Biblioteca Buridán-Montesinos, Vilassar de Mar (Barcelona), 2018 (edición original de 2016), 318 páginas, traducción de Josep Sarret. Un libro, otro más, de la colección Buridán de los que no conviene no alejarse mucho. Tengan o no tengan conocimientos previos del tema, les interesará… e incluso les sorprenderá. ¿Una clave para entender de paso […]
Biblioteca Buridán-Montesinos, Vilassar de Mar (Barcelona), 2018 (edición original de 2016), 318 páginas, traducción de Josep Sarret.
Un libro, otro más, de la colección Buridán de los que no conviene no alejarse mucho. Tengan o no tengan conocimientos previos del tema, les interesará… e incluso les sorprenderá. ¿Una clave para entender de paso el éxito de los programas televisivos de cocina? Es broma.
Un pequeño e innecesario aviso inicial: carácter extraordinario del cerebro humano no implica, por supuesto que no, que ese cerebro no pueda diseñar y abonar barbaridades de todo tipo. Lo sabemos muy bien, tenemos amplia experiencia de ello.
¿A qué «ventaja humana» refiere la autora? A la siguiente: «Que yo sepa, y aunque parezca pretencioso, es un hecho que somos la única especie que se estudia a sí misma y a las demás especies, y que genera un conocimiento que va más allá de aquello que puede observarse de primera mano; que se modifica a sí misma, paliando imperfecciones con cosas como gafas, implantes y operaciones quirúrgicas, alterando de este modo las probabilidades de la selección natural; que modifica su entorno de un modo exhaustivo (para bien o para mal), ampliando su hábitat y llevándolo a los lugares más impensables…» Tienen el desarrollo completo en las páginas 17-18. No estoy seguro que seamos, a diferencia de lo que sostiene la autora, «la única especie que utiliza herramientas para crear otras herramientas». Hay otras especies que también tienen esta característica.
Un breve apunte sobre la autora: Suzana Herculano-Houzel [SHH] es profesora adjunta y directora de laboratorio de Anatomía Comparada de Ciencias Biomédicas de la Universidad federal de Río de Janeiro. También es profesora asociada en los Departamentos de Psicología y Ciencias Biológicas de Vanderbilt University.
La estructura de La ventaja humana [LVH]: Prefacio, agradecimientos, doce capítulos, epílogo («Nuestro lugar en la naturaleza»), dos apéndices (A: «Masa corporal, masa cerebral y número de neuronas»;B: «Reglas de escala»), notas (pueden saltárselas), referencias bibliográficas e índice. Títulos de algunos apartados: «No todos los cerebros son iguales», «Notable pero no extraordinario», «¿De qué expansión cortical estamos hablando?», «O músculo o cerebro, no se puede tener todo», «Demos las gracias por nuestras neuronas al hecho de cocinar», «…Pero tener muchas neuronas no es suficiente». La cuestión central, con palabras de la autora, explorada en LVH: «Dado lo que es capaz de conseguir, el cerebro humano es ciertamente notable. Pero, ¿es algo realmente fuera de la común?».
Una apretada síntesis temática, no hay espacio para más.
Los humanos somos formidables, señala SHH en el prefacio. Nuestro cerebro es «siete veces más grande de lo que tendría que ser respecto al tamaño de nuestro cuerpo» (sólo si nos comparamos con los grandes simios, «que resultan ser ellos la excepción en este sentido, y no nosotros»). Tarda, además, «un tiempo extraordinariamente largo en desarrollarse». Nuestra corteza cerebral es, por otra parte, «la más grande en relación al tamaño total del cerebro». También lo es «la sección prefrontal de la misma».
Nuestro cerebro consume una cantidad inusitada de energía (inusitada si no si tenemos en cuenta el número de neuronas de que consta, 86.000 millones en total): «el 25% de las calorías que necesita diariamente todo el cuerpo para funcionar». En un periodo de tiempo evolutivamente breve ha crecido enormemente y «ha dejado rezagados a nuestros primos hermanos, los grandes simios, el tamaño de cuyo cerebro apenas es una tercera parte del nuestro».
Así, pues, señala SHH, parece que «el cerebro humano es realmente especial, ¿no?». Pues no lo es: «si hemos de dar crédito a las nuevas pruebas surgidas de mi laboratorio», pruebas que el lector/a irá descubriendo en los capítulos del ensayo.
El cerebro humano es notable, prosigue SHH. Lo es sin duda, «pero no es especial en el sentido de que sea una excepción respecto a las reglas de la evolución, o que sea destacable por tener unas propiedades únicas y exclusivas». Sin embargo, estamos convencidos de «tener el cerebro más capaz de la tierra, el único capaz de explorar otros cerebros en vez de ser explorados por ellos».
La pregunta surge inmediatamente: si nuestro cerebro no es un caso especial en la evolución de las especies, ¿dónde reside la ventaja humana? nos pregunta SHH.
Su respuesta. La ventaja humana nos invita a abandonar el prejuicio, muy extendido sin duda, «de considerar a los humanos como extraordinarios y a juzgar al cerebro humano a la luz de la evolución y de las nuevas pruebas que sugieren una explicación diferente del carácter único de nuestras habilidades cognitivas». Nuestro cerebro supera al de los demás animales «no porque seamos una excepción en la evolución», que no lo somos, «sino porque, por razones estrictamente evolutivas, somos la especie que tiene más neuronas en la corteza cerebral, más de las que puede llegar a tener cualquier otra especie». Este es el punto a remarcar.
Hay más. SHH sostiene que la ventaja humana se debe, en primer lugar, «al hecho de que somos primates y a que, como tales, poseemos un cerebro construido de acuerdo con unas reglas de escala [uno de los apéndices, el segundo, está dedicado a estas reglas] que hacen posible encajar un gran número de neuronas en un volumen relativamente pequeño en comparación con otros animales». En segundo lugar, añade, el asunto es decisivo, somos la especie de primates «que se ha beneficiado del hecho de que, hace millón y medio de años, nuestros ancestros descubrieron un truco que permitió a sus descendientes tener un número cada vez mayor, hasta llegar a ser enorme, de neuronas corticales como no ha sido capaz de generarlas ninguna otra especie». ¿Qué truco es ese, es decir, qué descubrimiento cultural humano es ese? Puede parecernos un asunto marginal pero no lo es: la cocción de los alimentos. Nos hemos escapado «de la restricción energética que limita a todos los demás animales a tener un número mayor de neuronas corticales de las que permite una dieta de alimentos crudos en circunstancias naturales» (El lector puede recordar o repasar a este respecto las tesis del biólogo comunista Faustino Cordón, las expuestas enCocinar hizo al hombre por ejemplo. Notará un claro aire de familia. La autora, por supuesto, desconoce la obra de Cordón).
En tercer y último lugar, señala SHH, gracias a la rápida expansión cerebral que hicieron posible las calorías extras obtenidas gracias a la cocción, «somos la especie que tiene más neuronas en la corteza cerebral, la parte del cerebro responsable de detectar patrones, razonar lógicamente, anticipar lo peor y prepararse para hacerle frente, desarrollar tecnologías y transmitirlas culturalmente». Alimentos, cocción, calorías extra, expansión cerebral, mayor número de neuronas en la corteza, mayores capacidades cognoscitivas y de anticipación… esa parece ser la línea explicativa.
SHH apunta finalmente que comparar el cerebro humano con el cerebro de docenas de otras especies animales, grandes y pequeñas, «ha sido una verdadera lección de humildad, lo que nos recuerda que no hay motivos para suponer que hayamos sido especialmente señalados en la historia evolutiva ni que hayamos sido «elegidos» de algún modo». Un buen argumento contra los pseudoargumentos de diseño y cosmovisiones afines.
La esperanza de la autora: «confío en que esta nueva interpretación del cerebro humano nos ayudará a apreciar mejor cuál es el lugar de nuestra especie en la tierra, una especie que, sin tener nada de especial o de extraordinario (dado que sigue las mismas reglas de escala evolutivas que siguen los demás primates) es de hecho notable por sus habilidades cognitivas y, gracias a la excepcional cantidad de neuronas que posee, tiene el potencial de cambiar su propio futuro, para bien o para mal». Conviene no olvidar la disyunción, esencial en nuestra historia.
El índice nominal y analítico es magnífico y si tuviera que señalarse alguna pega podría apuntarse a la excesiva confianza tecnológica de la autora y una falta de pulsión poliética en algunos comentarios. Un ejemplo del epílogo: «Tantas que las 2.000 kilocalorías que necesitamos diariamente podemos consumirlas en una sola sesión en nuestro restaurante favorito de comida rápida, el que está a la vuelta de la esquina. No nos hace falta cazar ni recolectar, plantar ni cosechar. Ni siquiera tenemos ya que cocinar, por lo menos nosotros mismos: nuestra tecnológica civilización nos permite externalizar incluso nuestra propia cognición si es necesario». Un segundo ejemplo: » Conseguimos saltar ese muro energético y hemos inventado máquinas operadas por humanos, máquinas que funcionan de manera automática, e incluso máquinas que pueden sustituirnos a nosotros mismos, o por lo menos a nuestro yo cognitivo. Pero nunca hemos dejado de ser primates.
No hace falta que les recuerde el nombre del traductor. ¿Cuántas páginas -del inglés y francés principalmente- habrá traducido Josep Sarret en estos últimos años? No puedo ni imaginármelo. ¿Veinte, treinta mil? ¿Tal vez más?
Fuente: El Viejo Top o, 370, noviembre de 2018, pp. 79-81.
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