«La clase media es la fuente de gran parte de los idealismos y extremismos de este mundo» La clase media como medio para evitar las revoluciones. Es una idea muy vieja, de Aristóteles, que la existencia de una extensa clase media permite a los Estados evitar las revoluciones. Actúa como un colchón, como un amortiguador, […]
«La clase media es la fuente de gran parte de los idealismos y extremismos de este mundo»
La clase media como medio para evitar las revoluciones. Es una idea muy vieja, de Aristóteles, que la existencia de una extensa clase media permite a los Estados evitar las revoluciones. Actúa como un colchón, como un amortiguador, entre la extrema pobreza y la extrema riqueza. Esta idea ha penetrado tanto en la conciencia ordinaria, que la mayoría de la gente cree que un país va bien cuando hay una extensa clase media y que va mal cuando ésta no se ha formado o ha mermado. En esta concepción va implícito que entre la riqueza y la pobreza no deben haber diferencias abismales, pero también va implícito que la existencia de ricos y pobres es inevitable. En esta concepción el pobre no es redimido, no se contempla su pérdida de condición de pobre, sino su mejora en su condición de pobre mediante la caridad pública. Dicho de otra forma: en esta concepción va implícita la idea de que siempre habrá ricos y pobres. Sucede además que la clase media, tanto en su ser social como en su mentalidad, está presente de forma mayoritaria en todos los campos de la vida social. Este estado de cosas, la existencia de una extensa clase media con carácter omnipresente, es un rasgo esencial de las sociedades capitalistas avanzadas. Circunstancia que nos permite concluir que el freno a la revolución, a los cambios radicales, se manifiesta en todos los campos de la vida y en todas las formas de la práctica social.
La lucha ideológica de la izquierda radical contra la clase media. De lo dicho en la idea precedente podemos obtener otra conclusión: no es cierto que la clase obrera haya dejado de ser revolucionaria, sino que el predominio de la clase media impide que la clase obrera adopte un papel revolucionario. Si la existencia de una extensa clase media impide que se puedan producir revoluciones, lo impide tanto en el terreno de la práctica como en el terreno de las ideas. De ahí la necesidad que tiene la izquierda radical de luchar ideológicamente contra la clase media. La necesidad de esta lucha no es nueva. La clase media equivale a lo que los marxistas siempre han identificado como pequeña burguesía. Y quien lea detenidamente los textos de Marx y de Ilích Ulianov, observará que una gran parte de la crítica ideológica contenida en esos textos está dirigida contra la pequeña burguesía.
La clase media como fuente de los extremismos. Aunque la clase media niegue la revolución y esté en contra de la visión radical del mundo, no obstante, de ella proviene gran parte de los extremismos presentes en la lucha de clases, tanto el de derecha como el de izquierda. Por un lado, la clase media tiene un miedo atroz a perder sus cómodas condiciones de vida y se asusta de cualquier movimiento social que pretenda un cambio radical de las relaciones económicas. De ahí proviene su tendencia extremista de derecha. Por otro lado, la clase media se llena de desesperación cuando no se producen los cambios sociales que le hagan mejorar su situación en la vida, se ciega, ve en todos a un enemigo y dispara en todas direcciones. De ahí proviene su tendencia extremista de izquierda. Miedo y desesperación son dos rasgos psicológicos extremos de la pequeña burguesía. Y la historia de los partidos comunistas y de la construcción del socialismo está plagada de errores de izquierda, esto es, de errores de la clase media.
La alianza de la clase obrera con la clase media. El llamado centro sociológico, sector que representa el censo electoral más numeroso y que si disputan los partidos de la derecha y los de la izquierda reformista, está constituido por la clase media. Y creo que un partido de la izquierda radical debería igualmente ganarse a la clase media si quiere conquistar la hegemonía. No debe verse como una contradicción proponer abrir un frente ideológico de lucha contra la clase media y al tiempo proponer que la izquierda radical se gane la confianza de la clase media. Es necesario tener claro el futuro y la izquierda radical supuestamente lo tiene: no se pueden conciliar la extrema pobreza con la extrema riqueza y para acabar con la extrema pobreza hay que acabar con la extrema riqueza. Pero para llegar a ese futuro es necesario contar con la clase media.
La clase media y el tope máximo al ingreso personal. Es una idea que expresa la mentalidad de la clase media aquella que denuncia que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. La izquierda radical debe llevar esta idea a sus consecuencias últimas: la solución no está en hacer más extensa la clase media, sino en liquidar los dos extremos de la relación: la extrema riqueza y la extrema pobreza. La inquietud y la preocupación que vive la clase media ante la posibilidad de que los extremos de la riqueza y de la pobreza se polaricen y se enfrenten en sangrienta lucha, como empieza a ponerlo de manifiesto la inmigración en los países de Europa occidental, sólo se disiparía si se pone un tope máximo al enriquecimiento personal. Pienso que una gran parte de la clase media sería partidaria de ponerle un tope máximo al ingreso personal. Todos reconocen los excesos y despilfarros de los grandes ricos. Y todos serían partidarios de poner frenos a esa indignante inhumanidad.
Revolucionarios y extremistas. A los revolucionarios hay que restarles determinados predicados, como los de destrucción, guerra, encarcelamiento y muerte. Estos predicados deben aplicársele a los extremistas. Se confunde al revolucionario con el extremista. El revolucionario quiere cambiar de raíz las relaciones económicos sociales, pero sabe que para lograr ese objetivo debe existir un partido de vanguardia que conquiste la confianza de las mayorías sociales. Mientras que un extremista quiere lograr los objetivos revolucionarios por medio del sectarismo y del terror, mecanismos de lucha que alcanzan no sólo los «enemigos de clase» sino a sus propios aliados. Como el extremista es incapaz de conquistar la confianza de las mayorías sociales, porque habla ignorando los intereses de dichas mayorías sociales, las cataloga de contrarrevolucionarias. Y así se aisla aún más de las masas y ahonda en su desesperación. Pero pongamos un ejemplo concreto. Dado que la televisión es un poderoso medio de educación de masas, debe estar en manos públicas. Es necesario acabar con la televisión privada. Pero para acabar con la televisión privada debe existir un partido político que haga suya esta meta. Y este partido debe ganar alianzas para lograr este objetivo. Un aliado podría ser la Iglesia Católica. Sin duda que muchos postulados éticos de una izquierda radical coinciden con postulados de la Iglesia Católica. Aquí la radicalidad de objetivos se manifiesta en la liquidación de la propiedad privada en un determinado ámbito de la vida, y la moderación en los medios empleados se pone de manifiesto en el objetivo de ganarse la confianza de las mayorías sociales y en la alianza con la Iglesia Católica.
La unidad idealista del bien y del mal. La clase media quiere vivir feliz, sin grandes preocupaciones, haciendo una vida cómoda. Sabe que hay graves problemas en el mundo que hay que resolver, pero piensa que no es su culpa y que bastante hace. No quiere que la responsabilidad sobre los grandes problemas de este mundo, como el de la infinita pobreza, recaiga sobre sus espaldas. Quiere vivir ligera, sin grandes cargas que le agobien, para así disfrutar de los grandes placeres de este mundo. Por eso quiere una televisión superficial, banal, de puro entretenimiento, que no vaya al fondo de los problemas. No niega que a los pobres hay que ayudarlos, pero no hasta el punto que la entristezca y le impida ser feliz. El postulado ético de ayudar a los pobres no debe impedirle el postulado ético de ser feliz. Y la clase media ha hallado el modo de combinar lo triste y lo feliz, el sufrimiento con el divertimento: para ayudar a los pobres del mundo celebra festivales musicales. Toda una unidad idealista del bien y del mal.