En Mella se verifica puntualmente de forma singular, algo que constituye una regularidad del pensamiento cubano en este siglo: la asunción del marxismo y el leninismo a partir de una inicial formación que se alimenta del pensamiento martiano y de la tradición de lucha del pueblo cubano. Desde los primeros momentos comprendió la necesidad de […]
En Mella se verifica puntualmente de forma singular, algo que constituye una regularidad del pensamiento cubano en este siglo: la asunción del marxismo y el leninismo a partir de una inicial formación que se alimenta del pensamiento martiano y de la tradición de lucha del pueblo cubano. Desde los primeros momentos comprendió la necesidad de rescatar las raíces de esa tradición histórica, fundamentalmente el ideario democrático, revolucionario, antimperialista y nacional liberador de José Martí.
El conocimiento de la obra martiana le indujo a buscar, en el pensamiento universal, la teoría capaz de dar respuesta a los nuevos problemas que le planteaba su época. Posteriormente, con las armas del marxismo y el leninismo, realizará una lectura más profunda aún del pensamiento del Apóstol. El antimperialismo y latinoamericanismo, los ideales de unidad, justicia social e independencia nacional, fueron descubiertos en su verdadera dimensión.
Dicha asunción del marxismo y el leninismo estuvo condicionada al limitado y fragmentado conocimiento de las obras de los clásicos que existía entonces. Debido a ello y a las propias condiciones en que el joven desarrolló sus luchas, su visión del marxismo tiene las limitaciones comunes al movimiento comunista internacional de aquellos años.
Antimperialismo y latinoamericanismo
El antimperialismo martiano convoca a Mella muy joven a la praxis revolucionaria y a la negación de las consignas colonizadoras que instaban a oponer la virtud doméstica a la injerencia extranjera.
Desde la etapa de luchas universitarias Mella expresará la necesidad de rescatar las principales raíces de la tradición histórica y de lucha de la nación cubana. Asímismo no cejará en su empeño por demostrar la absoluta vigencia de la causa independentista y por denunciar al imperialismo norteamericano como el principal enemigo de Cuba, tal y como lo había hecho José Martí. Si bien otros patriotas expresaron ideas similares, Mella es el primero en cohesionarlas y traducirlas en principios de su acción revolucionaria. Es el primero en plantear la necesidad de un programa nacional para el logro de la total y definitiva independencia, y el avance de la justicia social.
Los artículos de Mella en Alma Mater, así como su discurso ante la asamblea magna de estudiantes, expresan los objetivos del joven, ante el progreso del movimiento estudiantil. Para Mella la reforma universitaria y el gesto cívico de la juventud tendrían por ley histórica que surtir efectos en aquella república. «La Revolución universitaria … es en la vida de las universidades latinoamericanas, lo que en la vida de los pueblos fue la Gran Revolución. Es un movimiento de libertad y progreso. Es una formidable revolución de ideas y métodos de enseñanza y en la sociedad … La reorganización de la Universidad podía servir de base para la reorganización de la patria cubana», afirmaba.
Estas ideas, como podemos apreciar, estaban aún enmarcadas en una concepción liberal de la educación, la cual privilegia la cultura e instrucción de la sociedad como vía para lograr las transformaciones sociales que Cuba necesitaba. La concepción antimperialista y latinoamericanista de Mella, expresada en los materiales escritos a principios de 1923, todavía reflejan un pensamiento condicionado por las posiciones liberales dominantes entre los patriotas antimperialistas. Sus manifestaciones se limitan a reformar la universidad caduca y ponerla a tono con los nuevos tiempos.
En estos momentos el antimperialismo de Mella se manifiesta en el sentido de trabajar por la unidad continental frente a las agresiones yanquis, como antes lo hiciera José Martí. Para Mella, como para Martí, el ideal de Bolívar debía ser nuestro ideal y el de Monroe, nuestra muerte.
En su veloz evolución ideológica Mella llegará a comprender y demostrar a los estudiantes, que la lucha por la reforma universitaria era inseparable del combate patriótico por la plena independencia nacional, y por cambios radicales en el sistema político y social. En este sentido Mella supera -como lo hiciera Martí en su momento a través del método histórico político- las tesis liberales con respecto a la educación y al progreso social, y parte del análisis martiano respecto a la profunda relación existente entre sistema social-sistema educacional, lo cual deviene punto de partida importante en el proceso de articulación del marxismo y el leninismo con las tradiciones nacionales revolucionarias cubanas, especialmente el pensamiento martiano.
Hacia finales de 1923 Mella había alcanzado madurez política. Ahora tenía ya una definida posición ideológica marxista y leninista. Aquel primer aprendizaje del pensamiento martiano y de lo mejor de las tradiciones patrióticas, que había influido en su formación antimperialista, lo preparó para la comprensión y asunción de la ideología del proletariado. Mella entendió cual era el camino a seguir en las nuevas condiciones. Por ello no se limitó solamente al recinto universitario, sino que comenzó a involucrarse en las luchas de la clase obrera. El joven marxista accede a la profundización del conocimiento de la obra y la acción revolucionaria de José Martí bajo la influencia de Carlos Baliño y Alfredo López, y desde la posición de un dirigente estudiantil fuertemente influido por aquel movimiento de reforma universitaria desde una perspectiva continental, latinoamericanista y antimperialista. Estas fuentes nutricias explican, a nuestro juicio, que Mella centre sus reflexiones teóricas iniciales en la concepción del antimperialismo y el latinoamericanismo.
Su primer encuentro de Mella con las ideas de Marx, Engels y Lenin se produce desde muy temprano y coincide de forma simultánea con el inicio de sus actividades estudiantiles y obreras.
La incorporación del marxismo y el leninismo por parte de Mella se expresó no sólo en la evolución de su pensamiento político e ideológico, sino sobre todo en su acción social. El líder estudiantil ingresa en la Agrupación Comunista de La Habana en 1924. Desde las filas de esta organización, Mella será, junto a Baliño y un pequeño grupo de líderes obreros, el alma de la naciente vanguardia política de la clase obrera, del primer partido comunista fundado en agosto de 1925.
Las ideas unitarias de Alfredo López en relación con el movimiento obrero son aprovechadas por el joven Mella en relación con el estudiantado universitario. Maestro del proletariado cubano lo llamaría con motivo de su muerte.
La relación de Julio Antonio con Baliño, que representaba el antecedente más vital del ulterior proceso de articulación del pensamiento martiano con la teoría del marxismo y el leninismo, fue determinante.9 En su lucha por la formación de las primeras organizaciones marxistas cubanas, Baliño había defendido y divulgado sin descanso el ideal independentista y en este sentido trató de introducir en aquellos incipientes grupos -muy influidos por la emigración europea- la preocupación por el problema nacional.
En octubre de 1923 Mella organiza el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, el cual constituirá una expresión de la nueva proyección a la cual ha arribado el joven universitario. Allí se declaró enemigo de todos los imperialistas; reclamó la solidaridad con la Revolución de Octubre, y planteó la necesidad de lograr la unidad de trabajadores y estudiantes como algo imprescindible para la lucha revolucionaria. El Congreso estudiantil rescató los vínculos del movimiento filosófico, pedagógico y literario con las causas abolicionistas e independentistas iniciaron Varela y Heredia y que con Martí, a fines de la pasada centuria, es visto desde las perspectivas de los intereses de las masas populares, consideradas por el Apóstol como dirigentes de las revoluciones verdaderas. A fines de 1923, Mella funda la revista Juventud. Los trabajos allí publicados dan cuenta de sus ideas en torno a la liberación nacional en los nuevos tiempos que corren. Argumenta que la sentencia de que «Todo tiempo futuro tiene que ser mejor» es precisamente la demostración efectiva de acción y de lucha que el futuro de la patria necesita.
La Universidad Popular José Martí (UPJM), creada por acuerdo del congreso, indicaba la articulación ideológica entre el ideario martiano y las ideas socialistas. Alejado ya desus tesis iniciales de corte liberal en relación con la educación y la cultura a que hemos hecho referencia con anterioridad, el joven marxista retorna a la concepción martiana que concibe la revolución como revolución cultural, capaz no sólo de transformar a la sociedad, sino al propio hombre. Se trata de la continuidad de la labor educativa y cultural desarrollada por el Partido Revolucionario Cubano. Para Mella como para Martí, era vital e inaplazable la educación del sujeto de la Revolución: solo con masas cultas y formadas podría realizarse la obra revolucionaria.
La fundación de la Liga Antimperialista como frente único de obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, constituyó otro hito importante en la concreción de las concepciones martianas, marxistas y leninistas de Mella. El Manifiesto Programa de la Liga, redactado por Mella, es de un gran valor para su época, por la profundidad del riguroso análisis que en él se realiza sobre la penetración del imperialismo yanqui en Cuba y en América Latina, y porque señala el deber inaplazable de los revolucionarios de luchar por la segunda independencia de sus pueblos.
Los conceptos de patria y patriotismo ocuparon un lugar prominente en el ideario político martiano. En las nuevas condiciones históricas de finales del siglo XIX, Martí le añade un contenido socio-político, económico y etnocultural al contenido del concepto de patria, en el sentido multiclasista; establece, además, una relación más profunda entre patria cubana y latinoamericana y la humanidad.
Mella, partiendo de la tradición cubana, especialmente del concepto de patria de Martí, añade y desarrolla el contenido clasista, en concordancia con su concepción de la revolución, y las fuerzas directrices de la lucha por la independencia nacional, de ahí que insista, al criticar el significado oficial politiquero de este concepto desde los días en que surgiera el Movimiento de Veteranos y Patriotas.
Mella como Martí da al concepto patria, un contenido ético valorativo y sentimental, en el que aparecen bien claras las virtudes y los valores étíco-morales; pero insiste mucho más en el verdadero carácter antinacionalista del patriotismo burgués, y levanta la bandera del nacionalismo obrero al identificar los intereses nacionales y las luchas de los trabajadores por el socialismo a nivel mundial. Para el martiano Mella, patria y patriotismo eran conceptos que trascendían las fronteras del país para convertirse en un verdadero patriotismo militante expresado en el internacionalismo. Se podía ser patriota y ser internacionalista, pero «ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser internacionalista, pues dejaría de ser revolucionario».
En sus Glosas al pensamiento de José Martí 15 Mella destaca la relación entre el patriotismo militante y el internacionalismo en las ideaciones del Maestro, pues a su juicio «Martí jamás ignoró el carácter internacional de la lucha revolucionaria. Se decía que era un hijo de la América». Como en Martí, en Mella, lo latinoamericano será el punto de partida del vínculo de lo nacional y lo internacional; pero en el joven marxista y leninista, se trata, además, de los nexos entre la revolución nacional liberadora y la revolución socialista.
A principios de 1927, Mella concentró todas sus fuerzas en la organización y movilización continental para el Congreso Internacional contra el Imperialismo y la Opresión Colonial que se celebrara en Bruselas.16 Por entonces para Mella, convertido en líder de talla continental, la posibilidad del triunfo de la revolución en Cuba exigía una amplia solidaridad latinoamericana y la unidad popular latinoamericana frente al imperialismo yanqui.
Para Martí el objetivo cardinal de la lucha en su momento histórico fue el logro de la independencia total de Cuba sin soluciones mediatizadoras. Es por ello que no se dio tregua en la fuerte crítica que emprendió contra les posiciones del anexionismo y el autonomismo. Mella condenó el anexionismo como tendencia antinacional, la cual constituía un grave peligro para la patria soberana que quería fundar.
Desde posiciones similares a las de Martí, y coincidiendo con las críticas que entonces hacían Mariátegui y otros marxistas de Perú y México, Mella fustigó fuertemente a aquellos que tras una falsa postura marxista, trataban de ocultar su oportunismo y reformismo expresado a través de un leguaje seudomarxista, como, por ejemplo, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA).
En ¿Qué es el ARPA?, Mella define que su objetivo no es solo refutar los planteamiento de su fundador, Víctor Haya de la Torre, sino, sobre todo, desenmascarar lo que este grupo representaba: «la organización del oportunismo y el reformismo latinoamericano».18Asumiendo una postura antidogmática, Mella plantea que no se trata de «una defensa del dogma porque sus principios sean antimarxistas, anticomunistas y antileninistas sino porque -y esto es lo fundamental desde su óptica- están en contra de la realidad americana, son impracticables, reaccionarios, utópicos»…
Proyecto de revolución
Mella asume creadoramente aquel pensamiento martiano que se opone al esquematismo y asimilaciones miméticas de experiencias revolucionarias, realizadas por otros hombres y en escenarios diferentes. La concepción de Mella en relación con esta cuestión, puede apreciarse cuando expresa -en un artículo con motivo de la muerte de V.I.Lenín-: «no pretendemos implantar en nuestro medio copias serviles de revoluciones hechas para otros hombres, en otros climas (…) pero seríamos ciegos si negásemos el paso de avance dado por el hombre en el camino de su liberación».
La creatividad del pensamiento de Mella lo conduce a valorar profundamente la obra de Lenin. En este sentido habla de «los principios científicos que Karl Marx hizo axiomas teóricos y que Lenin hizo monumentos magníficos de belleza y justicia», al referirse a la aplicación consecuente de esos presupuestos teóricos generales del marxismo a la realidad específica de la Rusia de principios de siglo.
La posición que el joven marxista asume en favor de un ambiente crítico en relación con teorías y criterios válidos en otros escenarios, la realiza a partir de la seria y respetuosa valoración de lo universal y lo nacional, de las experiencias revolucionarias de otros pueblos y en especial de la experiencia soviética. «Sí la revolución social fuera a producirse sólo en el antiguo país de los Zares, habría que creer que el esfuerzo gigantesco de los bolcheviques es inferior al de los revolucionarios de 1789, que hicieron sentir la fuerza de su credo hasta en la independencia de la lejana América», afirma. Con ello muestra una cabal comprensión de la repercusión mundial de la creación del primer estado socialista en el planeta.
En esa misma línea se pronunciaba su contemporáneo, el marxista José Carlos Mariátegui, cuando expresaba que el socialismo en América Latina no podía ser calco y copia, sino creación heroica y afirmaba: «Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje al socialismo indo – americano», argumentaba.
En su medular artículo «Los nuevos libertadores», afirma: «La causa del socialismo en general es la causa del momento, en Cuba, en Rusia, en la India, en los Estados Unidos y en la China. En todas partes. El solo obstáculo es saberlo adaptar a la realidad del medio». Así establece claramente un problema medular que estaría en el centro de los debates del movimiento revolucionario en América Latina y el Mundo.
Mella explica el contenido progresista de la revolución socialista, cuyas ideas con diferentes matices se arraigan en distintas latitudes. En este sentido resulta sumamente interesante la revisión que hace del folleto Cuba un pueblo que jamás ha sido libre en 1928. En las reflexiones que entonces elabora, precisa con respecto a la revolución socialista que «habrá modalidades para cada país, pero el principio será uno: todo el poder para el pueblo trabajador y fin de la explotación del hombre por el hombre».
El proceso de articulación del marxismo y las tradiciones nacionales, especialmente el pensamiento martiano implica la distinción de nexos de continuidad: la lucha nacional liberadora, mientras que los nexos de ruptura y superación se expresan en los objetivos socioeconómicos, fuerzas directrices de la revolución, y la estructura clasista del sujeto revolucionario, como factores condicionantes de última instancia. del modelo de república al que se aspira en cada momento.
Aunque para Martí, acertadamente, el problema más inmediato era el logro de la independencia, no estimaba que la lucha por la liberación nacional era el fin de su obra revolucionaria, sino una etapa de ella, «de modo que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana». El joven marxista retoma esta concepción martiana de revolución, que plantea la distinción de esta como un real y profundo proceso de cambios en la sociedad y en las vías y los métodos para lograr la independencia, o sea, la diferenciación entre la revolución política que nos liberaría de España: la insurrección y transformación de la estructura política de la sociedad cubana, aspectos esenciales para la preparación de condiciones para poder iniciar las transformaciones socioeconómicas, y la revolución social que contemplaba los cambios más profundos que se llevarían a cabo en la República.
En Glosas…, Mella expresa sus ideas en relación con la concepción materialista de la historia, el carácter determinante en última instancia del factor económico en el devenir de la sociedad y la teoría de la lucha de clases como motor de la historia. En este sentido traza el camino hacia un modo superior de compresión de la historia y de las transformaciones sociales. Mella defendió las tesis leninistas sobre la permanencia, el rescate y el enriquecimiento de la tradición democrática y popular que se hallaba presente en nuestras naciones. La incorporación de estos elementos en la elaboración de la táctica y la estrategia de la lucha revolucionaria sería una constante de su estilo de análisis y acción.
Por ello, Mella insiste en la necesidad del «análisis de los principios generales revolucionarios de Martí a la luz de los hechos de hoy», desde las posiciones del marxismo y el leninismo y del movimiento obrero cubano. «El orgánicamente revolucionario, fue el intérprete de una necesidad social de transformación en un momento dado» y agrega: «Hoy, igualmente revolucionario habría sido quizás el interprete de la necesidad social del momento, o sea, la revolución social, gracias a la profundidad y objetivos populares de sus ideas democráticas».
La idea de la clase obrera como sujeto de la revolución planteada por Mella también encuentra un punto de partida en el pensamiento martiano, el cual había considerado al proletariado como la clase más confiable en la lucha por la independencia nacional, aunque en el seno de un sujeto necesariamente multiclasista, tal y como lo exigía la esencia nacional liberadora de la lucha en su momento histórico, posición que no contradice el principio leninista de la clase obrera como sujeto de las revoluciones de liberación nacional, democrático burguesas en función de crear las condiciones para la revolución socialista, que es en definitiva el fundamento de la perspectiva mellista acorde con las nuevas circunstancias históricas de la tercera década de este siglo. En relación a la clase obrera argumenta: «La causa del proletariado es la causa nacional. El es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por los ideales de libertad en la época actual. … El quiere destruir al capital extranjero que es el enemigo de la nación. El anhela establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un ejército del pueblo, porque comprende que es la única garantía de la justicia social».
Las reflexiones de Mella acerca de la constitución del Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado por Martí en 1892, en el cual la clase obrera desempeñó un importante papel dentro del sujeto multiclasista de la revolución, lo conducen a medulares conclusiones que lo llevan a extraer críticamente la lección dialéctica de la obra de Martí, como un arma de lucha en un contexto nacional e internacional que ha cambiado. Mella dirige fundamentalmente su análisis a la necesidad de «desentrañar el misterio del programa ultra-democrático del PRC, el milagro-así parece hoy- de la cooperación estrecha entre el elemento proletario de los talleres de la Florida y la burguesía nacional; la razón de la existencia de anarquistas y socialistas en las filas del Partido Revolucionario. etc., etc» Considera que la estructura orgánica del PRC era original y nueva en América, como partido creado para la organización de la revolución. Por otra parte su programa antimperialista e internacionalista no llevado a cabo aún significaba la continuidad de estas concepciones en la etapa actual de lucha.
Al estudiar el PRC, descubre las similitudes de este con el partido de los comunistas: complejo de organizaciones, carácter celular, con bases y estructuras democráticamente aprobadas. Mella valora además los aportes extraordinarios de la concepción martiana de partido revolucionario: democracia, centralismo y militancia activa en la organización de base.
La más importante lección que Mella recibe de Martí en relación con el partido de la revolución, es ese carácter de frente amplio capaz de aglutinar a todas las fuerzas sociales interesadas en la independencia cubana, como única posibilidad histórica de impedir -como había advertido el Apóstol- a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre los pueblos latinoamericanos.
La concepción martiana de partido y de unidad revolucionaria tendría continuidad en Julio Antonio Mella: la estrategia y la táctica de la revolución de la liberación nacional en las condiciones de Cuba, necesitaba la más amplia unidad de todos los patriotas. Los hechos posteriores en los cuales el joven comunista se involucra demostrarán cuán profundamente le habían llegado esas enseñanzas.
Muy relacionada con la concepción de revolución, vemos la concepción de unidad revolucionaria de Mella. Ya desde 1923 postuló la continuidad de las luchas del 68 y el 95 en la nueva época. Plantea dos consignas de unidad: «Proletarios de todos los países, uníos» y «Juntarse es la palabra del mundo».
Mella conocía que la revolución de liberación nacional encabezada por José Martí, pretendía realizarse con la unión del esfuerzo de todos los patriotas cubanos interesados en la independencia del país. No obstante es necesario señalar que hay diferencias entre el sujeto multiclasista martiano y el que propone Mella para la etapa nacional liberadora.
El proyecto de revolución Mellista, se enfrenta al imperialismo como fenómeno internacional en pleno desarrollo. Cuenta con la unidad de todas las fuerzas antimperialistas en la que deberá alcanzar la hegemonía el proletariado como fuerza directriz. Esta concepción marxista de frente único se desarrolla profundamente en ¿Qué es el ARPA?, en el cual expresa su concepto de nacionalización en las nuevas condiciones, que consistirá en la socialización de la tierra y las fábricas donde el proletariado ocupe el poder por medio de la revolución.
En Mayo de 1928 se celebraba el VI Congreso de la Internacional Comunista (IC) y su tesis de «Clase contra Clase» le llegan pocos meses después de terminado este. Los documentos de la IC planteaban la concepción de que la burguesía nacional no tenía ya la significación de una fuerza que lucha contra el imperialismo. En este sentido, Mella, al igual que todos los dirigentes comunistas, recibe la orientación de «rechazar cualquier coalición del partido comunista con la oposición reformista.» De hecho triunfan en el seno de la IC las tesis y consideraciones tácticas que Mella venía rechazando. No será el quien aliente divisiones inútiles que dañen la unidad del movimiento revolucionario, no obstante trabajar de hecho en otra concepción de unidad.
En este proceso de conformación de la unidad revolucionaria, donde se podían dar alianzas temporales con la burguesía, Mella nos aporta su concepción de unidad y aclara la posición que debían asumir los comunistas cubanos, que «sin fusionarse con el partido nacionalista, guardando la independencia del movimiento proletario, lo apoyarían en una lucha revolucionaria, por la emancipación nacional verdadera, si tal lucha se lleva a cabo».
Hacia 1928 el joven realizará una sostenida acción política contra la tiranía machadista, cuya culminación fue la fundación de la Asociación Nacional de Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). Mella había interpretado la esencia del partido político fundado por José Martí para unir a todos los cubanos que optaran por la independencia de la patria.
La ANERC no constituía para Mella una organización más, sino que le atribuía fines estratégicos en relación con la situación interna de Cuba. Su proyecto de programa mínimo: «Nuestro proyecto de programa para unificar al pueblo cubano a una acción inmediata por la restauración de la democracia», constituye el primer conjunto de propuestas políticas, económicas y sociales capaces de crear una base para la confirmación de un frente único antimachadista. La ANERC implicaba la asunción de la necesidad táctica de privilegiar un sujeto multiclasista para derrocar la tiranía. En este sentido, planteará la alianza temporal con los elementos revolucionarios de las bases nacionalistas.
El programa de la ANERC no planteaba «medidas socialistas» que pudieran asustar a los burgueses antimachadistas, no obstante algunos de los postulados que se contemplaban en sus diferentes capítulos tenían un fuerte enfoque revolucionario y democrático como los relacionados con los derechos del proletariado, la formación de milicias proletarias y campesinas armadas y la eliminación de la discriminación racial hacia la población negra y mestiza .
Mella escribe en un artículo del primer número de Cuba Libre que «toda Cuba es hoy un Baire. Más para que el próximo grito no pueda ser traicionado, para que sea uno verdaderamente popular y democrático, le añadimos el complemento `para los trabajadores`» . Tal sentido de pertenencia se plantea como la «única manera de aplicar los principios del partido revolucionario cubano de 1895 a 1928». De los elementos nacionalistas vendría la solución pasajera; pero la definitiva solo podrá venir de los trabajadores.
La propuesta de unidad revolucionaria de Mella parte de las tesis leninistas discutidas en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista (IC) en 1920 sobre la lucha de los pueblos coloniales y dependientes por su liberación nacional y era de hecho coincidente con la línea de frente único del Partido Comunista de Cuba materializada en la fundación de la Liga Antimperialista. La concepción de unidad de la ANERC implicaba una refutación explícita a las tesis de «Clase contra Clase» del VI Congreso de la IC. El «Programa para unificar al pueblo cubano…», elaborado por Mella, representó para nuestro continente un intento teórico y político de probar la viabilidad de un camino propio y un método hacia la revolución socialista.
Modelo de sociedad
La construcción de la nueva sociedad, la sociedad socialista, fue siempre para Mella el objetivo final de la lucha revolucionaria,. En diferentes artículos de 1928 podemos encontrar algunas argumentaciones acerca de la república socialista .
En relación con la concepción de república martiana, Mella analiza el alcance y las limitaciones de ese proyecto en el siglo XX; plantea la necesidad de un estudio de los principios generales revolucionarios del modelo de sociedad que Martí proponía, a la luz de los momentos actuales: «Habría que ver los antagonismos nacientes de las fuerzas sociales de ayer. La lucha de clases de hoy » refiriéndose a la inevitabilidad de la batalla social en las nuevas condiciones.
Mella conocía al Martí que expresó «… moriremos por la libertad verdadera, no por la libertad que sirve de pretexto para mantener a unos hombres en el goce excesivo y a otros en el dolor innecesario. Se morirá por la república si es preciso, como se morirá por la independencia primero»; al Martí que en carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez le anunciaba: «Y juntos, probablemente, moriremos en el combate necesario por la conquista de la libertad o en la pelea que con los justos y desdichados del mundo se ha de mantener contra los soberbios para asegurarla.» En sus últimos textos Martí llega a admitir como una necesidad, incluso contra sus deseos, la revolución social en Estados Unidos y Europa. En América Latina la situación, según Martí era diferente. El Apóstol hace una distinción en cuanto a la revolución social en los pueblos jóvenes o nuevos de nuestra América y plantea que en éstos la revolución podía desarrollarse por otras vías: «con lentitud juiciosa y por allegamientos moderados en analogía con su propio espíritu». No obstante tampoco descarta la revolución social en estos países si llegado el momento se hiciera inevitable.
En «Glosas al pensamiento de José Martí», Mella expresa un cambio de perspectiva con respecto a algunas concepciones del pensamiento martiano en relación con la democracia y el modelo de república cuando aaaargumenta: «Martí cree en la democracia pura, la igualdad de todas las clases sociales. Soñaba con una República `CON TODOS Y PARA TODOS`» y concluye: «Conveniente sería que hubiese vivido hasta nuestros días ¿Qué hubiera dicho y hecho ante el avance del imperialismo, ante el control de la vida política y económica por el imperialismo, ante las maniobras de este entre los nacionales, para salvaguardar sus intereses?…» Martí no pudo apreciar en toda su dimensión la importancia del factor económico en la determinación de las clases y los intereses de clases. «NO HAY DEMOCRACIA POLÍTICA DONDE NO HAY JUSTICIA ECONÓMICA», hubiera tenido que agregar en las nuevas circunstancias, plantea Mella.
En cuanto a la concepción de equilibrio social implícita en el pensamiento martiano: «El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país», Mella argumenta que «Puede ser. Pero donde no hay equilibrio, donde no hay `elementos naturales`» -sino explotados y explotadores- «donde no hay gobierno, donde no hay nada. Es necesario eliminar los elementos no `naturales`». Mella conoció al Martí preocupado por la desigualdad social, las clases y sus luchas, pero que no pudo percibir la esencia, el origen de la división clasista de la sociedad: la existencia de relaciones económicas basadas en la propiedad de los medios fundamentales de producción en sus diferentes formas históricas.
El modelo de república esbozado por Julio Antonio Mella en sus últimos trabajos, expresa la necesidad de una revolución socialista que mediante la toma del poder por la clase obrera y el campesinado «entregue los bancos y las grandes industrias al Estado proletario e imponga la repartición de total de la tierra», primera condición para crear una situación económica favorable a la casi totalidad de la población. En la nueva sociedad comunista o socialista -apunta Mella- tanto el producto intelectual como el de «las máquinas y los brazos», será social.
En relación al aspecto de la educación y la cultura dentro del proyecto de república mellista, este argumenta, dando prueba de total coincidencia con los planteamientos esenciales de las ideas martianas sobre educación: «Seamos avanzada en el campo de la cultura y las instituciones de enseñanza del nuevo Régimen Socialista. Lo que los Sindicatos son en un orden: embriones de la futura organización económica socialista, y los partidos del proletariado en otro: embriones de la futura armazón política del estado proletario, seremos nosotros en nuestro campo: iniciadores de los batallones que lucharán al lado de ellos en la rebeldía y en la construcción del nuevo Sistema Social.» Y agrega que sólo así puede ser útil nuestra cultura, que «No se ha de forjar tan sólo en la cátedra y los libros» pues, » Necesitamos experimentar para no ser engañados y probar los postulados en la realidad.». Para Mella, como para Martí era incuestionable el papel de la práctica.
Por otra parte la Universidad siempre estará vinculada a los intereses de los oprimidos, será una universidad nueva que haga en el campo de la cultura lo que en la producción harán las fábricas del mañana. Una universidad «de ciencias y no plutocracia.»
El modelo de sociedad o república de Mella, expresa un cambio de perspectiva con relación a la concepción de república martiana. Martí aspiraba al equilibrio clasista en la república, una sociedad donde existiera la distribución equitativa de las riquezas. Mella conocía que solo podía construirse tal sociedad desde la hegemonía política de la clase obrera y que tal distribución de la riqueza social tenía como prerrequisito el paso de los fundamentales medios de producción a manos del pueblo trabajador. En consecuencia en las ideaciones mellistas en torno a la nueva sociedad, los conceptos de democracia, igualdad y justicia social van a sufrir nuevas interpretaciones desde el punto de vista marxista y leninista, en el cual va a jugar un rol determinante el análisis clasista de la sociedad y el papel del factor económico en las nuevas condiciones.
Concluyendo podemos plantear que Martí constituyó junto a Marx, Engels y Lenin, el sustrato de una apreciación teórica, práctica de hacer revolución en nuestra patria. Mella expresa en sus hechos -idea y acción- que el socialismo es la continuidad histórica del desarrollo del movimiento nacional liberador cubano en la época contemporánea. Por todo ello, el ideario de este luchador revolucionario mantiene vigencia y continúa ofreciendo alternativas para la interpretación de la realidad cubana y latinoamericana.
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