Recomiendo:
0

Jacques Lacan, el Diario Nacional y la trágica muerte de Eduardo Campos

Fuentes: Rebelión

Traducido del portugués para Rebelión por Luis Carlos Muñoz Sarmiento


¿Qué es la repetición? En el psicoanálisis lacaniano es lo que insiste en el borde del vacío. Algo que puede ser tanto la apariencia del mundo, tal como en él nos instalamos; tanto puede ser el saltarse hasta la tercera orilla del río, creando la posibilidad de un discurso que no fuese tolerable.

Son cuatro los discursos del mundo, aún en diálogo con Lacan: 1) el discurso del maestro o del señor: 2) el discurso del universitario o del conocimiento o del esclavo; 3) el discurso de la histérica; 4) y el del analista.

Ningún discurso está fuera de la apariencia por la evidente razón de que sea la propia apariencia, la del maestro o del señor, la del esclavo o del conocimiento, la de la histérica y la del analista.

Apariencias, todos lo somos.

El primer discurso, el del maestro o el del señor, constituye el lugar del gozar-más. Este, en términos del capitalismo, es la instancia trascendental de la plusvalía entendida como el gozar-más del burgués o de Dios o de las oligarquías. El segundo, a su vez, el del esclavo o del conocimiento, se constituye como la apariencia del goce del gozar-más del maestro o del señor. Si éste funciona como apariencia abstracta y trascendental en su gozar-más, aquél es su encarnación gozada, gozando, gozante. El esclavo y/o el conocimiento gozan el gozar-más del maestro o del señor, como si fuese, y es, la apariencia encarnada de poderes ocultos y ausentes, que se hacen presentes a través de él, del oprimido.

Es por esto que tanto en el campo de las izquierdas, que supuestamente se pondrían como representantes del discurso de los oprimidos, cuanto en el campo de la universidad, institución que habla en nombre del saber, no existen, en ellos mismos, líneas de fuga para la producción de un mundo realmente justo y libre, pues son la apariencia de goce del gozar-más del maestro o del señor. Sin los oprimidos o el conocimiento, el gozar-más del burgués o de las oligarquías se constituiría como un rostro sólido de la nada, desvaneciéndose en el aire.

Es aquí que entra el discurso de la histérica, que tiene la ventaja de poner en crisis el goce del esclavo o del saber, pues la histérica es la que cobra directamente del señor o del maestro el goce y el gozar-más. Lo que la histérica quiere es que el señor y el maestro gocen y al mismo tiempo gocen más. Es por eso que su discurso es una apariencia, como todo discurso, pero también una repetición de algo que está o puede estar en el borde de un discurso que no fuese apariencia, porque el señor y el maestro no pueden gozar y gozar-más al mismo tiempo.

La histérica exige que el maestro o señor lo sea de hecho, más allá de la apariencia. Ella es el borde del vacío. Una matriz para la producción de un discurso que no fuese apariencia, pero también, si capturada por el conocimiento o por el señor (lo que, trágicamente, es lo más común), constituye, en su sufrimiento, el propio corto-circuito de un gozar-más que es un gozar; el cuerpo del esclavo y del saber como caricatura de oligarquías o de Dios o, aún y a la vez, el discurso del maestro y del señor caricaturalmente encarnando el discurso del esclavo y del saber.

Sólo produciendo un agujero en el saber y una perspectiva de desopresión, en relación al goce del esclavo, la histérica podría producir un discurso que no fuese apariencia. Esta es la posibilidad, la única, de producción de otro mundo. El discurso del analista, por eso mismo, debe ejercitarse para producirse como el histérico, pero sin el goce del saber y del esclavo y, es claro, sin el gozar-más del maestro y del señor. El discurso del analista, pues, es imposible -el lugar de la no apariencia. Una histérica que no fuese apariencia. Después, que no fuese ni el goce del esclavo ni el del saber, ni mucho menos el gozar-más del señor y del maestro y, por lo tanto, una histérica que no fuese histérica.

Esta digresión necesaria tiene como objetivo el siguiente axioma: el oprimido es la apariencia de goce del gozar-más del opresor. No es pues por sí mismo, el lugar de la emancipación, de la justicia. Por otra parte, porque es también histérico (todo oprimido lo es), trae consigo la posibilidad de producir un discurso que no se presencia.

Eso significa decir que el oprimido tanto puede encarnar el gozar-más del señor, gozando su despotismo de forma caricatural, genocida, como puede lanzarse al vacío, al futuro, y producir un discurso que no tiene rostro, esto es, que no fuese el discurso del maestro ni del señor, ni el discurso del esclavo ni del saber, ni el discurso de la histérica -sino un mundo de infinita igualdad, al cual (no existe mejor designación, con Marx), damos el sencillo nombre de comunismo, que surge, si tenemos futuro, de un discurso que no fuese apariencia -esto es, que no fuesen jerarquías, opresiones, oprimidos, en el cual y a través del cual seríamos todos un sí al juicio ininterrumpido, y colectivo, siempre, del discurso del analista -en el borde de lo imposible: la igualdad sin fin.

¿Y cuál es el escenario contemporáneo? ¿Cómo se da el juego entre el discurso del maestro o del señor y el discurso del esclavo y del conocimiento, hoy?

Vivimos igual en una época curiosa. Difícil de analizar. Por la siguiente razón: hoy el oprimido hace lo contrario de la histérica. Al contrario de delegar a favor del señor y a favor del maestro el gozar de su gozar-más, como hace la histérica, lo que sería lo mismo que exigir que el maestro o el señor trabajen, sin parasitismo, para producir plusvalía, sin explotar a nadie, el oprimido, hoy, en general desea hacer lo contrario, a saber: querer ser el propio gozar-más del señor y del maestro. Con esto, lo que efectivamente realiza es la apariencia de su goce caricatural, diría trágico, pues mata y se mata para gozar-más y en nombre del gozar-más del maestro y del señor.

¿Y quiénes son los maestros y los señores de la actualidad? Son, es preciso designarlos sin pestañear, la oligarquía gringa, europea y sionista, esa trinidad que ocupa el polo de la trascendencia del gozar-más del maestro y del señor y que pone a todo el planeta a gozar la apariencia de su plusvalía, matando y matándose en su nombre.

Esa es la realidad y la realidad no es nada más que el discurso del señor y del esclavo funcionando, en armonía, si así puede ser dicho.

¿Pero, cómo el oprimido puede querer el discurso del maestro y del señor, si es oprimido? ¿Cómo puede gozar-más, si su lugar en la apariencia es el del goce? Claro que eso no es posible, razón por la cual sólo se realiza en el plano religioso. Es por esto que quizás sea posible decir que vivimos en una época extremadamente religiosa, fundamentalista, pues el nuestro es un tiempo en el que el oprimido quiere ser Dios y, queriendo, mata y se mata en nombre de Dios, vale decir, en nombre del discurso del maestro o del señor.

El goce del oprimido en la actualidad es fundamentalista y está dispuesto a todo: a matar y a morir.

Claro que esa situación no ocurre sólo entre los fieles islámicos. Ese es un fenómeno planetario. Orquestado para ser lo que ha sido.

Y a partir de aquí, se llega al caso de la muerte de Eduardo Campos, en el Brasil.

Dos argumentos son posibles y convergentes (y una infinidad de otros, claro) para analizar ese trágico accidente que lo mató, así como a otras seis personas, tan importantes como él y como nosotros -porque estaban vivos como continúan estando.

El primer argumento tiene relación con el atasco en que se metió Eduardo Campos y nos metemos todos nosotros cuando nos ponemos en la posición de gozar el gozar-más del señor, sobre todo el señor imperialismo gringo-europeo-sionista. Gozar, como apariencia de este lugar es, hoy más que nunca, pedir para matar y para morir.

No existen alternativas, desde este punto de vista. Es matar y/o morir a fin de suicidarnos en nombre del imperialismo gringo-europeo-sionista. Este rostro del señor de la civilización burguesa quiere que seamos kamikazes, como esclavos, del goce de su gozar-más al matarnos y matar para combatir un mundo multipolar. Quiere, por lo tanto, que nos matemos para combatir ante todo a China y a Rusia, con la promesa de un lugar garantizado a la diestra de Dios, en el paraíso del gozar-más del maestro de la eternidad.

En las últimas tres elecciones presidenciales, sin la interferencia del Partido de la Prensa Golpista (PPG), el PT -dos veces con Lula y la última vez con Dilma Rousseff- muy probablemente habría ganado las elecciones en la primera vuelta. No habrá sido, pues, circunstancial que Heloísa Helena, candidata a la presidencia, ocho años atrás, por el PSOL, haya sido mediatizada y, por lo tanto, usada con el objetivo de contribuir, gozando la apariencia del discurso del señor, para el surgimiento de una segunda ronda, cuando se encontró con Lula da Silva. Tampoco fue mera casualidad que, cuatro años atrás, Marina da Silva, entonces candidata por el Partido Verde, por la misma razón había sido aureolada por el rostro espectacular de los medios corporativos para servir a los propósitos de una segunda vuelta. Eduardo Campos fue el balón de turno, razón por la cual fue debidamente mediatizado, tal como Heloísa Helena y Marina da Silva, para gozar la apariencia de un deseado segundo turno golpista, en un escenario de adversidad electoral para la oligarquía señorial brasileña.

Como no estaba cumpliendo el lugar del rostro designado para él por el discurso del señor del imperialismo gringo-europeo-sionista, de alguna manera, Eduardo Campos debía sucumbir. Volverse una carta fuera de la baraja.

Trágicamente esto sucedió a través de un accidente de aviación. Un trágico «accidente» de aviación, este es el tercero, que ocurre en Brasil durante la campaña electoral para presidente. ¿Simple coincidencia?

Y, aquí, finalmente, el segundo argumento, aunque hipotético. Existe, sí, la posibilidad de que todo haya sido arreglado, planeado. Existe, pues, la posibilidad de que Eduardo Campos y las seis personas que lo acompañaban hayan sido asesinadas para que Marina da Silva venga a ser (y ya fue) puesta en su lugar, como apariencia de goce al servicio de una segunda vuelta y, en el límite, al servicio, como presidenta electa (¡exorcismo!), del y para el imperialismo gringo-europeo-sionista.

Esa posibilidad, la de que Eduardo Campos y sus seis asesores hayan sido asesinados, debe ser considerada. Y ella es tanto más probable cuanto más quedamos sabiendo que no hay registro de voz en la caja negra encontrada en los restos del avión y, sorprendentemente, que el audio obtenido, conforme al comunicado oficial de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB), no corresponde al del vuelo en cuestión.

¿Simple coincidencia? Tal vez, así como tal vez sea una inocente coincidencia que la diligente policía investigativa brasileña, celosa de su funcionalidad sistémica, haya contratado «especialistas estadounidenses» para «ayudar» en las investigaciones, como si pudiesen ser neutrales; como si no fuesen a priori el rostro de la carnicería que se expande por el mundo, con sus discursos de conocimiento que no son otra cosa que el goce especializado del gozar-más de la rapiña del imperialismo gringo-europeo-sionista que extorsiona, asesina todo el planeta, en nombre de su divino derecho de ser el rostro de rostros, de manera absolutamente unipolar.

Todo, como guion de una crónica anunciada, parece coincidir, convergir, confabular a favor de la impunidad, en fin, de la versión que debe prevalecer, ratificarse: fue igual un trágico accidente de aviación que mató al candidato a presidente por el PSB, Eduardo Campos -¡y seis personas más que hacían parte de su equipo de campaña! Nada más.

Tanta coincidencia e «inocencia» así solo son posibles en el plano del rostro del esclavo gozando el discurso del señor, porque, en este lugar, el goce del que hacemos, escogemos, investigamos, en fin, el goce de nuestras diligencias, nuestros esfuerzos en general es transformado en plusvalía por el señor que más-nos-goza: Tío Sam, que invadió al mundo entero gozando más a partir de nuestros sobrevivientes goces colonizados.

De cualquier manera, si la versión que ahora presento fuera posible, si lo que hubo fue un asesinato planeado con el objetivo de transformar a Marina da Silva en candidata a presidente de Brasil, en un conveniente escenario de manipulación catártico/mediática de la muerte de Eduardo Campos, la fecha escogida para el trágico día de su muerte (así como la de sus seis asesores), la mañana siguiente de la noche que precedió a su entrevista con el Diario Nacional de la [red] TV Globo, el 13 de agosto, ¿habrá sido solo una coincidencia más? ¿Será igualmente coincidencia que el 13 de agosto sea el día de la muerte del abuelo de Eduardo Campos, el conocido político de corte progresista Miguel Arraes, a quien Eduardo Campos traicionó por la sencilla razón de haber aceptado componer el escenario de una estafa al servicio del Tío Sam?

¿Alguien de la red TV Globo sabría de antemano sobre la trama meticulosamente (o sería mejor decir, desesperadamente) planeada para acabar con la vida de Eduardo Campos?

Independiente de todo esto, efectivamente el Diario Nacional se volvió el Judas de Eduardo Campos, imagen que uso sin querer en lo más mínimo comparar al ex gobernador de Pernambuco con Jesucristo, lo que él no era ni nunca fue, no obstante la tragedia que fue su muerte y la de seis personas más, como lo es la muerte de cualquier ser vivo de este planeta.

El Diario Nacional, independiente de cualquier trama, considerada y no considerada, insisto, es igual un afortunado, si lo comparamos a los otros canales y periódicos de la televisión brasileña. Después de todo, cayó a sus actores, quiero decir, performáticos funcionarios disfrazados de periodistas, William Bonner y Patrícia Poeta, transformar -o tratar- en catarsis nacional la muerte de Eduardo Campos, revelando (¿simple coincidencia?) las últimas imágenes de él vivo, incluyendo un café anterior a la entrevista, donde apareció riendo con los entrevistadores, festivamente.

Si comencé este texto hablando de repetición, desde el punto de vista del psicoanálisis de Lacan, fue para cerrarlo alegando que el goce del esclavo, como apariencia, constituye la festiva antesala de su muerte sacrificada en nombre del soberano.

Desgraciadamente este fue el destino trágico de Eduardo Campos, tanto más trágico cuanto más editable por el buitre imperialista global.

Esperemos y luchemos, por otra parte, para que, en nombre de lo que había de singular en Eduardo Campos, al final seamos muchos; en nombre de un discurso que no fuese rostro de él ni en él, cuando vivo, en fin, en nombre de los vivos, que el Diario Nacional jamás sea electo el nuevo presidente de Brasil.

Que el rostro de la [red] TV Globo no sea jamás nuestro lugar de goce y que en relación con él podamos contribuir a producir un discurso que no fuese apariencia -el de la vida, sin mistificación y, por lo tanto, sin mortificación global.

El resto es la teoría de la conspiración, que no se atreve a decir su nombre!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.