El proceso de constitución de subjetividades sociales ha sido y sigue siendo un importante problema no solo teórico, sino también relacionado estrechamente con las posibilidades de la acción social. Nos remitimos entonces al problema de los valores y. tiene que ver con el sentido del conocimiento, es decir, con la respuesta a la pregunta de […]
El proceso de constitución de subjetividades sociales ha sido y sigue siendo un importante problema no solo teórico, sino también relacionado estrechamente con las posibilidades de la acción social. Nos remitimos entonces al problema de los valores y. tiene que ver con el sentido del conocimiento, es decir, con la respuesta a la pregunta de ¿para qué?. Pero aquí surge una nueva cuestión, y es la manera en que el sentido del conocimiento se relaciona con la utopía, la cual se refiere no al ¿hacia dónde?, como podría pensarse, sino al ¿desde dónde?; es decir, ¿desde qué idea de futuro se construye el conocimientos social?. Se trata [pues] del problema de la colocación del sujeto que construye el conocimiento respecto del sujeto sobre el que se construye el mismo.
Mónica Gallegos Ramírez
La coyuntura que se abre con las campañas políticas electorales y con ello la lucha contra el fraude, así como las otras campañas, la impulsada por el EZLN con la iniciativa político-organizativa que contiene la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y las que sostienen cientos de comunidades y organizaciones sociales desde sus localidades, de las cuales ahora destaca la de Oaxaca (que son objeto de reflexión en otro espacio), tiene en los sujetos que la protagonizan potencialidades y perspectivas diferentes, por lo que no se puede predecir que se de una convergencia en el horizonte de futuro inmediato. Sin embargo, a mediano plazo la posibilidad de articular las luchas podría darse sobre la base de respeto a las diferencias en la lucha común contra el neoliberalismo, además de que la resistencia que cientos de miles de personas realizan de manera activa y pública tiene detrás la de millones que en forma «oculta» son el soporte comunitario, tejido desde abajo.
Destaca como al interior de las comunidades y barrios, desde donde se organizan los propios sujetos, se cuestiona, en los hechos, la forma de hacer política que tiene como base la exigencia a comportarse como masas dirigidas por los políticos profesionales, así como a los movimientos sociales institucionalizados obedientes de aparatos burocráticos partidarios. En el caso de los que se movilizan contra el fraude electoral, además han tenido que enfrentar al aparato del Estado como un enemigo representado por la maquinaria institucionalizada de los partidos políticos (tanto los que tienen adentro como afuera del movimiento antifraude) que, al estar disputándose el poder a través de obtener una curul, un puesto de elección o para llegar a ser funcionarios públicos, se convierten en los principales guardianes del sistema político, al cuidar que se mantenga el movimiento dentro de los causes marcados por dicho sistema. Como parte de la pluralidad de sujetos que resisten al fraude electoral, están los llamados intelectuales orgánicos, es decir profesionales del trabajo intelectual a través del periodismo, la academia, la política institucionalizada de las Organizaciones No Gubernamentales (neogubernamentales?) o cualquier tipo de institución pública, que juegan un papel relevante por su capacidad de generar públicos de opinión y por las posibilidades que tienen de influir a través de su materia de trabajo: caricaturas, fotografías, reportajes, ensayos y artículos, en toda clase de periódicos, revistas y libros, programas de radio y televisión; sin embargo, han mostrado dificultades para posicionarse respecto del golpe de estado técnico que significa el fraude, pues no han sido capaces de mostrar como ha sido ensamblado, y en mucho lo reducen al día de las votaciones.
Es así considerando que cuestionar las elecciones como una farsa en sí mismas les exigiría autocriticarse por la actuación que han tenido frente a la clase política y el Estado. La apuesta por el proyecto de Andrés Manuel López Obrador, por parte de miles de intelectuales y dirigentes de la izquierda institucionalizada que aspiran a obtener una tajada del poder, aunque sea un puesto menor en el gobierno socialdemócrata, es manifestación de la desesperanza por tantos años de luchar por el poder sin haberlo alcanzado hasta ahora.
La falta de una reflexión autocrítica actual, respecto del papel desempeñado durante todos estos años, los convierte en impostores, pues ya no tienen ningún pretexto para seguir sosteniendo posiciones como la de la transición democrática, el voto útil, el mal menor, la representación política, la democracia participativa, etc., ya que se habían convertido en simples recaderos de la clase política y los gobernantes, es decir, en simples lleva y trae entre los gobernantes y los partidos políticos, al actuar como asesores «gratuitos» de los gobernantes o edecanes de la gobernanza del «nuevo» régimen político neoautoritario. La (im)postura tiene su correlato en la forma en que han despreciado a los de abajo, que poco o casi nada aparecen como objeto-sujetos de su trabajo intelectual. Posicionarse desde la perspectiva de los sujetos que resisten, exigiría una autocrítica profunda, develar el proceso de defraudación orquestado por el aparato de Estado no sólo respecto de las elecciones.
Es indispensable mantener la critica y problematización constante sobre la realidad aparente y no perder de vista que la dialéctica de la dominación y la resistencia alude a la contradicción de la lucha de clases, cuestión que la burguesía y sus lacayos tiene claro, a diferencia de los intelectuales políticamente «correctos» que se encubren en la misma racionalidad liberal y capitalista pero hacen como que lo urgente es prioritario frente a lo fundamental. La situación que se configuro en los días posteriores al dos de julio, si seguimos el discurso manifiesto y latente de los diferentes partidos y excandidatos presidenciales, pero sobre todo su hacer concreto, fue en la lógica de que todos los involucrados directos en las elecciones, se posicionaran en relación con definiciones como la defensa del voto, que se traduce en el conteo de voto por voto, como si eso fuera suficiente para restituir la política de la defraudación en el proceso electoral, y más aún, como si ello restableciera el derecho de los mexicanos a decidir sobre el tipo de gobierno que se quieren dar, como si entonces se podría exigir rendición de cuentas y revocar el mandato a los que mal gobiernen, hasta llegar a las coincidencias respecto a la definición de políticas que proclaman que los enemigos a vencer son la pobreza, la inseguridad y el desempleo, y la necesidad de cambiar las instituciones, para lo cual todos los partidos políticos se disponen a trabajar juntos, cuando en realidad terminan legislando lo que a sus intereses de grupo político en disputa por el poder convenga.
Caer en el error de seguir a los partidos en su lógica negociadora pragmática y haberse quedado en la exigencia del conteo de la votación a cambio de comprometerse a aceptar lo que de ello resultara, cuando todo el proceso electoral fue producto de la estafa, el chantaje, el timo, el engaño, es una prueba más de la simulación de la clase política toda. Habrá que estar atentos a las eventuales negociaciones y «soluciones» que la clase política irá operando. Por otro lado, la apuesta que una vez más los millones de defraudados en las elecciones se darán por vencidos y entrarán en una depresión pasiva, se puede convertir en una mala jugada que puede llevar a una descomposición mayor del sistema político.
Insisto, reducirse a la defensa del voto, luego a la conformación de un gobierno paralelo, siempre cuidando que el movimiento no rebase los límites del sistema político, es una manera de conservar y resguardar las prebendas que la clase política y los intelectuales orgánicos disfrutan a cambio de mantener la tradicional forma de hacer política. La realpolitik y la «socialización» del poder entre ellos parece ser la estrategia decretada por los capitalistas que están detrás de los futuros operadores-administradores del Estado en todas las entidades y municipios del país y el programa económico neoliberal, Carlos Slim y Claudio X González, por mencionar sólo a dos de los involucrados directos en los bandos que se disputan el ser favorecidos de la farsa electoral.
Por otra parte, la discusión sobre lo que podría representar la perspectiva de los de abajo tiene por delante resolver cuestiones como las siguientes: a) dejar claro que las elecciones no resuelven los problemas elementales de democracia, justicia y libertad, mucho menos los de las personas que viven de su trabajo. De hecho, las elecciones en el marco de un país donde la represión y la violencia, como lo sucedido en Atenco, son consustanciales al gobernar de todos los partidos políticos que están en el poder, es muestra de que son una farsa; b) La nueva sociedad, democrática y justa, por decir lo menos, no es un lugar al que se llega por elecciones que son resultado de fraudes configurados desde la raíz. Por tanto, no debemos ser corresponsables de falsas ilusiones; c) tener claro que el sistema político capitalista, para controlar grandes concentraciones de población, sostiene la idea de que la representación política descansa en los partidos políticos y siempre con la premisa de no aceptar el principio de revocación de mandato y dar cuentas de su gestión gubernamental; d) reconocer que el Estado es también una forma de relación capitalista, y por tanto que el ejercicio del poder no tiene porque reducirse al espacio del Estado.
Por eso es necesario empezar a pensar en formas concretas de dispersión o parcelación del poder (Zibechi, 2006). En esta perspectiva, desde ya podríamos incorporar algunos contenidos en nuestras iniciativas que lo manifiesten: 1) Al ser las formas de acción parte de la cotidianidad, se pueden usar las mismas que utilizamos para la producción o la vida corriente, no se requiere de la creación de una estructura especial o separada de esa vida cotidiana, ni siquiera de una especialización o división del trabajo: todos y todas ya estamos haciendo algo, habrá que ver en todo caso lo que se espera de cada quién; pero en estas circunstancias podremos construir, desde donde estamos y somos, vínculos de resistencia y comunicación sin centro emisor y por tanto sin receptores pasivos (Zibechi, op. cit.); 2) Considerarnos como una fisura (Holoway, 2005) que como tantas otras están apareciendo en el sistema político y por tanto articularnos para que se abra una gran grieta que no puedan detener los de la clase política con ningún tipo de negociación espuria. Hay que impulsar el despliegue de iniciativas, que fluyan y no se detengan con las consigas de los políticos profesionales que seguramente intentaran detener la lucha de resistencia de la gente.
Política y elecciones. Votar hoy es (fue) inútil
Desde 1995 en Jalisco, 1997 en el DF, y así en otros estados, ya no existe el sistema de partido de Estado, pero en el régimen político todo sigue igual. Se ha conformado un sistema de gobierno autoritario, represivo, negligente, reaccionario, ineficaz e irresponsable. La violación de los derechos individuales, colectivos y sociales de los jaliscienses, los defeños, etc., ha sido sistemática y permanente. La función de policía ha sido el rostro más relevante del gobierno; ello ha sido acompañado de la imposición de códigos penales y reglamentos administrativos que criminalizan la condición de pobreza, los jóvenes y los desempleados se han convertido en el objetivo principal de esa política de Estado. Ante estos acontecimientos, la mayoría de la población mantiene una opinión crítica respecto de la clase política. Fue muy poco el tiempo que duro la ilusión de que la alternancia en el gobierno sería un paso hacia la democracia política y la justicia. Apenas en dos o tres años, se demostró que ningún partido político, ni los gobernantes que provienen de ellos, son garantía de nada ni mucho menos que les interese mandar obedeciendo al pueblo.
En relación con los procesos electorales es evidente su agotamiento como forma de participación y generación de representación política, con todo y lo lastimoso que ha resultado el aval que el sector de los intelectuales, académicos y periodistas le han dado a dichos procesos (con sus excepciones por supuesto); significativo que sea este sector de la sociedad el que no entienda lo que está pasando y contribuya a sostener la poca «legitimidad» que le queda a la clase política. Sus llamados a votar de manera útil o por el mal menor fueron ignominiosos.
Las mujeres y los jóvenes en edad de votar de colonias y barrios, así como de comunidades rurales viven una realidad diferente a la que se inventaron los partidos políticos en su propaganda electoral. Estos jóvenes y mujeres se han convertido en la base de la resistencia y la sobrevivencia, no sólo porque son quienes soportan las condiciones de miseria y busca el sustento para la familia, sino porque sostienen la lucha contra la represión policíaca y las políticas de terrorismo de Estado de manera cotidiana (ello se puede observar en cientos de demandas contra la policía en las instancia de derechos humanos y en acciones de resistencia contra la policía en los propios barrios). Por su parte, los pueblos y comunidades indígenas, han mantenido movilizaciones, foros, y solidaridades por la defensa de la tierra y los recursos naturales.
La disputa de los políticos profesionales es por ganar el lugar desde donde se aplicará la política que necesitan los dueños del dinero y el poder, los capitalistas; una política represiva y de control de la población, la ejecución de políticas de asistencia social en la lógica de guerra de baja intensidad, la política de privatización de los recursos naturales y junto con ello la modificación de la constitución y las instituciones públicas para quebrarlas o ponerlas al servicios del capital trasnacional. De lo que trata la contienda electoral es de elegir quién y con qué modalidad se aplican todas esas políticas, y quiénes se llevan las ganancias por los servicios prestados como gobernantes-administradores de los proyectos del capital.
Votar hoy, con sus diferentes modalidades, que van desde el voto razonado hasta el voto útil por el mal menor, en un país donde la explotación, el desprecio y la represión se convierten en política de Estado es y fue inútil, pues la democracia es sólo una farsa donde el régimen político está al servicio del poder y el dinero, no de la sociedad.
La resistencia contra el fraude electoral: fisura a la dominación capitalista
La resistencia que la gente común y sencilla está realizando cotidianamente contra la dominación capitalista, también se manifiesta en el espacio de la confrontación y conflicto que ha provocado la imposición del fraude electoral instrumentado por la «Sociedad del Poder» que constituyen los grupos de elite del capital, nacional e internacional y sus operadores políticos del Estado mexicano. Se trata de una lucha complicada debido a que la mayoría de las personas, familias y colectivos sociales que conforman el movimiento antifraude están dando una doble batalla, hacia dentro y hacia fuera del propio movimiento, contra la clase política de los partidos, y lo que ellos representan, el poder del dinero y su sistema político, el capitalismo.
Con motivo de la protesta y resistencia contra el fraude electoral, emergió la experiencia acumulada y se está recurriendo a la memoria histórica sobre elecciones y fraudes. De esa conciencia histórica es muestra que la lucha antifraude es (a pesar de las claudicaciones y negociaciones que ya se están dando por muchos de los candidatos electos en este proceso de mentira) engaño y abuso (Del Paso y Hernández), quedando en claro que la defraudación a la ciudadanía no se reduce a la manipulación de las cifras sino que estuvo presente antes y durante todo el proceso electoral, empezando por el tipo de candidatos de los diferentes partidos y sus programas, pues han sido los mismos que han ocupado los puestos del aparato del Estado en los últimos veinte años.
El fraude está en todo el proceso: los consejeros electorales son elegidos por los partidos políticos a través de sus representantes en la cámara de diputados, el uso de recursos públicos que no están destinados para hacer campañas electorales, el monto de dinero que los propios partidos y el gobierno deciden y cómo también lo rebasan, el tipo de candidatos que imponen a las bases las mafias que dirigen los partidos y, luego entonces a toda la ciudadanía; el fraude está en que los partidos y gobernantes impiden se instituyan mecanismos de rendición de cuentas, revocación de mandato y sanciones judiciales para quienes no cumplan con las promesas de campaña y mal gobiernen.
El fraude está en la forma en que manipulan los medios de comunicación, sobre todo los electrónicos, para encubrir y simular lo pervertido del sistema electoral, en el tipo de candidatos que sólo sirven a los capitalistas y no a los trabajadores; el fraude está en el tipo de campañas de todos los partidos políticos: mentiras descaradas, promesas falsas, propuestas tramposas, candidatos sin capacidad intelectual y calidad ética. De ello da cuenta el llamado a formar un gobierno de unidad, después de haberse acusado de ser un peligro para la nación, delincuentes y corruptos. Con todo, la movilización de amplios sectores de la población, así como las iniciativas y mecanismos que utilizan para revelar, evidenciar e inhibir el fraude electoral, demuestra que la mayoría de los mexicanos no somos ingenuos y sabemos que las elecciones no agotan la democracia, mucho menos la libertad y la justicia.
El comportamiento político de la población que votó, manifiesta la contradicción entre la desesperanza causada por las condiciones de vida miserable de sesenta millones de mexicanos y la esperanza que depositaron en la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador llegara a ser un presidente que gobernara para los pobres y no para los ricos. Esta es la idea con la que sintetizo el por qué muchas personas acudieron a votar a pesar del repudio generado por los políticos profesionales y sus partidos.
Después de padecer el proceso político electoral impuesto por la clase política y sus partidos durante cerca de dos años de campañas y precampañas, y sin haber logrado convocar a la mayoría de la población a su farsa democrática (fuimos mayoría los abstencionistas), a partir del 3 de julio empezamos a volver a la realidad, ya sin el bombardeo de promesas electorales y sin la credibilidad a los medios de comunicación, que no podrán seguir impunemente engañando con su propaganda, que hasta ahora pudo tener cierto eco en un sector de la población gracias a la desesperanza en la que está viviendo y que la llevo a apostar, tal vez por última ocasión, a un cambio desde arriba, es decir, por medio de la esperanza de que ahora si llegue un gobierno emanado de la clase política que responda a las demandas y necesidades de los de abajo.
Las manifestaciones de hartazgo y rechazo que se manifiestan por todo el país, organizadas y pacíficas, involucra a millones de personas que, además empezara a vincular a los gobernantes y clase política en la explotación y del despojo de lo poco que les queda: su fuerza de trabajo, su tierra, el agua, sus bosques, a través de la continuación de la misma política neoliberal, que de por si ya tiene comprometida el ganador de las elecciones.
La resistencia contra el fraude electoral, si queremos no ser presa de la lógica y la racionalidad del capitalismo y su sistema político, deberá ser el inicio de la lucha contra los gobiernos emanados de todos los partidos políticos y sus programas de despojo, desprecio y guerra de baja intensidad, con sus mecanismos represivos policíacos contra millones de jóvenes, mujeres y mexicanos en general que no se dejan imponer los programas de privatización de sus tierras, sus bosques, sus manantiales, su trabajo, sus salarios y prestaciones sociales. Por cierto, el fraude electoral es también contra los sesenta millones de mexicanos que no votamos: hombres, mujeres y niños de todas las edades.
Otra situación que podemos prever es, la instrumentación de la otra cara del poder, la política represiva, asistencialista y de cooptación, que tratará de detener la resistencia de quienes reclamaran se cumpla con lo prometido. Con todo, también creo que después del anuncio de la Comisión Sexta del EZLN, en el sentido de reanudar la gira del Subcomandante Marcos y la salida de los comandantes, a partir de octubre, así como el anuncio de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, APPO, de constituir un poder popular con base en las comunidades y asambleas locales, se redimensionaran procesos políticos como el de La Otra Campaña y el movimiento de insubordinación social promovido por cientos de comunidades, pueblos y organizaciones sociales de Oaxaca, solo por mencionar los movimientos políticos más evidentes de los de abajo.
El embrión de otra política incuba en medio de la crisis política
La frase «la emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos» de Carlos Marx ilustra lo que implica la revolución como proceso cotidiano de cambio radical con respecto al sistema liberal capitalista. Y viene al caso recordarla porque después del 2 de julio, día de la farsa democrática que protagonizaron el conjunto de la clase política, para dar continuidad al capitalismo salvaje que se ha dado en llamar globalización neoliberal, estará más vigente que nunca la necesidad de que sean los propios mexicanos de abajo quienes se organicen de manera autónoma para ejercer, en los hechos, la democracia directa, porque es la única garantía de contar con un gobierno que mande obedeciendo a quien lo elige y rinda cuentas, de tal manera que su mandato pueda ser revocado en el momento en que incumpla con la función y servicio de administrar la cosa pública de acuerdo con la necesidad de todos.
Cierto que estamos en crisis, pero en medio de ella se incuba el embrión de otra política. En esta crisis de carácter político-cultural-histórico en la que ha entrado el sistema político mexicano, y con el peligro de que se quiera resolver por medios violentos como ha sido en otras épocas, se presenta una alternativa diferente en sujetos sociales que no están en la disposición de participar de una solución en la lógica del propio sistema político. Y estos son los otros activistas y movimientos que no apuestan al sistema capitalista, que ya no esperan un cambio concebido desde arriba, de los partidos y los gobernantes. Ni siquiera esperan que la resistencia al fraude electoral triunfara ante la derecha, pues están conscientes de que aún cuando se reconociera el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, la política económica que aplicaría, sería prácticamente la misma que ordenan los capitalistas.
En la historia de México, a partir del proceso de Independencia que constituyó la nación mexicana posterior a 300 años de colonización española, la política pública ha sido monopolio de las elites, al principio de peninsulares y criollos, luego se convirtió en una de las pocas vías de acceso y movilidad social para los individuos más ambiciosos de las antiguas clases coloniales, subordinadas, en particular para los mestizos (Meyer).
Si la política ha sido instrumento y medio para fines de control del poder y del gobierno, así como para la acumulación de capital, cuando ahora hay quien se planteo que los espacios de la llamada política pública tienen que ser ocupados por los ciudadanos todos, se trastoca la posibilidad de continuar su monopolio por unos cuantos grupos; y aún más, si hay quienes se plantean que hacer política no tenga el objetivo de tomar el poder y que tampoco se entienda separada de la ética, pues surge la posibilidad de que se generen condiciones sociales para que los eternos grupos y elites que monopolizaban la política pública entren en una crisis existencial.
No se debe perder de vista que parte de la crisis es la clase política, con su experimento de alternarse en el poder gubernamental, logró generar expectativas sobre democratización del sistema de gobierno; incluso en algunos sectores de la sociedad, particularmente donde el PRD llego a gobernar, como en el Distrito Federal, éste metió en su lógica a agrupaciones y activistas sociales, llevándolos a la misma crisis en las formas de hacer política, de tal manera que en la última década (1995-2005), se dio un reflujo de los movimientos y organizaciones sociales que se sometieron a la relación con la burocracia política de partidos y gobiernos.
Muchas de esas organizaciones y personas igual tienen un pie en el movimiento de «La Otra Campaña» que impulsa el zapatismo, pues saben que, a pesar del importante y legítimo movimiento que protagonizan millones de personas por impedir el fraude, la forma de gobernar de los perredistas en estados y municipios es igual que la de los panistas y priistas. Toda la clase política y desde todas las instancias y ordenes de gobierno, están aplicando las políticas que ordena la Sociedad del Poder y el capital.
Esta otra alternativa impulsada por el zapatismo, está en las miles de resistencias y manifestaciones de descontento, aparentemente espontáneas, que han puesto en marcha un proceso instituyente de nación con base en la construcción de la autonomía y la organización de los pueblos, comunidades, barrios y colonias, que nada tiene que ver con la farsa de los partidos políticos y el régimen neoautoritario al que ha dado lugar la alternancia de los partidos en el gobierno y que denominan transición democrática. Del avance de la rebeldía, Chiapas y Oaxaca son sólo la muestra de que ya no se puede ocultar este proceso, debido a la dimensión que ha alcanzado el movimiento de insubordinación social.
La posibilidad de un proyecto diferente, no puede pensarse al margen de la propia construcción cotidiana de la resistencia y la dignidad, mediante la organización y la reconstrucción del tejido social con base en la solidaridad y el apoyo mutuo para resolver las necesidades que van desde la sobrevivencia hasta las de seguridad en la reproducción de la vida dignamente. La construcción de espacios de comunidad para la resistencia, está siendo el embrión anticapitalista desde donde la articulación de la resistencia es la otra forma de hacer política.
En muchos de esos pueblos, comunidades, colonias y barrios, ante la crisis en el terreno de la representación política y sin tener una democracia representativa, delegativa, procedimental o cualquiera de sus modalidades como una alternativa viable, han empezado a experimentar la construcción horizontal de relaciones sociales sin dominación. Parte de ese movimiento se da al margen de los reflectores, donde se trabaja por la creación de espacios de encuentro, generando una oportunidad a la palabra y a la escucha, de todos los diferentes que hoy protagonizan la resistencia, explorando formas nuevas de hacer política, espacios donde se pueda conversar y dialogar, intercambiar la experiencia y solidarizarse en el acompañamiento de los movimientos y luchas.
El hecho de que emerjan movimientos sociales y sujetos políticos cuyo objeto de su práctica política no es la toma del poder gubernamental, sino hacer política para promover un cambio en las relaciones sociales, se mete en crisis la racionalidad que durante 200 años hegemonizó la idea del poder y la política, convirtiéndolas en un instrumento de todos y no sólo de las elites. Así, el objetivo de constituir una nueva forma de hacer política tiene la exigencia de romper con la racionalidad de la política como forma de acceder al poder y al dinero.
Hasta ahora, en el ámbito de la política predominaba el entendimiento de que toda acción política tendría que ver con la organización del Estado y por tanto el poder, el ejercicio de las relaciones de dominación y el gobierno era el objetivo de la política; de tal manera que los medios y las formas para hacer política se subordinaban al fin de tener el poder. Además, las ideas de los políticos e intelectuales que perseguían un cambio revolucionario, también se movían en esta lógica de que había que organizar todo en función de tomar el poder. Se pensaba ingenuamente que sólo teniendo el poder se podía llevar a todo el pueblo la democracia, la justicia y la libertad.
Esta concepción se topó con muchos problemas (los más probados revolucionarios finalmente resultaban seres humanos con todas las condiciones propias de su historia personal que los llevaban tarde que temprano a no soportar sobre sus hombros el destino de la humanidad; los aparatos del estado revolucionario tarde que temprano se burocratizaban; el partido también se burocratizaba y su condición misma de vanguardia lo separaba del pueblo, etc.), pero lo fundamental era que seguía prevaleciendo la misma idea de hacer política subordinada al control y reproducción del poder y la dominación
Pero ¿Cómo lograr una sociedad sin relaciones de poder?, la respuesta más sencilla que se ha planteado es que solo por autoemancipación de la sociedad misma. Se trata de ya no más esperar que a través de un salvador externo, que en las revoluciones del siglo XX se presentara como las vanguardias revolucionarias y hoy como liderazgos personales, se logre una sociedad donde la democracia, la justicia, la libertad y la fraternidad, lleguen a ser consustanciales de las relaciones de la vida cotidiana, pues ha sido evidente en la experiencia histórica el fraude que representan todo tipo de liderazgos personales y vanguardias partidarias.
Pensar la posibilidad de una fuerza política no partidaria que no luche por tomar el poder político gubernamental en principio nos refiere la construcción de una organización política como relaciones sociales en donde el ejercicio del poder se asuma por las propias comunidades, pueblos y barrios. En el caso de México, las Juntas de Buen Gobierno y el principio de Mandar Obedeciendo que experimentan los zapatistas en Chiapas es sólo el ejemplo más relevante en esta perspectiva de constituir relaciones diferentes de amplios sectores de la sociedad que faciliten la autonomía, autogestión y autogobierno (en Oaxaca, Guerrero, Estado de México, Michoacán, etc., también existen experiencias importantes).
Esta forma de hacer política implica un verdadero reto en la práctica, pues no es fácil dejar de lado cientos de años de experiencia donde la cuestión era dar y generar la línea de acción política y organizativa que habría de llevarse a las «masas» y «sectores» de la sociedad civil que constituía un movimiento social. El escucharnos, el diálogo, la solidaridad y la dignidad, definen la ética de otra forma de hacer política, donde la persona es el medio y el fin. Así, se trata de caminar preguntando, con dignidad y ofreciendo resistencia a las relaciones de dominación y poder en nuestro propio espacio y cotidianidad, que es desde donde se hace la historia.
El tiempo de la dominación y el espacio de la resistencia
Dar cuenta del escenario de confrontación política por la que transitamos en México implica reconocer que los sujetos involucrados en las luchas actuales vienen de lejos y están posicionados en horizontes diferentes: el de la resistencia y el de la dominación. Exige también estar conciente de cómo nos situamos en la posición de alguno de dichos espacios políticos, pues la pretensión de erigirse en árbitro que califica, encubriéndose en análisis «objetivos» y/o reportajes «neutrales», sólo exhibe la simulación propia de quien tiene ganancias secundarias por servir al sistema de dominio establecido.
En este sentido, es necesario pensar al margen y más allá de lo que nos «informan» la televisión, la radio y la prensa, que hacen gala de servilismo a los grupos de poder político y económico, dando interpretaciones de manera que no aparece la otra realidad, la de la mayoría de los más de cien millones de mexicanos. Los procesos políticos en curso son protagonizados por una diversidad de sujetos sociales que con sus iniciativas político organizativas y su acción, van concretando los proyectos que responden a sus necesidades e intereses. Pero como se podrá observar, no se encuentran en los medios de comunicación reportajes periodísticos que los muestren.
Informar sobre la situación política desde la perspectiva del conjunto de la sociedad, de los que luchan a diario por sobrevivir, y no sólo con los criterios y desde los intereses de los grupos de poder económico y político, exige dar cuenta de cómo las personas, comunidades y pueblos sobreviven y resisten, cómo son sometidos y cómo sortean dicho sometimiento, cómo son objeto de políticas represivas que configuran una cada vez más definida guerra de baja intensidad y cómo van construyendo sus mecanismos de autodefensa y autogobierno.
Para entender la crisis política, estorba limitarse a la agenda establecida por los medios de comunicación estatales y privados, pues se comportan como recaderos de la clase política, evidenciando un proceder político alejado de cualquier principio ético, donde la información es manejada como negocio privado, no como un bien público, y las instituciones estatales como patrimonio personal.
La lógica con la que se mueven los periodistas, los analistas políticos y editorialistas, se limita a informar sobre la vida de los políticos y los procesos electorales (que un político se cambio de partido, que otro está robando pero no lo castigan, que uno más está haciéndose rico y su familia también, que otro se junta con la delincuencia organizada y hace negocio con ellos, etc.), campo por excelencia de los partidos políticos y los gobernantes en el que se dirime el reparto de las migajas del poder y el dinero.
No obstante, la mayoría de la población tiene una opinión crítica negativa respecto de la clase política y sus recaderos, tanto los oficiosos y vulgares como de los encubiertos y banales. Ya se puede apreciar el agotamiento de políticos, periodistas y académicos que se reducen a informar y describir procesos políticos y electorales como forma de participación y representación política, contribuyendo a sostener la poca legitimidad que le queda a la clase política.
Y a propósito de situarse desde la perspectiva de los sujetos, una parte de estos académicos y periodistas, están exigiendo, como acostumbran, que tomemos posición en la lógica del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador y los partidos de la Coalición por el Bien de Todos, argumentando que se trata del movimiento que hará posible la transición democrática, que su programa electoral neoliberal de los cincuenta puntos ya fue sustituido por el liberal «postelectoral» de los cinco puntos y que la unidad a toda costa es la alternativa para poner el poder en manos de uno menos malo; y que no es momento de criticar por que se abren flancos que puede aprovechar la derecha; pero nunca nos dicen que en ello se juegan su futuro más cómodo, mucho menos que poco les importa el futuro de los de abajo; y si alguien lo duda, pueden observar cuánto espacio le dedican en sus reportajes y estudios.
Con todo, se nos presenta el desafío de valorar la coyuntura actual sin confundirnos con las agendas, estrategias, expectativas e intereses de los grupos de poder que construyen su escenario de «competencia» por el control del aparato del Estado, o lo que queda de ello. Esto nos obliga a continuar la reflexión crítica y mantener la perspectiva de que no habrá ningún cambio radical a menos que este venga de abajo.
Cuando se trata de luchar por el poder y el control del Estado, los espacios y los tiempos tienen que ser los que determina la clase dominante: las elecciones, el congreso de la unión, el tribunal judicial de la federación, las corporaciones sindicales, las masas, que descansan en el orden estatal de la política pública establecido a través de la gobernabilidad, las políticas públicas, la estabilidad, la ley, etc. Ahí los sujetos son los partidos políticos, la clase política, los gobernantes, que asumen la representación política del poder real, el capital y, que en el discurso dominante para objetos de propaganda, le han dado en llamar representación política de la ciudadanía; un concepto que niega la existencia de cincuenta y siete pueblos y culturas diferentes a la cultura occidental, las clases sociales, las comunidades y tribus, es decir a las personas que constituimos este país.
Cuando se trata de resistencia contra la dominación, el tiempo y el espacio en que se da, determina, con mucho, los resultados que se obtienen. Esto es así, pues no se trata de acumulación de fuerzas y correlación de fuerzas en abstracto, que buscan el poder político y el control del Estado, ya que ello significa seguir en la lógica de la dominación capitalista, sino de sujetos concretos que luchan contra la explotación, el desprecio, el despojo y la represión, de tal manera que el calendario y el escenario es otro.
Así, estos sujetos de la resistencia no tienen que coincidir con sus iniciativas político-organizativas en la temporalidad, ni mucho menos en las formas de hacer política, con los sujetos del poder. Para el caso de la coyuntura política que se vive, la disyuntiva está en seguir reproduciendo la lógica del mandar y obedecer entre gobernantes y gobernados, explotados y explotadores, ricos y pobres, o la del mandar obedeciendo que se concreta en la autonomía y el autogobierno de las propias comunidades, pueblos y barrios que es la única garantía para dejar de hacer el capitalismo, que trae consigo la explotación, el despojo y la represión que reproduce la relación dominados y dominantes.
En este sentido, la cuestión no es de masas ni de multitudes abstractas, ni de lugares donde luchar, sino de la construcción del espacio y el tiempo de la resistencia, o sea de la constitución de sujetos concretos que acaben con la explotación y el despojo de la fuerza de trabajo y los recursos naturales para acumular capital y dinero; de acabar con el desprecio de los que son diferentes y la represión contra los que se oponen al poder del dinero y no aceptan el sometimiento, la destrucción de la naturaleza y la explotación de las personas.
No veo cómo esto puede ser posible sometiéndose a los tiempos y los espacios de la clase política, a las estrategias de lucha que se subordinan al objetivo de alcanzar el control del Estado y ser los operadores de las políticas y las instituciones estatales que se encargan de mantener el orden, los programas económicos y culturales de la sociedad del poder y el sistema capitalista.
No veo cómo se logre la emancipación de los más de cien millones de mexicanos si sólo nos reducimos a cambiar a los que están ahora en el poder para que se pongan otros, pero con la misma forma: democracia representativa, representación política delegada en unos cuantos gobernantes, elecciones y partidos para elegir a sus candidatos; no veo cómo sin la destrucción del sistema político que pretende e intenta someternos y subordinarnos.
No veo cómo, si se hubiera logrado impedir la usurpación de Felipe Calderón y se hubiera reconocido a Andrés Manuel López Obrador, se garantizaba terminar con la explotación, el despojo, el desprecio y la represión de la inmensa mayoría de mexicanos que la resistimos. Por más que se argumente que López Obrador, Marcelo Ebrard, Manuel Camacho, Ricardo Monreal, Jesús Ortega, Arturo Núñez, Lázaro Cárdenas, Amalia García, gobernantes del PRD son diferentes a Calderón, Francisco Ramírez Acuña, Alberto Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos, gobernantes del PAN, no advierto cómo dejarían de servir a los intereses de los capitalistas Carlos Slim, Roberto Hernández, Emilio Azcarraga, Ricardo Salinas Pliego; sólo por ejemplificar con Capitalistas, tecnopolíticos y videopolíticos nacionales, unos que explotan, otros que administran y otros que cuentan cuentos.
La crisis política de los dominantes no es la de los dominados, la sociedad está experimentando su propia transformación radical al margen de los espacios del poder y el dinero, al margen del escenario de las instituciones del sistema político capitalista. El antipoder y el anticapitalismo se puede mirar más allá de lo que evidencia la televisión y los discursos de los partidos políticos: en la construcción instituyente de otro imaginario social, de otra política de respeto a las relaciones autogestivas y de autogobierno de los pueblos, comunidades y barrios que luchan dignamente por el reconocimiento de las diferencias, su tierra y su territorio, sus bosques y la naturaleza toda que es objeto también de explotación y despojo.
Con todo, la crisis de la clase política y la sociedad del poder, violentan de manera extraordinaria a los sujetos de la resistencia y aceleran el proceso de deslegitimación de las instituciones del régimen y, con ello, las posibilidades de transformación de las relaciones sociales, pero siempre que al mismo tiempo, como dice Castoriadis (2996), y en el mismo movimiento aparecen nuevas significaciones (nuevos valores, nuevos normas, nuevas maneras de dar sentido a las cosas, a las relaciones entre seres humanos, a nuestra vida en general) y eso no puede ser con las mismas prácticas políticas que han caracterizado al sujeto del poder. Por eso no repitamos la historia, hay que recrearla, porque una sociedad nueva no nace desde arriba.
Cuando la política está sometida por los partidos políticos, estén en el gobierno o en la oposición, sean de izquierda o de derecha, sean revolucionarios o reformistas, sean liberales o conservadores, la reproducción de las relaciones de dominación están garantizadas, pues siempre han sido acólitos de la sociedad del poder en la tarea de impedir que haya un cambio en dicha relación.
Cuando una coyuntura es abierta por los sujetos del poder, como es el caso de las elecciones del 2006 y mantiene la iniciativa de su acción imponiendo a los demás el escenario de la confrontación en los marcos establecidos por el proceso electoral, entonces son estos mismos sujetos quienes están en condiciones de cerrarla y asegurar que nadie los rebase, pues perderían la capacidad de imponer su agenda política.
Todo indica que a partir del 16 de septiembre del 2006 la pluralidad de sujetos que constituyen la clase política, la oligarquía del poder que gobierna el país, empieza el cierre de la coyuntura que iniciara con las precampañas hace ya bastantes meses. Con esto no me refiero a que los deseos de Felipe Calderón o de Vicente Fox, en el sentido de que el resto de los partidos políticos aceptan sin más la imposición consumada por el Tribunal Electoral se cumplieran, sino a que todos se disponen a ejercer el poder que les corresponde de acuerdo con la distribución resultante de las reglas del juego que ellos mismos contribuyeron a forjar. El hecho jurídico de nombrar al presidente electo es resultado del hecho político que significa la farsa electoral.
No se puede pronosticar cuanto duren en cicatrizar las heridas que se causaron los contendientes electorales ni a que ritmo se impondrán los programas neoliberales pendientes, y que todos, sin distingo de partidos, los que ahora se han convertido en gobernantes, asumieron en sus propuestas de gobierno cuando eran candidatos. Tampoco es fácil especular sobre la posibilidad de que el PRD esté dispuesto a mantenerse en la protesta por un largo periodo de tiempo.
De hecho, ya se proclamo el retiro del plantón de protesta del zócalo, que significaba no sólo el espacio de la resistencia sino también el lugar donde se organizaban y confluían las miles de personas que no pertenecen a los partidos políticos. Se inicia un desplazamiento del espacio de la resistencia antifraude, de las asambleas donde se fundaba el diálogo entre el dirigente Andrés Manuel López Obrador y los cientos de miles de ciudadanos dispuestos a sostenerlo en la lucha, a otro espacio donde la tecnoburocracia de los partidos controlará y si fuera el caso, conviertan a las personas en masa inmovilizada
La llamada Convención Nacional Democrática está siendo estructurada desde arriba, los nombramientos de los delegados, en su mayoría, son producto de procedimientos corporativos que el PRD viene ensayando desde que es gobierno en el Distrito Federal. Por otra parte, reducir el profundo rechazo que la mayoría de la población tenemos a la situación que vivimos (económica, ambiental, social, cultural) sólo a lo político-electoral, implica ser cómplices, encubridores o alcahuetes del poder y el capital.
No se trata pues de despreciar la potencialidad del movimiento sostenido por cientos de miles de personas contra el fraude electoral, sino de cómo no contribuimos a reproducir las relaciones de dominación y a generar una nueva oligarquía política. No dudo de la capacidad de reflexividad de las personas humildes y sencillas participantes en la Convención, ni subestimo la potencialidad que puedan desplegar para organizarse, sin embargo la forma, el medio, es determinante para el fin que se persigue. Y, si de lo que se trata es de cambiar el sistema político con todas sus instituciones, entonces la forma de hacer política no puede ser la misma.
Sencillamente, alienarse a un partido político es negarse la posibilidad de autoemancipación, de autonomía, individual y colectiva, pues se está optando por un programa que no resulta desde abajo y un líder que suplanta la autogestión de la organización desde abajo por el sólo hecho de luchar por el poder y el control del Estado.
La posibilidad de transformar la sociedad o cuando menos el sistema político, radica en la creación de procesos de autonomía y en el ejercicio de autogestión y autogobierno en cada comunidad y, por supuesto, ensayarlo en la totalidad de la sociedad, pero como un segundo momento, después de iniciarlo desde cada localidad. Me refiero a otra política, otro tiempo, otro espacio, de lo que está contra el capitalismo y más allá. Los caminos de la rebeldía no son los de la revolución comprometida con la toma del poder y el control del Estado de los partidos políticos, sino con el cambio de relaciones sociales.
Insubordinación social y posibilidades de ruptura del sistema político
El movimiento de insubordinación de la sociedad mexicana se puede observar por todo el territorio mexicano y la diversidad de las formas en que se organiza y manifiesta públicamente es sólo una muestra de lo que se teje desde abajo, de manera latente. Por supuesto no estoy exhortando a que lo vean a través de los medios de comunicación masivos institucionalizados de las empresas públicas y privadas; desde ahí sólo podrán apreciar el lamentable espectáculo de fraudes electorales y represiones a la gente que lucha por su tierra, su trabajo y su libertad, por parte de la clase política y los ricos mediocres y mentecatos en que se han convertido la mayoría de miembros de la burguesía nacional.
El ambiente político de rebeldía se generaliza debido a la formula que los gobiernos emanados de todos los partidos han aplicado en las últimas décadas: programas neoliberales y represión; combinación intensamente violenta que genera ya no sólo explotación de la fuerza de trabajo sino también despojo de bienes comunes, desprecio y racismo.
La rebeldía tiene muchos rostros y formas, subjetividad emergente que se manifiesta en una realidad compleja, pero con un horizonte de futuro donde trabaja porque las diferencias se respeten y la abolición de la nueva esclavitud que se da a través de la explotación, flexibilidad del trabajo y el despojo de los recursos naturales sean cosa del pasado capitalista.
Es una realidad que viene de historias que se hacen desde la cotidianidad, construidas por una pluralidad de sujetos y, que está condicionada, en ocasiones, por el tipo de espacio desde donde se da la lucha. La diversidad en las formas de la subjetividad rebelde se puede apreciar con unos cuantos ejemplos, de regiones y zonas culturales diferentes y aunque en todos el dolor e indignación es el mismo, la manera de vivirlo es distinta.
Sólo por mencionar las más visibles de las revueltas y rebeliones en curso, tenemos la rebelión de los indígenas zapatistas de Chiapas, con el EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional), que mantiene más de cuarenta municipios autónomos desde 1994; la revuelta de los pueblos indígenas, maestros y jóvenes de Oaxaca, agrupados en la APPO (Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca), que tiene tomados decenas de municipios, además de la capital del estado, desde hace más de tres meses; la resistencia contra el fraude electoral a lo largo y ancho del territorio mexicano que tiene soporte en cientos de municipios y delegaciones de todas las entidades de la República, prácticamente tomados por los ciudadanos y las autoridades que eligieron, que en poco tiempo demuestra tener gran aliento pues viene de muchos años de afrentas, imposiciones y represiones; el movimiento que se articula en La Otra Campaña zapatista que, agrupando a miles de organizaciones y personas en todo el territorio, está levantando un plan nacional de lucha desde abajo y está empeñada en una lucha frontal contra la represión y la libertad de los presos políticos, como premisa estratégica de su resistencia civil y pacífica, y que seguramente dará un redimensionamiento a la resistencia nacional en cuanto pase a la fase en la que los Comandantes del EZLN empiecen a salir y establecerse en todas regiones del país, para como ya se había advertido desde las asambleas realizadas en septiembre del 2005, acompañar y escuchar las necesidades y demandas de los que luchan desde la cotidianidad de sus localidades.
En Oaxaca está dándose una rebelión contra el Estado y su clase política que tiende a generalizarse entre la población de todas las regiones. Los maestros han sido la cara pública que muestran los medios de comunicación debido a que su racionalidad sólo les permite mirar lo que acontece en el espacio de las instituciones del poder y del corporativismo social. El movimiento de insubordinación muestra una enorme capacidad de organización al margen de las formas tradicionales de hacer política que, por cierto, no es espontánea sino que tiene detrás cientos de años de experiencia en resistencia y autonomía, donde cientos de municipios con población indígena y campesina han mantenido sus formas de gobierno tradicionales.
En la exigencia de renuncia del gobernador, Ulises Ruiz, no sólo están los maestros pues con ellos están las comunidades locales donde trabajan y desde donde se organizo lo que sabían iba a ser una lucha de meses; además participan cientos de organizaciones de todos los sectores y espacios sociales.
En Chiapas los zapatistas han instituido las Juntas de Buen Gobierno en la mitad del territorio del estado y no sólo eso, también han construido una forma de vida donde las comunidades y pueblos experimentan la autonomía, el autogobierno y la autogestión en los ámbitos de la producción, la salud y la educación. Esto ha sido así durante los últimos doce años y han demostrado que viven mejor que antes y sin que nadie los domine y explote. Además ahora están sosteniendo una huelga, que el EZLN llama Alerta Roja, en más de dos mil comunidades, en solidaridad con los presos políticos de Atenco.
Ello quiere decir, en su propia voz, que «las tropas insurgentes se preparan para pelear si es que nos ataca el mal gobierno. Y quiere decir también que las comunidades como que se ponen en huelga.está todo cerrado.lo que es comercio para afuera se cierra, sólo está lo que hay a lo interno de cada comunidad.es nuestra forma de hacer. No sale en la televisión, no sale en los periódicos. (Pero) nosotros si lo estamos sabiendo…y es que cuando le pegaron a Atenco, no le pegaron a Atenco, nos pegaron a nosotros, porque ya somos compañeros» (SCI Marcos).
En el valle de México y el Distrito Federal, la representación manifiesta de la indignación y el coraje ante la violencia de la clase dominante son las marchas y concentraciones donde la multitud no es ya masas «organizadas» por una fuerza política partidaria, y los contingentes que logran movilizar las elites dirigentes de las organizaciones y movimientos sociales institucionalizados son los menos. Es cierto que la resistencia y la movilización de millones de personas, con motivo del fraude electoral, tiene de manifiesto la convocatoria de Andrés Manuel López Obrador, pero no hay duda de que no se reduce al llamado que desde arriba hace este miembro de la clase política, pues abajo se teje la rebelión y las formas de hacer la resistencia.
En otra dimensión, hay entidades de la Republica, como Jalisco, donde la rebeldía y la resistencia no se dan de manera concentrada y articulada, sin embargo, no por ello es de menor intensidad. En un ligero recuento, y sólo tomando en cuenta los propios informes de gobierno sobre las manifestaciones que se han realizado frente a las puertas de palacio de gobierno, tenemos que son más de doscientas mil personas en los últimos diez años que han protestado, seguramente, podrían llegar al medio millón si consideramos a las que se dieron frente a las secretarias de estado, palacios municipales. Y en su propio espacio de trabajo y habitad. Luchas que van desde la exigencia del cumplimiento de acuerdos y demandas que regularmente son transgredidas por el gobierno o bien son conculcadas por los capitalistas en los centros de trabajo hasta las que repudian los fraudes electorales.
Esto es pues un ligero recuento; las manifestaciones, no públicas aún, de la rebeldía, se pueden observar a partir del seguimiento, acompañamiento y solidaridad que entre ellas mismas se está dando, y por las dimensiones que está adquiriendo, hace pensar en la posibilidad de un proceso de ruptura y cambio, donde seguramente los zapatistas, los maestros, los pueblos indígenas y las mujeres y jóvenes de los barrios y comunidades del campo, estarán presentes.
La situación de crisis política y social en México se ha agudizado y profundizado antes de lo esperado. Tal vez nadie tenía una radiografía y un diagnóstico nacional para haber advertido que la crisis del sistema político llegaría a tales dimensiones en el año de las elecciones. Con esto viene a la memoria acontecimientos históricos, como el de la lucha por el sufragio efectivo y no reelección de principios del siglo XX, que posteriormente dieron lugar a coyunturas y periodos donde las revueltas y las rebeliones populares se generalizaron dando lugar a transformaciones que, sin embargo, no lograron la emancipación social de los de abajo.
En México existe el antecedente de rebeliones continuas en coyunturas que se enmarcan en periodos de cien años y que han llegado a culminar en revoluciones sociales, es el caso de 1810 y 1910; además de ser rebeliones que se sostienen durante muchos años, con intensidad suficiente como para convertirse en revoluciones, han logrado transformaciones políticas relevantes aunque no todavía la emancipación de los de abajo.
Es importante señalar dos cualidades que muestran por qué dichos procesos de lucha y resistencia de los de abajo contra la dominación del poder y el dinero, logran mantenerse en periodos de tiempo de largo plazo a pesar de la excesiva violencia institucional, armada y legal, del régimen del gobierno en turno; esas cualidades son el carácter diseminado y discontinuo en que se dan las rebeliones en el tiempo y la parcelación y segmentación en el espacio geográfico-territorial. Es decir, el escenario y el calendario de la confrontación que pretenden imponer los de arriba, no es el mismo que el de la rebeldía.
La Revolución de Independencia, la Guerra de Reforma, la guerra contra el imperio francés, la Revolución Mexicana, a pesar de su envergadura en cuanto a violencia y participación masiva de campesinos e indígenas no ha logrado que en dichas transformaciones políticas se reflejen las necesidades y demandas de sus pueblos y comunidades. En estas experiencias revolucionarias, gracias a la oposición de las elites políticas y económicas, prácticamente se ha tenido que arruinar y reconstituir cada vez al Estado (Joseph y Nugent, 2002).
Es por demás insistir en que las grandes transformaciones sociales han sido obra de los de abajo y en contra de la voluntad de los de arriba que niegan la libertad y justicia para todos, y que siempre se han opuesto a los cambios sustanciales tanto a través de farsas electorales y fraudes, como por la fuerza y la utilización de los ejércitos sometidos a sus intereses. En la situación actual seguramente no será la excepción, la rebelión y las revueltas habrán de lograr, tarde que temprano, una nueva transformación social, sólo que ahora existen elementos para suponer que los indígenas y campesinos, los trabajadores y comunidades de la ciudad, tienen mejores condiciones para lograr su emancipación social.
Ello nos evoca la necesidad de otra forma de hacer política, donde el poder del Estado y la acumulación de capital no sean el objetivo, por tanto, la exigencia es pensar críticamente el presente con base en la reflexión del pasado y con una mirada donde el futuro ya no mantenga a unos abajo y a otros arriba, donde la idea de gobierno sea una donde el que mande, mande obedeciendo.
A manera de colofón. El falso dilema de quien espera a quién
En diferentes espacios sociales, ante la movilización de cientos de miles de personas en torno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la resistencia contra el fraude electoral, se escuchan con frecuencia dos reclamos, a saber, que todos los otros movimientos de insubordinación y resistencias a la dominación capitalistas deben unirse a la Convención Nacional Democrática que convoca AMLO, y que no es el momento de cuestionar ni criticar públicamente a los sujetos que lo conforman ni a sus formas de hacer política.
El argumento y explicación que dan es que se debilita a dicho movimiento de izquierda y se favorece al Estado y a los sujetos de derecha que lo quieren destruir. La exigencia está dedicada a cualquiera que critique pero especialmente a los adherentes de La Otra Campaña, y más específicamente al EZLN y su vocero el Subcomandante Marcos, quien durante todo el proceso electoral estuvo cuestionando a todos los partidos políticos y a las elecciones mismas como una farsa democrática.
Además, parten del supuesto de que ahí está la gran oportunidad histórica de cambio social, dicen, sin menoscabo de que ahí precisamente se contenga el embrión de la restauración del régimen político y el Estado, que pasan por una crisis profunda como forma de relación capitalista que es en si misma. Para nada se les ocurre que precisamente por no criticar en el momento en que se gestan las formas de hacer política, ni atender el factor subjetivo que de suyo representan las personalidades que dirigen y dictaminan el quehacer político de los movimientos sociales, se contribuye a la reproducción de las relaciones de dominación.
Más aún, el promover la unidad a toda costa, que tanto a lesionado los esfuerzos por la emancipación social en diferentes momentos históricos, el no criticar y cuestionar las formas de hacer política que reproducen la relación mando obediencia, gobernantes y gobernados, es la base de la reproducción de la Realpolitik, la política pragmática que descansa en la idea de que el fin justifica los medios, que en este caso corresponde a que las personas sean considerados medios para conseguir fines políticos.
Los sujetos que ya están instalados en el campo de la lucha anticapitalista, los que ya constituyen fisuras, diques, grietas y rupturas en el sistema político, y mantienen desde hace años sus posiciones y acciones en la perspectiva del combate a la explotación, el desprecio, el despojo y la represión, como son el EZLN y el movimiento de La Otra Campaña, son cuestionados por algunos sujetos que forman parte de la convocatoria a la Convención Nacional Democrática (CND), en el sentido de que deben participar en este esfuerzo, con el argumento de que representa la voluntad popular y la alternativa para el cambio de régimen político.
La pregunta que surge es ¿quién está esperando a quién? Pues muchos de los que están reclamando la presencia de aquellos que no participan junto con el movimiento encabezado por López Obrador, han estado respecto de partidos y movimientos subordinados a posiciones de grupos de poder en el régimen político, y que ahora dicen tener la disposición de estar en la resistencia de largo plazo contra la imposición de un presidente espurio.
El problema es que no se puede saber si de verdad romperán con lo que hasta hace pocos días todavía formaban parte (desde donde operaban políticas económicas neoliberales, de control y represión contra los que se resistían a ellas). No podemos advertir si sólo están utilizando el coraje y la voluntad popular para mejorar posiciones de poder político y económico.
Además, la presencia protagónica de los ingenuos convenencieros, los oportunistas y los radicales gobiernistas (Raquel Gutiérrez), en la CND, que una vez más convergen, como siempre, en las coyunturas en que las pugnas por el poder de los de arriba generan crisis políticas, aunados a los dirigentes partidarios, genera desconfianza. Ciertamente ahora la crisis política es intensa y ha propiciado el descontento y la movilización de sectores de clases medias y trabajadores de la ciudad, por lo cual una serie de personajes venidos del salinismo y el foxismo, se muestran «dispuestos» a luchar por la democracia y la justicia electoral junto con los partidos políticos que fueron despojados de su triunfo electoral, y hacen llamados a participar en el nombramiento, dicen, de un gobierno legítimo que dirija el cambio de las instituciones y constituya una nueva República y nueva Constitución.
También es importante reconocer que a la CND se suman otras fuerzas y agrupamientos políticos que han venido participando en lo que se conoce como Los Diálogos Nacionales y El Frente Sindical, Campesino, Social, Indígena y Popular, que han venido sosteniendo luchas importantes y un proceso de articulación con una política de alianzas amplia que abarca a organizaciones sindicales y populares con dirigencias corruptas, tradicionalmente vinculadas al aparato corporativista del Estado y que, en las últimas semanas se han estado desligando, a raíz de la radicalización de luchas como la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, donde participan decenas de organizaciones pertenecientes al mencionado Frente y los Diálogos Nacionales, que han presentado una propuesta de plan de trabajo, forma de organización y nombramiento de López Obrador para la Convención Nacional Democrática (ONPP,2006).
La disyuntiva que esto presenta, no es necesariamente la de agruparnos todos juntos en aras de la unidad de acción para lograr el cambio de régimen político, pues no es el objetivo de miles de resistencias y luchas, las que se reconocen en un horizonte donde la constitución de otra forma de hacer política es fundamental para dejar de reproducir las relaciones sociales de dominación capitalista.
Bibliografía
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