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La crítica de Marx en tiempos de coronavirus

Fuentes: Rebelión

La pandemia del SARS-Cov-2 no sólo trajo consigo la agudización de las contradicciones del capital. También actualizó la vigencia del pensamiento de Karl Marx y con ello la alternativa anticapitalista de las y los trabajadores.

Es por ello que a continuación presentamos algunos argumentos que el revolucionario formuló en El Capital [1] y hoy toman gran relevancia.

Debido al desarrollo de la sociedad moderna (la modernidad), producto –a su vez– del desarrollo de la gran industria que aparejó condiciones insalubres para las y los trabajadores, aparecieron tensiones sociales que se materializaron en la legislación fabril inglesa durante la primera mitad del siglo XIX.

La crítica de Marx hacia estas figuras de la modernidad es demoledora.

Las mutilaciones, las muertes o las enfermedades que se generaban en  las fábricas y minas, en los hechos, no alcanzaban a ser contenidas por estas “magnificas” leyes fabriles que “regulaban” el trabajo infantil o imponían sanciones a aquellos capitalistas que no tomaran las más mínimas medidas sanitarias.

En las minas, por ejemplo, cuando acudía un inspector a “verificar” el cumplimiento de la ley, si algún trabajador se dirigían con él para quejarse por el aire pestilente que respiraban, debido a la mala ventilación, se le despedía y lo boletinaban para que no fuera contratado en otra mina.

Para 1865, en Gran Bretaña, había 3 mil 527 minas y tan  sólo 12 inspectores. Se estimaba que cada mina podría ser visitada cada 10 años.

Otra consecuencia del desarrollo de la gran industria fue la incorporación masiva de trabajo infantil y femenino. El uso de la maquinaria aniquiló “el monopolio masculino en el trabajo pesado”[2] lo que permitió el uso de niños pequeños (desde los 6 años) y el uso de trabajo femenino, pues culturalmente el capital lo considera inferior; en ambos casos le permitió fijar salarios inferiores y así constituir un mercado de mano de obra barata.

Las leyes también buscaron regular esta situación, se impuso a los industriales que los niños menores de 14 años no podían  trabajar solo a condición de acudir a la enseñanza elemental. Lo cual por supuesto, no siempre era cumplido en medio de la carencia y la pauperización  de la población inglesa de aquellos años.

Ante todas estas injusticias, Marx –que era un sarcástico– decía: “¡He aquí las bellezas de la ‘libre’ producción capitalista!”.[3]

La imposibilidad estructural del capitalismo para combatir la pandemia

De estos fragmentos que hemos extraído de El Capital, hay un punto que recobra especial actualidad ante la pandemia del SARS-Cov-2. Se trata de las cláusulas sanitarias de la legislación fabril.

Para Marx estas cláusulas “se reducen a disposiciones sobre el blanqueo de las paredes y algunas otras medidas de limpieza, o relativas a la ventilación y la protección  contra la maquinaria peligrosa”.[4]

Sin embargo, “la necesidad de imponerle, por medio de leyes coactivas del estado, los más sencillos preceptos de limpieza y salubridad”[5] se reducían a medidas totalmente insuficientes ante las pésimas condiciones de los centros de trabajo.

Y aún más, cuando estos sencillos preceptos rebasan cierto punto, se “excluye todo perfeccionamiento racional”.[6] Por ejemplo, para entonces –aunque ahora también se puede corroborar–[7] se conglomeraba a miles de obreros en espacios reducidos (sobre todo en los pequeños talleres), respirando diversos químicos y vapores que terminaban dañando la salud pulmonar de las y los trabajadores. La “gloriosa” ley no podía imponer que se destinaran los 150 metros cúbicos de aire por obrero que recomendaban los médicos, pues si así lo hacían, atentaban directamente contra la existencia del pequeño capitalista (que no cubría con este requisito) subordinado a la gran industria y a las leyes de la libre compra/venta de la fuerza de trabajo, es decir, una medida así terminaba atentando contra las cadenas de valorización del capital.

Hoy –como ayer–, ante la cuarentena recomendada por todas las autoridades sanitarias como uno de los mínimos preceptos para contener el contagio, el capital puso el grito en el cielo, pidió se levantara el  confinamiento y se reabriera la industria en todos los rincones del mundo. Debido a las disputas económicas y  políticas a nivel mundial, principalmente entre  China y Estados Unidos, la “ley coactiva de la competencia”[8] impuso una carrera por el desconfinamiento.[9]

La extensión de la cuarentena, no es más que el perfeccionamiento racional para salvar vidas humanas; pero atenta contra “la producción de mercancías que contengan más trabajo que el pagado por él (el capitalista, i. m.), o sea que contengan una parte de valor que nada le cuesta al comprador y que sin embargo se realiza mediante la venta de las mercancías”,[10] es decir, una cuarentena prolongada suspende “La producción de plusvalor,… la ley absoluta de este modo de producción.”[11]

Por ello, ante esta contradicción,  desde un principio quedó excluida su extensión por las mismas autoridades sanitarias y no les quedó más que declarar que «el virus estará con nosotros durante largo tiempo».[12]

Sus similares del siglo XIX, ante una contradicción similar, en el fondo declararon que “en  realidad, la titis y otras enfermedades pulmonares de los obreros constituyen una condición de vida del capital”.[13]

Lo que hoy nos conduce a la siguiente conclusión: el SARS-Cov-2 es condición de vida del capital, así como las diversas enfermedades que afectan a la población trabajadora.

A lo largo de su investigación histórica,  Marx  hace notar cómo “El capital, por consiguiente, no tiene en cuenta la salud y la duración de la vida del obrero, salvo cuando la sociedad lo obliga a tomarlas en consideración”.[14] A la sociedad capitalista “no le late un corazón en el pecho”[15], por lo que la lucha contra el capitalismo también es una lucha contra la pandemia y por la salud de las y los trabajadores todos.

Como vemos, esta perspectiva deja entrever el carácter de clase y estructural del capitalismo para combatir  la actual pandemia. Lo cual se verifica con los diversos enfoques y estrategias que han tomado los gobiernos capitalistas, que a pesar de sus especificidades se han movido dentro de los imperativos de la acumulación de capital.[16]

Addendum

La industrialización en Inglaterra le permitió a Marx apreciar de mejor manera el proceso de acumulación de capital.

Este proceso de devastación, nada tiene que ver con el imaginario idílico que el burgués ha hecho de sí mismo y del cual surgen los mitos fantásticos del  emprendedurismo; sino que por el contrario, la acumulación de capital va “chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.[17]

Marx pudo notar que la producción capitalista “no desarrolla la técnica y la combinación del procesos social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador”.[18]

El sustento de la producción capitalista es la explotación desmedida de la fuerza de trabajo, la cual apareja necesariamente un uso irracional de recursos naturales.

Con el desarrollo de esta producción, apareció la gran industria y en su expansión se depuró la lucha directa entre trabajadores y capitalistas, ya que se “hace madurar las contradicciones y antagonismos de la forma capitalista”.[19] Las luchas de los trabajadores contra la explotación en pequeños talleres, la manufactura, la industria a domicilio se convierten también en luchas contra el gran capital, pues esta cadena productiva intermedia (transitoria) se subordinada a los designios de la gran producción.

El campo no escapa a la lógica de la acumulación de capital, en esta se encuentran la llamada acumulación originaria del capital (que consiste en el proceso violento de proletarización, el despojo masivo de los trabajadores de sus tierras y medios de producción, verificable en  diversos momentos de la historia), la pauperización de  los campesinos y  los fenómenos de la emigración, entre otros.

Por último, cabe resaltar que el modo de producción capitalista “constriñe implacablemente a la humanidad a producir por producir”[20] y a generar un entornoviable para este tipo de producción, reduciendo la diversidad de las potencias de la vida humana a un único objetivo: “el movimiento infatigable de la obtención de ganancias”.[21]

Notas:

[1] Para ello usaré la edición de siglo XXI editores, Tomo 1, Vol. 1, Vol. 2 y Vol. 3.

[2] Marx, K, El Capital, siglo XXI editores, Tomo 1, p. 575.

[3] Ibíd., p. 609

[4] Ibíd., p. 585.

[5] Ibíd., p. 586.

[6] Ibíd., p. 587.

[7] Cfr., Santiago Hernández, R y Montero,  I., “Covid-19 exhibe las condiciones precarias de las maquilas en Tehuacán”, disponible en: https://www.laizquierdadiario.mx/Covid-19-exhibe-las-condiciones-precarias-de-las-maquilas-en-Tehuacan.

[8] Ibíd., p. 387.

[9] Cfr., Montero,  I., “En la carrera por el desconfinamiento, México se subordina a EEUU” disponible en: https://rebelion.org/en-la-carrera-por-el-desconfinamiento-mexico-se-subordina-a-ee-uu/

[10] Ibíd., p. 767.

[11] Ídem.

[12] Declaraciones hechas por el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.

[13] Ibíd., p. 587

[14] Ibíd., p. 325

[15] Ibíd., p. 281

[16] En México, por ejemplo,  el gobierno de López Obrador, aunque se autodenomina  de izquierda, después de algunas presiones locales y  extranjeras,  decretó “las actividades productivas ligadas a la economía exportadora vinculada al TLCAN (ahora T-MEC), tales como la industria automotriz, aeroespacial, electrónica, entre otras”  como actividades esenciales y con ello  pudieron reabrir en pleno asenso de contagios. Cfr.,  Ríos Vera,  J. L., “Los intereses del gran capital y su ofensiva necropolítica sobre los trabajadores en México”, disponible en:  https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/05/Los-intereses-del-gran-capital-y-su-ofensiva-necropol%C3%ADtica-lh.pdf.

[17] Ibíd., p. 950

[18] Ibíd., p. 613

[19] Ibíd., p. 608

[20] Ibíd., p. 731.

[21] Ibíd., p. 187