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La burla

Fuentes: Rebelión

El presidente del eurogrupo simula el estrangulamiento del ministro de economía del estado español, pero todo acaba como en las mejores borracheras entre amigos, es decir, entre abrazos y te quieros y no te lo tomes a mal. Una vez más asistimos a la enésima burla de la realidad en la que ha caído la […]

El presidente del eurogrupo simula el estrangulamiento del ministro de economía del estado español, pero todo acaba como en las mejores borracheras entre amigos, es decir, entre abrazos y te quieros y no te lo tomes a mal. Una vez más asistimos a la enésima burla de la realidad en la que ha caído la clase política. Pero una burla que se pretende defensa ante una ciudadanía a la que busca arrancar una sonrisa. Sin embargo, esto no es sino el síntoma más claro de que la clase política se ha convertido en parodia de sí misma. Así, mientras entre ellos simulan estrangulamientos, el hecho es que hay un estrangulamiento que se prolonga de la simulación a la realidad. De ahí la burla, de ahí el error de suponer al ministro del estado español como el representante de los estrangulados. Un error que intentan vender a toda costa reduciéndolo todo a la guasa de los abrazos y los malquereres.

Este estrangulamiento, en tanto que burla, no es sino la escenificación del vacío de poder que padece la clase política europea. Este vacío de poder viene cubierto por la cáscara de la democracia como modo de ocultarse y mantener la ilusión de que se elige a gobernantes con poder. Pero sí bien el vacío de poder es con respecto a la clase política, es en cambio pleno poder para los lobbys financieros y patronales; de tal modo que podemos decir que el vacío de poder es llenado por instancias no democráticas y de intereses particulares.

Así, con la clase política desposeída de poder y en plena efervescencia auto-paródica, se pone de manifiesto una quiebra entre la sociedad civil, la ciudadanía, apresada en el voto inútil, y la clase política, apresada en el vacío de poder. Esta quiebra se ve agudizada en la medida en que hay una memoria viva del estado del bienestar, lugar donde la acción política se guardaba zonas de poder que aseguraban servicios básicos, además de ofrecer una mediación entre la clase empresarial y las clase trabajadora, derivando y ocultando en lo posible, todo hay que decirlo, los sistemas de explotación al tercer mundo.

Pero la clase política pasó de una mediación ya en cierta forma inclinada a favor de la clase empresarial, a tomar partido directamente, para lo cual era necesario por vaciarse de poder. Lo que ocurrió es que la clase política, una vez habituada al bipartidismo, se fue identificando con las clases adineradas. Esto era un hecho en los partidos de derechas, de tal modo que la identificación progresiva afectó más bien a la denominada socialdemocracia. No es casual que como contrapartida, y una vez terminada la vida política, muchos de los actores que se decían de izquierdas o se definían como conservadores hayan aceptado puestos de consejeros en diversas corporaciones o en los casos más exagerados ver a ex -secretarios de estado montando sus empresas de seguridad con una agenda de contactos muy extensa.

El caso es que una vez la clase política ha sido asimilada por la clase económica, el voto representativo deja de tener valor, pues ya no se delega poder, ya que este es absorbido por la clase empresarial. Así, nos encontramos ante una usurpación que agudiza la dimensión de la quiebra, una usurpación que solo se sostiene en tanto sigamos creyendo en la veracidad de la parodia, una parodia que ataca directamente a los mínimos exigibles de dignidad, ya que no es precisamente el ministro de economía del estado español el atacado, ni es precisamente el presidente del eurogrupo el agresor. Ellos solo se limitan a jugar con sus papeles, mientras tanto desde atrás hace tiempo que les han escrito el guión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.