Es incuestionable que una crisis como la que se ha producido en el sistema financiero tiene consecuencias para buena parte de la humanidad. Desde países que quiebran (como Islandia), pasando por estadounidenses que pierden sus hogares, hasta campesinos pobres de Latinoamérica que se ven arruinados porque no pueden encontrar mercado a sus productos, los daños […]
Es incuestionable que una crisis como la que se ha producido en el sistema financiero tiene consecuencias para buena parte de la humanidad. Desde países que quiebran (como Islandia), pasando por estadounidenses que pierden sus hogares, hasta campesinos pobres de Latinoamérica que se ven arruinados porque no pueden encontrar mercado a sus productos, los daños y problemas se multiplican conforme pasa el tiempo. Sin embargo, los efectos son diversos y están relacionados a las condiciones económicas, políticas y sociales en las que se encuentran los distintos grupos humanos. Porque las diferencias entre consumidores del primer mundo que sienten la pérdida de su poder adquisitivo y nuevos desempleados en países de América Latina, Asia o África que no podrán sostener a su hogar y padecerán hambre, son abismales.
Esto hace necesario que se realicen análisis más locales de los efectos que la crisis produce. Por ejemplo, en países como los centroamericanos, tan dependientes de Estados Unidos, la crisis afectará de otras formas que las quiebras de bancos y aseguradoras: reducción de las remesas que se envían (lo que constituye una de las principales fuentes de dinero en la región), disminución del turismo, pérdida de empleos por cierre de fábricas de maquila o en sectores agroindustriales que ya no pueden exportar, encarecimiento en el precio de productos, etc. Esto aumentará los índices de empobrecimiento y puede derivar en otros fenómenos como aumento de la ya elevada delincuencia (especialmente en El Salvador, Honduras y Guatemala).
Esto se producirá independientemente de la conciencia que gobiernos y pueblos tengan de la crisis o de la negación permanente que hacen los neoliberales acerca de la naturaleza y los alcances de la crisis. El bolsillo se resiente y aunque no se sepa, se pasa de pobreza a pobreza extrema. Total, el hambre y la necesidad no saben de clasificaciones.
Esta pequeña apreciación del contexto se plantea porque sirve de marco para la siguiente pregunta que no es banal. ¿Qué significa la crisis económica global para un campesino rural empobrecido de una región atrasada de Latinoamérica?
Una compañera me decía que cuando uno observa la ingente cantidad de información relativa a la crisis, pese a la profundidad del análisis, uno no se encuentra reflejado allí. En lo que se dice de la crisis, hay quienes no nos vemos. En ciertas posiciones, en ciertos países, uno no se encuentra en esa información que habla de crisis financiera, de hipotecas subprime, de quiebra de bancos, etc.
¿Será que es una crisis que afecta únicamente la gran economía o la economía del llamado «primer mundo? Por supuesto que no. Pero la respuesta la encuentro en lo que decía otra compañera, economista, que definía muy bien la situación, señalando que para la cotidianidad de miles de personas empobrecidas la situación parece ser más o menos la misma. La respuesta sabia y sencilla era «la crisis no se siente porque vivimos en crisis permanente».
Y en efecto, para los millones de personas empobrecidas alrededor del planeta, la crisis que se produce en los centros financieros mundiales no resulta tan llamativa y no parece ser un aspecto significativo de su cotidianidad, porque el hambre y la miseria son parte «natural» (o naturalizada) de su día a día. Como decía W. Benjamin en otro contexto, aunque con un sentido análogo: «La tradición de los oprimidos nos enseña que «el estado de excepción» en el que vivimos es la regla». Con lo cual hay que pensar la crisis económica del sistema financiero desde la crisis permanente en que vive la población empobrecida.
En efecto, la crisis actual no es una crisis del capitalismo, sino el capitalismo es una crisis permanente para los pobres que no se enteran de Wall Street ni de cosas semejantes y que el hambre que siente hoy es la misma hambre que la de ayer y la misma hambre que la de mañana.