No sé si habéis oído hablar de la confluencia que tuvo lugar en Huesca para las pasadas elecciones generales, Ahora Alto Aragón en Común (AAAeC). Probablemente no, y si me dejáis, me gustaría preguntarme por qué. A 5 años del 15M, intento no dejar nunca de recordarme a mí mismo una de las sensaciones más […]
No sé si habéis oído hablar de la confluencia que tuvo lugar en Huesca para las pasadas elecciones generales, Ahora Alto Aragón en Común (AAAeC). Probablemente no, y si me dejáis, me gustaría preguntarme por qué.
A 5 años del 15M, intento no dejar nunca de recordarme a mí mismo una de las sensaciones más potentes y sorprendentes que viví en ese momento. No es un cosa mía particular, la he contrastado en muchas conversaciones con personas que me dicen que también la sintieron. Fue la emoción de encontrar a tanta gente que de una forma u otra «estaba en lo mismo», «pensaba igual», «se juntaba». ¿De dónde había salido toda aquella gente? ¿Dónde habían estado antes todas esas personas que aparecieron en las plazas, en las redes, en las calles, en las asambleas, en la simpatía generalizada que recibió el movimiento? ¿De dónde habían salido todos aquellas nuevas amigas y amigos?
De esa sorpresa nació una experiencia de confianza en la posibilidad de tener algo en común con la inmensidad de desconocidos que nos rodea. No sé para vosotras, pero para mi desde el 15M ya no es lo mismo pasear por la calle, ir a un parque público, entrar a comprar en supermercado, tomarme una caña en un bar. Sé que puedo estar rodeado en ese mismo momento de gente que pasó por las plazas, que se emocionó o se indignó, o que por lo menos dijo «ya era hora de que esta juventud hiciera algo». Más que nada, lo que no puedo ya dar por hecho es que la persona que está a mi lado clavándome el codo en el vagón de metro, la que me molesta con la radio demasiado fuerte, la que se cruza en mi camino haciéndome dar un traspiés, sea alguien con quien no puedo hablar o entenderme. Incluso, ¿por qué no?, un potencial compañero o compañera.
En mi asamblea del 15M (algo peculiar, por ser una de las que hicimos los emigrados en ciudades de todo el mundo, pero en realidad no tan diferente a las demás), había gente con la que a lo mejor nunca hubiera pensado que podría tener nada que ver. Gente a la que tal vez nunca hubiera mirado a la cara; esos «bultos» que van por la acera, esas sombras a veces casi hostiles en las que nos convierte la «prisa urbana» (eufemismo para evitar decir: «el capitalismo»). Y sin embargo, con esa gente compartí algunos de los momentos de complicidad más intensos de mi vida.
He hecho el esfuerzo de no olvidar esa sensación en estos cinco años, porque me parece que había allí una lección que necesitaba y sigo necesitando. No se trata de idealizar, ni de caer en el «buenismo». Pero sí de una liberación: quitarse de encima ese prejuicio tan arraigado -en la izquierda, en el mundo de «la cultura», en España- de pensar que «el común de los mortales» o es estúpido, o, cuando menos, es un ser esencialmente ajeno, algo de lo que uno necesita apartarse para existir. Esa idea de «la gente» como una especie de masa informe de la que hay que desconfiar. La idea de que uno no es «la gente», de que de la gente se habla siempre en tercera persona. Creo que para muchas el 15M fue liberarse de ese prejuicio.
Sí, somos la gente.
Yo crecí en un pueblo de la provincia de Huesca, Fraga, en el que se habla catalán, pero toda mi familia es de Caspe, pueblo castellano-parlante de la provincia de Zaragoza. Ese cruce de lugares y lenguas, desde luego no contribuyó mucho a que me sintiera de algún sitio durante mi infancia y adolescencia. Si a eso le añades que me marché a los 18 años para vivir en Barcelona, luego Madrid y desde hace ya trece años en Estados Unidos, pues imagínate. Esa deslocalización, esa diáspora en la que andamos no sé ya si una generación o varias, no ayuda nada a ponerle cara y sacar de ese mito de lo informe a «la gente». ¿La gente de dónde, si uno no consigue dejar de estar de paso?
Con el 15M, para mi sorpresa, volvió esa afinidad y esa identificación con «la gente», y con ella volvió para mi también un lugar, Huesca, el lugar donde había crecido. Entre el caos de hiper-actividad y sobre-información del momento, me llegaban signos muy buenos de lo que pasaba en la provincia pirenaica, señales de un 15M oscense muy potente, de asambleas en los pueblos, de nuevos encuentros entre gente a la que le valió de mucho encontrarse, y de renovada energía para quienes no se habían conformado con la identificación del mundo real con el neoliberalismo.
Después, en el momento en que la energía del 15M empezó a canalizarse en gran parte hacia lo electoral, de nuevo era de allí de donde, con mayor sorpresa aún si cabe, llegaban las mejores noticias. En Huesca estaban consiguiendo eso que en principio parecía que iba a ser tan fácil pero que luego se volvió de pronto tan difícil: crear una herramienta electoral capaz de estar a la altura de las exigencias del 15M. La herramienta se llamó, y se llama Ahora Alto Aragón en Común (AAAeC), y ya otras compañeras y compañeros han contado con precisión su breve historia: aquí y aquí . Sí, se trata de una «confluencia desde abajo», con primarias abiertas, con presencia importante de las redes ciudadanas del 15M, no manipulada por decisiones de partidos, y que encima logró acabar con el imperio del bipartidismo en una provincia de 3 diputados como es Huesca, presentándose en coalición con Podemos, pero con un cabeza de lista independiente.
Lo que yo quiero añadir es simplemente una pequeña reflexión sobre por qué quizás no hemos oído hablar más de este caso, que podría haber sido exhibido a diestro y siniestro como una pequeña pero significativa victoria. ¿No será que una vez más, volvemos a creer con tanta fe en la incapacidad de «la gente» que llegamos hasta a negar lo que tenemos delante de nuestros propios ojos? Esa famosa «confluencia desde abajo» de la que tanto se habla y que tan inalcanzable parece, ya sucedió. En las pasadas elecciones, en Huesca, una provincia, sí, pequeña. Pero, ¿más que un problema de tamaño no será que Huesca es un lugar demasiado apto para ser identificado con esa masa informe e insignificante que sería «la gente», para ser identificado con esos bultos incapaces que supuestamente nos rodean? ¿No será que no vemos a Huesca y a AAAeC porque no queremos mirar a la cara de la gente, es decir, a nuestra propia cara?
A 5 años del 15M, mi agradecimiento a lxs compañerxs de AAAeC por recordarnos que sí es posible hacer las cosas desde abajo, también en el plano electoral, y que aunque la política institucional esté llena de compromisos eso no significa que nos tengamos que conformar con una política de «grandes líderes», ni que tengamos que ponernos a hablar de repente como políticos profesionales, ni que pensemos que tenemos que «darle a la gente lo que quiere», porque lo que quiere la gente lo decidimos entre todxs nosotrxs.
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Luis Moreno-Caballud es activista y profesor de la University of Pennsylvania. Su libro Cultures of Anyone. Studies on Cultural Democratization in the Spanish Neoliberal Crisis se puede descargar gratuitamente aquí . Mantiene el blog Culturas de cualquiera .
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