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Según Víctor Pey

La apasionante vida del dueño de «Clarín»

Fuentes: Punto Final

Tras un proceso de quince años, el «caso Clarín «, ventilado en el tribunal internacional del Ciadi entre Víctor Pey y la fundación española Presidente Allende contra el Estado de Chile, está llegando a su fin. En diciembre el tribunal que dirime las diferencias entre inversionistas extranjeros y Estados receptores, falló a favor de Pey […]

Tras un proceso de quince años, el «caso Clarín «, ventilado en el tribunal internacional del Ciadi entre Víctor Pey y la fundación española Presidente Allende contra el Estado de Chile, está llegando a su fin. En diciembre el tribunal que dirime las diferencias entre inversionistas extranjeros y Estados receptores, falló a favor de Pey como legítimo dueño del legendario rotativo, a quien los gobiernos pasados denegaron justicia y lo discriminaron en cuanto inversionista extranjero. El Ciadi ordenó al Estado pagar de inmediato las costas del juicio a Víctor Pey, suma que asciende a unos 3,8 millones de dólares, y a conformar a la brevedad un nuevo tribunal con el único fin de determinar el monto de la indemnización que Víctor Pey debe recibir por Clarín .

El dueño de Clarín no es un inversionista cualquiera. Es un protagonista del siglo XX, combatiente antifascista en la España republicana, libertario hasta el día de hoy y un cercano colaborador y amigo del presidente Salvador Allende. Ingeniero, constructor de puentes y puertos, es también testigo directo de la política chilena de los últimos cincuenta años. Su cercanía con los líderes de los procesos sociales que desembocaron en el triunfo de Allende en 1970 lo convierte en un testimonio de primera línea de nuestra historia reciente.

Víctor Pey (96) nació en Madrid a comienzos del siglo XX, combatió en la guerra civil en el bando republicano en el frente de Huesca (el mismo donde estuvo George Orwell, relatado en Homenaje a Cataluña ) en la columna del legendario Buenaventura Durruti, el sindicalista anarquista. Participó en el gobierno republicano y tras la caída de Barcelona, huyó a través de los Pirineos a Francia, donde fue detenido y encerrado en un campo de concentración. En 1939 llegó a Chile en el Winnipeg hasta ingresar, poco a poco, en el corazón de la política chilena. De estos múltiples eventos descata su amistad con Darío Sainte Marie, fundador del diario Clarín , y la posterior compra del periódico. Esta conversación es sólo un trazo tenue de una vida llena de actividades y compromiso ético y político, que le hizo enfrentarse con el fascismo dos veces en su vida. Hoy, con una lucidez a toda prueba, recuerda hasta mínimos detalles.

Tras el final del juicio, ¿qué se abre ahora?

«La sentencia final es el laudo de 2008, que fue objetado sin éxito por el gobierno chileno de entonces. El laudo, para cualquier persona que lo lea, es una derrota completa de la posición del gobierno, al que ordenó pagar una cantidad determinada en un plazo determinado, con un castigo de un cinco por ciento anual. Ese laudo es el objetado por el gobierno chileno, que interpuso un recurso de nulidad, la prueba más palpable de que no le era satisfactorio. Ese juicio de nulidad ha derivado en la ‘decisión’, que se ha difundido en diciembre, que no anula el laudo y sólo toma en cuenta el monto de la indemnización. Esta ‘decisión’ remite a un tribunal del Ciadi, que podrá ser convocado por cualquiera de las partes para que establezca el justiprecio de lo que tiene que ser la indemnización. En este sentido, no hay duda de que se trata de una indemnización que el gobierno le debe pagar a Clarín , a mí. Y está implícito el hecho que tanto el laudo como la ‘decisión’ son resoluciones tomadas que nos dan la razón».

LAGOS PAGO A FALSOS PROPIETARIOS

Sin embargo, para cualquier lector del duopolio hay una realidad: que «Clarín» perdió. ¿Cómo interpreta usted el interés de los gobiernos por tergiversar la realidad?

«Usted comprenderá que uno no puede interpretar las intenciones de los demás, pero puede especular sobre causas. Primero, negar una noticia que perjudica políticamente al gobierno de turno. Eso es fundamental. Vemos las encuestas, que mantienen en niveles muy bajos la aprobación del gobierno. Segundo, el hecho que internacionalmente Chile está en una situación débil, crítica, con un juicio en La Haya y con la amenaza de Bolivia de entablar una reclamación similar. No cabe duda que para el prestigio del gobierno es una cosa inconveniente que en un tribunal internacional haya sido condenado, lo que es una realidad clarísima. El hecho que la ‘decisión’ anule la parte dispositiva del laudo que se refiere a la indemnización es muy lógico, porque ese monto no fue calculado por ningún experto sino es el regalo que en el año 2000 el gobierno de Ricardo Lagos hizo a unos propietarios falsos de Clarín . La ‘decisión’ dice que el justiprecio lo hará un nuevo tribunal, y no me cabe la menor duda que será mayor a diez millones de dólares. Sólo el valor actual de una rotativa Goss, como la que estaba allí, asciende a casi diez millones de dólares».

Después de quince años de proceso judicial, es notable su tenacidad. ¿Usted piensa que todos estos obstáculos legales e ilegales que pusieron los gobiernos pasados fueron económicos o políticos? Es decir, ¿para no pagar la indemnización o para evitar que regresara «Clarín» a los quioscos?

«Nosotros intentamos llegar a un acuerdo con el gobierno antes de iniciar el juicio, tal como lo establece el reglamento del Ciadi. Mandamos una carta al gobierno, al presidente de la República. La primera carta fue contestada por el ministro de Bienes Nacionales, diciéndonos que estaba en tramitación una ley y que nos acogiéramos a ella. Sin embargo, ese proyecto de ley fue rechazado en el Congreso, por lo que le comunicamos, a través de una segunda carta, que queríamos negociaciones directas para evitar un proceso. Como no se podían recuperar los bienes, la rotativa estaba desaparecida y el edificio de calle Zenteno con Alonso Ovalle en manos de la Fiscalía Militar, pedimos una indemnización. Pero esa carta no tuvo respuesta. Antes habíamos reclamado a la Contraloría, a la Corte Suprema. Solo después fuimos al Ciadi».

Y más tarde vino el decreto 43 que indemnizó a esos falsos propietarios…

«Estábamos en una sesión del Ciadi en Washington y súbitamente pide la palabra la parte chilena, representada por el abogado Juan Banderas, fiscal del Comité de Inversiones Extranjeras, quien dice que esto no tiene sentido alguno porque el señor Pey no tiene ninguna acción de Clarín , que la Fundación Presidente Allende no tenía ningún título y tercero, dice, porque le hemos comprado a los verdaderos propietarios la totalidad de las acciones de Clarín . Para el gobierno, los verdaderos dueños eran Jorge Venegas, Emilio González, Ramón Carrasco, todos íntimos amigos míos, y sumamente allendistas».

RELACION CON VOLPONE

¿Cuándo se inicia su relación con «Clarín»?

» Clarín se fundó en 1954. Yo conocí a Darío Sainte Marie (Volpone) en Arica, en 1955 ó 56. Usted sabe que él era director del diario La Nación en el gobierno de Carlos Ibáñez. Ahí creó la sociedad que dio origen a Clarín . ‘Ibáñez, Merino y Compañía Ltda’. Ibáñez se salió de la sociedad, más tarde también Merino y se quedó él solo. Sacó el diario Clarín como un vespertino que se imprimía en la imprenta de La Nación . Pero nadie sabía que él era el dueño. El nombre, simplemente lo copió de El Clarín de Buenos Aires, que no estaba registrado aquí.

Después de ese encuentro en Arica con Volpone, años más tarde me llamó. Tenía problemas con una prensa plana que había comprado. Me pidió que le ayudara porque estaba adquiriendo una rotativa en la Alemania oriental. El hizo los contactos y los alemanes anunciaron que vendría una comisión de tres personas para hacer la operación. Estaban muy interesados porque aquí no se había comprado nunca una rotativa alemana oriental, de manera que dieron una gran importancia a esa operación.

Sainte Marie era un hombre muy atrabiliario. Habían llegado los alemanes y la conversación con Sainte Marie era como si uno hablara en chino y el otro en griego. Con lo destemplado que era Sainte Marie y lo rígido de los alemanes, no había cómo entenderse. Por eso me pidió que le echara una mano. Allí entro yo a colaborar con Sainte Marie. Resulta que él llevaba como una semana en esas conversaciones sin cerrar el negocio. Cuando entré a la primera reunión, yo era como un asesor de Sainte Marie en la negociación. Las intervenciones de Volpone eran disparatadas. Le pedí que me dijese cuáles eran las condiciones que él quería, pero que me dejase solo. En un par de días, cerramos el contrato».

¿El confió totalmente en usted? ¿Pero en qué tipo de relación?

«Me dijo: yo lo nombro subgerente. Pero nada, por ningún motivo. Entre los defectos que Volpone tenía, estaba que cuando pagaba a alguien, le trataba de forma despectiva, lo que era muy notorio. Así que cuando llegó la rotativa, yo sólo le ayudé a montarla. Las rotativas tienen unos movimientos vibratorios, por lo que requieren de apoyos precisos que estén al mismo nivel. Entre las cosas que yo sabía hacer muy bien era el trabajo topográfico, por lo que le ayudé en eso y más adelante seguí ayudándole».

¿Cuándo hace la compra de «Clarín»?

«Yo iba continuamente al diario. Llegó un momento, en los años 70, en que me dijo: me tengo que ir. Muy compungido me dice: me tengo que ir. ¿Cuándo? Ahora, lo antes posible. Le vendo el diario a usted. ¿Qué había pasado? Esto lo tuve que contar en una sesión del Ciadi. El presidente del tribunal me pidió que contara esta historia que es clave y me pregunta: ¿Por qué se tuvo que ir Sainte Marie de Chile? Ese fue un motivo muy personal, íntimo. Resultaba que yo había comprado Clarín por una cantidad excesivamente baja, por lo que pensaban que había una trampa. Pero, efectivamente, él me dijo, ‘cuánto me puede pagar y en cuánto tiempo’. En esa época, yo tenía muchos recursos, varias empresas de construcción de viviendas económicas, otra de obras públicas con mi hermano. Total, que le compré Clarín en un millón 280 mil dólares pagados con un pie de 30 mil dólares y el resto, en un pago de 500 mil dólares que le hice desde aquí y después otro pago a través de un banco cubano, lo que dio origen a que la contraparte en el Ciadi dijera que la compra la habían hecho los cubanos. Mire: el gobierno de Cuba dueño de Clarín , ¡qué estúpido! Por sólo haber utilizado a Cuba para hacer el giro a una cuenta corriente del banco Hispanoamericano en Madrid».

¿Sainte Marie era un hombre de dinero?

«Desde luego. El había hecho mucho dinero con Clarín y además, no pagaba impuestos. Tenía la teoría que ningún diario en el mundo pagaba impuestos. Hacía la declaración de impuestos pero no los pagaba. Y le aguantaban porque era temible. A la hora que un director de Impuestos Internos le ponía una multa, podía destrozarlo a través del diario. Pero yo pagué impuestos. Y no cambié a ninguna persona, mantuve la misma línea del diario».

SU AMISTAD CON ALLENDE

Es conocida su amistad con Salvador Allende, ¿cuándo lo conoció?

«A poco de llegar a Valparaíso. Un comité de ayuda a los refugiados españoles organizó la llegada, en la que participaba el Frente Popular. Allende era uno de los miembros de ese comité, que buscó pensiones en Valparaíso para alojar a los que venían. Unos se quedaron en Valparaíso y el resto, la mayoría, nos vinimos a Santiago en un tren especial. Ese tren que salió de Valparaíso hizo todo el recorrido prácticamente sin parar, pero en los pueblos había gente que nos saludaba con banderas comunistas. De manera que fue una gran impresión. La estación Mapocho estaba llena de gente. Pero Allende no estaba allí.

Al día siguiente y subsiguiente, se hicieron actos en homenaje a los refugiados españoles. Organizados en su mayoría por el Partido Comunista. En uno de esos actos, creo que en el hoy Teatro Cariola, lo conocí a Allende personalmente. Eso fue el 39. Pero dos o tres años más tarde, conocí a una muchacha, con la cual al poco tiempo empecé a pololear y después me casé con ella. Era sobrina de Aníbal Jara Letelier, el creador del diario La Hora , que después pasó a ser La Ultima Hora . Era un hombre de Izquierda que fundó ese diario en 1937, con motivo de las elecciones que dieron el triunfo a Pedro Aguirre Cerda.

Yo conocía a Anibal Jara, director del diario La Hora , a través de su sobrina. Escribí varios artículos para el diario. Me pidió esas colaboraciones, por las que me pagó, más que nada para ayudarme. Escribí sobre la guerra civil española. En la casa de Aníbal Jara se hacían tertulias, a las que uno llegaba libremente. Y en esas reuniones me encontré con Salvador Allende y nos hicimos muy amigos. Después él me invitó a su casa y así continuamos con la amistad».

 

Combatió en la guerra civil

«Tras la caída de Cataluña, recuerda Víctor Pey, atravesamos junto a mi hermano los Pirineos a pie, en invierno, solo con una brújula y unos terrones de azúcar como alimento. Estuvimos caminando tres noches hasta que desde una cúspide, al anochecer, vimos luces abajo. En territorio español estaban todas las luces apagadas para evitar bombardeos. Así supimos que estábamos en territorio francés. Bajamos la montaña hasta una carretera y a los veinte minutos apareció una patrulla de la policia rural. Nos tomaron prisioneros y nos llevaron a un campo de concentración en el sur de Francia. Estuvimos en un lugar donde habían sacos de corcho en polvo, que dificultaban mucho la respiración. Allí estuvimos con mi hermano unos dos meses. Nos íbamos a morir, así que optamos por fugarnos. Había dos alambradas de púas y entre cada alambrada guardias senegaleses, pero pudimos fugarnos.

Mi hermano y yo éramos funcionarios de la Generalitat de Cataluña. Estuvimos en la Comisión de Industrias de Guerra, que se dedicó a la adaptación de la industria siderúrgica catalana a la industria de guerra. Usted conoce el celo que los catalanes tienen con su nacionalidad. Eso, que siempre se ha sabido por los gobiernos centrales, hizo que nunca en Cataluña hubiera ni una fábrica de balas. Todo estaba en Toledo, Asturias, material de guerra que los españoles fabricaban bien. Pero nada en Cataluña, por las razones que digo. Entonces nosotros, con poderes omnímodos, cuando cuento esta historia me extraño yo mismo de haberla vivido, incautamos todas las industrias siderúrgicas de Cataluña. En cada lugar se formaron comités con los obreros. Hay una parte naturalmente negra en todo esto, que significó matanzas y asesinatos.

Lo primero que hicimos, en la fábrica de automóviles Hispano-Suiza, fueron unos tanques, que eran camiones a los que poníamos unas planchas y protegíamos las ruedas con una cadena. Esto fue en los primeros días de la sublevación fascista. Lo hicimos de una manera espontánea. La Hispano-Suiza la había tomado un comité de tendencia libertaria, de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), afiliada a la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Nosotros estábamos en la CNT y el comité de la Hispano-Suiza era anarquista. Sacamos una serie de camiones. En ese momento se estaba luchando de manera muy precaria, pero ese fue el germen que dio lugar a que en pocos días se oficializara la incautación y se crease una comisión de industrias de guerra por el gobierno de la Generalitat de Cataluña. Josep Tarradellas, el conseller de Hacienda, que más tarde fue presidente de la Generalitat, fue quien ideó este programa. Era un visionario.

La Hispano-Suiza era un lugar muy importante. El que fue cabeza del comité de milicias antifascistas que se tomó la fábrica era un metalúrgico anarquista que se llamaba Eugenio Vallejo Isla. Entre él y Tarradellas crearon un organismo para que esto tuviera existencia en el resto de la industria metalúrgica. Entonces Tarradellas dictó una disposición para crear la Comisión de Industrias de Guerra de Cataluña. Ahí regreso yo, que me había ido al frente con Durruti. Llegué con la columna de Durruti hasta las afueras de Huesca. Durruti, era un hombre de una honestidad y rigor a prueba de bombas».

Publicado en «Punto Final», edición Nº 775, 25 de enero, 2013

 

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