La idea la expresó Aristóteles, el polímata (filósofo, lógico y científico) de la Antigua Grecia; la desarrolló el prusiano Immanuel Kant, pero la hizo popular el argentino Juan Domingo Perón: «La única verdad es la realidad», y eso que ninguno de ellos vivió en esta época de la posverdad y las fake news o mentiras […]
La idea la expresó Aristóteles, el polímata (filósofo, lógico y científico) de la Antigua Grecia; la desarrolló el prusiano Immanuel Kant, pero la hizo popular el argentino Juan Domingo Perón: «La única verdad es la realidad», y eso que ninguno de ellos vivió en esta época de la posverdad y las fake news o mentiras permanentes.
Desde hace dos años y medio, tras el triunfo electoral (por demás ajustado) del neoliberal Mauricio Macri en Argentina, comenzó a difundirse un discurso mediático sobre una derecha moderna y exitosa, en contraposición a las derrotas del progresismo en este país y otros de Latinoamérica.
Fue el lema para el mercadeo y posterior venta de un relato para hacer creer que el cipayismo y la entrega tenía tintes modernos, con gente joven, exitosa en sus negocios, bien trajeada y en general fotogénica, que se abstenía de tener ideas propias, acostumbrada a comprarlas hechas en el supermercado del capitalismo trasnacional.
Pero Macri quemó en 30 meses buena parte de su capital político y hoy se abstiene de hablar de su reelección, mientras sus socios en la coalición Cambiemos buscan una/un candidata/o potable que pueda seguir su camino… si es que todavía queda camino.
El relato gustó a conservadores y neoliberales, pero también a muchos socialdemócratas europeos y los culturalmente colonizados (algunos también bien financiados) vernáculos.
José Natanson, director editorial de la versión argentina de Le Monde diplomatique, publicó un libro sobre el surgimiento y consolidación de esa «derecha moderna y exitosa» en Argentina como corolario de la desaparición lenta de un kirchnerismo que buscaba similitudes del macrismo con la dictadura militar.
Sostiene que ese ascenso refleja modificaciones profundas en la sociedad y sus tendencias. Autodefinido como intelectual progresista, habla de su «admiración a la terrible eficacia del gobierno macrista».
Lamentablemente para Natanson y para la venta de su libro -señala por su parte Antonio Muniz, directivo del peronista Instituto Independencia-, una vez más la realidad apareció con toda su fuerza. El relato neoliberal mostró su fragilidad para entender lo que pasaba y el promocionado como mejor equipo de los últimos 50 años mostró una notoria ineficiencia e ineficacia en la gestión de gobierno (no en la de enriquecimiento).
Hoy en día nadie duda que el mercadeo político es una herramienta útil -en campaña electoral y en la gestión-, pero apostar solo a él y al relato edulcorado lleno de buenas intenciones -con guión del asesor ecuatoriano Durán Barbas-, a la posverdad, la mentira repetida miles de veces y el ocultamiento y negación de hechos como articuladores de la realidad, es suicida. La realidad puede ser ocultada, pero no reemplazada por el relato.
Obviamente, las técnicas que le permitieron ganar dos elecciones consecutivas (la presidencial y la parlamentaria) no alcanzan para gobernar porque, en definitiva significa una subestimación de la sociedad y una negación de la realidad.
Suicidándose con el propio relato
Durán Barba sostiene que el votante promedio argentino «es un chico de 9 años, que tiene un pensamiento mágico, que solo entiende frases cortas, vacías, de buenas intenciones y deseos», alguien que no logró desarrollar el pensamiento abstracto.
La realidad -la grave crisis, los salarios de hambre, la quita a los jubilados, los ataques a la educación libre, gratuita y laica, el desempleo, la inflación, los tarifazos, la pobreza, la corrida bancaria, el endeudamiento continuo, el stand-by con el Fondo Monetario Internacional, entre muchos etcéteras- mostró que ya el manual duranbárbico y el control de los medios hegemónicos de comunicación, no le servían para enfrentar la crítica realidad.
¿Habrán aprendido que la política tiene primacía sobre las tramposas técnicas de mercado y manipulación mediática? La respuesta a la crisis no es comunicacional, sino económica y política, y esa tozudez por imponer imaginarios colectivos que chocan con la realidad cotidiana, solo muestran la incapacidad, debilidad, impericia, soberbia del gobierno.
El relato macrista intentó romper la historia reciente del país, pero aún los argentinos recuerdan la crisis de los 90 y, más recientemente, el estallido social del 2001, con el grito de «que se vayan todos», aunque el que se fue (en helicóptero) fue el incapaz presidente Fernando de la Rúa. Hoy, el retorno a las condicionalidades del FMI trae recuerdos lacerantes a una sociedad que nuevamente tomó las calles pata hacerse oir.
El macrismo cree que vivimos en una época en la cual la política se ha escindido de la vida cotidiana para recluirse en el campo de la gestión. Los individuos se han desapegado de sus tradiciones, donde ya no se guían por estructuras organizativas clásicas, son flexibles, están desterritorializados y deambulan entre la virtualidad y la realidad, señala Nahuel Sosa.
Sus discursos son monocordes, pero ese es uno de los valores que esta derecha promueve, junto a palabras «clave» como esfuerzo, oportunidades, emprendedores, y frases como queremos vivir en paz, vivir cerca de un lugar verde o sentirnos cuidados y admirar a las fuerzas de seguridad. Un concepto básico es del individualismo: los sujetos colectivos no son los actores principales sino los que obstaculizan el cambio cultural.
El relato oficial degrada institucionalmente la democracia con la criminalización del quehacer político y del conflicto social, acompañado por un neoliberalismo judicial dispuesto a quitar obstáculos del camino. Esta derecha trata de instalar el imaginario de que lo que se obtuvo en el pasado reciente fue producto de esfuerzos individuales y no de políticas de un Estado presente, y que lo único que importa es tener mejores niveles de consumo, aun cuando no se les garantizan las condiciones mínimas de vida.
Hoy, el gobierno de la derecha moderna y exitosa hace agua. Las encuestas de opinión muestran que más del 80% de la población está en desacuerdo total con recurrir al FMI, mientras la imagen y credibilidad de Mauricio Macri -y sus principales empresarios-ministros- cae mes a mes.
El gobierno de la derecha moderna y exitosa se está suicidando con su propio relato. Hizo creer (a esta altura nadie sabe si ellos mismos lo creyeron) que si liberaba las fuerzas del mercado, bajaba impuestos a los sectores más ricos, al agro, la minería y a los sectores más concentrados, si bajaba salarios, jubilaciones y el gasto público, iba a producirse una lluvia de inversiones y poco a poco se asomarían los «brotes verdes».
Pero no. Quizá la soberbia (o ineptitud, elija usted) de los principales cuadros del macrismo no les dejó percibir que el mundo había e iba cambiando, que ya no era el de la tan mentada globalización. Y alcanzó con que el gobierno de Estados Unidos subiera la tasa de interés, para que desaparecieran como por arte de magia los flujos de capitales hacia los países emergentes. Quizá no se apercibieron que Argentina es un país emergente.
Los grupos financieros amigos -bien dateados, que fugaron en los dos años y medio del gobierno de Macri 50 mil millones de dólares- iniciaron la corrida contra el peso y fugaron millones de dólares. El JP Morgan y el Deutsche Bank (en ambos fue ejecutivo el ministro de Finanzas Luis Caputo) dieron el primer paso, y se sumaron otros bancos y fondos buitres.
Ahora el gobierno se enteró de que el acuerdo con el FMI exige disminuir el déficit fiscal, y eso se hace vía ajuste pero también cobrando impuestos a los sectores que puedan pagarlo, entre ellos el sojero, que se abstuvio de vender la cosecha esperando la devaluación inminente.
La economía está al borde del estallido, con altas tasas de interés en pesos y en dólares, endeudamiento, ajuste, inflación con recesión, estanflación, que hacen inviable la producción no solo para los pequeños y medianos empresarios sino también para los grandes.
La queja generalizada es por la parálisis productiva, por la caída de las ventas, la falta de financiamiento, el corte en la cadena de pagos con tasas entre el 40 y el 70% anual, y no sería nada raro que sigan quiebras en cadena, cierres, pérdida de puestos de trabajo, desempleo masivo y alza en los índices de pobreza e indigencia.
Ruidos en el idilio con los medios hegemónicos
La crisis también amenaza con romper el idilio entre el gobierno y los medios hegemónicos, que buscan sacar aún más ventajas de un gobierno herido. Y el temor es que se rompa el blindaje mediático – eficiente hasta hace poco en la construcción del relato macrista- mantenido hasta ahora con el trasiego de fondos del Estado. Los medios vuelven a mostrar poder omnímodo ante la debilidad del macrismo.
Los otrora difusores cromáticos del macrismo empiezan a saltar el cerco, inquietos por la legitimidad futura de imagen y voz. Divisan un potencial naufragio con factura económica y social -a corto y/o a mediano plazo- y se niegan a verse como garantes solidarios, a pesar de la evidente responsabilidad colectiva en otorgarle protección, viabilidad, comodidad discursiva, modosidad y aire empático y confortable desde diciembre de 2015, señala Jorge Elbaum.
Mirtha Legrand, exactriz y ahora anfitriona de almuerzos y cenas televisivas, se siente «traicionada» Afirmó el 12 de mayo: «Hagan algo… Marcos Peña (jefe de gabiente)… Que habla y dice que está todo bien, mentira, no está todo bien, mentira. Digan la verdad». Mirta les recrimina el capital simbólico invertido para dotar al macrismo de una legitimidad utilizada durante dos años y medio.
Otro ejemplo es Marcelo Longobardi. El 25 de mayo editorializó desde radio Mitre -del grupo oligopólico Clarín-, y señaló el «deterioro político del gobierno» y del «cuadro de situación económico complicado» y lo resposabilizó por su mala praxis.
El camaleónico sicario periodístico Jorge Lanata señaló en su programa radial el 24 de mayo que «No hay que subestimar al público: está harto de que los medios le mientan». El acólito neoliberal Alfredo Lewkowicz, conocido como Alfredo Leuco, caracterizó al gobierno como «un grupo de burócratas que no acertó nunca con las soluciones económicas y que encima les importa un carajo lo que pasa con la democracia y los sectores más vulnerables de la Argentina».
Estos fuegos de artificio (basados en arrebatos superfluos) intentan, sigilosamente, salvar algo del incendio. En la fuga se pretende aniquilar la política, caracterizando a la crisis actual como la expresión de errores personalizables e individualizables. Elbaum indica que se busca así eludir la confrontación de los guiones que esos individuos y malos actores interpretan, haciendo referencia omisa al proyecto que han actuado y expresan.
La disparada de quienes «abandonan el barco» viene con trampa: deslizan críticas a unos gobernantes puntuales y no a las causas que permitieron el abismo que ya se ve en el horizonte.
El rey quedó desnudo
En un modelo neoliberal no hay amigos ni aliados permanentes, sino socios. Solo los negocios pueden aspirar a ser duraderos. El rey quedó desnudo y no hay relato edulcorado que pueda disimular siquiera la crisis. Quizá con mercadeo y manipulación mediática se pueda construir un candidato, pero no un gobernante ni un estadista.
Trabajadores, jubilados, mujeres, jóvenes, estudiantes, científicos, niños, madres, docentes, desocupados, farmacéuticos, emprendedores, extranjeros, pequeños empresarios, productores rurales, comerciantes, médicos, comienzan a manifestar su disidencia en las calles, el mal humor social crece y decae vertiginosamente la imagen del gobierno y del presidente.
Macri apela ahora a videos. En uno de los últimos atacó el proyecto parlamentarios para frenar los tarifazos de los servicios públicos, y mientras daba consejos caseros de cómo ahorrar energía atacó a la expresidenta y pedir a los senadores que «no se dejen conducir por las locuras de Cristina Fernández de Kirchner», volviéndola a los primeros planos. «Tratar de loca a una mujer, es típico de machirulo», le respondió la ahora senadora.
El pueblo vuelve a las calles, como en 1946 con Perón, en 1968 con el Cordobazo, en el 2001 con el «que se vayan todos». El gobierno teme el estallido y su única respuesta es usar la violencia policial para reprimir, el aparato judicial para criminalizar la protesta social y avanzar sobre las libertades individuales y los derechos constitucionales para mantener el modelo hasta sus últimas consecuencias.
Volviendo a Aristóteles, Kant y Perón, la única verdad es la realidad, No el relato.
Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )
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