No es mi intención abrir un debate sin fin sobre ciertas posiciones, que por otro lado siempre han estado presentes en la Historia del PCE y de cualquier otro partido comunista, sin embargo lo considero algo necesario e importante. Sean, pues, estas mis últimas palabras a Javier Parra, al menos sobre esta cuestión. Como ya […]
No es mi intención abrir un debate sin fin sobre ciertas posiciones, que por otro lado siempre han estado presentes en la Historia del PCE y de cualquier otro partido comunista, sin embargo lo considero algo necesario e importante. Sean, pues, estas mis últimas palabras a Javier Parra, al menos sobre esta cuestión.
Como ya señalaba en mi primer escrito es necesario -quizá no lo expresé con la suficiente claridad- una historia del PCE que sitúe la historia del Partido en un ámbito científico para poder analizar los distintos cambios en la línea política de la forma más objetiva posible.
Lo que yo me limité a esbozar era, por su importancia histórica, la declaración de 1956, aunque es evidente que si esta es posible es porque cristaliza lo que ya es una realidad del Partido en esos momentos, es decir, que es posible esa declaración en 1956 porque políticamente es algo asumido años atrás.
En cualquier caso, es cierto que un análisis correcto -además de meses de trabajo y decenas de folios- exigiría remontarse hasta el mismo nacimiento del PCE; a los enfrentamientos internos de 1931-1932; al desarrollo y los cambios del PCE durante la República; el no apoyo o la orden de retirada de la invasión del Valle de Arán; la política de reconciliación nacional; las expulsiones de Fernando Claudín y Jorge Semprún; el cambio de la política del PCE con respecto al PCUS; y desde los años 70, de los Pactos de la Moncloa a la actualidad. Y todo lo que queda entremedio.
Y naturalmente, es necesario el análisis de todo, del conjunto, desde los documentos oficiales a las críticas, la coyuntura nacional e internacional, la militancia, los simpatizantes, etc…
En cualquier caso, lo que hay es una línea mayoritaria desde, al menos, los años cincuenta, que renuncia de forma efectiva a la lucha de clases, esto es, a hacer la Revolución y a construir el Socialismo. Que en los años treinta se adoptase la política de los frentes populares, como recoge Michael Wolff en el VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista, supone un nuevo debate interno sobre el desarrollo, carácter y objetivo de los mismos, pero no fueron una renuncia de la lucha de clases. La victoria del Frente Popular en 1936 y el golpe de estado es la prueba de ello, pues aunque lo que estuviese en juego fuese la revolución democrática y no la dictadura del proletariado, lo cierto es que el desarrollo de la misma revolución democrática ampliaba las posibilidades de la dictadura del proletariado.
Por otro lado, la contextualización de Javier Parra del abandono del leninismo hablando de 1977 me parece mucho más errónea que un vistazo a la política de la reconciliación nacional, pues el abandono del leninismo no es más que un resultado de un proceso histórico. El leninismo no lo pierde el PCE cuando lo quita de sus documentos.
Volviendo al presente, lo cierto es que si el PCE vuelve a declararse leninista eso será sólo atribuible al conjunto de camaradas, y esto sólo será posible (a menos que lo pongamos para negar la realidad y engañarnos sumando el 50,01% de los votos en un Congreso) cuando el Partido sea de vanguardia. Es toda una concepción de Partido, para la cual es necesario, de entrada, recuperar a Marx y a Engels de una forma muy superior a la que son tratados en la actualidad, instaurar fórmulas adecuadas de trabajo…
El problema de situar la cuestión del leninismo de forma esquemática es que podría suponer un retroceso, pues implantado artificialmente en un Congreso supondría vaciarlo de contenido.
La tergiversación sobre Lenin no es muy distinta a la que, en tiempos del revolucionario ruso, se produjera sobre Marx y que él mismo denunciara: los izquierdistas leen un texto y lo utilizan para justificar sus acciones y ocurrencias; los derechistas leen el mismo texto y lo utilizan de igual modo.
No se producía a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX un acercamiento a Marx con el fin de conocerlo, con el fin de desarrollar marxismo, de crear marxismo, sino que se daba un acercamiento para manipular a Marx y lanzarlo contra el enemigo -enemigo que, por supuesto, habitualmente era otro comunista-.
De igual forma parece que ocurre en la actualidad con Lenin: no hay vocación por conocerlo y desarrollar el leninismo -que es inseparable del marxismo -. Lenin no existe más que en la oratoria de los unos y de los otros -de unos más que de otros-, que lo utilizan para criticar y desprestigiar a aquellos que están en otra línea.
Que naturalmente, más temprano o tarde el PCE se denominará, por resultado de un proceso y el avance del marxismo en el seno del Partido, leninista, es algo que tendrá que ocurrir -a menos que no quiera jugar su papel histórico y la clase obrera construya o se organice en otro partido-, por lo que hacer demagogia sobre la recuperación del Partido es un freno a la misma, así como un ejercicio de izquierdismo y oportunismo.
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