Las críticas formuladas contra un personaje, un movimiento o un gobierno suelen llevar aparejada una necesidad de reconocimiento por parte del público al que van dirigidas y, además, un apoyo más o menos explícito de los intelectuales, expertos y demás agentes que se pueden considerar del propio bando. Cuando James Petras critica a Chomsky, Evo […]
Las críticas formuladas contra un personaje, un movimiento o un gobierno suelen llevar aparejada una necesidad de reconocimiento por parte del público al que van dirigidas y, además, un apoyo más o menos explícito de los intelectuales, expertos y demás agentes que se pueden considerar del propio bando. Cuando James Petras critica a Chomsky, Evo Morales o Fidel Casto parece evidente que no busca ninguno de esos objetivos y que se arriesga a una reacción adversa de los agentes citados.
Las acusaciones vertidas sobre este autor acerca de sus últimas reflexiones sobre la situación en América Latina y la actuación de actores principales de la misma, como son los presidentes boliviano y cubano, han variado desde la descalificación directa hasta señalarlo como culpable de un afán de notoriedad conseguido a base de criticar a personajes ¿respetados? Parece un tanto ridículo pretender que un autor e intelectual de la talla de James Petras necesite, a estas alturas, criticar a personajes que se encuentran ¿por encima de él?, a decir de sus opositores: sus comentarios y análisis pueden ser acertados o erróneos pero, en todo caso, no buscan la obtención de la fama por medio de la crítica.
Resulta curioso, por otra parte, que para dar el sello de calidad humana y respetabilidad moral al presidente boliviano Evo Morales se haga referencia, casi en exclusiva, a un círculo de intelectuales occidentales que, parece ser, son los que pueden determinar la honestidad de políticos, sindicalistas, luchadores por la libertad , etc., en todas las regiones del mundo. ¿Por qué seguimos anclados en este eurocentrismo que nos impide incluso la aceptación de un discurso cercano al nuestro, si esa cercanía no lleva consigo un vasallaje a nuestra supuesta superioridad moral e intelectual? Si el presidente Evo Morales es honesto en su mandato no va a ser porque desde este lado del mar así lo decidamos, como autoproclamados jueces, sino porque la política que siga revierta en beneficio para su pueblo y es la opinión del mismo la que más a de contar.
Tal vez Petras está más cercano a América Latina, a sus gentes y a sus movimientos y por eso le duele y critica lo que puede considerar desviaciones del camino que los gobiernos reformistas deben seguir para mejorar la vida de su pueblo; él tampoco está exento, por supuesto, de ese posible pecado del eurocentrismo (incluyendo aquí la civilización occidental en su conjunto, no específicamente europea) y tal vez sus críticas puedan llevar algo de esto en su contenido, pero él sigue muy de cerca toda la efervescencia reformista de América Latina y su opinión deber ser tenida en cuenta, sin pensar en que busca una notoriedad con la que ya cuenta. Es posible que sus críticas busquen una pureza revolucionaria que está lejos de poder llevarse a la práctica, al menos en poco tiempo y con facilidad, luchando contra fuerzas tan adversas y poderosas como tienen que enfrentar el presidente Morales; pero podemos estar seguros que su discurso principal es de apoyo a estos movimientos pero, ¿es necesario que ese apoyo esté exento de crítica a decisiones que no considera correctas?
Los comentarios, por otra parte, a la intervención (o falta de ella) de Fidel Castro en el conflicto de Colombia pueden estar basadas, en su mayor parte, porque da la impresión de que tanto Fidel como el propio presidente Chávez, se está quitando de encima a las FARC como a un molesto compañero de viaje, olvidando cuál es la verdadera situación en Colombia y de dónde le viene el peligro a los cientos de miles de campesinos desplazados o los cientos de sindicalistas asesinados con total impunidad. Criticar en este momento a las FARC es apoyar a Uribe, al parlamento de narcos en el que se apoya y a los paramilitares que realizan el trabajo sucio. La crítica de Fidel a una guerrilla permanente viene dada, tal vez, porque la que él comanda venció en su lucha, es una crítica a la incapacidad de las FARC para reconocer su aparente derrota o es un clavo más que certifique su defunción; no está nada claro pero, de nuevo, no parece ser la fama lo que busca James Petras al criticar al mayor icono de la izquierda en Latinoamérica y, tal vez, el mundo entero.
Las críticas a Noam Chomsky no van dirigidas a su brillantez intelectual o a su capacidad de análisis sino, sobre todo, al mal uso que puede hacer de estos grandes dones: un gran poder conlleva una gran responsabilidad, el lugar que ocupa una personalidad en su círculo de influencia le obliga a no defraudar las expectativas de la gente que lo sigue; y Chomsky es muy consciente de este poder que ostenta y lo dirige allí donde su juicio le determina, excluyendo de sus ataques aquellos objetivos que, comportándose igual que sus villanos reconocidos (EEUU, principalmente su política exterior, aunque no toda ella), se encuentran a salvo de los mismos. Tantas veces ha sido criticado James Petras de antisemita o antisionista (por igual, como si estos conceptos fueran sinónimos) que no debe asustarle mucho que esas críticas vengan también desde la izquierda intelectual occidental.
James Petras puede equivocar sus análisis, puede errar en sus juicios o fallar en sus críticas, pero no creemos que necesite (ni lo desee) ningún sello de calidad de la inteligencia occidental ni, por supuesto, que busque la fama que hace ya mucho tiempo que ha ostenta, criticando Fidel o Evo Morales, a los que, con toda seguridad, considera compañeros de viaje.