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La «calma» después de la vuvuzela

Fuentes: Rebelión

Remite la vuvuzela y Sudáfrica vuelve a la sorda rutina. Después de la algarabía informativa del Mundial, en Sudáfrica abren los ojos y se encuentran con esos tristes monstruos arquitectónicos vacíos que dejan todos los grandes eventos (recuerden la isla de la Cartuja de Sevilla después de la Expo, el Fórum de Barcelona o la […]

Remite la vuvuzela y Sudáfrica vuelve a la sorda rutina. Después de la algarabía informativa del Mundial, en Sudáfrica abren los ojos y se encuentran con esos tristes monstruos arquitectónicos vacíos que dejan todos los grandes eventos (recuerden la isla de la Cartuja de Sevilla después de la Expo, el Fórum de Barcelona o la Expo de Zaragoza).

Sudáfrica se gastó 2.000 millones de euros en hacer cinco nuevos estadios y en renovar otros cinco antiguos. Tres de ellos servirán para lo que ya servían, o sea, para el rugby; otro hará de cajón de sastre y albergará todo aquello que genere fondos, desde conciertos a bodas, funerales o reuniones evangélicas. Quedan seis con los que no se sabe qué hacer, pues nadie ha querido gestionarlos. Pelotazos urbanísticos que dejan carcasas que cuestan 16 millones de euros al año de mantenimiento en un país que tiene graves problemas de luz y electricidad en muchas barriadas. Muchos de esos edificios construidos para que se vieran más que para que se usaran no eran necesarios del todo: bastaba con arreglar otros ya existentes. La FIFA llegó a amenazar en el caso de Ciudad del Cabo con degradar la categoría de la sede a menos que se construyera un estadio completamente nuevo.

La «calma» volvió a Sudáfrica el mismo domingo. Hubo ataques racistas a tiendas de extranjeros en Cape Flats, Wellington, Paarl, Franschhoek y Klapmuts. 70 extranjeros se refugiaron en la comisaría de Policía de Mbekweni en Paarl; otros 22 lo hicieron en Wellington. El periódico Die Burger informaba de que la policía de Nyanga aconsejaba a los extranjeros, principalmente somalíes, abandonar esa ciudad.

Después de que Sudáfrica haya gastado 38.000 millones de dólares en el Mundial, Danny Jordaan, el director del Comité organizador, afirmaba que el lunes después de la final se sentiría una especie de nostalgia «después de una gran fiesta». Una resaca tal vez producida por la borrachera de 93.000 millones de dólares que se han inyectado en el PIB. Economía drogada. Jordaan anunciaba sin embargo que «si tuvieran que celebrarse unas Olimpiadas en África, Sudáfrica sería el país indicado para hacerlo». Blatter, presidente de la FIFA, apoya la idea. No sería de extrañar que en 2020 vuelvan a sonar las vuvuzelas: ahora de modo olímpico. África es el mercado más contendido. De momento, a la vuvuzela espectacular le va ganando el silencio chino.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR