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James Petras y sus ocho lecturas torcidas de Fidel

Fuentes:

Traducido por Juan Vivanco

Siempre que me enfrento a un texto del tenor del que acaba de cometernos (en el sentido académico) James Petras: «Fidel Castro and the FARC: Eigth Mistaken Thesis of Fidel Castro» [1], me pregunto si vale la pena responder, pues su lectura y sus argumentos están tan tergiversados, tan traídos por los pelos, que me cuesta creer que el autor, a quien se supone inteligente e intelectual, piense realmente lo que dice y escribe, y sospecho que tras esta filípica dirigida a Fidel podría haber alguna insinuación, o más bien una diana oculta. Como no soy perito en «petrismo» ni en polémicas ideológicas usamericanas, tampoco puedo ir más allá. Me limito a hacerme la pregunta.

Sea como fuere, dado que está escrito, James Petras merece una réplica. Haré un repaso de todos sus argumentos. Para evitar una posible «traición» de las traducciones [2] he consultado directamente su texto original inglés, en la suposición de que nuestro autor ha leído mal (seamos benévolos) las Reflexiones de Fidel. Que son unos 35 renglones escritos el 3 de julio y otros 40 el 5 de julio. Es decir, apenas dos folios y medio. ¡De los que Petras extrae nada menos que OCHO TESIS!

Lo primero que me llama la atención es ese afán obstinado de elevar el nivel de las Reflexiones de Fidel y rebajar la calidad de los conocimientos de su autor. Un profesor universitario tan curtido como él no debería confundir, de entrada, los géneros de escritura. Llamar «tesis» a lo que aparece en los textos de Fidel (3 y 5 de julio de 2008, y no 4 de julio) es ya un mal punto de partida para el análisis. El propio Fidel, mucho más modestamente (un tono ausente en la reacción de Petras), las llama «reflexiones». Por otro lado, según el profesor universitario, Fidel debería revisar su ejercicio y estudiar más la lección, ya que se une uncritically (sin sentido crítico) al coro de los que condenan a las FARC; «olvida» que las contrarrevoluciones son aún más crueles; «omite» comentar; «no hace el menor esfuerzo por comprender, no digamos analizar»; «omite totalmente» de su razonamiento; «ignora por completo». Por si fuera poco, Fidel adopta una desagradable actitud, pues «denigra», se muestra «condescendiente», «subestima». En fin, el lector acaba preguntándose cómo alguien tan poco calificado se atreve siquiera a escribir algo.

Tesis n.º 1: «Castro afirma que la «liberación» de los prisioneros políticos de las FARC «abre un capítulo para la paz en Colombia»».

Es una tesis astonishing (pasmosa, sorprendente), según Petras. Que es un pésimo lector.

En sus Reflexiones del 3 de julio, Fidel escribe: » Se abría un capítulo de paz para Colombia, proceso que Cuba viene apoyando desde hace más de 20 años como lo más conveniente para la unidad y liberación de los pueblos de nuestra América, utilizando nuevas vías en las complejas y especiales circunstancias actuales después del hundimiento de la URSS a principios de los 90 -que no intentaré analizar aquí-, muy diferentes a las de Cuba, Nicaragua y otros países en las décadas del 50, 60 y 70 del Siglo XX». Fidel habla aquí en pasado imperfecto, no de la «liberación» de Ingrid Betancourt y los otros rehenes, el 2 de julio, sino de la entrega humanitaria, el 10 de enero de 2008, de Clara Rojas y Consuelo González, en el marco de la Operación Emmanuel. Era entonces cuando se abría «un capítulo de paz», que no tardó en cerrarse porque Uribe lo quiso así con su incursión del 1 de marzo en Ecuador. Remito al lector al texto de estas Reflexiones: ¡el capítulo de paz se abría en enero, no el 2 de julio! Mientras tanto se produjo la gravísima agresión del ejército colombiano contra Ecuador, dirigida por Uribe, sí, pero como Fidel no olvida destacar a renglón seguido, con el apoyo de Estados Unidos y el gobierno de Bush: «El bombardeo en horas de la madrugada del primero de marzo de un campamento en suelo ecuatoriano donde dormían guerrilleros colombianos y jóvenes visitantes de diversas nacionalidades, con uso de tecnología yanqui, ocupación de territorio, tiros de gracia a los heridos y secuestro de cadáveres como parte del plan terrorista del gobierno de Estados Unidos, repugnó al mundo». Fidel menciona a Uribe, pero señala con el dedo al «autor intelectual» de las fechorías de Bogotá porque, como todo el mundo sabe, el gobierno colombiano no se atrevería a semejantes correrías si no contara con un cheque en blanco de la Casa Blanca y no fuera un peón de Estados Unidos en el tablero suramericano.

La reacción de Petras es tanto más infundada cuanto que a continuación hace una interpretación muy sui géneris de los textos de Fidel, quien, no contento con «la omisión total» del terror masivo de Uribe, disculpate (exculpa) a su régimen. Hace falta una lectura realmente torcida de las Reflexiones de Fidel para hallar, tanto el 3 de julio como el 5, la menor «exculpación» de Uribe ni el menor «elogio» de su gobierno. En cuanto a su silencio sobre la decisión del Tribunal Supremo, Petras debería saber que Fidel no se entromete nunca en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Pero sí que lo sabe.

Tesis n.º 2: «Fidel Castro denigra a Manuel Marulanda, el líder recién fallecido de las FARC, como un «campesino, militante comunista, principal líder de la guerrilla»».

Otra vez la mala fe. El lector que no tenga el texto delante supone que Fidel «denigra» a Marulanda a causa de esos atributos puestos entre comillas. Pues bien, esta cita no aparece en las Reflexiones de Fidel, quien escribe el 5 de julio: «El fallecido líder de las FARC nació el 12 de mayo de 1932, según el testimonio de su padre. Campesino liberal de origen pobre, partidario de Gaitán, inició su resistencia armada hace 60 años. Fue guerrillero antes que nosotros, como reacción ante las matanzas de campesinos perpetradas por la oligarquía. […] Marulanda, de notable inteligencia natural y dotes de dirigente, no tuvo en cambio oportunidades de estudio cuando era adolescente. Se dice que pudo cursar sólo hasta el 5to grado. Concebía una larga y prolongada lucha, un punto de vista que yo no compartía. Nunca tuve posibilidad de intercambiar con él», y que había escrito el 3 de julio, haciendo su semblanza (aquí sí aparece la cita entrecomillada, pero en un contexto completamente distinto del que le atribuye Petras): «Manuel Marulanda, campesino y militante comunista, jefe principal de esa guerrilla creada hace casi medio siglo, vivía todavía. Fallece el 26 de ese mismo mes».

¿Dónde está la «denigración» que ve Petras? Fidel da datos, expone sus divergencias. La idea quizá esté mal expresada, pero suponer que Fidel habla «con condescendencia» de Marulanda porque éste apenas ha podido estudiar, o peor todavía, que su carencia de estudios le invalidaría para ser un jefe revolucionario guerrillero digno de este nombre y que las personas como él deberían seguir a los «intelectuales y profesionales, más adecuados para dirigir la revolución», según las glosas de nuevo tendenciosas de Petras, es atribuirle sentimientos e ideas que nunca ha tenido en sesenta años de vida política y revolucionaria.

A continuación Petras se lanza a comparar los cuarenta años de guerrilla de Marulanda con el «foco guerrillero castrista», «en el que pequeños grupos de intelectuales organizarían un núcleo armado en el interior del país, entrarían en combate y atraerían el apoyo masivo de los campesinos», pero que nunca logró crear, allí donde lo intentó, un «ejército político militar del pueblo». Nuestro profesor universitario debería saber que sólo se pueden comparar cosas comparables: denigrar el «foco guerrillero» (con una presentación que, dicho sea de paso, roza la caricatura) para ensalzar la estrategia de guerra prolongada es absurdo, porque son dos planteamientos, dos conceptos distintos. Uno pretende tomar el poder, el otro no. La cuestión clave es: lucha armada, sí, pero ¿por qué y para qué? Cada cual dará su respuesta según las circunstancias y sus objetivos.

Tesis n.º 3: «Castro condena la «crueldad» de las tácticas de las FARC «de capturar y retener prisioneros en las condiciones de la selva»». ¿Qué ha escrito Fidel al respecto? El 3 de julio: «Por elemental sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían sido liberados. Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar. En su momento, será necesario analizar con profundidad los factores subjetivos. En Cuba ganamos nuestra guerra revolucionaria poniendo de inmediato en libertad y sin condición alguna a los prisioneros. Entregábamos a la Cruz Roja Internacional a los soldados y oficiales capturados en cada batalla, ocupando solo sus armas. Ningún soldado las depone si lo espera la muerte o un tratamiento cruel». Y el 5 de julio: «Critiqué con energía y franqueza los métodos objetivamente crueles del secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva».

Francamente, Petras lee muy mal los ejercicios que tiene delante (espero que sea más riguroso con los de sus alumnos) y sus citas entre comillas nunca son exactas. Dos veces escribe Fidel: «objetivamente» y habla de la necesidad de «analizar con profundidad los factores subjetivos». Como vemos, el pensamiento de Fidel está mucho más matizado de lo que quiere hacernos creer Petras, porque le conviene: cabría explicar o incluso justificar esa «crueldad» objetiva con arreglo a las circunstancias.

En los análisis políticos de Fidel todas las palabras son importantes. Es consciente de que las condiciones en las que luchan las FARC son muy distintas de las que habían prevalecido en 1956-1958, cuando el Ejército Rebelde combatía en la Sierra Maestra. Por entonces la tecnología militar y las técnicas contrainsurgentes estaban en pañales, si las comparamos con la sofisticación de los medios aplicados hoy por Estados Unidos para liquidar a las FARC. (No, no es un lapsus, Estados Unidos y no Colombia es quien sostiene la guerra contra las FARC; pensar lo contrario, como hace Petras, sería errar el análisis y el blanco.) La situación interna de Cuba era muchísimo menos compleja, en el plano político, que en la Colombia actual, un país desgarrado y asolado después de sesenta años de guerra civil (punto de partida, el asesinado de Gaitán en 1948, pero los combates fratricidas ya existían antes), a la que hay que sumar los paramilitares, los traficantes de droga, etc.

En estas condiciones terriblemente complejas los «factores subjetivos» no se pueden dejar de lado: en su momento será necesario analizarlos, pero cabe suponer que, entre estos factores subjetivos, la toma de rehenes es una suerte de seguro de vida y estaría justificada. Un sencillo ejemplo: teniendo en cuenta los medios de detección ultrasofisticados que emplean Estados Unidos y el ejército colombiano a su sueldo, capaces, como señala Fidel, de atravesar el follaje de la selva, de modo que los guerrilleros quedan expuestos constantemente a unos bombardeos contra los que no pueden defenderse, llevar rehenes es un modo de impedir que el enemigo suelte las bombas sin pensárselo demasiado. En estos casos, cuando más fama e importancia política tengan los rehenes, mejor, porque la presencia de ciudadanos comunes no supondría ningún obstáculo ético para las autoridades civiles y militares usamericanas y colombianas, que han dado sobradas muestras de no tener ningún freno moral.

Es un ejemplo de lo que podría ser un «factor subjetivo». Los rehenes también son monedas de cambio y seguros de vida para los guerrilleros presos en las cárceles de su país. En resumen, contrariamente a lo que podría dar a entender una lectura superficial, Fidel nunca olvida la otra cara de la moneda: puede haber circunstancias que expliquen por qué las FARC toman rehenes.

Las glosas siguientes de Petras son indignas de un intelectual serio y famoso. Pero no puede evitar, como buen profesor, sermonear a Fidel: «Las revoluciones son crueles, pero Fidel olvida que las contrarrevoluciones lo son mucho más». ¡Como si alguien que está en la brecha revolucionaria desde hace sesenta años fuera tan ingenuo como para no saberlo!

Tesis n.º 4: «Fidel declara: «Cuba está a favor de la paz en Colombia, pero no a favor de la intervención militar de Estados Unidos»».

El 5 de julio Fidel escribió: «Expresé con claridad nuestra posición en favor de la paz en Colombia, pero no estamos a favor de la intervención militar extranjera ni con la política de fuerza que Estados Unidos pretende imponer a toda costa y a cualquier precio a ese sufrido y laborioso pueblo». Y el 3 de julio: «Observamos con preocupación cómo el imperialismo trata de explotar lo ocurrido en Colombia para ocultar y justificar sus horrendos crímenes de genocidio con otros pueblos, desviar la atención internacional de sus planes intervencionistas en Venezuela y Bolivia, y la presencia de la IV Flota en apoyo de la línea política que pretende liquidar totalmente la independencia y apoderarse de los recursos naturales de los demás países al sur de Estados Unidos».

Según Petras, Fidel cree que la intervención en Colombia viene impuesta desde fuera por Washington, cuando en realidad Uribe y la oligarquía colombiana desempeñan un papel clave en la lucha de clases nacional. ¡A ver si el «condescendiente» va a ser Petras y no Fidel! Suponer que este último no lo sabe es ridiculizarse a sí mismo, no al adversario. Fidel se limita a recordar que si no tuviera detrás a Estados Unidos, Uribe sería incapaz de lanzar su ofensiva basada en la convicción de que puede ganar la guerra a las FARC y ponerlas de rodillas, lo que nunca se habían planteado sus predecesores, porque no contaban con el respaldo incondicional de la Casa Blanca en el marco de la «guerra contra el terrorismo» mundial impuesta por la mayor potencia militar de todos los tiempos. Una vez más y como siempre Fidel nos recuerda quién es el enemigo principal. Algo que Petras parece olvidar.

Los comentarios siguientes son tan indignos de un intelectual serio que no merecen ninguna respuesta. Se diría que los ha escrito un plumífero de Miami. Son estos, con toda su «venenosa fealdad»: «Fidel ignora totalmente que los escuadrones de la muerte siguen matando a militantes desarmados de los movimientos sociales, y la falta de solidaridad de Cuba con todos los movimientos colombianos desde que la Habana entabló relaciones diplomáticas y comerciales con el régimen de Uribe. ¿El equilibrismo entre el interés nacional cubano, por los vínculos diplomáticos y económicos con Colombia, y las proclamadas credenciales revolucionarias forman parte de la «complejidad» de la política exterior cubana?». Acusación mediocre y totalmente gratuita para la que habría que aportar pruebas. Las pruebas contrarias, en cambio, abundan. Un solo ejemplo: ¿por qué no les pregunta Petras a los negociadores usamericanos que discutieron las condiciones del fin de la guerra en Angola con los cubanos, si acaso estos hicieron «equilibrismo», cuando el «interés nacional» que estaba en juego era mucho más crucial entonces que en el caso, no demostrado, que él cita, y si renunciaron a sus principios y a sus condiciones para obtener concesiones de Estados Unidos, que en esas circunstancias habría estado encantado de hacerles?

También me atrevo a recordarle a Petras la actitud de la revolución cubana durante la crisis de los misiles de octubre de 1962, ocasión en la que, una vez más, el interés nacional de Cuba estaba mucho más comprometido que en el caso colombiano. Si Cuba hubiera hecho las concesiones que le pedía Estados Unidos, no habría tenido que soportar cincuenta años de guerra enconada con Washington. Ni siquiera entonces la revolución cubana puso el interés nacional por delante de los principios. ¡No se puede escribir a tontas y a locas, James Petras, ni hacer una Historia a la medida!

Tesis n.º 5: «Castro pide la liberación inmediata de todos los prisioneros de las FARC, sin la más mínima consideración por los 500 guerrilleros» presos. Sí, es cierto que Fidel tendría que haber dicho explícitamente que la liberación de los rehenes estaba vinculada a la de los presos de Uribe. Pero de ahí a suponer que la suerte de los segundos le importa poco es, una vez más, ignorar por completo su manera de ver y de pensar durante sesenta años. En el planteamiento de Fidel no hay ninguna visión «moralista» de la situación colombiana. Es una simple cuestión de eficacia política. Si pide la liberación de los rehenes, no es seguramente por simple humanismo: es porque colocaría a Uribe y a los belicistas usamericanos y colombianos en una situación política muy incómoda, ya que entonces la pelota estaría en su tejado y tendrían que tomar alguna iniciativa para no caer en el descrédito. Para Fidel, desde el momento en que los rehenes -cuyo valor «subjetivo» reconoce- ya no son un instrumento eficaz para enfrentarse al enemigo e imponerle condiciones, es mejor librarse de ellos sorprendiendo al enemigo con el pie cambiado. Siendo cínicos -pero Fidel no lo es nunca- se podría decir incluso que los rehenes, en las circunstancias concretas del momento actual en Colombia y de la intervención creciente de Estados Unidos, son un instrumento político-militar mucho más eficaz para las FARC con su liberación que con su retención.

Según Petras, Fidel «hace alarde» de haber liberado a los soldados prisioneros en la Sierra Maestra y «trata de imponer sus tácticas, sin hacer el menor esfuerzo por comprender, no digamos analizar» las condiciones específicas de Colombia. ¡Otra vez el alumno Castro cateado por el profesor regañón! ¡Y yo que creía que Fidel era una mente superior, cuya agudeza de análisis y capacidad para abordar una cuestión en sus mínimos detalles habían permitido a la revolución cubana, entre otros factores, resistir cincuenta años de guerra imperialista! ¿Desde cuándo contar y explicar lo que se ha hecho es lo mismo que «hacer alarde» e «imponer»?

Tesis n.º 6: «Castro pide a las FARC que ponga fin a la guerrilla, pero no deponga las armas».

De nuevo busco en las Reflexiones de Fidel y no encuentro ningún supuesto llamamiento a renunciar a la guerrilla. Fidel escribe el 5 de julio: «Pero no estoy sugiriendo a nadie que deponga las armas, si en los últimos 50 años los que lo hicieron no sobrevivieron a la paz. Si algo me atrevo a sugerir a los guerrilleros de las FARC es simplemente que declaren por cualquier vía a la Cruz Roja Internacional la disposición de poner en libertad a los secuestrados y prisioneros que aún estén en su poder, sin condición alguna. No pretendo que se me escuche; cumplo el deber de expresar lo que pienso. Cualquier otra conducta serviría sólo para premiar la deslealtad y la traición».

¿Dónde está el llamamiento a renunciar a la guerrilla? ¡Desde luego, la irritación nubla la vista (y el entendimiento) de Petras! ¿Y dónde ha leído que Fidel les «sugiere que acepten la oferta de Francia de abandonar su país o la propuesta de Chávez («hermano» y «amigo» de Uribe) de negociar y asegurar una comisión formada por notables latinoamericanos para supervisar la integración en la política colombiana». No sé si Chávez ha hecho esa propuesta (dado lo mal lector que es Petras), pero en el texto de Fidel no veo nada que dé a entender que la hace suya. ¡Para un intelectual que pretenda ser respetado, es una dosis un poco excesiva de mala fe!

¿Habría que recordarle a Petras que las FARC son mucho menos papistas que él y que en su declaración del 18 de diciembre de 2007, en la que anunciaban la liberación unilateral de Consuelo González, Clara Rojas y su hijito Emmanuel, ratificaban su decisión de «concretar un acuerdo humanitario y avanzar en la solución política del conflicto social y armado como resultado de un proceso rodeado de plenas garantías por parte del estado»?

Tesis n.º 7: «Fidel Castro omite totalmente de sus reflexiones la forma en que cada dirigente político implicado en la «misión humanitaria» utilizó la «liberación» de Betancourt para disimular sus serias dificultades políticas y distraer la atención».

Y cita los casos de Uribe, Sarkozy y Chávez, todos en el mismo saco (¡Sarkozy con Chávez!). Me pregunto qué pinta esta alusión en las «tesis» de Fidel. La malquerencia de Petras contra el presidente venezolano es patente, y dejo al lector que juzgue por sí mismo leyendo su artículo. Malquerencia igual de estridente contra Fidel: «Cuba, o por lo menos Fidel Castro, ha utilizado la «liberación» de Betancourt para exteriorizar su vieja hostilidad (que se remonta por lo menos a 1990) hacia las FARC, que estorban su política de reconciliación con el régimen colombiano». ¡Otra acusación absolutamente gratuita y sin fundamento! En todo caso sería conveniente que Petras fuese más explícito sobre esa «vieja hostilidad» de la revolución cubana hacia las FARC.

Lo que yo sé es que en junio de 2007 Granda, el «canciller» de las FARC, estaba en La Habana, «a la solicitud expresa no sólo del gobierno colombiano, sino también de las FARC y el propio señor Granda. Se encuentra en Cuba y creemos que esa decisión es coherente con esa posición histórica de Cuba de tratar de contribuir desde la base del respeto a la soberanía de Colombia a una solución negociada al conflicto interno colombiano» (declaración en conferencia de prensa de Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, el 20 de junio de 2007). Lo cual no casa ni mucho ni poco con esa supuesta hostilidad de la revolución cubana hacia las FARC.

Otra prueba: la presencia en la isla de guerrilleros de las FARC proporciona al Departamento de Estado un pretexto perfecto para acusar a Cuba, en sus famosos Libros Blancos, de ser un «país terrorista». Por ejemplo, en 2004 se decía: «La Habana ha autorizado a veinte miembros de ETA a quedarse en Cuba y ha concedido refugio y cierto apoyo a miembros de las FARC y del ELN. Bogotá estaba al corriente de este acuerdo y aparentemente ha dado su aprobación; los colombianos han declarado públicamente que seguían contando con los buenos oficios cubanos ante los agentes del ELN en Cuba. El ministro cubano de Relaciones Exteriores, en una declaración de mayo de 2003, afirma que la presencia de miembros de ETA en Cuba responde a una petición de ayuda de España y Panamá y que se trata de un asunto bilateral entre Cuba y España. La misma declaración defiende la ayuda prestada a las FARC y el ELN como una contribución a una solución negociada con Colombia». ¿Por qué iba a acoger Cuba a guerrilleros para evitarles la muerte en Colombia, si era hostil a las FARC?

Por otro lado, para «reconciliarse» con Uribe, Fidel (o Cuba) no necesitaba dejar en la estacada a las FARC. Uribe estaba interesado. Y los gobiernos colombianos anteriores también.

Seguramente Petras desconoce esta conversación telefónica del presidente colombiano con el embajador cubano en Caracas, uno de los garantes internacionales que intervinieron en el primer intento de liberación humanitaria de las dos mujeres y el niño. Al fracasar esta por las razones que conocemos, Uribe le dice a Germán Sánchez, el embajador (es él quien lo cuenta en su libro Transparencia de Emmanuel): «De manera cordial, aunque muy de prisa, el presidente Uribe agradeció a través mío al gobierno cubano nuestra participación en la comitiva humanitaria. Me expresó que había hablado por teléfono con Raúl, Lage, Felipe y Alarcón. «Por favor, dígale a Fidel y Raúl que les pido ayuda para continuar en la faena de liberar a los secuestrados. También les solicito que nos ayuden a reconstruir las relaciones entre Venezuela y Colombia. Transmítale a ambos mis deseos de un feliz año»» (p. 114). Cundo, al cabo de un tiempo, la operación humanitaria se relanza, Uribe en persona pide que esté presente el embajador cubano. Carlos Valenciaga, secretario del Consejo de Estado, llama por teléfono a Germán Sánchez el 9 de enero de 2008 para comunicarle lo siguiente: «Nuestro embajador en Colombia informó hace unos minutos que el presidente Uribe le comunicó por teléfono su deseo de que participe un representante de Cuba en el operativo de entrega de las dos cautivas… El presidente Uribe sabe que no está prevista esta vez la participación de garantes de otros gobiernos, pero él quiere simbolizar, con la presencia de un representante nuestro, el especial reconocimiento de Colombia a Cuba por nuestra ayuda, desde hace años, al avance de las conversaciones de paz» (pp. 133-134).

Las realidad no está en blanco y negro, como la presenta Petras.

Tesis n.º 8: «Con una sorprendente postura humanitaria y casi electoralista, al celebrar la liberación de Betancourt, Castro ha fustigado a las FARC por su «crueldad» y resistencia armada al régimen terrorista de Uribe. Castro ha atacado la «estructura autoritaria y el liderazgo dogmático» de las FARC». ¡Francamente, Petras debería cambiar los lentes, porque su lectura es, esta sí, astonishing! Fidel escribe el 3 de julio: «Por elemental sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían sido liberados». Allá Petras si ve en esto una «postura humanitaria», suponiendo que tal cosa sea criticable. En cambio no sé muy bien qué significa «casi electoralista» pero aparentemente para él está clarísimo. Sé que Petras es un politólogo, no un lingüista, pero ver una «fustigación» en las palabras de Fidel es hacerles decir lo que no quieren decir. Fidel ha dicho que las retenciones eran «hechos objetivamente crueles», pero que en su momento será necesario analizar los factores subjetivos. No hay en sus palabras nada que de pie a decir que «fustiga». Emplazo a Petras a que señale en qué pasaje de sus Reflexiones Fidel «fustiga» a las FARC porque resisten con las armas en la mano al gobierno colombiano.

Por último, y ya son demasiadas lecturas torcidas en tan pocas líneas, no es la «estructura autoritaria y el liderazgo dogmático» de las FARC lo que Fidel señala como factor negativo, sino las del Partido Comunista Colombiano. Supongo que Petras, que conoce el idioma español, lee las Reflexiones de Fidel en su versión original. El 5 de julio escribe: «El Partido Comunista -donde [Marulanda] ingresó más tarde-, como todos los de América Latina, estaba bajo la influencia del Partido Comunista de la URSS y no del de Cuba. Eran solidarios con nuestra Revolución pero no subordinados. […] Nunca el Partido Comunista de Colombia se propuso conquistar el poder con las armas. La guerrilla era un frente de resistencia, no el instrumento fundamental de la conquista del poder revolucionario, como ocurrió en Cuba. En el año 1993, en la octava conferencia de las FARC, se decide romper con el Partido Comunista. Su jefe, Manuel Marulanda, asumió la dirección de las guerrillas de ese Partido, que siempre se distinguieron por un hermético sectarismo en la admisión de combatientes y los métodos férreos y compartimentados de mando».

«La estructura autoritaria y la dirección dogmática» no son las de las FARC, sino las del Partido Comunista con el que Marulanda rompe, justamente por los motivos que señala Fidel, y no por los que cita Petras. Un pequeño comentario sobre este último punto: es realmente curioso y lamentable que un profesor universitario se tome tantas libertades con las citas del autor comentado y que presente sus propias interpretaciones como si fueran frases literales -pues van entrecomilladas- de Fidel. Como el lector puede comprobar, la frase «estructura autoritaria y dirección dogmática» no aparece en el texto de Fidel, cuyos análisis son más sutiles que los de su crítico.

Por último, me pregunto -se nota que se moría de ganas de soltarlo, aunque con eso acaba de arreglarlo (una vez más olvida las reglas elementales de las disertaciones universitarias) – a qué viene la última frase del párrafo, también esta más digna, por sus connotaciones, de un plumífero de Miami o un portavoz de la Casa Blanca que de un intelectual que se respete. La copio: «Por el contrario, Castro nunca permitió el debate libre y abierto ni elecciones, ni siquiera entre candidatos comunistas, en ningún proceso legislativo, al menos hasta que fue reemplazado por Raúl Castro».

Decir que Fidel, como otros, «servían sus propios intereses políticos y personales cuando criticaron a las FARC y celebraron la liberación de Betancourt a costa del pueblo de Colombia», es otra lectura sesgada de sus Reflexiones. De nuevo dejo que el lector juzgue por sí mismo. Pero evidentemente Petras ha querido darse el gusto (el mal gusto) de meter en el mismo saco a Uribe, Sarkozy, Chávez y Castro. ¡Como si a estas alturas de su vida Fidel tuviera «intereses políticos y personales» que defender!

En la conclusión, que no me resisto a copiar entera, Petras insiste en su obsesión:

«¿Ha pensado Castro realmente en las consecuencias desastrosas para millones de colombianos empobrecidos, o pensaba únicamente en las posibles mejoras de las relaciones de Cuba con Colombia una vez que las FARC sean liquidadas? El efecto de los artículos de Castro contra las FARC ha sido suministrar munición a los medios de comunicación imperialistas para desacreditar a las FARC y la resistencia armada a la tiranía y para elevar la imagen del presidente de los escuadrones de la muerte, Uribe. Cuando el principal líder revolucionario del mundo niega la historia revolucionaria y la práctica de un movimiento popular en marcha y al brillante líder que construyó ese movimiento, está negándoles a los movimientos del futuro una rica herencia de resistencia y estructura exitosa. La historia no lo absolverá.»

Acabáramos: a Fidel sólo le interesa una cosa, mejorar las relaciones entre Cuba y Colombia. Tal es el leitmotiv de las «reflexiones» de Petras. Pero conociendo la opinión de Uribe sobre Cuba, vemos que fallan por la base. Nadie sabe de dónde ha sacado Petras sus deducciones.

Parece que Petras exagera un poco el alcance de las Reflexiones de Fidel. Llamarlas, como hace en su introducción, «comentarios críticos sobre la política, la estructura, las prácticas, la táctica y la estrategia de las FARC» es jugar con las palabras: el lector mal informado supondrá que Fidel ha escrito un ensayo voluminoso con todas las de la ley para abordar tantos y tan complicados asuntos; el lector informado sonreirá al ver que un intelectual renombrado miente tan mal en su afán de barrer para dentro.

Hay un aspecto que al parecer Petras no ha captado: la estrategia de Estados Unidos en América Latina, por mediación de Uribe, para oponerse a los nuevos gobiernos que han cambiado por completo el rostro político del subcontinente. Washington está en plena ofensiva, intenta recuperar el tiempo perdido, y el gobierno colombiano es su ariete. Se comprobará que Fidel habla casi siempre -lo cual irrita a Petras- de Estados Unidos y casi nunca del gobierno colombiano. Es un zorro político demasiado fino y demasiado viejo para dejarse engañar: esta «obsesión» de Fidel, esta «fijación» con Estados Unidos, para un James Petras podrían ser propios de una mentalidad paranoica o una manía persecutoria. La historia de Nuestra América, por supuesto, lo desmiente. La superpotencia siempre ha estado ahí, maléfica, en todos los acontecimientos del subcontinente. Para Fidel lo importante no es el gobierno colombiano, cuya capacidad nociva en el exterior es limitada, sino Washington, empeñado en desatar en el subcontinente una guerra cada vez menos larvada, con una capacidad nociva infinitamente mayor. Comparar el papel que desempeña Colombia en Suramérica con el de Israel en Oriente Próximo no es una figura retórica, es dejar constancia de una triste realidad. Por consiguiente, la política de la revolución cubana, pero también la de los gobiernos latinoamericanos «progresistas», consiste en recortarle las garras al régimen de Uribe para que el Imperio no lo utilice de punta de lanza contra ellos. Y hacerlo al margen de Estados Unidos (por ejemplo, en la reunión del Grupo de Río que desactivó las consecuencias del ataque uribista contra Ecuador). Cuando Chávez se aviene a reunirse con Uribe y ambos relanzan unos proyectos energéticos favorables al conjunto de la región latinoamericana, seguramente no lo hace sin repugnancia, pero estos asuntos de estado sirven para implicar un poco más a Uribe en las relaciones normales con sus vecinos y hacer que dirija hacia América Latina la atención que tiene siempre puesta en Washington. Es otra manera de recortarle unas garras bien afiladas al servicio de la Casa Blanca y la oligarquía colombiana.

Porque, por un vuelco fantástico en la historia latinoamericana, mientras que en los años sesenta Estados Unidos podía contar con todos los gobiernos latinoamericanos (salvo el mejicano) para traicionar a la revolución cubana, ahora sólo le queda un Uribe para hacer de títere (como se decía entonces). O quizá, más discretamente, Perú, donde acabamos de enterarnos, pese a los desmentidos de Alan García, de que Estados Unidos está construyendo una base en El Callao para los buques de la IV Flota.

Mantener a raya al «gigante de las siete leguas», por usar la imagen de Martí, requiere estrategias y tácticas mucho más sutiles que las que al parecer propone el puro y duro James Petras. Y una voluntad de unión, tan ausente en nuestros días.

Petras es muy libre de criticar a Fidel. Pero habrá de hacerlo leyéndolo correctamente y sin tergiversar de un modo tan tosco sus palabras. A menos, repito -porque un intelectual renombrado no puede permitirse semejantes «lecturas»- que sus diatribas tengan otra diana y haya gato encerrado.

[1] Original inglés: http://petras.lahaine.org/articulo.php?p=1742&more=1&c=1
Traducción española en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=70162

[2] El autor se refiere, obviamente, a las traducciones francesas (n. del t.).

Fuente: http://socio13.wordpress.com/2008/07/16/jacques-francois-bonaldi-james-petras-et-ses-huit-lectures-biaisees-de-fidel/