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Sales y soles

La amarga condena

Fuentes: Gara

Pocas veces he pisado la cárcel y las que lo he hecho, por suerte, siempre he ido de visita. Entrar y salir. Todas las prisiones se parecen. La misma mazmorra. Un cementerio de gente viva. Dime qué cárceles tienes, cómo tratas a tus maleantes, y te diré quién eres. El calabozo no engaña. La cama […]

Pocas veces he pisado la cárcel y las que lo he hecho, por suerte, siempre he ido de visita. Entrar y salir. Todas las prisiones se parecen. La misma mazmorra. Un cementerio de gente viva. Dime qué cárceles tienes, cómo tratas a tus maleantes, y te diré quién eres. El calabozo no engaña.

La cama de agua. En Reino Unido, el ministro de Justicia, Jack Straw, anunció el año pasado la construcción de nuevas prisiones, las más grandes de Europa, con capacidad para 10.500 presos. Los delincuentes se multiplican y las cárceles actuales, con 82.000 plazas, hace tiempo que están saturadas. «Los cambios en la política de penas y las prácticas que han llevado a condenas más largas, han contribuido de manera significativa en el inesperado y no planeado aumento del número de presos», señala un informe del Comité de Justicia de la Cámara de los Comunes. El hacinamiento en los presidios británicos es tal que los presos duermen hasta en los lavabos, reconocía hace unos días el Cuerpo de Inspección de Prisiones. En la cárcel de Doncaster, por ejemplo, la empresa privada que gestiona el penal ha colocado camas extras en los baños de las celdas.

La huelga de hambre. En algunas prisiones dejar de comer para reclamar tus derechos no es buena idea. Le haces un favor al gobierno. En la cárcel central de Mbuji Mayi, en la República Democrática del Congo (RDC), han muerto de hambre veintiséis presos sólo en lo que va de año. Los últimos cuatro, el pasado 13 de julio, «por una malnutrición severa». No se trata de algo excepcional. La Misión de Naciones Unidas en la RDC (MONUC) denuncia que la situación es similar en todas las cárceles del país. «Muchos de los muertos estaban en prisión preventiva y por tanto gozaban de la presunción de inocencia», revelan desde el Área de Derechos Humanos de la MONUC. La lentitud de los procedimientos legales agiliza el trabajo de los jueces. Muerto el perro…

El garbanzo negro. Hace tres años, en Sudáfrica, una Comisión Parlamentaria sobre Servicios Correccionales recorrió todos los penales del país. Entre sus descubrimientos, uno sorprendente, aterrador: los 18.000 menores de edad sudafricanos encerrados en prisión eran negros. «No hemos encontrado un solo chico blanco», explicó Dennis Bloem, miembro de la Comisión. «Es imposible que los menores blancos no infrinjan la ley, los niños son siempre niños y son todos iguales». Para Bloem, los jóvenes delincuentes blancos «son favorecidos en los tribunales por los magistrados y los jueces». La prisión selectiva, otro privilegio de los más pobres.