéndose por la Paz http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=6355

2 – Del Retorno. ABECEDARIO BIOPOLÍTICO. http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=103320

3 – El movimiento pacifista http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/3675.htm

4 – Insumisión http://es.wikipedia.org/wiki/Insumisi%C3%B3n

5 – Por su complejidad e interés, nos detenemos brevemente en un aspecto poco conocido (al menos en el resto del estado español), que es la relación que se dió entre la izquierda abertzale y el movimiento antimilitarista en el Pais Vasco. Si LKI (LCR) y EMK (MC) tuvieron un gran éxito al colaborar en la creación de la coordinadora Kakitzak y al impulsar la insumisión, fué debido a un poso anterior y un tejido social muy rico y plural preexistente en los barrios, en los centros deenseñanza, en las radios libres, en los gaztetxes, en el ecologismo… No se deben reducir los movimientos sociales a las siglas que los apoyan únicamente, pues cuando alcanzan un número considerable de gente no lo es sólo fruto de la concepción dirigista (leninista) de las supuestas vanguardias, sino porque se ha acertado en el qué, cuándo y cómo, como pasó con la campaña de insumisión. Remontándonos a 1976, fueron dos organizaciones juveniles abertzales, EGAM y GAI, quienes teorizaron más la actuación ante el servicio militar en el País Vasco.

Mientras las otras organizaciones juveniles hablaban de hacer la «mili» en los lugares de origen, GAI (Jóvenes Abertzales Revolucionarios) acuñó el lema «Soldaduzkarik ez» («No a la mili»), y planteaba una lucha antimilitarista con muchos puntos en común con el primer KEM-MOC, y es entonces cuando surgen los primeros comités antimilitaristas. Años después, Jarrai intentaría, desde su óptica y planteamientos, continuar el trabajo de las extintas EGAM y GAI. Por eso a los jóvenes de Jarrai les costó asumir las directrices del partido Hasi, que planteaba encuadrar la lucha contra la mili en la reivindicación de la alternativa KAS («Capitanía para las cuatro regiones de Euskadi Sur bajo el mando del Gobierno vasco»), y tuvieron que pasar dos congresos hasta que se asumió la línea de «No a esta mili». De ahí se derivó al conocido «la mili con los milis», hasta que el éxito de la objeción de conciencia y la insumisión forzaron el cambio en los planteamientos de la organización, y así Jarrai se sumó, a su manera, a la campaña de desobediencia civil impulsada por el MOC y el resto de organismos, que igualmente habían evolucionado desde sus planteamientos originales. Paralelamente a todo esto, sectores asamblearios de la zquierda abertzale ya se hacían objetores de conciencia por su cuenta, independientemente de la «línea oficial» al respecto. Informaciones obtenidas en conversación con Sabino Ormazabal.

6 – Socialismo Autogestionario Noviolento http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=337

7 – Declaración ideológica de Alternatia Antimilitarista.MOC http://www.antimilitaristas.org/article.php3?id_article=476

8 – Quaderni Rossi http://www.historiacritica.org/anteriors/anteriors2/estudis/estudis09.html

9 – Los hermanos Berrigan (ver Philip Berrigan y acciones de Plowshares) http://www.tinet.org/ fqi_sj/berrigan_sp.htm

10 – Qué fué del movimiento antimilitarista y otras movidas http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=1749

11 – Es difícil muy acceder y verificar los datos reales sobre objeción fiscal al gasto militar, lo que se comenta se deduce de varias actas de asambleas generales (de ámbito estatal) de Alternativa Antimilitarista.MOC, donde todos sus grupos apoyan de una u otra manera y están implicados en la objeción fiscal al gasto militar. Este dato, por tanto, debe tomarse con mucha preención, pero lo cierto es que hay un consenso en los activistas implicados en la objeción fiscal en que hubo un «repunte», no cuantificado de manera sistemática, al calor de la guerra de Irak.

12 – Inmigrantes, carne de cañón para los ejércitos http://www.migrantesenlinea.org/enlinea.php?c=1484

13 – IRG http://www.wri-irg.org/from-off.htm

14 – Mayo Caliente http://www.antimilitaristas.org/article.php3?id_article=3276

Fuente original: http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=6861