Reacción y Kalipolis: dictadura de los Genios: En sus primeros trabajos Nietzsche no deja de pensar y reflexionar sobre la política, tanto en la praxis, tanto en el análisis de coyuntura como en su idea sobre el origen y función del estado. Muchos de estos materiales pasarán recodificados tanto a su trabajo publicado bajo forma […]
Reacción y Kalipolis: dictadura de los Genios:
En sus primeros trabajos Nietzsche no deja de pensar y reflexionar sobre la política, tanto en la praxis, tanto en el análisis de coyuntura como en su idea sobre el origen y función del estado. Muchos de estos materiales pasarán recodificados tanto a su trabajo publicado bajo forma de libro, El Nacimiento de la Tragedia, a sus conferencias, disertaciones y clases y a sus trabajos inéditos, como «El Estado Griego», luegos reunidos en la compilación que el mismo Nietzsche organizó bajo el nombre Fünf Vorreden zu fünf ungeschriebenen Büchern, (Cinco prefacios para cinco libros nunca escritos), compilación que incluye: Über das Pathos der Wahrheit; Gedanken über die Zukunft unserer Bildungsanstalten (las conferencias que estamos analizando); Der griechische Staat; Das Verhältnis der schopenhauerschen Philosophie zu einer deutschen Kultur y Homers Wettkampf. Nietzsche además ha madurado a lo largo de sus Nachlass, los manuscritos inéditos, su propia filosofía política, basándose en la propia realidad prusiana (el modelo realista bismarckiano desarrollado entre 1864 y 1871), como en sus sus maestros Schopenhauer&Wagner y por supuesto en el «divino Platón».
Desde la primavera de 1868 encontramos las primeras huellas orientadas a la función aristocrática-productiva de la función cultural del Der platonische Staat (der kretische Staat als Musikstaat). Su abordaje del problema de la forma estado está obsesivamente concentrado en la generación y realización de los Genios, de la Geburtsaristokratie des Geistes, Aristocracia de Nacimiento del Espíritu, como le llama. A finales de 1870 Nietzsche confecciona un catálogo con los «medios de la Voluntad griega para alcanzar su meta: el Genio» (Die Mittel des hellenischen Willens, um sein Ziel, den Genius zu erreichen). Su lista se compone de ocho elementos esenciales para la generación de una cultura auténtica: «1) El esclavo griego y el trabajo (Der griechische Sklave und die Arbeit); 2) Esencia cruel de la individuación (Grausamkeit im Wesen der Individuation); 3) el Estado griego; 4) Estado y Genio (Staat und Genius); 5) el Estado platónico (Der platonische Staat); 6) La mujer griega (; 7) La Pitia; 8) Los misterios…» (Nachlass, 1870, 6, 18).
Recordemos nuevamente que Nietzsche deja clara que la superioridad de Platón fue justamente no tenerle miedo a la praxis política: «Platón fue la encarnación del deseo de convertirse en el supremo legislador filosófico y fundador de Estados.» (KSA II, p. 215). Consideraba a sus textos prácticos-políticos mucho más decisivos que los meramente estéticos o filosóficos: «La República es un texto fundamental (Hauptschrift) más que el Gorgias o El Simposio, pero con un nivel estético mucho más bajo.» (KGW 2.4, 14). El desarrollo más maduro de su teoría del estado, que incluirá elementos de los diálogos platónicos Gorgias, Político, La República y Las Leyes, aparece a fines de 1870 y abril de 1871. Allí reconoce que «el Estado Ideal de Platón posee una sabiduría particular… porque, precisamente en aquello que no es tan llamativo, se manifiesta la Fuerza Natural Elemental (ungestüme Naturgewalt) de la Voluntad helénica (ellenischen Willens)… es el modelo de un verdadero Estado de pensadores, con una posición completamente justa (richtiger Stellung) de la Mujer y el Trabajo. Pero el error está únicamente en el concepto socrático (sokratischen Begriff) de un Estado de pensadores: el pensamiento filosófico no puede construir, sino sólo destruir.» (Nachlass, 7, 17). Detengámonos en este párrafo: para Nietzsche Platón tiene «una posición completamente justa (richtiger Stellung)… del Trabajo». ¿Qué significado tiene para la filosofía práctica de Nietzsche?
Nietzsche reconoce que conviven, malamente, dos Platones, uno el auténtico (que a veces se disfraza de los oponentes a Sócrates, como los sofistas) y otro irremediablemente confuso ante el amor a su maestro Sócrates. El Idealstaat Platos es básicamente sabio y se corresponde perfectamente con la fuerza elemental que proviene de la misma Naturaleza (un instinto estatal) de los griegos trágicos. Recordemos que para Platón la estructura íntima y constitutiva del estado perfecto es una monarquía unipersonal (le llama el «gobierno real» par excellence) con un gobierno del político-filósofo encima y no subordinado a las leyes: «el recto gobierno, debemos buscarlo en uno, dos o en un número muy reducido de personas, en el caso de que se realiza un gobierno recto.» (Politico, 293a). El régimen político verdadero es «el de un único individuo que gobierna apoyándose en un Arte…» (Politico, 301a). La verdadera ciencia política es un ‘Arte Real» que domina el arte persuasivo y el arte retórico. Además la clase política del estado es muy estricta y elitista, ya que el «Arte Real» de la verdadera política (que recuerda a la futura grossen Politik de Nietzsche) es asunto de pocos y elegidos: «caracteres dotados de una Nobleza originaria y que han sido criados conforme a su Naturaleza…» (Politico, 310a).
Esta verdadera aristocracia natural debe ser formada por una educación superior y distinta de las grandes multitudes y los esclavos, una Paideia restrictiva y antigualitaria: «el ‘Arte Real’, que guarda para sí la función de supervisión, no permitirá, a quienes por Ley educan y crían, ejercitar a sus pupilos sino en aquellos pocos con cuya realización se obtenga algún carácter que sea conveniente para la mezcla que es su Obra, sólo en eso les recomendará impartir Educación… y a los que tienen mala naturaleza…y a los que se revuelcan en la ignorancia y en una bajeza sin par, a esos los somete al yugo de la esclavitud. Los que restan, cuyas naturalezas, gracias a la Educación recibida, son capaces de elevarse a la Nobleza y prestarse a una mezcla mutua operada por el Arte…» (Politico, 309a). Platón no tiene dudas de que estos hombres tan especiales conforman una estirpe, cuyo talento «es cosa divina que nace en una Raza más que humana.» (Politico, 309c). La muchedumbre, la gran masa de mala naturaleza, poco tiene que hacer: «Ninguna muchedumbre de ningún tipo sería jamás capaz de adquirir tal ciencia [de la política] y de administrar un Estado con inteligencia…» (Politico, 297c)
Es más, la amplia mayoría de los hombres está incapacitado para adquirir cualquier forma de sensibilidad estética por misteriosas determinaciones de la Naturaleza: «Ninguna muchedumbre es capaz de adquirir un Arte, sea el que fuere.» (Politico, 300e) Y mucho menos si tiene que trabajar manualmente o vive de un salario. Y si existe algo así como un gobierno democrático de la multitud (una aberración histórica a los ojos de Platón) «lo consideramos débil en todos los aspectos e incapaz de nada grande, ni bueno ni malo, en comparación con los demás… por lo tanto de todos los regímenes políticos que son legales, éste es el peor…» (Politico, 303a) Esta es la sabiduría particular del «divino Platón» de la que habla Nietzsche, que jamás podrá oscurecer las interferencias plebeyas-racionalistas de Sócrates. El único error es el concepto socrático (no platónico) del filósofo-rey, una figura hiperracionalista, que pervierte finalmente a la forma política. En el resto Nietzsche es el má extremista y radical de los que adoptaron el platonimso político.
La idea de una autoritaria y reaccionaria «República de los Genios» es una imagen que Nietzsche toma de su venerado maestro Schopenhauer (aunque éste hable de «educadores» y no de hombres geniales) a la que le articula la teoría política platónica. Para que una sociedad produzca genios de manera consciente y planificada es necesario que los misteriosamente designados por la Naturaleza no trabajen manualmente, ni se dediquen al vil comercio: «el Arte es el exceso de la fuerza libre de un Pueblo, que no se despilfarra en la Lucha por la Existencia. Aquí se produce la cruel realidad de una Cultura -en la medida en que ella construye sus arcos de triunfo sobre la esclavitud y la destrucción.» (Nachlass, 7, 18). Lo volverá a repetir: «la Esclavitud pertenece a la esencia de una Cultura (zum Wesen einer Kultur das Sklaventum).»
Como Platón, Nietzsche sostiene en El Estado Griego que «con el fin de que haya un terreno amplio, profundo y fértil para el desarrollo del Arte, la inmensa mayoría, al servicio de una minoría (Minderzahl) y más allá de sus necesidades individuales, ha de someterse como esclava a la necesidad de la vida a sus expensas. A través de la plusvalía extraída (Mehrarbeit) la clase privilegiada ha de ser sustraída a la Lucha por la Existencia (bevorzugte Klasse dem Existenzkampfe), para que cree y satisfaga un nuevo mundo de necesidades.» (GS, 277) la misma idea es repetida en las conferencias sobre educación donde todas las clases productivas se ponen al servicio de la selección y nacimiento del Genio y de la estimulación/producción de su obra (die Geburt des Genius und die Erzeugung seines Werkes). (BA, 245).
Origen del Estado: contra el Contrat Social:
La Cultura auténticamente alemana, y no la degenerada decadencia del Volkstaat de Bismarck, es muy simple para el estado utópico nietzscheano y se puede resumir en una fórmula: vor allem Gehorsam und Gewöhnung an die Zucht des Genius ist (obediencia y acostumbramiento a la disciplina del Genio). La paideia nietzscheana es un remedo de la cruel educación espartana. Nietzsche es consciente que la seducción del estado burgués es persistente y efectiva y que la generación de un rechazo radical al status quo es limitada a una minoría. A este selecto grupo de oyentes se dirige el discurso de Nietzsche, a los que posean el «ala platónica que eleva el alma» tal como la describe Platón en el diálogo Fedro, que traducida significa los hombres que poseen por naciemiento «el instinto para el Heroísmo y el Sacrificio… (Instinkt zum Heroismus, zur Aufopferung)» En los Nachlass, sus manuscritos inéditos, Nietzsche no dejó de seguir esbozando y elaborando su teoría de la forma estado. Para reconstruir la genealogía y la necesidad humana de la regulación estatal, fundamentar este Staatinstinkt, Nietzsche debe enfrentarse con la gran tradición humanista de la Ilustración y combatirá las dos ficciones político-jurídicas clásicas, tanto la iusnaturalista como la contractualista. El contexto es una crítica a la reconstrucción ideológica liberal del estado (Hobbes-Spinoza-Locke-Kant) y a la que él denomina despectivamente «filosofía del hombre» de la Ilustración (Diderot-Rousseau-Hegel), o incluso «filosofía de la Gran Revolución francesa».
Recordemos brevemente que en el primer modelo, al que podemos llamar hobbesiano, explica el origen del estado sin nexo necesario con la realidad histórica; el punto de partida es el estado natural, el imperio de la lex naturalis, un estado donde rige el derecho natural. Es un modelo dicotómico donde el hombre puede estar, o bien en estado de naturaleza o bien en estado civil, la diferencia es el pasaje hacia la creación del estado. El derecho natural significa que el hombre tiene libertad de usar cualquier medio que crea necesario para autopreservarse. Es un estado de guerra permanente, sin obligaciones extraindividuales (sólo in foro interno), domina la mentalidad pre-estatal (Hobbes), la tendencia es el dominio del más fuerte y es una etapa civilizatoria de escasez e insuficiencia. El origen del estado es un proceso de transferencia rigurosamente deductivo, que Hobbes llama pactum unionis, un pacto de unión, que se produce en dos momentos: un primer acuerdo voluntario entre sujetos iguales, que anulan el estado de guerra civil permanente (causa belli civiles). Es el imperio del famoso bellum omnium contra omnes. La Humanidad debe transformar la alternativa moral bien/mal en la alternativa política paz/guerra y el impulso es el miedo a la muerte. Este primer acuerdo es llamado pacto societatis, donde la multitud pasa a un grado de progreso que Hobbes denomina populus. Y a continuación un segundo acuerdo llamado pactum sumisionis, en el cual el populus delega a un príncipe absoluto, crea una constitución, el populus se transforma en civitas y se llega finalmente al estado civil moderno. El estado como cuerpo político es el punto de llegada que traduce las leyes naturales a leyes civiles, el príncipe tiene soberanía absoluta e ilimitada (instituida) a cambio que los súbditos disfruten de paz, seguridad y «la maximización del tranquilo disfrute».
El segundo modelo del origen del estado, que podemos llamar contractualista, se basa en la ficción antropológica-política de Rousseau harto conocida: su modelo es tricotómico, le agrega un estado natural o salvaje como primer estadio de la humanidad, un estado de inmovilidad feliz, de reposo narcisista, donde los hombres son agentes libres e impera el derecho de gentes. Este primer estadio se rompe por la facultad innata del hombre a la perfectibilidad, haciéndolo pasar de la Naturaleza a la Cultura. El acto egoísta posesivo es el que funda el segundo estadio de la Humanidad, la sociedad civil: aparece la idea de propiedad, se rompe la igualdad primigenia y aparece el derecho del más fuerte. En el segundo momento es donde aparece la lucha hobbesiana entre hombres, hay un pacto absolutista (viciado por la desigualdad y el imperio de la fuerza) y se ha producido una «astuta usurpación» que origina la mayoría de los estados y naciones. El acto de violencia original se difraza en un derecho irrevocable e impera la voluntad particular: es el período de desigualdad entre los hombres, el bellum omnium contra omnes. Para acabar con la desigualdad absoluta y la guerra civil los hombres empujados por la tendencia a la perfectibilidad (Libertad), deciden establecer un contrato, Contrat, en un acto de voluntad general entre «pueblos y jefes», que conforme un cuerpo político que defienda y proteja tanto a las personas como a los bienes, además el Contrat es una asociación por la cual, «uniéndose cada uno a todos», el hombre no obedece más que a sí mismo y queda tan libre como antes. Así se llega a la auténtica sociedad política, la verdadera res publica.
La res publica de Rousseau es un cuerpo político soberano basado sobre un contrato social auténtico y verdadero, que genera una igualdad estable y definitiva. En Hegel la reconstrucción lógico-histórica del estado se asemeja, aunque la familia se disuelve en la sociedad civil, en la famosa bürgerliche Gesellschaft, la sociedad burguesa, que incluye la economía como «sistema de necesidades», y la propia lucha de clases y estamentos es lo que genera la mediación como resolución pacífica de los conflictos de la Ley, la administración, el diseño de las corporaciones, para finalmente unificarse en un momento cúlmine de organicidad, el Estado. El origen del estado, tanto en Rousseau como en Hegel (y Marx), es la escisión, una Trennung que reclama una mediación y regulación desde la forma estado, única «realidad efectiva de la libertad concreta.»
Nietzsche, dentro de su amplia Kritik al pensamiento ilustrado, trata de ofrecer una explicación ad hoc con su ontología naturalista aristocrática. Del origen del estado nos dice que: «El Estado (en la Grecia trágica) era un medio de la realidad artística (Der Staat war ein Mittel der Kunstwirklichkeit): por eso la máxima aspiración del Estado debía estar propiamente en los círculos que tenían necesidad del arte. Todo esto sólo era posible a través del autogobierno (Selbstregierung), pero éste solo es pensable, si un número restringido de ciudadanos tiene derecho al poder. Por consiguiente, el enorme derroche de los estados y las instituciones políticas y sociales lo hacen sustancialmente sólo unos pocos: ésos son los grandes artistas y filósofos (großen Künstler und Philosophen), que sin embargo no deben de pretender entrar dentro de los entes políticos, como exige el estado de Platón (Plato’s Staat). Para ellos la Naturaleza (Natur) es la imagen más excelsa para sus necesidades, mientras que para la Masa (Masse) son suficientes los residuos que deja el Genio (Genius). El Estado surge mediante el modo más cruel de sumisión, la generación de una raza de zánganos (Drohnengeschlechts). Su más alta determinación consiste ahora en hacer surgir de estos zánganos una Cultura (Kultur). La pulsión política (politische Trieb) tiende a la conservación de la Cultura a fin de que no tenga que comenzar contínuamente desde el principio. El Estado ha de preparar la generación y la comprensión del Genio (Erzeugung und das Verständnis des Genius). La educación de los griegos tendía hacia el pleno goce de la Tragedia. La situación respecto al lenguaje es análoga: tiene nacimiento en los seres más geniales (genialsten Wesen), para el uso de los seres más geniales, mientras que el Pueblo (Volk) lo usa para las cosas más nimias y, al menos en parte, sólo utiliza los desperdicios. El ser individual con su supremo egoísmo nunca habría podido promover la Cultura (Kultur)… Por eso existe la pulsión política (politische Trieb), con la que en un primer momento se aplaca el egoísmo (Egoismus). Preocupado por su propia seguridad, el individuo particular se convierte en un funcionario feliz de tener objetivos más altos, de los que no se da cuenta.» (Nachlass, 7, 23). EL objetivo polémico de Nietzsche no es otros que demoler los fundamentos de la moderna democracia y, en un nivel más profundo, de la idea ilustrada de autonomía.
Contra la filosofía de la Gran Revolución Francesa:
En cuanto a la ficción ilustrada-liberal del origen del Estado, sea iusnaturalista o contractualista, Nietzsche la critica desde una nueva perspectiva: «En la planta, el sentido de la belleza se manifiesta tan pronto como ella se sustrae a la salvaje lucha existencial (Existenzkampfe). El Estado es para los hombres uno de los medios de dejar a un lado la ‘Lucha por la Existencia’ (Kampf ums Dasein) (en la medida en que la Lucha se lleva a cabo en un nivel superior, como guerra entre estados -el individuo llega a ser libre). La Naturaleza (Natur) se reproduce por medio de la belleza: ésta es un aliciente al servicio de la Generación (Dienste der Generation). -La Naturaleza tal como en las plantas reproduce siempre los ejemplares más elevados (höchsten Exemplare) y fija su mirada en ellos.» (Nachlass, 7, 24). Nietzsche claramente ofrece una ficción jurídico-política opuesta radicalmente a la noción liberal del origen y fin del Estado, siguiendo una tendencia iniciada por los críticos reaccionarios y conservadores a la Gran Revolución Francesa. En esta tradición Nietzsche se une a la crítica reaccionaria tanto al origen del estado como a los Droits de L’Homme: la empirista de Burke, la utilitarista de Bentham, la providencialista de De Maistre y la historicista de Constant y Comte.
Su enemigo mortal ideológico es precisado con exactitud: «la visión del mundo liberal-optimista (liberal-optimistischen Weltbetrachtung), hoy tan extendida, que tiene sus raíces en el enciclopedismo francés y en la Revolución francesa (französischen Aufklärung und Revolution), es decir, en una Filosofía completamente antigermana (ungermanischen), netamente latina, vulgar y desprovista de toda Metafísica.» (GS, 283). Según Nietzsche la Modernidad burguesa ha construido una bella fábula que al reconstruirla se revela como una pobre racionalización a posteriori, una construcción artificial en conflicto directo con la verdad de la Naturaleza y su Konfiguration der Gesellschaft. El estado de naturaleza no es un colectivo de individuos iguales pugnando por su propio interés burgués, como le recuerda a sus lectores: «el que reflexione sin prejuicios sobre la estructura de la sociedad, el que se la imagine como el parto doloroso y progresivo de aquel privilegiado Hombre de la Cultura (Kulturmenschen) a cuyo servicio se deben inmolar todos los demás, ese ya no será víctima del falso esplendor con que los Modernos (Neueren) han embellecido el origen y la significación del Estado (Ursprung und Bedeutung des Staates).» (GS, 279).
El origen del Staat nada tiene que ver con el producto de microdecisiones racionales, procesos deliberativos ni es el resultado de una perfectibilidad de la Humanidad a través de decisiones consensuadas y pactos de unión entre personas libres, iguales y soberanas. El Estado no surge con el propósito de proteger los sagrados y naturales «Derechos del Hombre». El Estado para Nietzsche no surge como alguna variante más o menos autoritaria del Contrat Social entre «iguales», sino primariamente para escapar de la violencia, la conquista y el miedo. Las raíces ontológicas del Estado no hay que buscarlas en una racional y voluntaria transferencia de la soberanía individual, sino en el sustrato oscuro y opaco de dominación, esclavitud y obediencia:, de la Voluntad de Poder: «El vencido pertenece al vencedor, con su mujer y sus hijos, con sus bienes y con su sangre. La Violencia (Gewalt) se impone al Derecho (Recht), y no hay Derecho que en su fundamento no sea insolencia, usurpación, acto violento. Aquí volvemos a ver lo despiadada que es la rigidez de la Naturaleza (Natur), para llegar a ser una Sociedad, y el cruel instrumento del Estado (Werkzeug des Staates), es decir, aquel Conquistador (Eroberer) de férrea mano, que no es más que la Objetivación (Objektivation) del mencionado Instinto (Instinktes).» (GS, 280).
Para Nietzsche el origen del estado está en el derecho de guerra bárbaro, el barbarisches Kriegsrecht, no en una utópica utilitaria institución que protege los egoísmos individuales, como sostiene la filosofía del liberalismo. En sus fragmentos póstumos escribe: «El Esclavo. Origen del Estado, el Derecho de guerra bárbaro (Entstehung des Staats, barbarisches Kriegsrecht). Desarrollo del individuo a partir de la ‘Lucha por la Existencia’ (Daseinskampfe). Belleza de las Plantas. La Fuerza de la Pulsión política (politischen Triebes) garantiza la continuidad (Stärke) de la Cultura. La Naturaleza ansía ardientemente la sonrisa. El Estado como estado de Necesidad y como Estado de Rapiña (Nothzustand und Raubstaat), deviene pronto Estado de la Cultura (Kulturstaat). La Pulsión política (politische Trieb) está muy sobrecargado, por eso surgen las guerras y la agotadora vida de los partidos. De esta manera, la Pulsión misma con frecuencia llega a ser nociva para su propio fin. El Tirano (Tyrann) (punto culminante de la codicia política) como Protector de la Cultura (Pfleger der Kultur)… El Estado platónico es una contradictio: en cuanto Estado de Pensadores (Denkerstaat) excluye al Arte. Por lo demás, se construye completamente sobre una base griega (griechischer Basis).» (Nachlass, 7, 25).
El Staat es una necesidad de la Naturaleza, que a través de una Pulsión política (que aquí reemplaza a la humanista apetito societatis) edifica una compleja institución que centraliza el poder, la autoridad y la violencia con el fin de ordenar la vida de una comunidad, regular la conducta de los hombres y reproducir las condiciones para la generación de una Aristocracia del Espíritu. Sin el Estado no hay sociedad humana real sino exclusivamente un Nothzustand, un estado de necesidad y escasez similar al State of Nature de Hobbes (negando cualquier posibilidad de una lectura anarquista de Nietzsche): «En esta misteriosa relación (geheimnisvollen Zusammenhang) que aquí señalamos entre Estado y Arte, voracidad política y creación artística (politischer Gier und künstlerischer Zeugung), campo de batalla y obra de arte (Schlachtfeld und Kunstwerk), entendemos por Estado, como ya hemos dicho, el grillete de hierro que sujeta el proceso de la sociedad; porque sin Estado, en el natural bellum omnium contra omnes, la Sociedad poco puede hacer y apenas rebasa el círculo familiar. Pero cuando poco a poco va formándose el Estado, aquella Pulsión (Trieb) del bellum omnium contra omnes se concentra en frecuentes guerras entre pueblos y se descarga en tempestades no tan frecuentes, pero más poderosas. En los intervalos de estas guerras, la Sociedad, disciplinada por sus efectos, va desarrollando sus gérmenes, para hacer florecer bellum brotes verdes por todas partes, y en cálidos días, la brillante flor del Genio (Genius).» (GS, 282/283).
Nietzsche debe reconocer que el hombre es instintivamente sociable por naturaleza, pero esta Geselligkeit sin una forma estado autoritaria, sin sanciones adicionales y estricto ordenamiento político-social, sin el encarrilamiento violento y amoral de la Pulsión política, tiene un desarrollo limitado «no más allá del círculo de la Familia…». Es sólo el Estado (cuyo modelo general vuelve a ser aquí el del reaccionario Platón), con un poder ilimitado para controlar recursos y personas, el único que puede movilizar con sus medios de coerción y sublimación al entero proceso social para generar la leuchtenden Blüten des Genius. Sólo el Estado en su forma piramidal autoritaria y jerárquica puede forjar una Cultura auténtica, verdadera; la función inicial y más básica del Estado es ser «el» instrumento par excellence en la configuración de la Sociedad: «Por fuerte que sea la Pulsión a la sociabilidad del Hombre (Trieb zur Geselligkeit), sólo el fuerte grillete de hierro del Estado sirve para organizar a las grandes masas (größeren Massen), de modo que debe evitar la descomposición química de la sociedad, con su nueva estructura piramidal.» (GS, 279/280).
El Gesellschaftprozess envuelve en Nietzsche no sólo el establecimiento de la Ley y el Orden, no sólo la Raison d’État, sino el decisivo proceso de selección y crianza, estratificación social (división rígida del trabajo), especialización de funciones qua castas y la emergencia de una nueva segmentación de clases sociales. El Staat guarda un misterioso e inconsciente propósito, un alto designio que desborda la simple protección de la vida, de sus miembros, de la propiedad. Nietzsche llama a este sentido último latente «Instinto de Estado», Staatsinstinkt, y puede explicarse exclusivamente, sin caer en paradojas, desde el discernimiento del profundo plan de la Naturaleza. En los brutales orígenes del Estado Nietzsche ve al Staat como una ciega fuerza naturalista en pleno trabajo y el Staatsinstinkt es un elemento clave en este proceso natural. Recordemos que para Nietzsche, como para Platón y Aristóteles, el Estado es una institución «natural» en la medida en que es el producto intencional y telológico de la Natur. Es más, para diferenciarse de la filosofía de la Revolución francesa (y especialemnte de Rousseau), Nietzsche sostiene que la fundación de ciudades y estados constituye «la continuidad de la animalidad», pero al mismo tiempo el Estado tiene una alta función, que es proveer las condiciones de trascender la animalidad (y no meramente preservarla). Así «…el Estado no ha nacido por el miedo al demonio de la guerra, ni como una institución protectora de intereses individuales egoístas (Schutzanstalt egoistischer Einzelner), sino que inspirado en el amor a la Patria y al Príncipe (Vaterlands- und Fürstenliebe), produce un impulso ético (ethischen Schwung), que por su naturaleza apunta a los más altos ideales.»(GS, 284).
La explicación del origen del Estado nietzscheana es asombrosamente similar a la que plantea el filósofo e historiador escocés empirista David Hume en sus Essays Moral, Political and Literary de 1758. Hume, criticando las ficciones especulativas (tanto de los providencialistas como de los contractualistas), trata de discernir el origen «real» del Estado. En el artículo «Del origen del Gobierno» comprueba que «el Gobierno comienza de la manera más casual e imperfecta. Es posible que el primer ascendiente de un hombre sobre las multitudes surgiese en un trance de guerra, en el que la superioridad del valor y el ingenio se hace más visible, la unanimidad y el acuerdo son más necesarios y los perniciosos efectos del desorden resultan más patentes. La larga duración de ese estado de cosas, común entre tribus salvajes, habituó al Pueblo a la sumisión; y si el Líder poseía tanta equidad como prudencia y valor, se convertiría, aun en tiempos de paz, en árbitro de todas las diferencias, y podría ir poco a poco, por una mezcla de fuerza y consentimiento, implantando su autoridad, cuyos innegables beneficios la harían cara al Pueblo, o al menos a aquellos de sus miembros más pacíficos y benévolos… Después la sumisión ya no fue voluntaria para la gran mayoría de la Comunidad, sino algo rigurosamente exigido por la autoridad del supremo magistrado.»
En otro artículo, «Sobre el Contrato original», Hume vuelve con la misma idea: «El jefe, que probablemente adquirió su influencia durante el desarrollo de una guerra, gobernó más por la persuasión que por las órdenes; y hasta que pudo emplear la fuerza para reducir a los refractarios y desobedientes, mal puede decirse que la sociedad haya alcanzado el estado de Gobierno Civil. Es evidente que no debió formarse expresamente convenio o acuerdo ningunos para la sumisión general, idea que escapaba muchísimo a la comprensión de los salvajes. Cada ejercicio de la autoridad, por parte del Jefe, debe haber sido particular y requerido por las exigencias actuales del caso. La palpable utilidad resultante de su intervención hizo que esos ejercicios se tornaran cada día más frecuentes: y su frecuencia produjo gradualmente una habitual y, si se le quiere llamar así, una voluntaria y por tanto precaria aquiescencia en el Pueblo.»
Sabemos que Nietzsche leyó a Hume en esta época de manera indirecta a través de manuales e historias de la filosofía, por lo que no es extraño que haya sido influenciado por una cita literal de sus ideas. Recién en 1873, como se puede constatar en su biblioteca personal, Nietzsche lee directamente a Hume, adquiriendo en un anticuariado Gespräche ubre natürliche Religión, traducción alemana de 1781 del original inglés Dialogues concerning Natural Religion de 1779. Hume le daba la posibilidad de criticar a la Ilustración desde sus propios presupuestos y muchas herramientas críticas para atacar a la religión cristiana. No por casualidad Hume es considerado como uno de los primeros filósofos conservadores que entre otras cosas proponía restringir el sufragio a un censo de propiedades y fortuna. Además Hume ya era muy valorado por su maestro Schopenhauer, quien decía que «se aprende más de cada página de David Hume que de las obras filosóficas completas de Hegel, Herbart y Schleiermacher en su conjunto.» El ataque de Nietzsche a la Ilustración y sus ideas, que invaden el Volkstaat del IIº Reich, se profundizará y radicalizará, enfrentando a la auténtica filosofía helénica-germana (Schopenhauer) con la décadent visión del mundo de Rousseau. (Nicolás González Varela)
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(*) Fotografía de una escultura de Nietzsche postrado en su silla de ruedas, de Arnold Kramer. Exhibición en el Nietzsche-Archiv (1898). Detrás un busto de autor desconocido con Nietzsche portando los símbloso de Zarathutra: la serpiente y el águila. Cortesía Goethe-Schiller Archiv, Weimar.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.