La acción no debe ser una reacción sino una creación. (Frase escrita en el sitio Censier, Universidad de París III: Sorbonne Nouvelle, mayo de 1968).
Un día de estos volví al bar de la década de 1970. Por esas coincidencias de tiempo, lugar y nostalgia, llegó un amigo y hablamos de este sitio que servía de evaluación rápida de las movilizaciones estudiantiles. Medio siglo después ya no somos los mismos. O sí. ¿Somos los mismos extremistas? ¿Cuántos incumplieron el juramento emocionado de nunca cambiar de orilla política? Lamentamos aquellas antiguas discusiones insensatas entre chinos, cabezones y el resto de creyentes, con variedad de nominaciones, en las profecías M-L (marxista-leninista). También de aquellos que ahora son y serán memoria histórica, inclusive con sus apodos de caracterización personal y militante. El último de este recuento nostálgico es Roberto Cervantes Proaño, por sus apresuramientos radicales y de movilidad se le apodaba Ventarrón. O aquellos (y aquellas) citadores memorísticos del librito rojo de Mao Zedong. La izquierda múltiple ecuatoriana aprendió algo y a la vez nada: ahora participa con sorprendente fervor en la polarización idiota creada por la Embajada y ejecutada por la parafernalia de medios. El o lo malo es aquello que llaman correismo. Y suman voces a las de la derecha ultra. Este jazzman aceptó y acepta de buena gana aquello de tirapiedras, algunos amigos no y están los tibios que esconden su incomodidad desviando mirada y conversación.
La izquierda ecuatoriana, con alguna excepción, está en el Hotel California en la versión de los Eagles: “Puedes cancelar tu estancia cuando quieras,/ pero nunca podrás irte”[1]. Muy grave, en términos de salud política es el desfase. Debe ser la afectación por el eurocentrismo tenaz, haberse intoxicado de teorías inservibles, no entender las sociedad ecuatoriana, descafeinarse hasta la insipidez militante y ceder el discurso radical al conjunto de las derechas. Y creer que el adversario más temible es el parcero de parecida ideología. Y así nos va, es decir muy mal.
La izquierda ecuatoriana quedó atrapada en sus deseos incumplidos y en añoranzas perpetuadas por sus invariables reflexiones, pero con diferente melodía. Y ese perpetuo oficio de Sísifo: menoscabar los esfuerzos de otras izquierdas (por ejemplo, del llamado progresismo), competir por el análisis mejor destilado (aunque sin resultados prácticos) y depositar verdades últimas que pocos leen y a ninguno le hace alquimia vibrante de rebeldía social. Este mantra nos corresponde: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”[2]. La Revolución prolongada en Ecuador y en otros países americanos. Y a las que ocurrieron (cubana, nicaragüense y los combatidos procesos progresistas) por ahora se les tiene poca o ninguna aproximación valorativa, peor, a veces ni siquiera algo de solidaridad. Las izquierdas estás chorreadas hasta la postración lamentable, porque la derecha se alzó con el santo y la limosna. Discursos afrentosos, amenazadores y antipopulares (el santo) y el desmantelamiento de las políticas sociales y la regresión alevosa de derechos, entre ellos los laborales (la limosna). No hubo revolución radical en Ecuador, pero se padece la contrarevolución derechista con todas sus consecuencias radicales.
El título de estas pedradas literarias proviene de los procesos reflexivos en las comunidades negras afropacíficas colombo-ecuatorianas. Casa Adentro: el cimarronismo crítico discutido y aplicado al interior de organizaciones, colectivos y hasta de persona a persona. Casa Afuera: la fraternidad cimarrona con la diversidad de organizaciones, colectividades y personalidades. El cimarronismo histórico de las comunidades negras americanas debe entenderse como episodios alternados o complementados de resistencia y resiliencia. Aún más en estos malos tiempos. ¿Por qué no empezar, de abajo hacia arriba, a reconfigurarse las izquierdas ecuatorianas? El marxismo eurocéntrico sirve muy poco en esta diversidad social y cultural de acá, de Ecuador, de las Américas. Nuestras realidades dispares no prescinden de las teorías, pero tuntuneadas en calles, veredas y senderos de estas territorialidades. En las barriadas sofocadas por contrariedades de todos los tamaños sirve más un marxismo de estas calles, un marxismo negro, un mariateguismo amplio, una Teología de la Liberación o la espiritualidad afroamericana (despectivamente llamada santería). O qué sé yo. (Inclusive el ateísmo). Unas teorías políticas, con sus préstamos historizantes (percepción de las desventuras del pasado + la perspectivas actuales) para analizar las cambiantes realidades desfavorables aun para esas mayorías ciudadanas que eligen gobiernos de derecha ultra. En la república del Ecuador, por ejemplo. Valgan minúsculas y cursivas, porque podría ser premonitorio para otros países; nuestro pesimismo tiene suficiente certezas.
Asombra esta derecha ultra que ha cogido calle y barrio, come candela sin perder compostura aristocrática, ‘canibaliza’ las organizaciones populares con elegancia humillante y cambia políticas públicas por dádivas.Está a la ofensiva definitiva contra cualquier idea favorable a las comunidades menos favorecidas. Es la derecha americana, con más o menos termocefalía según el país, sin escamotear sus intenciones, habla fuerte y muy claro. Desde aquel zurdos de mierda de Javier Milei, presidente de Argentina, a la obcecada adjetivación de correísmo a quién sea y por lo que diga y les disguste, es en Ecuador, por favor. Y secciones izquierdistas perseverando en ese extraño ‘purismo de destiempo’ y reutilizan las mismas descalificaciones de la derecha para competir con otras zurdas. Asombra la inmovilidad partidaria. ¿O quizás hay izquierdas que no entienden las señales evidentes de estos tiempos? ¿Por eso se agotan unas izquierdas pretendiendo defender supuestos “espacios” de otras izquierdas? ¿Cuáles son esas señales de estos tiempos? A ver, cinco, pero es posible que sean más: (1) población más joven abierta a propuestas que incluyen tragar las piedras de molino de la derecha, (2) redes de comunicación en las cuales no hay verdades ni mentiras sino todo lo contrario, (3) deterioro de los sistemas educativos mediante cierto tipo de empobrecimiento cognitivo y la incertidumbre por el declive temporal del ánimo rebelde, (4) disminución en calidad y cantidad de los servicios básicos de las barriadas urbanas sin motivar inconformidad popular y (5) procesos agresivos e intensos de deculturación en todos los espacios y actividades posibles. Juan Paz y Miño lo explica en pocas palabras: “Las nuevas derechas no solo buscan gobernar sino también imponer un sentido común autoritario, apelando al discurso y a la violencia simbólica e institucional”.[3] Las continuas derrotas electorales de las izquierdas también son, aunque no todas, político-ideológicas y culturales. Las derechas ultras anhelan, por desconcertante sentido común y angurria económica, que sean definitivas. Y no será así, jamás, si las izquierdas por fin entienden a las sociedades americanas con sus particularidades y diversidades culturales, sus intereses y subjetividades y si no prevalece por fin el izquierdismo de barrio adentro por sobre ciertos dogmas partidistas eurocéntricos.
Entonces, ¿cómo aplicamos el quehacer leninista en este siglo XXI? La ancestralidad afropacífica aconsejaba que si los niños no eran abrazados por la comunidad ellos después la abrazarían. Para estos tiempos imperfectos funciona ese dribling verbóreo. ¿Acaso es ahí dónde está posesionada la derecha ultra con su chismorreo propagandístico? Chismorreo en el sentido comunicacional de ideas rápidas y fugaces, pero de impacto inmediato y por lo mismo concentra atención y pasión temporal en lo intranscendente. Ocurre ahora mismo en Ecuador. La descarada subestimación intelectual de sectores de la ciudadanía ecuatoriana le funciona al goebbelismo noboista, por la polarización idiota, y el atiborramiento propagandístico de los mass media coprofílicos (dicho del Papa Francisco). Aún vence en razones (aunque no les correspondan) y emociones (la mezcla catalítica para enardecerlas es intensa). Mente y corazones tienen la carimba de sometimiento. La derecha ultra encontró las fórmulas para ganar no por su crédito sino por descrédito primario de las izquierdas. ¿Y el qué hacer? Este sería el quehacer para triunfar en este conflicto ideológico (causante del aumento catastrófico del empobrecimiento), con toda la amplitud de este binomio de términos: el arte y la ciencia de esta guerra cognitiva es para erradicar el desengaño político de parte de la ciudadanía. Y si no es así, entonces, del electorado ecuatoriano y americano. Lo contrario del desengaño es la confianza y para estas líneas, la fe pública. Verdad de Perogrullo: la confianza política se solidifica (o se diluye) en personas, concretas no concretísimas. Son líderes y lideresas de todos los colores, tamaños y orígenes. Son sus dichos y hechos que renuevan el quehacer. Y serían insuficientes todos los quehaceres si es que no se vuelve a politizar el epíteto ‘ciudadano o ‘ciudadana’. Repolitizar esta calificación republicana, para evidenciar la pérdida de derechos de ciudadanía con el actual Gobierno “ecuatoriano”. Y si nos ponemos materialistas, en la versión bienes y servicios, para explicar a la gente ecuatoriana las afectaciones económicas que le causan estas negaciones de su plenitud ciudadana. Ciu-da-da-na.
Algo que el
izquierdismo no debería perder nunca es ese romanticismo cimarrónico de luchar
por sociedades más equitativas e iguales con y en derechos. Amén.
[1] “You can check out any time you like, but you can never leave«, Hotel California, Autores: Glenn Lewis Frey, Don Felder y Donald Hugh Henley. Intérprete The Eagles.
[2] Verso de la canción Con la frente marchita, de Joaquín Sabina
[3] Nuevas derechas: máscaras que ocultan al demonio, Juan J. Paz y Miño Cepeda. En: https://rebelion.org/nuevas-derechas-mascaras-que-ocultan-al-demonio/
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