«La cámara no es un obstáculo ¡Es uno mismo!», afirmaba la fotógrafa anarquista Kati Horna (Budapest, 1912-Ciudad de México, 2000). Pertrechada con una «Rolleiflex» que se adecuaba sobre todo a los primeros planos y retratos, Kati Deutsch Blau captó el día a día de las colectividades en Aragón, la resistencia popular en Madrid, la Barcelona […]
«La cámara no es un obstáculo ¡Es uno mismo!», afirmaba la fotógrafa anarquista Kati Horna (Budapest, 1912-Ciudad de México, 2000). Pertrechada con una «Rolleiflex» que se adecuaba sobre todo a los primeros planos y retratos, Kati Deutsch Blau captó el día a día de las colectividades en Aragón, la resistencia popular en Madrid, la Barcelona revolucionaria, la retaguardia en Valencia o las iglesias y edificios ocupados. Recorrió con su cámara la España en guerra del periodo 1937-1939. Ella se consideró una «obrera de la fotografía», que nunca publicó en las grandes revistas internacionales de la época. No quiso grandes exposiciones, y concedió muy pocas entrevistas. Eligió en cambio, para sus fotos y carteles, las revistas de ideología anarquista como «Umbral», «Libre Studio», «Tierra y Libertad» o «Mujeres Libres».
Casi un siglo después que Roger Fenton fotografiara la Guerra de Crimea, en un viaje financiado por el Estado británico y en el que «blanqueó» las miserias del conflicto, la guerra civil española congregó a fotorreporteros de la talla de Robert Capa, Gerda Taro, Tina Modotti o Cartier-Bresson, que compaginaban trabajo y compromiso político. Las imágenes gráficas llegaban a los periódicos de todo el mundo, a lo que contribuyeron cámaras más ligeras y compactas -la Leica o la Rolleiflex-, así como películas más sensibles. Pero a diferencia de otros próceres de la fotografía, Kati Horna no se centró en las hazañas bélicas, en la violencia y la acción, sino en los sentimientos y la intimidad de los personajes retratados.
La CGT del País Valencià organiza la exposición titulada «La mirada de Kati Horna. Guerra y Revolución (1936-1939)», integrada por 98 fotografías y ocho paneles que se muestran al público hasta el 22 de enero en el Centre del Carme de Valencia. La reportera cedió en 1979 al Ministerio de Cultura los 270 negativos de su trabajo sobre la guerra que logró llevarse a Francia. Actualmente los negativos se conservan en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. El catálogo de la muestra, coordinada por José María Oterino, recuerda la relación estética y de amistad que Kati Horna mantuvo en Budapest, durante su juventud, con artistas e intelectuales vinculados al «constructivismo». El artista Lajos Kássak influyó en aquellos jóvenes con tendencias de vanguardia. A algunos de ellos, Emerico Weisz (Chiki) y Endre Friedmann (Robert Cappa), Kati Horna se los volvería a encontrar en la guerra de España. Trabajaban de fotorreporteros. La fotógrafa anarquista se desplazó por la zona republicana -Aragón, Barcelona, Valencia, Andalucía, La Mancha y Madrid- para realizar un álbum de instantáneas sobre el movimiento libertario, destinado a la propaganda exterior. Se trata de fotografías «tomadas con el consentimiento de los retratados, con encuadres que se alejan de la frontalidad», destaca Lidia Hernández Cueto en el catálogo. «Cada foto parece que esconde un secreto».
El apellido por el que fue conocida proviene de su marido, el pintor y escultor José Horna, a quien conoció en 1938 en la revista «Umbral». En 1939, poco antes de que finalizara la guerra, la reportera volvió a París (allí se había trasladado en 1933, cuando la capital gala se convertía en un hervidero de emigrantes alemanes y húngaros que huían del nazismo). Al atravesar la frontera, José resultó detenido e internado en un campo de concentración, de donde Kati Deutsch Blau le consiguió sacar. Debido a la amenaza del régimen nazi, demandaron asilo en Hungría y en México. En este país, el presidente Lázaro Cárdenas brindó acogida después de 1939 a miles de republicanos españoles.
La fotógrafa vivirá en México 60 años, hasta su muerte en el año 2000. Pero en la primera parte de su vida, esta mujer libertaria e hija de una familia burguesa judía recorrió el mundo sin pausa. A los 18 años llegó a Berlín, tras empaparse en los círculos artísticos de Lajos Kassák en Budapest. En la capital alemana se relacionó con el grupo cercano a Bertolt Brecht y la escuela de arquitectura Bauhaus. Tres años después retorna a Hungría, al ser testigo de las quemas públicas de libros promovidas por el nazismo. En Budapest, continúa su formación en el taller del fotógrafo József Pécsi y adquiere su primera «Rolleiflex». Recala después en París, donde trabaja en la Agence Photo, realiza «collages», fotomontajes y es influida por el surrealismo (compone huevos que se transforman en Hitler). En el exilio mexicano desplegó buena parte de su obra. Y, como si cerrara el círculo, en Ciudad de Mexico volvió al fotomontaje, como los que hizo para la cartelería de la República española o las historietas de París.
El talento de Kati Horna se revela en testimonios (gráficos) como el de las colectividades: «Se trata de «un nuevo mundo que está surgiendo», subraya la secretaria general de la CGT-País Valencià, Emilia Moreno. En Aragón, la fotógrafa retrata iglesias que se transforman en hospitales o almacenes; en el País Valenciano, trabajadores que colectivizan arrozales; y por todo el estado español, la autoorganización de comedores populares, escuelas y ateneos. El Instituto de la Reforma Agraria contabilizó más de 2.000 colectividades en el campo español, destaca Oterino.
La exposición de la CGT muestra fotografías del frente de Aragón, poblaciones en el camino de Madrid a Alcalá de Henares, paredes con carteles en las afueras de Barcelona o los arrozales colectivizados en Silla (Valencia). El espectador también puede acercarse a la imagen de una reunión en el local de la organización feminista «Mujeres Libres», en Valencia. La reportera paseó su cámara por colectividades como la de Monzón (Huesca), levantada en 1936 con la participación de 450 personas; dos años después, fue liquidada por el bando fascista. Los paneles de la exposición recogen el testimonio de José Porquet, tesorero de la colectividad de Monzón: «Tras una reunión de los compañeros de la CNT, el 19 de julio ocupamos la ciudad e impedimos la sublevación de la Guardia Civil; después se participó en el movimiento de liberación de la comarca».
En la retaguardia toma el pulso de mercados, calles y escaparates de los comercios. Muestra el desabastecimiento de las ciudades, la realidad de las cartillas de racionamiento, los refugios antiaéreos y los bombardeos sobre la población civil. Nada más llegar a España, en abril de 1937, Kati Horna se encamina al frente de Aragón, donde las columnas de voluntarios anarquistas fueron «militarizadas» y convertidas en Divisiones del ejército republicano. En el Monte Aragón y Monte Carrascal retrata la primera línea de artillería y a milicianos de la Columna Ascaso (llamada 28 División tras el Decreto de «militarización). «De este grupo de fotografías realizadas en Aragón -apunta José María Oterino-, sólo tres son de combatientes en el momento de la lucha; el resto, corresponden a la vida cotidiana en el frente». Puede observarse a soldados leyendo, redactando cartas a sus familias, afeitándose o posando ante la cámara.
Sin embargo, en la Batalla de Teruel cambia el tono: del intimismo a la fotografía de la devastación. Da fe de ello la imagen de la evacuación de civiles y la entrada de milicianos, la Plaza del Torico desierta, calles ocupadas por grupos de soldados y, en resumen, una ciudad «fantasma». Pero la cotidianidad vuelve a otro de los bloques de la exposición, el de los refugiados y los centros de acogida. La mayor parte de estas fotografías, tomadas en la Casa de la Maternidad de Vélez Rubio (Almería) y el centro de acogida de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), surgen del trabajo en común de Kati Horna y una de las fundadoras de «Mujeres Libres», la escritora y poeta Lucía Sánchez Saornil. La esencia del retrato, captar la interioridad de rostros y miradas, ha caracterizado toda la obra de Kati Horna, desde los inicios en Budapest hasta el final en México. En los dos años de experiencia española retrata a políticos, sindicalistas, campesinas y milicianos. Entre otros a Mariano Vázquez, secretario general de la CNT; a la anarquista ruso-americana Emma Goldman; a Juan Peiró, ministro de Industria de la CNT; a Germinal Sousa, anarquista portugués y secretario peninsular de la FAI; al pintor y cartelista valenciano, José Borrás Casanova; y a la directora de la revista «Mujeres Libres», María Jiménez. Pero también a las niñas de Madrid…
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