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Entrevista con el sociólogo marxista Erik Olin Wright

La clase sigue siendo una de las divisiones centrales en las sociedades capitalistas contemporáneas

Fuentes: Sin Permiso

Erik Olin Wright es un reconocido sociólogo norteamericano, cuya aportación teórica al análisis de clase revitalizó el debate intelectual en los años 80 y contribuyó a renovar el enfoque marxista en ese campo. Desde 1991 es el promotor y editor del ambicioso proyecto político-académico «Real Utopias», que viene reuniendo a un buen número de científicos […]

Erik Olin Wright es un reconocido sociólogo norteamericano, cuya aportación teórica al análisis de clase revitalizó el debate intelectual en los años 80 y contribuyó a renovar el enfoque marxista en ese campo. Desde 1991 es el promotor y editor del ambicioso proyecto político-académico «Real Utopias», que viene reuniendo a un buen número de científicos sociales en torno a la discusión de propuestas y modelos concretos para la transformación social. El proyecto consiste en la organización periódica de encuentros internacionales en los que se presenta y discute una propuesta detallada de reforma o cambio social, combinando la discusión rigurosa de los principios normativos con el análisis pragmático de la viabilidad de los diseños institucionales. Tras cada conferencia, la propuesta sobre la que ha girado el debate y el resto de aportaciones se reúnen en un libro, que es publicado por la editorial Verso en la colección Real Utopias Project Series. Hasta ahora han visto la luz cinco volúmenes: Associations and Democracy (Joshua Cohen y Joel Rogers, 1995), Equal Shares (John Roemer, 1996), Recasting Egalitarianism (Sam Bowles y Herbert Gintis, 1999), Deepening Democracy (Archon Fung y Erik O. Wright, 2003) y Redesigning Distribution (Bruce Ackerman, Anne Alstott y Philippe Van Parijs, 2005). En la actualidad, Erik O. Wright prepara un libro vinculado a esta empresa intelectual y que lleva por título Envisioning Real Utopias, donde elabora sistemáticamente las ideas más importantes del proyecto y propone un marco teórico coherente para pensar las diversas propuestas presentadas hasta ahora.

J. Sola: La primera pregunta que asalta al lector tiene que ver con el título: «Real Utopias» parece una contradicción en los términos. ¿Puedes explicar de dónde proviene el título y cuál es su relación con el contenido del libro?

Erik O. Wright: El título tiene la intención de ser una contradicción en los términos: las utopías son mundos imaginarios de perfecta armonía, justicia y paz. Los mundos reales están marcados por déficits inevitables en estos valores. La razón de ser de esta asociación es orientarnos hacia las posibilidades reales de un desplazamiento en dirección a estos ideales utópicos: combinar una exploración seria de los ideales emancipatorios de la «utopía» con la reflexión pragmática acerca de cómo funcionan las instituciones reales.

J. Sola: En el planteamiento inicial del libro haces referencia a las tareas de la ciencia social emancipatoria, lo que puede sorprender en un medio ambiente académico dominado por el rechazo postmoderno a la ciencia. ¿Qué opinas de esta tendencia y por qué crees que es importante mantener una actitud más ilustrada ante el conocimiento científico?

Erik O. Wright: Pienso que es necesario creer en la posibilidad de avances científicos reales en el conocimiento y a la vez ser escéptico ante cualquier afirmación cognitiva realizada en nombre de la ciencia. No hay garantías ni certidumbre de llegar a alguna verdad final -de ahí la necesidad del escepticismo- pero es posible (al menos a veces) decidir entre dos afirmaciones rivales acerca de cómo funciona el mundo y cuáles son las posibilidades para su transformación. Sin la capacidad de este tipo de avance -que está en el corazón del método científico tanto en las ciencias naturales como en las sociales- no hay ningún modo de aprender de la historia, para evitar los errores del pasado.

J. Sola: El libro comienza con un detallado y argumentado inventario de los efectos perversos del capitalismo, que es considerado como el blanco de la crítica, lo que lo distingue de otras perspectivas críticas más centradas en fenómenos como la ideología del libre mercado o las políticas neoliberales. ¿No crees que la actitud general de dar el capitalismo por sentado ha penetrado también en la reflexión crítica?

Erik O. Wright: Esta es una observación interesante -que yo ataco el capitalismo y no simplemente la teoría y defensa neoliberal del capitalismo. Puedes estar en lo cierto al decir que la teoría crítica en los últimos años ha tomado más o menos el capitalismo como algo dado, especialmente al desplazar su atención crítica a cuestiones de cultura e identidad. Incluso los teóricos críticos centrados en los asuntos medio-ambientales tienden a acusar al consumismo o la industrialización más que al capitalismo.

J. Sola :Pese a que tomas el capitalismo como blanco de tu crítica, la perspectiva tradicional de una transformación revolucionaria aparece como una alternativa poco viable. Más bien, el programa político que propones responde a un desarrollo ecléctico y original de la idea gramsciana de una «guerra de posiciones». ¿Cómo definirías políticamente tu posición y su relación con las principales tradiciones políticas heredadas: la socialdemocracia, el comunismo y el anarquismo?

Erik O. Wright: Es crucial distinguir los modelos de alternativas al capitalismo representados por la socialdemocracia, el comunismo y el anarquismo, de las teorías de estrategia transformadora encarnadas en cada una de ellas. En términos de modelos de alternativas, yo abrazo estas tres tradiciones y no las considero fundamentalmente incompatibles. Yo argumento que debería pensarse el socialismo como una estructura económica dentro de la cual el poder social controla la asignación y el uso de los recursos económicos. Éste es un socialismo del incremento del poder social, o -lo que viene a ser lo mismo- un socialismo definido como una democracia económica radical. Pero, ¿qué significa realmente esto? ¿Qué significa democratizar la economía? Yo argumento que hay una variedad de diferentes «vías» o mecanismos institucionales a través de los cuales el poder social -el «poder del pueblo»- puede controlar efectivamente las actividades económicas. Algunos de ellos funcionan a través del Estado; otros lo hacen a través del control democrático de las grandes corporaciones; y otros implican el control social directo sobre las actividades económicas. En total yo identifico seis vías, que tomadas en conjunto definen un modelo de un socialismo institucionalmente heterogéneo. Los rasgos centrales del anarquismo, la socialdemocracia y el comunismo están reflejados en esta complejidad institucional. Donde fallan estas tres tradiciones es en insistir que una única forma institucional -planificación estatal central, cooperativas de productores descentralizadas, regulación burocrática- podría realizar efectivamente los ideales socialistas.

J. Sola: Uno del los problemas que enfatizas del llamado «socialismo realmente existente» es el papel prominente del Estado, que te hace definirlo como una forma extrema de estatismo. Como alternativa propones «tomar más en serio lo social del socialismo». ¿Podrías explicar brevemente qué significa esto?

Erik O. Wright: Ya he aludido a esto. La idea clave es que los sistemas económicos pueden diferenciarse en base a la forma central de poder que gobierna la actividad económica. Tres formas de poder son relevantes aquí: el poder económico (que proviene de la propiedad de los recursos económicos), el poder estatal (que proviene de la autoridad para imponer reglas a lo largo del territorio), y el poder social (que proviene de la capacidad de movilizar a la gente para la acción colectiva voluntaria). En el capitalismo el poder económico es la forma dominante de poder; en lo que yo llamo «estatismo», el poder estatal es la forma dominante; y en el socialismo lo es el poder social. El problema con la Unión Soviética no fue tanto que el Estado jugara un papel demasiado prominente en la actividad económica, sino que el propio Estado no estuviera subordinado efectivamente al poder social. Si el poder estatal controla directamente la actividad económica pero está a sí mismo subordinado al poder social -esto es, si el Estado es verdaderamente democrático-, entonces podemos decir que el poder social controla la economía a través de la mediación del Estado. Ésta es una de las vías institucionales para el socialismo. La crítica al «socialismo realmente existente» de la Unión Soviética es que no era uno de estos casos: el poder estatal controlaba al poder social y no al contrario. El resultado fue un estatismo autoritario más que un socialismo estatista.

J. Sola: En lugar de ofrecer «recetas para las cocinas socialistas del futuro», como Marx se mofaba de algunas de las propuestas utópicas de su tiempo, en «Envisioning Real Utopias» tú usas la metáfora de una «brújula socialista» para explorar diferentes vías de incremento del poder social. Estas vías están ilustradas con un detallado conjunto de propuestas concretas, tales como la renta básica, el socialismo de mercado, los fondos sociales de pensiones, el presupuesto participativo, las asambleas ciudadanas de elección por sorteo, y otras. ¿Podrías explicar cuáles son esas vías para el incremento del poder social?

Erik O. Wright: El mejor modo de explicar la idea de «vías para el incremento del poder social» es con una ilustración:

En este diagrama las tres formas de poder desplegadas sobre los procesos económicos están representadas por los óvalos. En un socialismo definido como una democracia económica radical, el poder social es la forma dominante de poder sobre la economía. Los diferentes conjuntos de flechas indican las diferentes vías a través de las que puede conseguirse este dominio del poder social. Por dar sólo dos ejemplos, la «economía social» es una vía de incremento del poder social en la que el poder social directamente organiza la asignación de recursos y el control de la producción, mientras que en el socialismo estatista, el poder social controla el poder a la que vez que el poder estatal organiza directamente la actividad económica.

Estas vías proporcionan entonces el mapa conceptual para examinar los casos empíricos específicos y las propuestas teóricas.

J. Sola: Las cuestiones normativas del libro tienen un alcance global y muchas de las utopías realizables que propones son viables en los países del Sur (o incluso han nacido allí, como es el caso del Presupuesto Participativo). Pero, ¿alguna de ellas está pensada para desafiar o mitigar los mecanismos opresivos entre los países pobres y ricos?

Erik O. Wright: Una de las vías en el análisis es lo que yo denomino «capitalismo social». Gráficamente se parecería a esto:

En el capitalismo social, la actividad económica está directamente controlada por el ejercicio de poder económico (por el capital), pero el capital está subordinado al poder social. Varios movimientos sociales que conectan Norte y Sur alrededor de cosas como los estándares laborales, la protección medioambiental y los modelos de «equal exchange» del comercio justo serían ejemplos de desplazamiento a lo largo de esta vía. Tales movimientos sociales constituyen una asociación colectiva que ejerce poder a través de su capacidad para la movilización y la acción colectiva, y este poder constriñe el modo en que se ejerce el poder económico. En Madison (Wisconsin) existe una cooperativa tostadora de café propiedad de los trabajadores llamada «Café Justo», que es parte de un consorcio de tostadores que consiguen su grano de café de cooperativas de trabajadores en América Central y otros lugares, y les pagan por su grano bastante por encima del precio del mercado internacional. Esto también es un ejemplo de poder social utilizado para afectar, de un modo limitado, a la forma en que se ejerce el poder económico dentro de los mercados globales de café.

J. Sola: Una gran parte de tu trabajo intelectual como científico social ha estado consagrada al análisis de clase, y más concretamente al estudio de la estructura de clase del capitalismo avanzado. ¿Crees que la clase sigue siendo uno de los principales ejes de conflicto en la política contemporánea?

Erik O. Wright:La clase sigue siendo uno de las divisiones centrales en las sociedades capitalistas contemporáneas, y tal división necesariamente influye en la política, pero esto no es lo mismo que decir que la propia clase está organizada como un eje de conflicto políticamente coherente. Las divisiones políticas siempre están fuertemente mediadas por procesos culturales, ideológicos e institucionales; jamás son simplemente reflejos de estructuras socio-económicas subyacentes. En la actualidad en la mayor parte de países, las divisiones de clase se reflejan en la política, pero los partidos y otras asociaciones políticas no están organizados principalmente alrededor de esta división de clase.

J. Sola: Otro de tus principales intereses intelectuales, relacionado con el análisis de clase, ha sido la reconstrucción del marxismo. Primero perteneciste al colectivo Kapitalstate en los años 70 y más tarde al September Group de marxistas analíticos. Muchos de los miembros de esos grupos ya no se consideran marxistas, pero tú todavía permaneces en esta tradición e incluso, si no me equivoco, compartes un proyecto con Michael Burawoy sobre Marxismo Sociológico. ¿Por qué crees que es importante mantener tu trabajo anclado en esta tradición?

Erik O. Wright: Para mi los parámetros definitorios de la «tradición marxista» son tres: 1) un compromiso normativo con lo que yo llamaría un ideal emancipatorio democrático e igualitario; 2) un análisis y una crítica del capitalismo centrados en el análisis de clase; y 3) la búsqueda de una alternativa institucionalmente viable al capitalismo, tradicionalmente llamada «socialismo», que encarne aquellos ideales normativos. En la medida en que mi trabajo cae dentro de estos parámetros, permanece en la tradición marxista. Así que no es tanto que yo sienta que es importante anclar mi trabajo a la tradición marxista per se, sino que es importante anclarlo a estos principios, que lo sitúan efectivamente dentro de aquella tradición.

J. Sola: Las alternativas radicales que presentas en tu libro contrastan con la más bien conservadora política norteamericana. ¿Cuáles serían en tu opinión las prioridades para una agenda progresista en los Estados Unidos?

Erik O. Wright: Las prioridades para una agenda progresista en Estados Unidos son dos: 1) rehabilitar la idea de lo que Joel Rogers llama el «Estado afirmativo», que debe jugar un papel activo y central a la hora de resolver problemas, sobre todo problemas nacionales ligados a la pobreza y la desigualdad, y a la provisión de una gama de bienes públicos cruciales como la sanidad y un medioambiente sostenible; 2) restaurar las condiciones para un movimiento obrero más dinámico, puesto que sólo con un poderoso movimiento obrero es plausible en el futuro que un movimiento continuado hacia una sociedad más democrática e igualitaria sea posible.

J. Sola: Tú apuestas por corregir el slogan de Gramsci y hablas del «optimismo de la inteligencia». Para terminar, me gustaría saber si también podemos hablar del «optimismo de la voluntad» en un mundo donde las alternativas al capitalismo tienen tan poca visibilidad y tan sólo se perciben como posibles algunos cambios limitados.

Erik O. Wright: Pienso que hay buenos motivos para un optimismo de la voluntad, así como para un optimismo de la inteligencia. Uno de los rasgos de los movimientos sociales para una transformación progresista en los últimos años ha sido la innovación en un amplio abanico de iniciativas de base y transformaciones locales. Estas iniciativas incluyen desde cosas modestas, como el «Café Justo» que he mencionado antes, hasta los movimientos sociales por los estándares laborales en el Tercer Mundo, desde las formas innovadoras de las «comunidades de aprendizaje» en las escuelas de Barcelona, hasta las transformaciones urbanas como el presupuesto participativo de Porto Alegre. Después hay innovaciones completamente inesperadas como la Wikipedia, que es un proyecto de producción de conocimiento profundamente anticapitalista en sus principios fundamentales de organización: es gratuito para todo el mundo, es producido por contribuciones voluntarias de miles de personas que cooperan por el deseo de satisfacer las necesidades de otras proporcionándoles información, hay muy poca jerarquía… Wikipedia encarna el aforismo «a cada cual según sus necesidades, de cada cual según su capacidad». Es posible que las grandes visiones rupturistas de transformación macro-institucional desde abajo hayan desaparecido. Tales visiones eran claramente una parte importante del histórico «optimismo de la voluntad» de los revolucionarios. Pero existen nuevas visiones de metamorfosis desde abajo, de transformaciones intersticiales llevadas a cabo por muchas colectividades. Y al final, éstas pueden resultar más prometedoras para una transformación profunda y robusta de las condiciones de opresión y desigualdad que muchas de las visiones apocalípticas del siglo XX.

* Erik Olin Wright, profesor de sociología en la Universidad de Madison-Wisconsin y un científico social marxista de reputación académica internacional gracias, entre otras cosas, a sus trabajos empíricos sobre las relaciones de clase en el capitalismo contemporáneo (Classes, 1984; Interrogating Inequality, 1995; Class Counts, 1996). Desde 1991 dirige el Real Utopias Project, del que ya han visto la luz cinco volúmenes en la editorial Verso. Actualmente prepara un libro vinculado a este proyecto colectivo y que lleva por título Envisioning Real Utopias. Es posible ver un adelanto de su contenido en el artículo «Los puntos de la brújula: hacia una alternativa socialista» (New Left Review, nº 41) que, como el resto de sus escritos, puede encontrarse en su página web.