En una reunión informal de biólogos moleculares y físicos nucleares surgió la peregrina cuestión de cuáles habían sido los diez libros científicos más importantes de la historia. Todos estuvimos más o menos de acuerdo en una lista de nueve libros que podían considerarse pilares de la ciencia. No los enumero porque el lector seguramente adivinará […]
En una reunión informal de biólogos moleculares y físicos nucleares surgió la peregrina cuestión de cuáles habían sido los diez libros científicos más importantes de la historia. Todos estuvimos más o menos de acuerdo en una lista de nueve libros que podían considerarse pilares de la ciencia. No los enumero porque el lector seguramente adivinará cuáles son. El asunto se caldeó cuando alguien propuso La interpretación de los sueños de Freud. Las opiniones sobre ese libro, ya animadas por la cerveza, iban desde tildarlo de conjunto de paparruchas hasta situarlo entre los primeros del ranking. Un físico, al que el alcohol pone melancólico, provocó el silencio al musitar El manifiesto comunista de Marx y Engels. El silencio duró bastante presagiando un animado debate. Cuando se desató, más que animado fue incendiario. La conclusión fue que, efectivamente, aquel opúsculo, que no había sido más que una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a dos jóvenes gacetilleros (hasta que el gobierno la prohibió, su principal medio de comunicación había sido La Gaceta Renana), se podía considerar no sólo un libro científico sino de los que más influyeron en el devenir de la humanidad.
El Manifest der Kommunistischen partei apareció en 1848 y sus autores eran un revolucionario ateo descendiente de rabinos, Karl Marx; el hijo de una acaudalada familia de industriales, Friedrich Engels; y, aunque nunca figurara como autora por razones seguramente de tradición, o sea, por machismo, Jenny von Westphalen, esposa de Marx y hermana, nada menos, que del ministro del Interior prusiano. La edad de los tres apenas frisaba la treintena. La obra se tradujo inmediatamente a los principales idiomas europeos y varias de sus frases se hicieron célebres muy pronto: «Un fantasma recorre Europa…», «¡Proletarios de todos los países uníos!», etc. A pesar de que estas soflamas pudieran banalizar su supuesto carácter científico, las críticas filosófica, política y de la economía política que contiene El Manifiesto lo convierten en una obra maestra de las ciencias sociales. Y sus consecuencias, entre esperanzadoras y terribles a escala mundial, demuestran que los autores hurgaron con acierto en lo más recóndito del alma humana, de la historia y de la evolución social.
Invito al lector a adivinar los nueve libros de ciencia que elegimos aquellos amigos y a que considere si la inclusión de El Manifiesto fue producto de la razón o de los sueños bañados en cerveza de nostálgicos izquierdistas.
——————
Manuel Lozano Leyva es
Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla