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La candidatura de Arrate, opción contra la exclusión de la izquierda y el neoliberalismo

Fuentes: Rebelión

La elección de Jorge Arrate como candidato presidencial único de la izquierda no dejó indiferente a nadie. La derecha había vaticinado su presunta «designación», descartando a priori a Guillermo Teillier y a Tomás Hirsch por sus supuestas «aspiraciones parlamentarias». La Concertación clamaba a gritos que el Juntos Podemos no apostara por este destacado ex socialista […]

La elección de Jorge Arrate como candidato presidencial único de la izquierda no dejó indiferente a nadie. La derecha había vaticinado su presunta «designación», descartando a priori a Guillermo Teillier y a Tomás Hirsch por sus supuestas «aspiraciones parlamentarias». La Concertación clamaba a gritos que el Juntos Podemos no apostara por este destacado ex socialista que «haría ruido» en el interior del conglomerado y especialmente en la tienda de Camilo Escalona.

El altruista gesto del PC constituyó un paso táctico decisivo porque, al deponer la candidatura de Teillier, emplazó al PH y a la postulación de Hirsch con el contundente argumento de que Arrate «ensanchaba el surco de la izquierda». Una realidad innegable, porque genuinamente el sector crece hacia el ala más progresista en el seno mismo de la Concertación. Un criterio similar aplicó momentos después la Izquierda Cristiana que se plegó también a Arrate.

Con todo derecho, el PH forzó a elecciones secretas lo que contribuyó a legitimar el procedimiento y resultó un tapabocas a los sectores que ponían en duda la representatividad y el sentido democrático del método elegido para designar a un candidato único en la izquierda.

Las críticas contra Arrate no se dejaron de esperar del lado de la llamada Nueva Izquierda, del Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez, del PC (AP) y de otros sectores ultras que pretenden imponer prácticas políticas presuntamente «puristas», «de principios», «no colaboracionistas con el sistema».

Todo el mundo bien informado sabe que Arrate fue un fiel colaborador en el gobierno de Salvador Allende, que fue director ejecutivo de Codelco, ministro de Minería y pieza clave en la nacionalización del cobre durante el gobierno popular. Una trayectoria impecable.

Tras el golpe de estado y las persecuciones, este dirigente socialista se instaló en el exilio e inició un proceso de «renovación» del socialismo a través de un grupo de militantes de origen liberal-mapucista con fuerte influencia de la socialdemocracia internacional en la década de los 80. Asi las cosas, se dio por terminada la coalición política de la Unidad Popular y la alianza comunista-socialista, que constituyera el componente esencial para llevar a Allende hasta la Moneda.

Ambas colectividades iniciaron caminos diferentes. Mientras el PC proclamaba la política de Rebelión Popular de Masas (RPM) y formaba el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) para enfrentar decididamente a la dictadura con todas las formas de lucha, el PS incentivaba los contactos con el Partido Demócrata Cristiano y otras fuerzas para conseguir una salida pactada de Pinochet, con innegable apoyo de un sector de la derecha y preponderantemente del gobierno norteamericano.

Tras el triunfo del No la Concertación pretendió erigirse en la única fuerza rectora de los destinos del país. Así han transcurrido casi dos décadas en que los sucesivos gobierno de esta conformación han consolidado el sistema político, económico, social y cultural del neoliberalismo impuesto por Pinochet. Arrate no elude sus responsabilidades sucesivas en los ministerios de educación, trabajo y secretaría general de gobierno durante los controvertidos gobiernos de Aylwin y Frei.

El desgaste de la Concertaciòn ha sido progresivo y Arrate lko vivió en carne propia mientras que la izquierda crecía, primero como Podemos (Poder Democrático y Social), después en el Juntos Podemos y más tarde con el Juntos Podemos Más. El oficialismo, por su parte, sufría el constante desgaje de parlamentarios «díscolos», «colorines» y las sangrías de un Adolfo Zaldívar, Fernando Flores, Alejandro Navarro hasta Marco Enríquez Ominami, pasando tambièn por la desafiliación partidaria de Arrate.

Ël ha hecho su correspondiente autocrítica, ha reconocido públicamente algunos errores. Se ha convertido en ácido crítico del sistema y de la coalición de gobierno. Es firme partidario de la unidad socialista-comunista y confía en que muchos de los que fueron sus camaradas de partido se acerquen finalmente a la alternativa que representa hoy día la izquierda unida.

El Juntos Podemos Más está empeñado en terminar con la exclusión, fenómeno que no sólo implica la ausencia de representantes populares y de trabajadores en el Parlamento, sino que la marginación de vastos sectores ciudadanos: sindicalistas, mujeres, jóvenes, etnias originarias, diversidad sexual y otros de las esferas del poder.

Para iniciar el desmonte de la estructura heredada por Pinochet, la izquierda busca un acuerdo instrumental con la Concertación, para el sólo efecto de terminar con la exclusión.

La negociación no ha sido fácil y debe culminar en las próximas horas.Ha trascendido que la «piedra de toque» es el populoso distrito 28 (Lo Espejo, San Miguel y PAC) donde el PPD Jorge Insunza (a la reelección) y el UDI Darío Paya (que quiere acceder al Senado) ostentan las diputaciones, pero el JP tiene un decisivo 18% de los votos y la emblemática comuna de PAC en manos de Claudina Núñez (PC).

Si al oficialismo no le gusta la candidatura presidencial de Arrate, porque podría significar pérdidas de votos socialistas, el acuerdo en una serie de distritos, que permitiría el doblaje con el Juntos Podemos, significaría para la Concertación consolidar cierta mayoría parlamentaria contra la derecha, una aspiración nada desdeñable, gane o pierda Piñera el sillón de O’Higgins.

A estas alturas nadie puede ignorar el peso específico que representa la postulación de Arrate y el apoyo incondicional que tiene del PC, el PH, la IC y numerosas organizaciones socialistas y políticas de izquierda que serán decisivas en el caso de una segunda vuelta presidencial. Varios conocidos dirigentes socialistas han adherido a ella y algunos parlamentarios no se pronuncian públicamente ante el acuerdo del CC del PS que exige a los candidatos apoyar incondicionalmente al candidato presidencial de la Concertación. Sin embargo, la alternativa real para la primera vuelta presidencial crece y amenaza seriamente al sistema heredado de la dictadura.