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La culpa corrompe, crea una energía destructiva que urge sacar fuera para sanar y alcanzar la “ataraxia”

La culpa, el arrepentimiento y la redención

Fuentes: Rebelión

Te advierto, quienquiera que seas tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera (…) Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses. (Inscripción en el templo de Apolo en Delfos) Se preguntaba Leonardo Boff en […]

Te advierto, quienquiera que seas tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera (…) Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses.

(Inscripción en el templo de Apolo en Delfos)

Se preguntaba Leonardo Boff en uno de sus recientes artículos: ¿Puede un burro ser trágico? (1) Y el mismo respondía: «Sí, cuando lleva una carga que no puede soportar». El hecho de arrastrar una culpa, cuanto más pesada peor, expande en nuestro interior la «miasma», a saber: un efluvio maligno, corrupto, que teje con energía negativa una tela de araña alrededor de nuestros órganos, incluidos el alma y el corazón.

Nos sentimos culpables por multitud de razones, sobre todo por haber dicho o hecho algo que nuestra conciencia nos recuerda que está «mal». Alguna acción que ha perjudicado a los demás o, por efecto boomerang, se ha vuelto contra nosotros. A pesar de ello nos negamos a rectificar e, ignorando al bicho que nos come por dentro, nos encerramos en una lóbrega cárcel interior, de la que somos su carcelero y, paradójicamente, tenemos su llave.

Los antiguos griegos sabían muy bien lo que era el sentimiento de culpa. Las Erinias: Alecto, Tisifone y Megara, eran unos seres terribles, una alegoría de los remordimientos de conciencia, que perseguían, incluso hasta la muerte, a los hombres y mujeres que tras ser carcomidos por la «miasma» (vocablo griego) vivían una existencia atormentada que a veces terminaba en el suicidio o la locura.

Estas temidas vengadoras son descritas a menudo con cabeza de perro, cabello de serpientes y alas de murciélago. Solían llevar látigos y anillos de bronce para golpear y torturar a los que habían caído en desgracia. Para escapar de esa pesadilla sólo había tres caminos: el arrepentimiento, la purificación y el perdón. No sólo debía perdonarte «tu víctima» o la divinidad de turno, sino que era (y es) muy importante que «el sujeto se perdone a si mismo», pues sin ello no es posible la redención.

Epicuro (341-270 a.C), uno de los filósofos «más odiados e incomprendidos» por los fundamentalistas y cleros de las religiones monoteístas, era partidario de disfrutar de los placeres de la vida pero dentro de «una armonía» para alcanzar lo que el denominaba «la ataraxia» (el bienestar espiritual y corporal), es decir la antítesis de la «miasma», que debe ser expulsada a través de una catarsis regeneradora.

Para librarse de la «miasma» y su putrefacción, era necesario una serie de rituales religiosos (el psicoanálisis retoma la confesión y la absolución) para quitarse la carga de encima pues, cuando el «burro toma conciencia de que es burro, se convierte en caballo, y si hay milagro, en caballo alado».

La otra cara de las Erinias eran las Euménides, es decir tenían otra «naturaleza buena» encargada de liberar a los humanos de la culpa. De sacarles del infierno mediante el arrepentimiento y el perdón. Eran un bálsamo para los «que ya habían sido condenados por el destino».

El santuario de las Euménides tenía el mismo poder curativo que el de Apolo o el de Asclepios, dios de la medicina (a veces junto a ellos había un «pequeño hospital»). Estas divinidades tenían la facultad de extraer «la miasma» del pecho de los atormentados, dando a luz «a otro ser».

(A veces hay medios caseros para sacarse la «miasma» obteniendo resultados milagrosos: P. ej. diez días de ayuno (más o menos) con un guía. Después, ingerir sólo alimentos no tóxicos, bebidas no tóxicas y dejar de fumar. Yoga, ejercicio, desconexión del bombardeo tóxico y meditación. Con la purificación llega la catarsis, se expulsa la energía negativa, y del cuerpo y el alma fluyen manantiales de energía positiva, dicen los que han pasado por esa experiencia. Practicar «esos rituales» cada equis tiempo «podría ayudarnos a encontrar, cual serendipia, la nota musical perdida en el universo». ¿Eso que Hawking llamaba la Teoría del Todo? ¿Eso que nos permitiría escuchar «la melodía cósmica»?).

Epicuro no era tan aristocrático como Platón, que siempre estaba buscando reyes para adoctrinarles. Era, digamos, «un poco comunista».

Creó su propia escuela de filosofía en Atenas, llamada El Jardín, y allí acudían mujeres ordinarias, esclavos, prostitutas, barberos, metecos, etc. Y allí todos eran bien recibidos pues, a juicio de Epicuro (2), la sabiduría debía llegar a todo el mundo independientemente de su sexo o estatus social (3).

Respecto a la religión, pensaba lo mismo que cualquier persona inteligente -que no haya sido sometida a lavado de cerebro- de cualquier siglo. Solía recalcar: «Yo no sé si existen los dioses, pero mi experiencia diaria me dice que ni se ocupan ni preocupan de nosotros».

También se preguntaba: ¿Puede el Demiurgo (El Dios creador) prevenir la maldad y no lo hace? Entonces es perverso.

Los epicúreos pensaban que la muerte no existía pues, argüían: «Cuando yo estoy, ella no está. Y cuando ella está, yo no estoy», por lo tanto es imposible coincidir con «el joven Thanatos».

Notas

-1- La sentencia ¿Puede un burro ser trágico? está sacada de «El Crepúsculo de los Ídolos» de Nietzsche.

-2- Aunque la mayor parte de la obra de Epicuro se ha perdido, muchos de sus textos fueron recogidos y citados por Séneca (Cartas a Lucilio), Diógenes Laercio, el poeta latino Lucrecio, etc.

-3- En mi obra «El robot que amaba a Platón» describo con documentación histórica el mundo de «las hetairas griegas», por lo general mujeres bellas y cultas, algunas de las cuales fueron excelentes filósofas, que hacían de modelo a escultores famosos que recreaban en mármol a las diosas olímpicas: Afrodita, Atenea, etc.

Blog del autor: http://m.nilo-homerico.es/reciente-publicacion/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.