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El mayor lastre a una democratización profunda del país

La Concertación: un éxito político

Fuentes: Arena publica

Desde hace ya casi dos décadas, nuestro país ha vivido el tiempo político de la Concertación de Partidos por la Democracia. Su diseño se enmarca en las postrimerías del mundo bipolar y significó la total exclusión de los sectores de la izquierda marxista. Un conglomerado que desde su concepción ha sido construido para cumplir tres […]

Desde hace ya casi dos décadas, nuestro país ha vivido el tiempo político de la Concertación de Partidos por la Democracia. Su diseño se enmarca en las postrimerías del mundo bipolar y significó la total exclusión de los sectores de la izquierda marxista. Un conglomerado que desde su concepción ha sido construido para cumplir tres tareas históricas fundamentales. Primero, garantizar a las élites y al FMI la continuidad del modelo económico; segundo, garantizar a las Fuerzas Armadas una transición pacífica, de bajo coste y limpia; y tercero, dar garantías a Estados Unidos de estabilidad política en la región como faro de la democracia en el cono sur.

La Concertación de Partidos por la Democracia ha cumplido durante diecisiete años la tarea para la que fue concebida. Ha sabido salvaguardar los pilares estructurales del modelo económico, asegurando tasas de ganancia significativas para inversionistas criollos e internacionales. Esto ha sido posible mediante la desmovilización popular y sindical, instrumentalizada desde La Moneda y ejecutada por una clase política cerrada de los diversos partidos concertacionistas.

Lo mismo puede decirse de la transición pacífica que mantuvo intocada la figura de Pinochet, al extremo bochornoso de que todo el aparato de un gobierno concertacionista fue puesto a su servicio durante su detención en Londres. En los hechos, el marco jurídico constitucional se ha mantenido inalterado en lo sustancial. Este mismo espíritu ha presidido el tratamiento del tema de Derechos Humanos, evitando todo cuestionamiento político y moral de fondo en la sociedad chilena; y en el límite, haciéndose cómplice de un estado de impunidad en el país.

Por último, los gobiernos concertacionistas han tenido un claro papel conservador en América Latina, oponiendo un presunto progresismo democrático a procesos más radicales como los que se están dando en otras latitudes. Recordemos que el triunfo en el plebiscito fue adjudicado al entonces secretario para asuntos interamericanos en Washington, como un logro de su cartera. En este sentido, la presencia de un ex-ministro concertacionista a la cabeza de la OEA no parece nada casual.

La Concertación de Partidos por la Democracia, ha sido un instrumento muy eficaz y eficiente, un éxito político. Quienes hoy sostienen su fracaso, lo hacen inspirados en una crítica muy limitada y de corto aliento o, en una ingenuidad sin límites, al hacerse otras expectativas. Todos lo gobiernos concertacionistas, tanto democristianos como socialistas, han dado cabal cumplimiento a lo pactado en 1989. Salvo modificaciones cosméticas, el Chile de hoy no se aleja del diseño militar, en lo Constitucional, en lo económico y, curiosamente, en lo político.

En la hora presente, por paradojal que parezca, el mayor lastre a una democratización profunda del país lo constituye la propia Concertación de Partidos por la Democracia. Este conglomerado con su típica demagogia de «centroizquierdaderecha» ha demostrado en cuatro gobiernos su compromiso de ejercer como garantes del actual estado de cosas, negándoles a todos los chilenos su derecho a vivir una democracia de verdad.

Álvaro Cuadra (Investigador y Docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados ELAP/ ARENA PUBLICA, plataforma de opinión de Universidad ARCIS)