Recomiendo:
0

El músico apoyó a Ronald Reagan y a George Bush padre e hijo

Johnny Ramone: la historia del punk aliado de George W. Bush

Fuentes: La Tercera

Fue en 2002, al término de la ceremonia con que The Ramones entró tardíamente al Salón de la Fama del Rock and Roll. Johnny, el guitarrista de la ya en esos días disuelta banda, tomó el micrófono, dio los agradecimientos de rigor y cerró con un glorioso panfleto: «Dios bendiga al Presidente Bush y Dios […]

Fue en 2002, al término de la ceremonia con que The Ramones entró tardíamente al Salón de la Fama del Rock and Roll. Johnny, el guitarrista de la ya en esos días disuelta banda, tomó el micrófono, dio los agradecimientos de rigor y cerró con un glorioso panfleto: «Dios bendiga al Presidente Bush y Dios bendiga a América».

La muerte de Johnny Ramone, el miércoles pasado por un cáncer de próstata, confirmó el sino trágico del legendario cuarteto neoyorquino, que el 2001 ya había perdido por otro cáncer (linfático) al vocalista Joey y al año siguiente al bajista Dee Dee Ramone por una sobredosis de heroína. Pero también es una buena excusa para dar con el perfil de una de las figuras más singulares del punk, ese género que obtuvo el primer timbre de fábrica -tres acordes, guitarras afiladas, ritmo frenético- con The Ramones.

Un «rebelde en un mundo de rebeldes», como acertadamente lo catalogó The Washington Times en una de sus últimas entrevistas. Porque en ese imaginario de vidas al límite y discursos anárquicos que The Ramones ayudó a construir a partir de 1974, el hombre que en realidad se llamaba John Cu-mmings era un orgulloso militante «republicano». Para ser más exactos, un hombre de extrema derecha en el interior de una banda que en algunos temas elogió las bondades de aspirar pegamento y en otras relató experiencias autobiográficas de prostitución masculina.

«Mi familia fue la única familia italiana en (el barrio neoyorquino de) Queens que votó por Nixon en vez de Kennedy», contaba este hijo de un clan obrero que antes de tomar la guitarra pasó por una academia militar y fue maestro de la construcción. «La gente a mi alrededor decía ‘Oh, Kennedy es tan guapo’, y yo decía ‘bueno, si la gente está votando por alguien por su físico, yo no quiero ser parte de eso'». Se lo tomó en serio. Johnny no tenía las dotes compositivas de Dee Dee ni las capacidades líricas de Joey, pero hablaba sin pelos en la lengua y sin dar explicaciones de más. Por eso también era un orgulloso integrante de la Asociación Nacional del Rifle, la misma que preside Charlton Heston, y declamaba cuando se le venía en gana que «Ronald Reagan ha sido el mejor Presidente que he tenido en la vida».

El tipo inventó un sonido de guitarra inspirado en el ruido de las sierras eléctricas, pero en ningún músico en particular. Su radicalismo político no era postizo: por eso pensó con frío pragmatismo en hacer «blanco y puro rocanrol. Con nada de blues», y con ese mandamiento se encargó de mantener a la banda unida, con los pies en la tierra y los saldos a favor. Si el grupo estaba de gira, lo mejor era dormir de noche sobre un bus que gastarse la plata en hoteles. Así calculaba Johnny y sus previsiones le aseguraron un tranquilo retiro desde hace tres años en Los Angeles, junto a su mujer Linda y tres gatos. Rodeado de amigos «liberales» como John Frusciante, de Red Hot Chili Peppers, y Eddie Vedder, de Pearl Jam. Los mismos que lo vieron partir el miércoles.