Llegamos a los jubilosos 50 años de vida. No creo que en el planeta haya otra organización que pueda celebrar un aniversario así. No creo tampoco que haya sido un camino de rosas. Más bien un trecho largo y difícil donde hemos hallado algún que otro escollo. Llegamos, con confianza en nosotros mismos y en […]
Llegamos a los jubilosos 50 años de vida. No creo que en el planeta haya otra organización que pueda celebrar un aniversario así. No creo tampoco que haya sido un camino de rosas. Más bien un trecho largo y difícil donde hemos hallado algún que otro escollo. Llegamos, con confianza en nosotros mismos y en la Revolución. Y cómo no iba a ser así si la UNEAC que hoy celebra sus bodas de oro con los artistas e intelectuales que la integran es un sitio privilegiado de este planeta donde prevalecen el egoísmo, la fragmentación y las guerras de rapiña.
Sí, es un privilegio que en un país pequeño y en vías de desarrollo tengamos una institución como ésta. ¿Y a qué se debe que hayamos atravesado tantos avatares y sobrevivido tantas contingencias sin claudicar?. Pues sencillamente a la revolución que fue quien creó las bases de nuestra organización. Y al autor intelectual de ella nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro. ¿Y con qué objetivo nació?. ¿Y en qué circunstancias ocurrió ese feliz nacimiento?. Seré conciso pero haré un breve recuento. Es necesario. El objetivo principal de la UNEAC desde su creación a partir de las palabras a los intelectuales y el Congreso de Escritores y Artistas de 1961 fue el de unir en un corpus coherente y dinámico a los escritores y artistas cubanos que vivían en un status de desamparo social y en muchos casos en el olvido. Este objetivo constituye su desafío mayor.
¿Y cómo alcanzarlo? Aún hoy, a pesar de que las circunstancias son otras, hemos estado unidos en lo esencial, es decir, en el apego a los valores más legítimos de la cultura y en la reafirmación de la identidad personal y cultural.
Nuestra aspiración ha sido la de lograr la concertación dentro de la compleja argamasa ideológica y estética de nuestra institución. En esa búsqueda del equilibrio nos hemos debatido en este medio siglo, para envidia de las generaciones que nos sucederán por la trascendencia de los acontecimientos que hemos afrontado, los riesgos y las dificultades. No iba a ser la UNEAC una sociedad de recreo al uso; sino una herramienta de la vanguardia intelectual que nada tiene que ver con una élite sino con una visión de la historia y la tradición desde la contemporaneidad.
Debo recordar que dos meses antes de la creación de nuestra organización se produjo el encuentro de los intelectuales y artistas con Fidel en la Biblioteca Nacional. Aquel diálogo entre un joven intelectual guerrillero y una compleja masa de escritores y artistas de todas las tendencias estéticas y políticas nos acercó a un consenso que hasta hoy es modelo de nuestra democracia socialista. Palabras a los intelectuales abrió un camino nuevo en la cultura cubana, con una incidencia directa en la población, depositaria de un patrimonio vivo que era necesario rescatar. El impulso creativo de aquel discurso alimentó un espíritu unitario que hizo que la mayoría se identificara con él. La campaña de alfabetización sentó las bases de una educación para todos, fundamento esencial de una revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes».
En playa Girón los campos antagónicos se deslindaron con claridad meridiana. La revolución asumió, con todos sus matices la larga tradición nacional liberadora, imbricada en el legado martiano y en las demandas del pensamiento de vanguardia de la izquierda. Convergieron en la creación de la UNEAC tres promociones que veían en la Revolución un camino nuevo y un impulso irradiante de esperanza. La UNEAC fue un ámbito de animación cultural y un vehículo de expresión necesario, en medio de una urdimbre de puntos de vista y diversidad de criterios.
La UNEAC ha sido y será siempre un laboratorio de ideas, un nicho de debate, un sitio para promover lo mejor y más valedero de la cultura cubana. Nuestro objeto social es amplio y su proyección crece en la medida que la vida lo exige. Pero no podemos olvidar aquellos años iniciales de peligro inminente en que se cernía sobre nosotros la amenaza imperialista y el fantasma del realismo socialista. El primero sigue estando ahí como una espada de Damocles, el segundo quedó sólo como una nube negra que se esfumó. La UNEAC ha sido fiel al temario que rigió los debates del Primer Congreso de Escritores y Artistas de 1961 y que versaba en torno a la recuperación y desarrollo de la tradición cultural cubana y su integración a la cultura universal. Así como su indisoluble vínculo con el pueblo y sus diversas formas de expresión artística.
El poeta Nicolás Guillén elegido presidente en el primer congreso de escritores y artistas era portador del espíritu de la nación, militante de larga trayectoria y ajeno a posiciones sectarias; además, disponía de un amplio poder de convocatoria dentro y fuera de Cuba. Estuvo al frente de la organización casi 25 años hasta que por razones de salud tuvo que declinar su mandato; afrontó, sin embargo, coyunturas difíciles durante períodos también difíciles, pero fue generoso con los menos favorecidos por las circunstancias sociales. Y fue él mismo expresión de la unidad de la vanguardia política e intelectual de nuestra historia.
Durante estos últimos años hemos asistido a un proceso de perfeccionamiento de nuestra organización. Hemos cumplido en la medida de lo posible con los acuerdos del VII Congreso, la labor de las Comisiones creadas en el mismo y los reglamentos que se derivan de los Estatutos, que han otorgado una base sólida y una operatividad necesaria a la UNEAC.
Se ha fortalecido el trabajo en equipos, la sistematización de nuestros Secretariados, nuestras presidencias ahora llevadas a las provincias, y nuestros Consejos Nacionales con una amplia participación de sus miembros e invitados que han intervenido en debates muy provechosos sobre la realidad social y la cultura en terrenos tan polémicos como el turismo, la arquitectura o la economía.
En las más difíciles coyunturas, las exigencias de la realidad han configurado un rediseño de las funciones de la UNEAC. El acariciado consenso ha tenido que renovarse mediante un debate que trascendiera, sin soslayar los intereses sociales. Por ese motivo, cultura y sociedad ha sido un tema recurrente en los últimos Consejos Nacionales, así como la Educación Artística que es una vía hacia la continuidad de la formación integral de nuestra población.
Asuntos sensibles se han dilucidado en interacción directa con las más altas instancias de la dirección del país sin la intervención de eslabones intermedios. La transparencia ha contribuido a la eliminación de antiguos prejuicios y a rezagos burocráticos, garantía de un diálogo verdaderamente democrático.
El permanente vínculo con las provincias y los municipios, plataformas fundamentales de la organización, ha sido un logro de todos, incluyendo desde luego, las instancias gubernamentales. El diálogo se extiende al plano internacional con instituciones afines, solidarias y académicas mientras se renueva el contacto con escritores y artistas radicados temporal o permanentemente en otros países.
Tocó a la dirección que asumió las riendas de la UNEAC a partir del cuarto congreso y en las circunstancias de la caída del muro de Berlín afrontar las dificultades de todo orden impuestas por el período especial. A partir de entonces las coyunturas políticas se han agudizado o son otras pero nuestros miembros, como expresión válida de la vanguardia artística del país, han sabido en todo momento dar un paso al frente ante las campañas mediáticas de la contrarrevolución y los estertores de la disidencia con la convicción de que la cultura es escudo y espada de la nación.
Creo modestamente que con el intercambio de ideas acompañamos críticamente un proceso que debe caracterizarse por la evolución constante. Y por el diálogo sano entre todos. No somos una burbuja que se nutre de si misma sino una palanca de retroalimentación. Debemos preguntarnos, eso sí cuánto quedó de oscuro o soslayado en nuestra política cultural, convencidos como estamos de que la cultura es la más alta expresión de la política.
Fortalecemos a diario nuestras capacidades intelectivas para lograr un consenso dentro de la diversidad y así contribuir a la más pura y democrática expresión de las artes, sin ningún tipo de discriminación, sino con el convencimiento de que la cultura garantiza el pleno ejercicio de la libertad.
Impulsamos con entusiasmo y confianza el trabajo comunitario, columna vertebral de palabras a los intelectuales y eje central de nuestra función social como institución. La alta vocación participativa de los escritores y artistas cubanos es rasgo esencial que caracteriza a la vanguardia intelectual de nuestro país. Y es la revelación de las potencialidades culturales de la comunidad. A ello nos debemos también porque la UNEAC selló desde siempre el compromiso que conduce a una dimensión más rica e inclusiva del desarrollo de la sociedad. No voy a enumerar los logros obtenidos en estos últimos años. Todos ellos, así como nuestras deficiencias, se derivan de un trabajo colectivo con sus altas y sus bajas. Pero realizado con pasión y entrega. Nuestra Editorial es emblema ya de la cultura cubana. Ahí están nuestras publicaciones que hablan por sí solas y que han sido reconocidas con galardones literarios. Nuestras salas de navegación son frecuentadas diariamente por nuestros miembros. Nuestras galerías y otros espacios culturales conque cuenta la organización son también frecuentados por ellos y por el público en general.
Los premios nacionales e internacionales han contribuido a jerarquizar nombres, instituciones y procesos sociales que son hitos en la vida de país. Y han colocado a la UNEAC en el sitio que merece y que no siempre fue reconocido en el exterior. La visibilidad de nuestras acciones y el papel de la organización deben ser una prioridad de nuestra presidencia.
El arte tiene un papel esencial en el quehacer cotidiano, garantiza la calidad de vida y potencia los valores espirituales que sostienen la estructura básica de la nación. Desacraliza y transgrede las visiones tradicionales. Es un factor de activa incidencia en los procesos sociales y en la descolonización; produce felicidad, desarrolla la fantasía y promueve la plenitud del ser humano. No es un lujo sino una necesidad. Y a esa función del arte es a la que nos debemos en primera instancia. Por conquistar imposibles llegamos hasta aquí y somos hoy lo que somos.
Oponemos la mercantilización de la cultura al goce pleno de la misma. Oponemos a la banalidad la creación de los más puros valores estéticos.
Cuando nuestro Comandante en Jefe dijo, en los momentos más agudos del período especial que la cultura era lo primero que había que salvar estaba refrendando esa idea. Porque es la cultura la que nos garantiza todas las libertades, entre ellas la capacidad de pensar y razonar y nos convierte en seres humanos y no en animales domesticados como también recordó Fidel en aquellas históricas palabras de 1961.
La UNEAC, desde su génesis, no ha hecho otra cosa que servir a los ideales más nobles de la Revolución socialista. Y a la masa de casi nueve mil miembros que la componen.
La UNEAC es el Moncada de la Cultura. Asaltamos los cuarteles de la ignominia, de la estulticia, y de la mediocridad.
Por eso nuestro afán mayor ha sido el de colocar esta pequeña gran isla en el globo terráqueo como bastión de la ética y de la moral.
Son muchas más las cosas que quisiera decir un día como hoy que nos toca celebrar con júbilo, los 50 años que han transcurrido. Y a mí el privilegio de dirigirme a ustedes. No sé quién hará las palabras en el centenario de la UNEAC. Pero quien sea no podrá olvidar los nombres que fundaron esta sui generis organización de escritores y artistas. El primero será sin dudas el de quién la concibió, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, el de su Fundador y primer Presidente Nicolás Guillén, el de su equipo fundador, el de Abel Prieto Jiménez, el de Lisandro Otero que presidió la Comisión Organizadora del Cuarto Congreso, el de Carlos Martí Brenes, el de Sergio Corrieri que por un período presidió el Séptimo Congreso con una entrega total, y el de tantos y tantos fundadores que han contribuido con su apoyo a que la UNEAC sea lo que es hoy: una trinchera de la cultura cubana.
Como en una ocasión expresara Nicolás Guillén:
Así hemos de ir andando, severamente andando, envueltos en el día que nace.
Felicidades a todos los escritores y artistas cubanos afiliados a la UNEAC estén donde estén. Sepan que la UNEAC es su casa.