Recomiendo:
0

Juventud Rebelde: Nuevo actor político

Fuentes: Punto Final

Irrumpe una nueva generación de dirigentes en la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) forjada en la intensa actividad desplegada por el movimiento de estudiantes secundarios en 2011. Gabriel Iturra, uno de sus exponentes más representativos, dice que ha llegado el momento de proyectar la lucha estudiantil hacia el conjunto de la sociedad, y anuncia […]

Irrumpe una nueva generación de dirigentes en la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) forjada en la intensa actividad desplegada por el movimiento de estudiantes secundarios en 2011. Gabriel Iturra, uno de sus exponentes más representativos, dice que ha llegado el momento de proyectar la lucha estudiantil hacia el conjunto de la sociedad, y anuncia que la fuerza política que representa no participará en las próximas elecciones ni en el proceso constituyente, porque no ve condiciones para una nueva Constitución Política que termine con el modelo neoliberal imperante.

A sus 23 años, el actual presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central, Gabriel Iturra Castillo, tiene larga experiencia como dirigente estudiantil. Fue presidente del Centro de Estudiantes del Liceo Amunátegui en 2010, vocero de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces) en 2011 y viajó ese mismo año a Francia a explicar la lucha de los estudiantes movilizados. Cursa el tercer año de la carrera de derecho en esa universidad.

«Un conjunto de compañeras y compañeros que veníamos de la Aces y que ingresamos a la universidad, vimos que las fuerzas políticas existentes no nos representaban. Así fundamos Juventud Rebelde (JR), una organización revolucionaria de nuevo tipo, para disputar la conducción y vocería del movimiento estudiantil universitario. JR nació en Santiago y se ha extendido a Temuco, Valparaíso, La Serena y el Maule».

¿Qué significa ser una organización revolucionaria de nuevo tipo en el siglo XXI?

«La labor de los revolucionarios hoy sigue siendo la misma que tenía el MIR en su tiempo. Pero claramente cambiaron las condiciones de cómo se ejerce la política. Hoy existe un rechazo profundo a los partidos tradicionales, hay desconfianza hacia la clase política y las instituciones. En este contexto, la labor de las organizaciones políticas de nuevo tipo es entender que se debe gestar un trabajo directo a nivel estudiantil y también con los pobladores y trabajadores, porque todos estamos en una misma lucha y tenemos un enemigo común: el modelo neoliberal. La imagen de una Izquierda revolucionaria violenta debe desaparecer si queremos sacarnos el mote de ‘ultras’. Porque nosotros no somos la ultraizquierda, sino la Izquierda revolucionaria. Nuestra crítica a la sociedad viene acompañada de propuestas y nos caracterizamos por tener planteamientos coherentes. Si decimos que estamos contra la propuesta educacional del gobierno, es porque estamos por el cambio del sistema educativo en su conjunto y sin parches.

Recogemos los principios del MIR y de otras organizaciones, pero también entendemos que su estética, maneras de plantearse y formas de organización están desfasadas; porque el perfil de los jóvenes cambió, aunque persiste el objetivo trascendente de organizar a la juventud que está en rebeldía».

La Izquierda revolucionaria clásica asignaba a la violencia la función de instrumento de cambio. ¿Qué opinan ustedes?

«Violencia es la que vivimos día a día como consecuencia del sistema social que nos han impuesto. Plantear la lucha armada es inviable en este momento. Repudiamos además el terrorismo como arma política. Entendemos que en algún momento puede haber una confrontación de clase con el empresariado, pero hoy lo más importante es acumular fuerzas que más adelante nos permitan realmente disputar el poder».

EL ESCENARIO POLITICO

¿Cómo asumen el rechazo generalizado a la política?

«Hoy más que ciudadanos o ciudadanas empoderados de sus decisiones, existen clientes que alegan ante un problema en educación, salud, despojo de recursos naturales, acciones de colusión, como las farmacias, o situaciones de corrupción como los casos Penta y SQM. Esa indignación masiva hay que transformarla ahora en organización social y política.

El movimiento estudiantil ya cumplió una fase, que fue denunciar las lógicas mercantiles que vivíamos en la educación. Ahora viene un segundo momento de construcción de movimiento popular entre los sectores más desprotegidos de la sociedad. En conjunto con pobladores y trabajadores, debemos levantar una alternativa política que se exprese en un partido revolucionario capaz de representarnos a todos.

La derecha y la Concertación (Nueva Mayoría) no aparecen como alternativas válidas. Hoy carecen de legitimidad social y política. Por otra parte, la esperanza que tenían muchos chilenos y chilenas de que surgiera una opción hacia la izquierda de la Concertación, representada por Marco Enríquez-Ominami, hoy se ve como parte de lo mismo, porque su líder está vinculado a la corrupción.

Más del 50% por ciento de las personas se declara independiente o dice que no cree a los partidos. Un 60% de abstención en las últimas elecciones da cuenta de esa realidad. Nuestra labor en este sentido es constituir una alternativa política que de verdad le haga sentido a la gente y que no sea meramente electoral».

¿Qué relación existe entre Juventud Rebelde y Aces?

«Aces es una asamblea de estudiantes y Juventud Rebelde es una organización política. Pero existe entre nosotros un vínculo emocional estrecho, porque los de JR también fuimos de la Aces y esperamos trabajar en conjunto con ellos.

En marzo se votarán las nuevas vocerías de la Aces y veremos entonces cómo trabajaremos juntos en favor del movimiento estudiantil en 2016. Nuestro sector tiene presencia en universidades; Juventud Rebelde dirige las federaciones estudiantiles de la Universidad Alberto Hurtado, la Utem y la Universidad Central. Ganamos además el centro de estudiantes del Liceo Lastarria con una organización ‘rojinegra’ que se llama Ofensiva Secundaria, y hace unos días esta misma fuerza triunfó en el centro de estudiantes del Internado Nacional Barros Arana».

¿En qué se diferencian ustedes del llamado bloque de conducción?

«Al igual que Izquierda Autónoma o Izquierda Libertaria, hacemos una crítica al sistema neoliberal. Pero la principal diferencia tiene que ver con que ellos proponen fortalecer el Estado, para transitar del actual Estado subsidiario a otro garante o de bienestar. Nosotros decimos que en este momento el Estado seguirá siendo un instrumento de dominación del sistema neoliberal, tal como ha sido establecido por la Constitución de la dictadura, con elecciones que no permiten participar ni menos ganar a las mayorías sociales. Nosotros no estamos por fortalecer el Estado neoliberal ni por participar en las elecciones que se realicen dentro de sus marcos.

Tampoco vamos a ocupar nuestros cargos en el movimiento estudiantil para utilizarlos de trampolín en una eventual participación electoral, ni estamos disponibles para repetir experiencias fracasadas como fueron las candidaturas presidenciales de Marcel Claude y Roxana Miranda.

Nuestros oponentes tienen financiamiento millonario, tienen una Constitución hecha por Pinochet, y a partir de esos medios, ellos fijan las condiciones. No somos por principio contrarios a las elecciones, pero entendemos que en este momento las reglas del juego no nos permiten todavía constituir una alternativa competitiva».

RECHAZO AL PROCESO CONSTITUYENTE

¿Cuál es la táctica de la JR para terminar con el Estado neoliberal?

«Estamos realizando continuamente ejercicios de soberanía popular y local e impulsando la idea del control social comunitario de las instituciones. En experiencias como las de Freirina o Huasco, vimos cómo la ciudadanía se empoderaba de una crítica profunda a los empresarios por su responsabilidad en la contaminación ambiental; pero también esa crítica se extendió hacia el Estado, representado por municipios o parlamentarios, que no ofrecen soluciones concretas a sus problemas. Estas comunidades aprendieron que lo que les ocurra en casos como estos dependerá de lo que consiga el pueblo organizado y no de la buena voluntad del Estado o de los empresarios privados».

¿Van a participar en el proceso constituyente?

«Estamos de acuerdo con el cambio de la Constitución, pero diferimos en cuanto a la forma de llegar a ese objetivo. Antes de hablar de la Constitución o de elecciones, debemos dar un salto cualitativo para la construcción de un movimiento popular potente, que sea capaz de movilizar al país desde los sindicatos, las poblaciones, las empresas o los centros de estudio, para buscar el cambio de la institucionalidad en su conjunto.

Lo que el gobierno llama proceso constituyente es una cortina de humo. Se nos dice, participa; pero sin plazos ni incidencia real. Es una burla, ya que por esa vía serán los mismos de siempre quienes decidirán el futuro de todo Chile. Por otra parte está lo que otros sectores de Izquierda han denominado Asamblea Constituyente, que tendría un contenido más popular. Nosotros también escapamos de esa posición, porque hablar hoy de Asamblea Constituyente es un volador de luces. Para nosotros es más real y concreto organizarnos y pelear una nueva institucionalidad desde los conflictos de la sociedad, que pensar ilusamente que el sistema nos va a dejar que modifiquemos la Constitución actual».

Muchos jóvenes son muy radicales mientras dura su paso por la universidad, pero cuando entran a la vida laboral comienzan a pensar y actuar distinto.

«Eso sucede porque algunos grupos políticos entienden el movimiento estudiantil centrado en sí mismo. Nosotros, por el contrario, lo asumimos desde una perspectiva de clase y vinculado a otros actores sociales. Mientras no se constituya un movimiento popular articulado, siempre estaremos en este círculo vicioso de lo meramente reivindicativo. A los estudiantes no nos sirve movilizarnos todos los años si no logramos articularnos con otros actores de la sociedad para producir una crisis de legitimidad importante del sistema en su conjunto».

BUSCANDO ACUERDOS

¿Ven ustedes urgencia para construir ahora una alternativa política al sistema?

«La urgencia de una alternativa de Izquierda en Chile deriva de la indignación de la gente ante la desigualdad y los abusos. Se está acumulando un gran descontento que en algún momento va a estallar. Lo importante para nosotros es prepararnos para ese momento. Para ello es fundamental un acuerdo programático de la Izquierda en cuatro o cinco puntos, para construir una alianza que nos permita movernos con flexibilidad y pragmatismo en las distintas coyunturas».

¿Cómo debe enfrentarse la despolitización existente?

«En 2011 hubo un antes y un después, y desde ahí se han instalado acciones más ofensivas de estudiantes, pobladores y trabajadores en la lucha por sus derechos. Los grupos sociales entienden mejor ahora que cuando tienes un problema, no te lo va a resolver el Estado ni las empresas privadas, y que la única opción efectiva para conseguir transformaciones es movilizarse.

Hay otras formas de entender la política, que pasan por reencantar a un pueblo que no se ve reflejado en los partidos actualmente existentes. Claramente hay un cambio de estado de ánimo y los chilenos ya no estamos dispuestos a aguantar los abusos. Ante la colusión del papel confort, la gente dejó de comprar a los coludidos y el hecho demuestra la decisión de no dejarse embaucar. Si la gente entendiera que esa misma colusión existe en el sistema de pensiones, en la salud y en la política, la situación podría ser distinta».

¿Cómo se relacionan ustedes con anteriores generaciones de revolucionarios?

«La dictadura produjo un quiebre generacional entre las organizaciones revolucionarias de los años setenta y las actuales. Cuando hablamos de la construcción de una alternativa de poder, consideramos el aporte de todas las generaciones. Las anteriores deben entender los nuevos métodos de movilización y las nuevas maneras de vivir la política. Hoy no sirve solo imprimir un panfleto, también hay nuevas opciones para comunicar nuestras ideas a la sociedad, como las redes sociales.

Tenemos mucho que aprender de aquellos que vivieron la Unidad Popular o la dictadura, pero hay que analizar también los errores cometidos y aprender de esos fracasos para la construcción de una exitosa alternativa socialista en el futuro».

Publicado en «Punto Final», edición Nº 843, 18 de diciembre, 2015

[email protected]

www.puntofinal.cl