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La amenaza social hace temblar La Moneda

Fuentes: Rebelión

Hace mucho tiempo que, en Chile, no se vivía, en términos políticos, un invierno tan entretenido. A las constantes movilizaciones, cada vez más masivas, a las cuales los chilenos ya nos empezamos a acostumbrar, debemos agregarle el sabroso condimento que le pone, a la realidad social del país, el «inexperto» manejo comunicacional y político de […]


Hace mucho tiempo que, en Chile, no se vivía, en términos políticos, un invierno tan entretenido. A las constantes movilizaciones, cada vez más masivas, a las cuales los chilenos ya nos empezamos a acostumbrar, debemos agregarle el sabroso condimento que le pone, a la realidad social del país, el «inexperto» manejo comunicacional y político de este 4º gobierno de la Concertación.

Hace poco, con bombos y platillos, la Concertación, en su versión 4.0, anunciaba que el cambio que todos habían esperado con Lagos esta vez sí llegaría con Bachelet. Vestida como el doctor Allende, sacando sus fotos de los 70′, y manoseando su condición de «victima de la dictadura», la mujer presidenta asumió el gobierno con un musical de fondo interpretado por Miguel Bosé e Isamel Serrano. Todo se veía bonito.

Bastaron 3 meses, apenas 90 días para que la misma presidenta, gordita y de cara simpática, cambiara el tono de voz. «El gobierno está en una nueva etapa» declaró, nuevamente en cadena nacional, luego de enterarse de la baja en mas de 10 puntos de popularidad que sufrió su gobierno, en tan corto período.

Rápidamente se declaró la muerte del gobierno ciudadano. Y la verdad es que deberían hablar de aborto clandestino, porque de nacer, nacer, al gobierno ciudadano no se le vio ni un pelo en Chile. Hasta en ese sentido Lagos fue mas coherente; de Gobierno Ciudadano, participación y esas cosas, nada. «Aquí mando yo», decía sin tapujos.

Le siguieron varios anuncios y vueltas de mano. Y los primeros damnificados fueron sus mas leales servidores, sus ministros. A la calle por ineficientes. Eso si que en el nuevo estilo: con mano de mujer. No se levanta el dedo, ni se golpea la mesa. No. Se habla suavecito y se agradece el esfuerzo invitando a todo el mundo a tomarse un tecito y conversar como buenas personas.

Y, como guinda de la torta, parece que el gobierno ha inaugurado la temporada de ofertones sociales.

Como dice la derecha, las arcas fiscales están llenas por el dinero del cobre. Pero se deben gastar con eficiencia, y sobretodo con puntería, para revertir el resultado catastrófico de estos últimos meses.

Se trataría de diseñar una estrategia que permitiera sofocar las siguientes movilizaciones sociales con plata.

Ya podemos ver la primera demostración de este ejercicio en el ofertón de 223 mil subsidios habitacionales destinados a frenar el conflicto social que podría generar en Chile los problemas de la vivienda. O con anterioridad, los 136 millones de dólares destinados tanto a becas alimenticias y escolares, como a mejoramiento de infraestructura de los establecimientos educacionales, con los que se buscó frenar la legitimas demandas de los estudiantes secundarios.

El cambio de gabinete mas que la expresión de un reajuste, o «afinamiento de motores», como dicen en la Moneda, pareciera ser una medida desesperada por recuperar el control. Y como pasa a veces con los seres humanos, en casos de extrema tensión, se reacciona buscando la seguridad en aquello que funcionó, pero que dejamos atrás.

La llegada del nuevo-viejo ministro del Interior, Belisario Velasco (pasó 10 años en La Moneda, durante los dos primeros gobiernos de la concertación) es expresión de aquello.

Sacudiéndose el polvo, luego de un largo período de hibernación, anunció sin tapujos que bajo su mando se volvería a trabajar con los mismo mecanismos con los que, a principios de los 90′, se logró desarticular a los actores sociales del movimiento popular anti dictadura. Es decir: una mezcla entre trabajo con informantes pagados, negociaciones bajo cuerdas con los partidos de izquierda y represión política selectiva.

Tapar el sol con un dedo

Sin embargo cabe preguntarse si volver a recetas del pasado será la mejor opción. Y poder determinar el alcance de este momento debe necesariamente hacernos pensar en cuales son realmente los factores que están incidiendo en el actual momento político.

Podríamos llegar a preguntarnos si lo que vemos, los ruidos que sentimos de como cruje el barco de la «gobernabilidad social y política» no constituyen el anuncio de otro ciclo político para nuestro país.

Si lo que vivimos es una reconfiguración de la forma de hacer política en Chile que se han desarrollado durante los últimos 15 años, lo más probable es que las medidas adoptadas por la Moneda no sirvan. O incluso puedan llegar a tener un efecto contrario al deseado.

Como muestra, tenemos el caso de los secundarios. Con el objetivo de desarticular el movimiento estudiantil, en el momento en el cual solo eran 50 los liceos movilizados, el gobierno presionó a los partidos para que sus militantes quebraran la dirección del movimiento. No lo logró. Actuaron de manera de criminalizar al movimiento secundario utilizando en su contra tanto a los medios de comunicación, como recurriendo a la supuesta vinculación del movimiento con sectores políticos de la «ultraizquierda». No lo logró. Y por último, sacaron millones de las arcas del Estado para resolver las demandas. Y nuevamente no lo lograron. Mas bien el resultado fue inverso. De ser solo 50 liceos los movilizados pasaron a ser miles los establecimientos en lucha, solo en 3 o 4 días.

Si bien este ejemplo no puede ser extendido, ni entendido como la norma bajo la cual se mueve la lucha social en Chile, no es menos cierto de que por primera vez podemos hablar (después de la década de los 80′) de que distintos actores sociales parecen estar en una fase de expansión que no logra ser totalmente manejada desde el sistema de partidos políticos.

Incluso es más, las medidas que está tomando actualmente el gobierno, lejos de contener el conflicto social, pueden servir para agudizar y extender las demandas.

Si fuera así, tal vez hayamos llegado a un punto de inflexión en el modelo de gobernabilidad del «exitoso neoliberalismo chileno» y por lo tanto, desde la mirada del poder, llegó el momento de plantearse la necesidad de cambios estructurales.

A este cuadro interno no podemos dejar de agregar la presión adicional que genera sobre nuestro país la cada vez peor relación que tenemos con nuestros vecinos. Las opciones que están tomando los distintos gobiernos latinoamericanos empezarán, y ya lo están haciendo, a afectar la situación interna de Chile.

Podemos incluso preguntarnos cuanto más aguantará el modelo económico chileno la presión que genera los procesos de nacionalización comenzados por Bolivia y Ecuador; la política de fijación de precios de Argentina , o la nueva influencia del MERCOSUR con la incorporación de Venezuela. Todos estos son datos que están reconfigurando el escenario en donde se ha movido nuestro país. De ahí que resulte a estas alturas ridícula, por ejemplo, la negación de las autoridades chilenas a la implementación de un Royalty a las empresas mineras privadas de cobre que hace décadas que no pagan impuestos. Si las empresas trasnacionales no se van de Bolivia, Venezuela o Argentina, porque lo harían de Chile, si el Royalty es la medida mínima y más conservadora que se podría tomar en su contra. Este tipo de argumentos empiezan a tener cada vez más sentido para una población a la cual se le responde que la falta de recursos del fisco no le permite resolver los problemas sociales más urgentes.

No fue revolución «pingüina»

La eficacia de las medidas tomadas por el gobierno puede ponerse en cuestión. Sin embargo la actual incapacidad estructural de la clase política para mejorar sus condiciones de gobernabilidad puede hacer que se busquen nuevas salidas que les permitan recomponer su hasta ahora errático caminar.

Nuevamente si tomamos el ejemplo de la movilización de los estudiantes secundarios podemos observar que existe una clase política que es incapaz de manejarse en contextos de conflictividad social aguda. No fue solo el «difunto» ministro de Educación el que tuvo una mala actuación en el conflicto estudiantil. Fueron todos los que fallaron. Los que estaban a cargo de las gestiones políticas, el aparato comunicacional e incluso los ya famosos asesores del segundo piso. Ese poder oscuro que se esconde en la sombra.

Al contrario de lo que creen algunos, quienes están hoy en el gobierno probablemente no sean mejores, ni peores que los que estaban antes que ellos. Tiene la misma soberbia, la misma incapacidad de entender la política como algo mas que negociaciones de pasillos, la misma falta profesionalismo para resolver los problemas. Solo que esas falencias hoy quedan más a la vista porque el escenario parece estar cambiando, y pone más en evidencia su mediocridad.

Resulta patético ver como esta clase política se acomodó a la buena comida, los sillones de cuero y a manejar la política por celular. Eso ya no sirve cuando son miles los que se movilizan en las calles, representando a otros miles mas que aún no lo hacen, pero que los apoyan.

Le falta «escuela» a esta clase política. Los más viejos, los que vienen de los gloriosos 60′-70′ en su mayoría están o cerca de la jubilación o preocupados de los problemas de allá arriba, en los problemas del poder. Quienes ocuparon en su gran mayoría el aparato del Estado desde los 90′ fueron jóvenes profesionales que, con suerte, tenían algo de experiencia en las luchas universitarias. Existiendo también una gran cantidad de retornados que aprendieron a hacer política en el duro exilio de Estados Unidos o Europa.

La gobernabilidad de la cual gozaron durante casi dos décadas les permitió usufructuar del poder prácticamente sin encontrar contraparte, ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo social. Perdieron todo nexo con las organizaciones de base. Incluso se preocuparon sistemáticamente de cuestionar la validez de sus respectivas orgánicas políticas, criticando su estilo poco flexible, no acorde con los nuevos tiempos.

Es esa clase política, hecha gestión de gobierno la que se ve cada vez con mayores dificultades para ejercer su «muñeca» para controlar lo social.

Pero este cuadro no puede hacernos tener una lectura poco realista.

Repitiendo nuevamente, lo que nos dejó la movilización de los estudiantes es que sería un error tener en una visión exitista de las luchas sociales.

La movilización de los secundarios no fue una «Revolución Pinguina», como hasta hoy lo quieren mostrar algunos actores de la política de izquierda chilena. No se desmoronó el gobierno y la cuestionada Ley Orgánica Constitucional de Educación, LOCE, si bien quedó cuestionada, no cambió ni un ápice. Es más, dependiendo de como se den las cosas dicha ley podría salir fortalecida y relegitimada luego de su pasada por la Comisión de Educación creada por Bachelet.

Las grandes virtudes que tuvo esta movilización están más situadas en el develar lo profundamente inhumano del actual sistema neoliberal, que en mostrar un camino de transformación. Y sería ridículo pedir más que eso. Ya eso es mucho más de lo que otros movimientos habían logrado, y debemos estar agradecidos de que estos «cabros y cabras» nos removieran el cerebro y el corazón.

Sin embargo, justamente por lo profundo que pueden empezar a calar estos nuevos tiempos de movilización debemos esperar que estas incapacidades del gobierno busquen ser superadas a través de la incorporación de nuevos «cuadros sociales y políticos» que permitan actualizar los instrumentos de gobernabilidad del gobierno.

De ahí el riesgo para la izquierda. Sobre todo para la izquierda que empieza recién su camino de construcción.

Para los nuevos escenarios de conflictividad social que parecen avizorarse en el horizonte pareciera que ésta puede ser una de las medidas mas efectivas a tomar por el gobierno. Medida que, de resultar, vía pactos políticos formales, o a través de estrategias de acercamiento efectivo a los actores sociales en sus territorios, podría hipotecar las condiciones básicas para el surgimiento de actores político-sociales con capacidad de confrontación con la actual estructura del sistema de partidos políticos. Y por lo mismo, retrasar el sueño de muchos de poder volver a contar con proceso que permita no mejorar, sino construir una real alternativa al actual modelo neoliberal.

Por lo menos eso creemos quienes apostamos a que el surgimiento de los nuevos referentes dependen hoy más de la amplitud y legitimidad que logren las luchas sociales, que de los pactos teórico-políticos a los cuales puedan arribar distintas organizaciones políticas de izquierda militante.