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Geografía emancipadora versus geopolítica

La agonía de la noche

Fuentes: Rebelión

En memoria de Chico Mendes, Francisco Alves Mendes Filho, recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental brasileño. Luchador contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales sobre el Amazonas. Sindicalista de recolectores de caucho y conductores de camiones. Miembro del Consejo Nacional de los Recolectores de Caucho. Partícipe de la propuesta de […]

En memoria de Chico Mendes, Francisco Alves Mendes Filho, recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental brasileño. Luchador contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales sobre el Amazonas. Sindicalista de recolectores de caucho y conductores de camiones. Miembro del Consejo Nacional de los Recolectores de Caucho. Partícipe de la propuesta de Reservas Extractivas para los recolectores. Primer presidente de la Central Única dos Trabalhadores – ACRE. Chico Mendes fue asesinado el 22 de diciembre de 1988.

La segunda novela de Los subterráneos de la libertad, La agonía de la noche, comienza con la huelga los estibadores del puerto de Santos. La huelga se desata porque los estibadores se niegan cargar el café regalado por el gobierno de Getúlio Vargas a los falangistas dirigidos por Franco, en plena guerra civil española. Un barco alemán, izada la bandera nazi, espera en el puerto la carga. La huelga, el negarse a cargar el café, es una muestra de solidaridad de la ciudad roja, Santos, a los compañeros comunistas, republicanos, anarquistas, voluntarios del mundo, que luchan contra al fascismo. El gobierno busca desesperadamente imponerse y obligar a los estibadores a cargar el café; lo hace sobre todo con métodos represivos, aunque intenta la coerción, buscando dialogar con los estibadores. Pero nada da resultado, hasta que se envía al ejército. Son los soldados los que finalmente cargan el café destinado a los fascistas españoles. La huelga de los estibadores es derrotada sangrientamente. En una manifestación de entierro de uno de los primeros caídos en el puerto, ante la metralla de los policías, la policía carga con todo, incluyendo a la policía montada que pisotea a los caídos. Es dramática la escena donde Inácia, la morena afro, flor del puerto, esposa de Doroteu, dirigente estibador y miembro del partido comunista, cae por salvar la bandera brasilera que cubría el ataúd del muerto. Cuando cae es pisoteada por los cabellos en el vientre, donde se gestaba el hijo. Inácia muere en el hospital ante los ojos atónitos de Doroteu, quien, a pedido de Inácia, le toca una canción alegre, acompañando su partida. A pesar de la derrota, el balance de João es positivo; dice, a pesar de la derrota, hemos abierto un agujero en la Constitución del Estado Novo, que prohíbe huelgas.

La narración de la novela es intensa, de comienzo a fin; en todos los escenarios, comenzando por el primero, desarrollado en el puerto; incluyendo los relativos a la algarabía festiva de la burguesía, en el salón de fiestas del hotel, donde se realiza una fiesta en honor del ministro de justicia. Es intenso en otros escenarios dramáticos; por ejemplo, la dura experiencia de Manuela, la bailarina, empujada por Paulo, el amante de alcurnia, y Shopel, el poeta descarnado, al escenario brillante del cabaret, cuando ella ama el ballet. Convertida en amante de Paulo, quien termina repitiendo la historia de su padre, Artur, casándose no con Manuela, sino con una sobria de la Comendadora la Torre, por la dote que deja la tía a la sobrina, Rosinha. La segunda novela de Los subterráneos de la libertad concluye con el aprendizaje de Manuela, aprendizaje de la lógicas perversas de la sociedad, aprendizaje de los montajes artificiales de la simulación simbólica dominante, aprendizaje de dónde se encuentra la verdadera amistad, el amor y la entrega, además del arte del ballet.

El relato de la huelga es sobrecogedor. La descripción es minuciosa, acompañada por reflexiones políticas, presentando distintos ángulos de los dramáticos hechos. En el contexto internacional se desataba una guerra en Europa, en la península ibérica, entre la República y el totalitarismo fascista, entre el proletariado y parte de la burguesía, que había decidido refugiarse en la violencia de los fusiles y en la forma política de la violencia descarnada. Esa guerra se da en Brasil, en un contexto nacional diferente, en una formación social atravesada por relaciones coloniales heredadas; se enfrentaba también el proletariado de las periferias del sistema-mundo capitalista contra un Estado corporativo, entrabado en la lucha de clases singular del país; Estado usado por la oligarquía para reprimir al fantasma del comunismo; Estado usado por la burguesía industrial que busca desarrollo económico; Estado usado por parte de las clases medias, que buscan movilidad social; Estado usado por parte del pueblo demandante, que busca una esperanza en la imagen carismática del caudillo. La represión a la huelga del puerto es sangrienta. Este es el comienzo del Estado Novo.

Santos ocupada por el Ejército. Como una ciudad de un país en guerra, conquistada por fuerzas enemigas. Bayonetas reluciendo al sol, ametralladoras en posición ante los tinglados del puerto, a la entrada de los barrios proletarios. Las escuelas transformadas en cuarteles, y en ellas, no ya la risa alegre de los niños, sino órdenes de los oficiales, gritos. Santos ocupada por las tropas del Ejército. Santos bajo la pesada bota de los soldados. En el mundo se hablaba de guerra, en España, hogueras encendidas. Los japoneses saqueando China; cadáveres pudriéndose en el Chaco. Por el mundo se arrastraba la guerra. ¿Pero esos soldados, fusiles, ametralladoras, esos clarines, cornetas, tambores retumbantes, esas órdenes del día repetidas, contra qué otros soldados se levantaban? ¿Qué terribles enemigos, qué Ejército, qué tropas invasoras, qué crueles adversarios viene a combatir el ejército brasileño, qué ávidos extranjeros amenazan a la patria que esos soldados han jurado defender? ¿Dónde se esconden esos enemigos extranjeros? ¿Dónde están sus tanques, sus cañones, sus batallones y regimientos? ¿Contra quién se alzan las armas brasileñas, por qué está la ciudad de Santos ocupada, convertida en plaza de guerra, gimiendo bajo la bota de los soldados? Para el coronel-comandante de la ciudad, nombrado por el gobierno federal, aquellos hombres contra quienes conduce a sus valientes soldados brasileños son los peores enemigos. No, no son los alemanes de Hitler, hablando de transformar al Sur del Brasil en una colonia septentrional del III Reich. Contra ésos nada tiene el coronel, dirigente de la Acción Integralista, con ellos sueña marchar en guerra contra Rusia, a ganar sus estrellas de general. No, no son los ricos yanquis masticando chicle y las riquezas minerales de la patria. Contra ésos nada tiene el coronel, americanos somos todos, y este país es grande y rico, sobra espacio y riqueza para todos, para alemanes y para norteamericanos. No, no son los rubios ingleses, cuyo navío de guerra ha anclado amenazador en el puerto para mejor guardar el capital que les queda en los ferrocarriles, en aquellos tinglados ocupados de los muelles de Santos. Contra ellos nada tiene el coronel, durante mucho tiempo este país fue casi de ellos, vamos a dejarlos con sus restos de riqueza, blancos son ellos también, de nuestra misma familia de arios. No, no es contra ese navío de guerra, de bandera inglesa e intenciones de desembarco, contra quien el integralista piensa lanzar a sus soldados brasileños. Aún ayer cenó en el barco, hizo chasquear la lengua satisfecha en homenaje al sabor escocés de aquel güisqui delicioso. Cambió unos brindis con los oficiales británicos, bebiendo por la derrota de sus comunes e implacables enemigos. ¿Contra quién, pues, dirige el coronel sus armas brasileñas, contra quién manda a sus soldados? En las casas pobres de aquellos barrios sucios, sin comida para los hijos, sin dinero para pagar los alquileres, los cinturones apretando las barrigas flacas, ellos son los temidos enemigos contra quienes establece el coronel sus planes campaña. No visten uniformes, ni calzan botas, ni gorra militar, no tienen pistolas, ni fusiles, ni ametralladoras, no tienen armas los temibles enemigos. No tienen armas, a no ser una llama interior que crece en sus pechos: la solidaridad que entre sí se deben los trabajadores. Contra estibadores en huelga, descargadores, ensacadores, contra los trabajadores de las fábricas solidarios con ellos, contra los marineros de los remolcadores, contra la hambrienta población obrera traza el táctico coronel sus planes de campaña, dicta el estratégico coronel sus órdenes de mando. Se llama proletariado el enemigo peligroso, la huelga fue su temeraria acción de guerra; el crimen que hay que castigar con las armas de los soldados fue el no haber cargado un barco con café robado al pueblo para ofrecerlo a un asesino de poetas y de obreros. Su crimen fue amar a otros pobres como ellos, fue amar a su patria oprimida, no querer mezclar su nombre con los crímenes falangistas al otro lado del mar. Por eso están las cárceles abarrotadas, por eso fueron torturados y corrió sangre abundante por las calles. Por eso dispararon contra ellos los desalmados inspectores de la policía secreta, los técnicos de la lucha contra el comunismo, contra las huelgas, contra los movimientos proletarios. Encerraron entonces a decenas de huelguistas en los calabozos, amontonados como fardos en la bodega de un navío, los cuerpos deshechos a porrazos; y aquellos enemigos temibles no se rindieron. Mandaron después a la policía militar, a las patrullas a caballo, como refuerzo para la policía. Barrieron a balazos los muelles, y allí cayó Bartolomeu. Lanzaron a los caballos contra su entierro, lo disolvieron aplastando con sus cascos a los obreros, muchos más cayeron junto a su ataúd. En las batallas de esa guerra extraña, sólo uno disparaba, tenía pistolas, ametralladoras, soldados a caballo. Los otros tenían una llama interior que les crecía en el pecho. Una negra cayó bajo los caballos, era la flor del puerto de Santos, la perfecta negra Inácia, y primero asesinaron al hijo que llevaba en el vientre. La sangre corrió por las alcantarillas, centenares y centenares llenaron de nuevo las cárceles, sobre ellos vibraron nuevos latigazos, nuevas porras de goma pesadas como plomo. Tenían sólo la llama de una idea, un solidario fuego, y no se rindieron esos temibles enemigos. Vino entonces el Ejército, el coronel con sus soldados. Sus objetivos eran claros y precisos: cargar el café en el barco nazi, ayudar al general Francisco Franco, que combatía en España al mismo enemigo alzado en Santos. El coronel integralista obligó a sus soldados a cargar el barco. Cargado el barco, quedaba sólo acabar con la huelga. Bastaba colocar tras cada huelguista irreductible a un soldado con bayoneta calada y, con este argumento respetable, hacerle marchar hasta el muelle a trabajar. Mantener los ojos vigilantes y la mano alerta en el gatillo de la ametralladora para impedir cualquier protesta tras haberles forzado a trabajar. Un soldado con fusil tras cada obrero… Y terminada la huelga, el coronel volvería a Rio a recibir las felicitaciones, quizá el ascenso. Lo que no habían conseguido el hambre, el látigo, las patas de los caballos, lo había conseguido el coronel integralista. No tenía más que dar unas órdenes, claras y precisas órdenes militares. Así lo explicó el coronel integralista indicando al joven capitán la relación completa de los domicilios de los huelguistas, trabajo de la policía: -Los soldados los traerán de sus casas, otros vendrán directamente de las cárceles a los muelles; vendrán todos, menos los jefes y los extranjeros. A esos malditos les llevaremos a la isla Fernando de Noronha. Manos a la obra: ponga a un soldado armado detrás de cada uno de esos canallas. El capitán no era integralista, era sólo un capitán del Ejército, jamás se había interesado por la política. Tenía el orgullo de sus estrellas y deseaba honrar su uniforme. No le gustaba ver en el puerto aquel barco inglés, sus cañones apuntando a la ciudad, le parecía una afrenta a su patria. No le gustaban tampoco esas órdenes que recibía de arrancar de sus casas a los obreros, de llevarlos al trabajo a la fuerza. Hubo un tiempo, allá durante el Imperio, en que empleaban al Ejército para cazar esclavos. Los oficiales dijeron: «No somos jefes de bandas defacinerosos». Y se negaron a enviar a sus hombres a cazar a los negros huidos de los señores de los ingenios. ¿No pasaba ahora lo mismo? ¿Para eso había ido a la Academia Militar y había estudiado táctica y estrategia, había hecho solemne juramento a la bandera? Había soñado siempre con el fuego de los combates, con el olor a pólvora, con la gloria sangrienta de las batallas. Y ahora se sentía defraudado; iba a verse convertido en un facineroso a la caza de obreros desarmados. En su honrado rostro se reflejó la repugnancia ante aquellas órdenes que le daba el coronel integralista con solemne voz de mando. -¿Qué piensa, capitán? -No es ésta la guerra con la que tanto he soñado. No son soldados enemigos. -No hay enemigo peor que esos malditos comunistas. Enemigos de Dios, de la Patria y de la Familia. Enemigos del orden establecido, gente que obedece órdenes del extranjero. Es un honor combatir contra ellos, capitán. Esto es una verdadera guerra. Se calló el coronel, feliz por su discurso. Se calló el capitán, nada convencido. En el silencio hostil buscó el coronel nuevos argumentos decisivos. Encontró uno, irrebatible: -Y aquí soy yo quien manda, y su deber es obedecer. Usted es militar y sabe qué es una orden. Le he dado una orden y usted no tiene por qué discutirla. El capitán se puso firmes. «Un militar tiene que obedecer», pensó. -Puede irse, capitán. Eso ocurrió en Santos, ocupada por los soldados como una ciudad enemiga conquistada, al finalizar la huelga de los estibadores. Contra ella se alzaron fusiles, ametralladoras, contra ella se declaró la guerra. Era una guerra, sí, guerra de clases; era una ciudad enemiga, sí, enemiga de la constitución fascista, del Estado Novo, de las banderas nazis en los barcos, de los regalos de café a Franco. Ocupada por soldados, conquistada, pero no apagada la llama interior que la sustentaba. Así era Santos en aquellos días, aurora de la libertad empedernida, bandera desplegada al viento, roja ciudad comunista. Desde el enfoque del análisis estructuralista, se podría armar una estructura interpretativa a partir de oposiciones. El evento de la huelga, su principio, mediación y fin, se opone al golpe fascista de los integralitas, que tratan de tomar el palacio; pero, Getúlio Vargas resiste, es apoyado por el ejército. Los fascistas golpistas, aliados a los liberales descontentos, son derrotados. Una manifestación obrera y popular sale a las calles contra el golpe fascista, no en apoyo del gobierno de Getúlio Vargas, sino contra la conspiración de los integralistas, exigiendo, además, la apertura democrática. ¿El golpe fascista empuja a Getúlio Vargas más a posiciones populistas? Retomando otros escenarios narrativos de la novela, se puede decir que la fiesta de la burguesía en el hotel de la ciudad donde se reprimía a los huelguistas; algarabía cínica, pretendida burlona del movimiento de los estibadores; se opone a la inmensa soledad, tristeza y depresión en la que se encuentra Manuela, al ser obligada a abortar, tanto por Paulo, el amante cínico, y por su hermano, a quien admiraba, que también le aconsejó abortar, evitando así perjudicarse en sus negocios. La fiesta se opone a la soledad. Si bien hemos descartado hacer estos análisis literarios, esta vez desde el enfoque estructuralista – dijimos que dividir el texto, fragmentarlo, para después armarlo, como en un rompecabezas, es como dejar hecha hilachas la novela, convertida en objeto de estudio, para volverla armar en una hermenéutica analítica, esta vez estructural -, vamos a mostrar un ejemplo de una interpretación efectuada a partir de polarizaciones, para contrastarla con la interpretación perceptual, que busca el sentido inmanente. Esto se hace no para desvalorizar la interpretación, que nombramos provisionalmente, estructuralista, pues estos análisis, como dijimos no dejan de arrojar orientaciones en la lectura, sino para retomar este cuadro de clasificaciones, en un abordaje desde la perspectiva móvil de la percepción. Así como se ha definido una armadura cultural[1], desde el análisis estructuralista, así también, podemos, hipotéticamente, suponer una armadura pasional. Una armadura pasional que interpreta el cosmos social desde la estructura de los sentimientos. Una sociedad podría ser leída, no sólo a partir de sus signos, sino a partir del cuadro de sus pasiones. Retomando el bosquejo de cuadro clasificatorio estructuralista, podemos contrastar pasiones; por ejemplo, las pasiones emancipatorias contrastan con las pasiones de dominación; así como las pasiones festivas se oponen a las pasiones depresivas. La armadura pasional interpreta el cosmos social a partir del cuadro de sus pasiones. Esta armadura pasional explicaría al cosmos social por la contradicción entre emancipación y dominación, por la contradicción entre festividad y soledad. La lucha entre emancipación y dominación desencadena dramas desgarradores, que anuncian la luz en el túnel[2]; la pugna entre festejo, bullicio, y soledad, silencio, desencadena el triste despojamiento de la inocencia; anuncia el aprendizaje de la despojada y humillada de la cruda «realidad»; pero, también el aprendizaje de la amistad, la solidaridad y de la «ideología» de la emancipación. Desde la perspectiva de este enfoque, que hemos llamado, provisionalmente, estructuralista, la novela sería una armadura pasional que interpreta el cosmos social a partir del contraste y polarización pasional. Claude Lévi-Strauss nos muestra en Mitológicas que la armadura cultural, compuesta por mitos, interpreta el cosmos y el bosque a partir del contraste entre fuerzas inmanentes. La narrativa mitológica supone que los desenlaces dados en la tierra, donde vive la gente, responden a los desenlaces dados en el cosmos. Hay como una antelación de una primera trama primordial, que se repite en la tierra, que la sufren los humanos. Si se quiere estamos ante una guerra cósmica, que se repite en la tierra, en las formas narradas por los mitos. Algo parecido a lo que interpretaban las sociedades antiguas en sus mitos; suponen que estamos ante una guerra entre dioses; los humanos sufren esta guerra de la manera que narran las leyendas. Esta interpretación estructuralista habría convertido al novelista en un intérprete de la armadura pasional del cosmos social, narrador que, de alguna manera, conjetura una guerra titánica entre figuras históricas, entre emancipación y dominación, y figuras psicosociales como la algarabía y el despojamiento, entre el festejo y la soledad. Lo que ocurriría en la tierra, entonces, es como una dialéctica social que responde a la dialéctica de la filosofía de la historia. Esta podría ser una orientación, una hipótesis de partida, para adentrarnos a la composición de una interpretación perceptual de la novela. La interpretación desde la fenomenología de la percepción se sitúa en la intuición subversiva, en este caso del proletariado brasilero, que logra comprender el mundo, como constituido por las percepciones multitudinarias sociales, por las acciones desencadenadas; en la interpretación comunista, por la lucha de clases. La voluntad social constituye el mundo, transformándolo, a la vez de heredarlo. La voluntad del proletariado, es decir, las composiciones de plurales voluntades proletarias, de las multitudinarias dinámicas moleculares sociales, se convierte en una intervención o constelación de intervenciones que constituyen el mundo, lo transforman, a la vez de comprenderlo. Lo que hay del otro lado, por así decirlo, por parte de la burguesía, que es una composición social diferencial y singular, como dijimos, se da como una renuncia a la intuición social; se sustituye la percepción por la razón instrumental. Razón que busca conocer el mundo de acuerdo a sus condiciones y determinaciones; razón abstracta, en este caso operativa, que busca, con este conocimiento, con la ciencia y la tecnología, dominar los cuerpos, dominar la naturaleza. Si bien no toda la burguesía piensa de esta manera, no toda concibe el mundo racionalmente, pues estamos ante una burguesía heredera de prejuicios coloniales, prejuicios que se representan el mundo como pertenencia de los conquistadores, de todas maneras, es como el horizonte modernista de la burguesía, aunque este horizonte no sea alcanzado. ¿Qué podemos decir del getulismo, del populismo brasilero, de entonces? No es intuición subversiva, tampoco es, del todo racionalidad instrumental, aunque exprese claramente el «pragmatismo» político. La hipótesis interpretativa es la siguiente: La comprensión del mundo del populismo se conforma entre la intuición social y la racionalidad instrumental; deja de ser intuición social, no llega a ser racionalidad instrumental; sin embargo, el «pragmatismo» populista no deja de comprender desde las sensaciones, desde una lectura de las demandas sociales, aunque haya dejado la intuición social; por lo tanto, aunque se haya alejado de la comprensión integral de la totalidad. También el «pragmatismo» populista no deja de adivinar la significación de los conceptos de la racionalidad instrumental; por eso se pretende progresista, apuesta al desarrollo económico, a la revolución industrial. En este contexto espacio-temporal, ante las múltiples historias de rebeliones, de los pueblos, del proletariado, de lo nacional-popular, de los afrodescendientes, de los pueblos indígenas, por lo tanto, ante la crisis del Estado-nación, la dictadura militar, la impuesta por el golpe de Estado de 1964, recoge el proyecto de la burguesía industrial de desarrollo económico y revolución industrial. Llevando al extremo una solución política conservadora, salvando a los terratenientes, a las familias heredadas del Imperio, a las oligarquías locales, y, al mismo tiempo, impulsando una revolución industrial autoritaria, por la vía del Estado, impulsando el desarrollo económico por las vías oligárquicas. La geopolítica regional que elabora la Escuela Superior de Guerra es la expresión clara de esta vía escogida y pugnada. Otra hipótesis: La dictadura militar busca trasladar la guerra interna, la lucha de clases, hacia, si no es guerra externa, por lo menos es una expansión regional. La geopolítica regional se propone la dominación del espacio regional, persiguiendo, desesperadamente, trasladar las contradicciones internas a los escenarios de las contradicciones externas, geopolíticas. Se puede decir que, desde la implantación violenta de la dictadura militar (1964) hasta el inicio del periodo democrático (1985), hay como dos décadas de aplicación de la geopolítica regional, dos décadas de suspensión de la democracia, que son aprovechadas para realizar la revolución industrial autoritaria y el desarrollo económico oligárquico como nunca antes se lo había hecho, sobre todo en los periodos de gestión de Getúlio Vargas. No se puede decir que esta geopolítica se logre realizar regionalmente, aunque lo haya hecho parcialmente, al incorporar a la geografía política del Paraguay a la esfera de la irradiación geopolítica del Estado-nación del Brasil, aunque se haya intervenido en golpes, en planes cómplices con otros regímenes militares de Sud América, aunque haya habido apropiación de porciones territoriales. Lo que no quiere decir que la influencia del Estado del Brasil no haya crecido; todo lo contrario, la influencia económica y política ha crecido; empero, esto no significa, no corrobora, que la geopolítica regional, lo que Mauro Marini llama subimperialismo, se haya efectuado, en el sentido de su realización, aunque lo haya hecho parcialmente. Lo sugerente en la historia reciente, es que los gobiernos del PT, que emergen de las largas luchas sociales, que se consolidan en el poder mediante el ejercicio de la formalidad democrática, están en mucho mejores condiciones de realizar la geopolítica regional, aunque ya no se la conciba como subimperialismo. Todos los gobiernos progresistas de Sud América, han heredado, por así decirlo, de los gobiernos populistas del medio día del siglo XX, el racionalismo «pragmático»; igual que aquellos gobiernos postulan la revolución industrial y el desarrollo económico, como condiciones necesarias para satisfacer la demanda social. Entonces hay como un acuerdo sobre la integración económica; lo de la integración política forma parte de su discurso; pero, no del ejercicio práctico de sus políticas, salvo las simulaciones diplomáticas. El motor dinámico, operativo, de esta integración, que llamamos conservadora, también integración burguesa, opuesta a la integración emancipadora de los pueblos, es el Estado-nación del Brasil, su enorme economía, calificada por eso como potencia emergente. Una tercera hipótesis de interpretación es conveniente: Los neopopulismos contemporáneos, quizás, mejor dicho, de manera más directa, los gobiernos progresistas, no se circunscriben a los dos cuerpos del rey, a la pugna de los significados en el cuerpo significante del caudillo[3]. Cuando se traslada esta concurrencia de significados políticos a la geografía, convirtiéndola en el cuerpo-mapa donde se pugnan los significados geopolíticos, ya no estamos sólo en el nivel del símbolo del caudillo, sino en otro nivel, más complejo, más extenso, incluso más abstracto. Se pude decir que los gobiernos progresistas se han convertido en estructuras-caudillo, sistemas-caudillo. No es ya sólo el cuerpo del caudillo el que se disputa simbólicamente, tampoco solo es el mapa el que se disputa geopolíticamente, es una estructura, es un sistema, que llamaremos provisionalmente, socio-político. Programas, planificaciones, formación discursiva, partido masivo, casi nuevamente partido-Estado, proyecto político, se convierten en los dispositivos de disputa de las significaciones políticas. Las clases sociales intervienen en esta pugna, desplegando sus interpretaciones diferenciales de símbolos geopolíticos más complejos. Racionalismo «pragmático» Dijimos que el racionalismo «pragmático» populista no llega a ser racionalismo instrumental, tampoco ya es intuición social. Sin embargo, conserva una lectura sensible, aunque sea parcial y fragmentada, sin lograr integrar una percepción; es decir, sin lograr intuir la totalidad. Ante esta falencia, suple esta incapacidad de integración perceptual con la conjetura «ideológica» de telos racional; el fin de la historia, el desarrollo, el progreso, la revolución industrial y tecnológica. En sus mejores momentos el populismo se encuentra vinculado afectivamente a parte del pueblo, al pueblo demandante. Del populismo del que hablamos, el latinoamericano, no está inclinado a la teoría; empero si, a la retórica, a los discursos con-vocativos, sociales, nacionalistas, culturales. Los teóricos sobre este populismo suelen ser marxistas. En el caso de una valoración política positiva, el análisis marxistas tiende a ver el fenómeno populista como transición en la experiencia de la politización de las masas. En el caso de una desvalorización política, el análisis marxista no sólo encuentra en el populismo un reformismo peligroso, engañoso y obstaculizador, sino incluso ambigüedades que llevan al fascismo. Hay que tratar de analizar el fenómeno populista, sobre todo el populismo con-vocativo, el populismo que cuenta con apoyo social, no tanto desde los esquemas marxistas, que aunque ayuden a ubicarlo en coordenadas históricas, no dan cuenta de las relaciones afectivas que establece con parte del pueblo, que puede ser mayoritario. El populismo no se hace problema, no le incumben, con las tareas de las transformaciones estructurales, prefiere usar las estructuras para mejorar las condiciones sociales, para recuperar la soberanía, para lograr los objetivos planteados, que tienen que ver con el desarrollo nacional. Quizás esto sea un nivel y una forma de «pragmatismo»; sin embargo, no es tan fácil afirmarlo, pues el populismo, en su etapa inicial se complica. Quiere hacerlo todo, quiere resolverlo todo, incluso explicarlo todo, a partir de su «ideología» nacionalista. También quiere responder a la demanda social, al mismo tiempo que no está dispuesto a sacrificar a la burguesía, y en algunos casos ni a los terratenientes. Sin embargo hay que distinguir esta etapa inicial del populismo, de las siguientes, cuando no solamente se ve obligado a afrontar tareas administrativas, sino tareas políticas de conservación del poder. Es cuando se hace visible otras formas de «pragmatismo» más evidentes. También se pude decir que no es exactamente la misma composición del movimiento populista; los sectores más «pragmáticos» tienden a ganar preponderancia en las decisiones políticas. Para ilustrar, de una manera un tanto esquemática, podemos decir que, si al principio tenían importancia los «ideólogos» del populismo; después, estos, los «ideólogos» nacionalistas, serán desplazados, por decirlo crudamente, por los cínicos. Quienes prefieren los métodos y los procedimientos que consideran más eficaces para conservar el poder. En resumidas cuentas, estos métodos y procedimientos del «pragmatismo» descarnado reducen el mundo al juego de las apariencias, al montaje de los artificios, al engaño impactante. Es cuando el populismo no parce ya diferenciarse de los gobiernos que considera oligárquicos, salvo por su base social amplia, por la confianza que todavía le brindan las mayorías, ilusionándose con el recuerdo de los discursos iniciales. Es importante detenerse en este «pragmatismo» descarnado, correspondiente a la etapa de la consolidación del poder. No es difícil encontrar ejemplos al respecto, sobre todo en los perfiles de las políticas implementadas en esta fase; monetaristas, de austeridad, en el mejor de los casos, de inversión económica, sobre todo en la industria, acompañada por una relativa inversión social. El «pragmatismo» aparece cuando se indemniza a las empresas nacionalizadas, cuando se convocan nuevamente a los capitales internacionales, a pesar de que vayan acompañadas estas medidas con discursos sociales, nacionalistas y hasta antiimperialistas. Sin embargo, esta vez preferimos usar ejemplos más próximos del perfil de estos otros populistas, que en parte pueden proceder de antiguos estratos políticos de oportunistas, incluso de intelectuales conservadores, que se adecuan a las nuevas condiciones del poder. En la segunda novela de Los subterráneos de la libertad, nos encontramos con la figura de un intelectual conservador, diletante, que maneja información cosmopolita, quien expresa elocuentemente el cinismo ventilado por comediantes que llevan al extremo el «pragmatismo», hasta convertirlo en oportunismo abierto, justificando esta actitud con una concepción decadente del mundo. Ante la suave interpelación de Manuela en defensa del arte, en contra de la banalidad. El poeta Shopel le responde: -Eres realmente inocente, Manuela. No sabes nada de estos ambientes, de este condenado medio artístico… Apréndelo ahora, señora de la danza, y no lo olvides jamás: literatura y arte son sinónimos de prostitución. La inteligencia tiene en sí algo de prostituta. ¿Qué es una actriz de teatro? ¿Qué es un escritor? ¿Qué son una cantante, una bailarina? Nadie cree que pueda existir una que sea decente, que no se acueste con el primero que se lo pida. Y con los hombres, lo mismo: de una manera o de otra prostituimos nuestra inteligencia. Las mujeres comprando contratos con su cuerpo, comprando críticas, éxito… Los hombres, ¡ay, Manuela! Con los hombres es aún peor… Si uno es crítico literario tiene que cubrir de alabanzas el libro más infame cuando ha sido escrito por un político o por un millonario… Si es poeta, acaba como yo, metido en negocios, haciendo artículos de publicidad comercial. Si es novelista, trata de buscarse un empleo en una agencia de publicidad y acaba haciendo propaganda de dentífricos. El destino de los artistas es prostituirse de una manera o de otra. De eso no escapa nadie… Tú te estás prostituyendo ya al bailar en un casino. Cuando Manuela hace notar que eso le parece repugnante, además de considerarlo provisional, una fase en su preparación artista, Shopel le responde: -No es nada horrible, ¡oh flor de las Manuelas! El arte está por encima de las contingencias mediocres de la vida. Planea como una nube sobre la vida cotidiana. Las pequeñas reglas morales no se han hecho para nosotros… Nuestra tarea es escribir, danzar, cantar, actuar en el escenario, pintar para los pocos que pueden pagar nuestra inteligencia… Somos una especie de criados de lujo, tenemos también algo de payasos. Pero al mismo tiempo tenemos también nuestros privilegios. Podemos prostituirnos si nos da la gana, y nadie presta demasiada atención a eso. Al contrario, hasta se convierte en publicidad, en un factor del éxito. Mientras fui sólo poeta, Manuelinha, comiendo el pan de la miseria, el amargo pan del diablo, sólo un grupito de amigos, como Paulo, leían mis versos. Hoy, cuando ando metido en grandes negocios, todo el mundo me habla de mis poemas… Y siempre ha sido así… Antiguamente los artistas y escritores dependían de las casas nobles, de los príncipes, de los duques… Hoy se han acabado los aristócratas, y pertenecemos a los banqueros, a los industriales, a los financieros. Manuela discute, le parece todo esto una prostitución, por lo tanto desaprueba esta concepción. Shopel insiste con sus argumentos: -Exactamente. Tienes razón… Todos somos una especie de rameras vendiendo nuestra inteligencia… -Pero ¿por qué eso es así? -Manuela movía la cabeza desorientada-. ¿Por qué hay que venderse? Yo siempre he querido bailar, tengo necesidad de bailar, pero nunca pensé en el dinero que podría ganar con esto. Os lo juro, nunca. En lo que pensé siempre es en bailar para todo el mundo, y me es igual si pueden pagar o no, eso no me importa… Me gusta bailar también cuando estoy sola. Es mi manera de decir lo que siento, lo que me pasa… Cuando bailaba ayer en el casino, tuve que cerrar los ojos para poder continuar… Cerré los ojos y pensé que estaba sola, o que estaba en un tablado, en un inmenso estadio lleno de gente… Sólo así puedo danzar… A Shopel lo que le decía Manuela le parce de una enorme candidez, de una sencilla inocencia; Retoma su perorata y concluye: -El arte es mentira, hija mía. Esto es un tópico, pero es verdad. Y cuanto más mentira es, más hermosa la obra… Aunque no se hable aquí de política sino de arte, el relato es ejemplar para mostrar una manera cínica de pensar o por lo menos de exponer sus pensamientos. Sobre todo para mostrar el perfil de una personalidad descarnada, que precisamente juega un papel indecoroso, al ser como el «palo blanco» del banquero, que monta una gran empresa extractiva de manganeso en el Valle del Río Salgado, y ser también un escritor cuya retórica apunta a ensalzar estos emprendimientos. Para Shopel el arte es una mentira, y cuanto más mentira es, más hermosa la obra. Para Shopel prácticamente no hay diferencia entre el ballet y la danza de cabaret; ambas se prostituyen. Le dice a Manuela que el arte está por encima de las contingencias mediocres, encima de las reglas morales, que la tarea de los escritores y artistas es escribir para quienes puede pagar. Le dice: Somos una especie de criados de lujo, tenemos también algo de payasos. El privilegio de los artistas y escritores es que pueden prostituirse cuando les da la gana; además esto es bien visto por y en la publicidad. Le dice también afirmando esta concepción en una noción de pertenencia: y pertenecemos a los banqueros, a los industriales, a los financieros. La tesis de Shopel se resume al siguiente enunciado: literatura y arte son sinónimos de prostitución. La inteligencia tiene en sí algo de prostituta. Si la concepción cínica sobre el arte es esta que reduce el arte a la imitación, sobre todo al juego de engaño, basado en su efecto de impresión, ¿qué pude decir sobre la política esta concepción «pragmática»? ¿Si el arte es prostitución, que es la política? La política es el mercado mismo de la prostitución. No es de ninguna manera extraño que personajes con este perfil cínico, aunque lo expresen de distintas maneras, con toda la variedad de las formas, desde las más crudas hasta las más sutiles, sean los que se enreden en prácticas corrosivas, en relaciones clientelares, en actividades de corrupción; lo que hemos llamado economía política del chantaje. Para ellos la política tiene esa utilidad, de lo contrario no tiene sentido. Estos personajes están muy lejos de cualquier apego a cualquier aire que se parezca al romanticismo. Mas bien, critican cualquier señal que anuncie esta inclinación sentimental, que les parece ingenua. En la etapa más «pragmática» del populismo, la economía política del chantaje se extiende alarmantemente, casi hasta copar todo el Estado, incluso hasta corroer las relaciones de cohesión de la sociedad. Estos gobiernos, que cuentan con apoyo social, que se hallan legitimados por la confianza crédula de la mayoría del pueblo, no son vencidos por sus contrincantes, sino se derrumban en su propia podredumbre. Si bien la práctica política institucional no deja de estar atravesada por prácticas de poder paralelas, no institucionales, que la corrupción es inherente al poder, lo notorio es que estas prácticas se incrementan y extienden compulsivamente, como queriendo sustituir la cohesión social por la complicidad masiva. Estos personajes están dispuestos a todo, han suspendido todo escrúpulo, pueden un día hablar, haciendo gala de la forma retórica, con la pose más radical, pueden, al otro día, hablar como los más contumaces reformistas, pueden combinar todo esto con un nacionalismo chauvinsta, pueden, incluso después de haberse declarado «revolucionarios» radicales, reconocerse como católicos apostólicos y romanos. Todo vale; ellos son los que llevan adelante eso de el fin justifica los medios, que se le moteja a Nicolás Maquiavelo, cuando este primordial analista político nunca planteó semejante tesis. En el siglo XXI han reaparecido los populismo, llamados neopopulismo; han aparecido en formas combinadas. Retoman las imágenes de las tradiciones socialistas; sólo las imágenes, pues están lejos de dedicarse a estudiar las historias de las teorías y los debates socialistas. Algún caudillo puede declararse incluso como «marxista-leninista», sin necesidad de haber sido formado en estas tradiciones estoicas. Basta el juego de imágenes para heredar el «espíritu». Otros «marxistas» aplauden esta intrépida incorporación tardía a posiciones que para ellos son caras. Estos «marxistas» también han aprendido que el mejor método para llegar al poder es el «pragmatismo». En este caso, no son exactamente populistas, pues les falta lo que a los otros, los populistas les sobra, sus relaciones afectivas, paternales con el pueblo. No son queridos por el pueblo, por más esfuerzos que hagan, por más que se declaren consecuentes seguidores del «jefe», pues el pueblo demandante siempre los mira con sospecha. Estos «marxistas» también terminan formando su clientela, sus relaciones clientelares, que no son tan populares, como en el caso de las clientelas populistas, sino se trata de profesionales de clase media, que siguen creyendo que eso, lo que hace el «marxista», es parte del procedimiento por etapas del proceso «revolucionario». Entonces, entre ambos, populistas y «marxistas», se termina conformando una retórica abigarrada, donde se combinan anhelos populares por el padre perdido y promesas socialistas. Por eso, podemos decir, que el fenómeno contemporáneo del neo-populismo, de los gobiernos progresistas, no corresponde exactamente a las manifestaciones dramáticas del caudillo con-vocativo, sino ya ha adquirido formas más complejas y combinadas, ciertamente sin dejar de expresar la herencia clientelar del «viejo» populismo. Solo que ahora se presenta como programa-caudillo, movimiento-caudillo, estructura-caudillo, sistema-caudillo. Hay todavía otras formas de esta herencia populista. Una de las más sugerentes es la que neo-reformismo, usando nuevamente neologismos. Después de una larga historia organizacional, de articular un partido sindical, acompañado por las tradiciones interpeladores y críticas de un campo intelectual marxista, cuando el partido no solo se transforma en un partido de masas, sino en un partido-sociedad, siendo incluso una sociedad dentro de la sociedad, representada en el Estado-nación, cuando llega a ocupar los espacios de la fabulosa maquinaria del Estado, a pesar de haberse constituido en su distanciamiento a las formas seductoras del populismo, optando, más bien, por la formación, termina construyendo una forma de hacer política, desde el gobierno, que tiene analogías sobresalientes con las formas edulcorantes populistas. Todas las formas del populismo latinoamericano, basado en relaciones clientelares, son formas de dominación. Las formas combinadas del populismo, por ejemplo con discursos retóricos «marxistas» no dejan de ser formas de dominación. La forma de gobierno de un partido-sindicato, de un partido-sociedad, de un partido-Estado, si bien responde a una forma organizacional y formativa, en sus distintas tonalidades, no deja de ser forma de dominación, pues termina por optar por la retórica política y la seducción populista, en vez de realizar transformaciones estructurales e institucionales, desmantelando las dominaciones múltiples que atraviesan los cuerpos sociales.

[1] Ver Mitológicas de Claude Levi-Straus; tomos I-IV. Siglo XXI; México 1976.

[2] Título de la tercera novela de Los subterráneos de la libertad.

[3] Ver Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. De Ernst H. Kantorowicz. Akal; Madrid.

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