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La dictadura perfecta

Fuentes: Rebelión

No se suele plantear con suficiente claridad el dilema entre democracia y dictadura. Ambos conceptos, sobre todo en el de democracia, cada vez aparece con más adictos partidarios, pese a que cada vez el concepto resulte más confuso y oscurecido.

En efecto, “la democracia” burguesa neoliberal, es completamente falsa (como no podía ser de otra forma) estando dentro del capitalismo y más aún estando dentro del neoliberalismo, tal y como nos encontramos actualmente. Porque este sistema “democrático neoliberal” no se basa en la cooperación, como es lo propio de una verdadera democracia, sino en todo lo contrario, en la competitividad individualista, anticooperativa y expoliadora.

Para lograr esta cuadratura del círculo de combinación de competitividad con democracia, hace tiempo que el capitalismo inventó la democracia mediatizada, que consiste en manejar a la población con el poder mediático, para que opine de una forma controlada. Para ello es indispensable mantener a las personas ignorantes, desinformadas, distraídas y engañadas; estas cuatro acciones son los pilares de la seudo-democracia, es decir, la democracia mediatizada en que vivimos.

En la democracia mediatizada el poder mediático es el que manipula y controla todo el sistema electoralista, en sus campañas electorales consigue que llegue a disolverse la opinión pública y que esta se transforme en opinión mediática, totalmente manipulada por unas ideas que vayan a favor de las oligarquías y en contra de los intereses del propio votante.

Toda esta tarea se consigue mediante unos medios de desinformación y deformación de la realidad cada vez más intensa. Consigue una opinión cada vez más mediatizada y más alejada de lo que pudiera ser una opinión verdaderamente pública. En estas condiciones le resulta más factible al poder mediático imponer sus dictados hipócritamente a través del hoy existente monopolio de medios de desinformación, dominados por el imperio norteamericano.

Unas de las maniobras más engañosas y manipuladoras es que los oligarcas se quejen de las penurias sociales y crisis económicas de las que ellas son los únicos responsables. Crean a continuación en los votantes un complejo de culpabilidad convenciéndolos de que los oligarcas con sus empresas y fábricas pueden ser los únicos salvadores de las penurias de las masas. Y de este modo consiguen un complejo de Estocolmo en sus víctimas, logrando que voten en contra de sus propios intereses y a favor de sus verdugos los oligarcas. También organizan subrepticiamente “rebeldías” tramposas y espasmos libertarios, en los que caen engañados ingenuamente los que se creen que se comportan como auténticos anarquistas, pero no lo son, sólo están manipulados por el anarco-capitalismo. En este manejo ha resultado una gran experta Isabel Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, la cual ha conseguido hacer proliferar éstos “libertarios” con los que pudo conseguir un masivo transvase de la sanidad pública hacia los sucios negocios de las corporaciones corruptas de la sanidad privada.

En resumen, esta democracia, en la que estamos viviendo, tiene más de dictadura global, (con su  máscara “democrática”) que de democracia. Además, resulta ser una “democracia” que continuamente viene derivando hacia posiciones más de derecha e incluso de ultra derecha o neonazi.

En cuanto a la dictadura, (sin careta, o mejor dicho con menos careta) como pueda ser el ejemplo de la Rusia de Putin [1] tampoco debe ser admisible, porque limita el que se exprese la opinión pública, aunque esta también sea engañada, pero será menos, en cuanto que está limitada al territorio ruso.

En la dictadura de la pseudodemocracia neoliberal, ésta democracia mediatizada, está promovida por potentes medios de desinformación y de entretenimiento. El engaño lo produce el monopolio casi global de la “prensa libre” de EE UU, por tanto tiende a ser un engaño global. Es una “democracia” que además de ser totalmente falsa, se la ve con un espíritu religioso de fe irracional, infalible y sin ninguna posibilidad de alternativa. Resulta una verdadera blasfemia hereje el no comulgar con este falso precepto.

Y es que una democracia sin opinión pública (y con sólo opinión mediatizada) está fundamentada en la ignorancia de las masas.

Abría que tener una concepción más precisa del concepto de analfabetismo, el cual no sólo debería limitarse a considerar analfabeto al que no saber leer, sino también aquella persona, que aunque sepa leer, se deje influir por los medios de desinformación manipuladores. Es decir un analfabeto será aquella persona incapaz no sólo de leer, sino que además es incapaz de no dejarse influir por el poder mediático.

En consecuencia de todo lo anterior, una verdadera alfabetización sólo se podrá conseguir a partir de una auténtica revolución cultural, que esté basada en una amplia visión del mundo real y libre del menor vestigio de engaño.

Por esto, es evidente que lo más urgente, en el que hacer democrático, es realizar una verdadera revolución cultural, que deberá ser el primer paso hacia este mencionado objetivo.

Y es que una democracia sin que haya pasado por una revolución cultural, sin una exposición verdadera de la realidad a los votantes, no puede ser una democracia real.

En este punto, cabe la duda de si debemos de revisar en alguna proporción algunos de los planteamientos de Mao con su famosa revolución cultural. Pues aunque pudiera ser muy imperfecta, al menos era un serio intento de aproximación a una democracia consciente y horizontal, por tratar de tener la cultura suficiente para no dejarse engañar por el poder mediático.

Claro que en la China de Mao esta revolución cultural se planteaba como una etapa dura de transición, con una gran carga de resilencia, por lo que tenía grandes riesgos de no ser aceptada por las masas analfabetas. Es muy complejo conseguir un pueblo culto, maduro y sin engaños sin una etapa de clarificación popular de las ideas. Es de pensar que esta dificilísima misión es la que pretendía realizar Mao en la República popular China.

Y todo esto es así de fracasado, no sólo por ser una dificilísima misión, sino además debido al grandísimo interés que tenía el neoliberalismo capitalista en que no se destapara el engaño de la democracia mediática, ni que pudiera surgir una verdad que dejara en evidencia su universal engaño.

Observemos que lo de «popular» es más complejo que una diversidad, más complejo que un comunismo de la clase obrera. Pues no es una revolución parcial de un solo estamento, la clase obrera, si no una revolución que deba abarcar a todo el pueblo, a todos los estamentos.

Precisamente, por eso, la democracia mediática occidental entró en pánico de que el engaño mediático en el cual se basaba, pudiera ser puesto al descubierto mediante una revolución cultural y una República popular China. Y tiene aún más pánico a lo popular (que supone una revolución completa) que a la revolución parcial de la clase obrera; y por ello se lanzó en los últimos decenios a tacar en dos frentes:

a. Tachándola con el término peyorativo de populismo y todo lo que tenga algo que ver con una verdadera revolución abiertamente popular y universal.

La democracia mediática ha logrado hoy en día a ser más degradante incluso que el neo fascismo. Que, paradójicamente, esta democracia mediática ya empieza a acariciar y a justificar.

b. Robando la palabra POPULAR, que es la más avanzada en cuanto al enfoque de izquierda, para denominar a los partidos de derecha. Resulta que el engaño mediático de la derecha ha conseguido el malabarismo de que hoy los partidos de derecha se denominen con la palabra popular, que coincide nada menos que con la República popular China del “diablo” Mao. Y es que la gente como está tan distraída no se entera de la misa la mitad. No se entera de que el neoliberalismo global utiliza eufemismos que son contingentes diametralmente opuestos al contenido usados como careta para engañar y conseguir llegar a la dictadura perfecta.

Y por esta razón todo el capitalismo (incluido el que, al fin introdujo en China el traidor Deng Xaoing) descargó todo su poder mediático satanizador contra Mao, porque la revolución cultural maoísta podría llegar a ser el verdadero final de la falsa democracia capitalista.

Y en efecto, al final de los años ´70, el triunvirato mundial inventor del neoliberalismo (Thatcher, Reagan y Deng Xaoing) consiguió en un decenio, con la ayuda de Busch (padre), imponer en todo el planeta el neoliberalismo global, el estrenado en el año 1989, y que curiosamente coincide con el segundo centenario de la Revolución francesa.

El neoliberalismo global quedó perfilado en un documento (hoy demasiado olvidado) enfocado en contra de las masas trabajadoras y a favor del expolio oligárquico a nivel mundial; se plasmó en unas verdaderas y sagradas “Tablas de la ley del Dios USA”, denominadas “Consenso de Washington” (W.C., según sus siglas en inglés), en el que estaban reflejadas las rígidas y dictatoriales normativas de la religión del neoliberalismo global. En la que sólo son “anarquistas libres” una minúscula élite anarco-capitalista, que consigue hacer lo que le viene en gana, a fuerza de un neoliberalismo esclavizador de una inmensa y planetaria, mayoría a trabajos forzados y a base de un profundo e indispensable expolio, del Tercer y Cuarto mundos.

La dictadura más perfecta

Lo cierto es que la dictadura más perfecta, segura y potente, es aquella que es como el neoliberalismo global. Una dictadura que gracias a su máscara democrática (careta mediatizadora), los súbditos (que no se enteran de su condición de súbditos) se encuentran absolutamente convencidos de que viven en una perfecta y sagrada democracia, y en el mejor de los mundos posibles. Con este convencimiento se encuentran en la imposibilidad de, no sólo no ser conscientes de su condición de súbditos de su dictadura, sino que además están completamente incapacitados para enfrentarse a su verdugo.

Los votantes están convencidos, a causa de su síndrome de Estocolmo, de que es la única democracia y situación social posible. Sin (ciegos) ver que en dónde se encuentran es en la más potente y perfecta de todas las dictaduras. Se encuentran en la situación en la que se ha impuesto la mentira de unos pocos como la verdad de todos.

Es una grave situación para el pueblo, esto de pensar que ser feliz y libre es someterse (influidos por el poder mediático) a los trabajos forzados, con la principal finalidad de producir pseudonecesidades consumistas, que sirven principalmente para que el poder oligárquico consiga cada vez una mayor brecha social y una mayor seguridad de sobrevivir como oligárquico. O en el mejor de los casos, se piensa que la felicidad y la libertad consisten en poder tomar una caña, una coca cola o poder seguir trabajando el fin de semana como consumista. El consumismo, en realidad, puede considerarse como un trabajo esencial que permite mantener la cadena de producción, y de resultas, mantener la acumulación del crecimiento oligárquico).

Metido en un automóvil el consumista se convierte a largo plazo en un asesino de nuestra casa común la biosfera.

Así es como funciona el “capitalismo democrático” que tiene, cada vez más, todas las trazas de un naciente sustituto que es el neonazcismo.

Y resulta que es como “pedir peras al olmo” pensar que un país funcione democráticamente a partir de una manada de ignorantes que lo único que comprenden es que es indispensable el trabajo enajenado-asalariado; o en su contra, que está obsesionado por la engañosa ilusión de jugar a la lotería para resolver sus carencias; o bien, caer en la solución fácil de practicar la corrupción, para lograr ser más que los demás y poder menospreciarlos en lugar de amarlos.

Nota:

[1] A la dictadura de Putin podemos considerarla con menos careta (con su más visible rostro de dictadura), por lo tanto catalogable como de derechas. La dictadura de la “democracia burguesa” (la del neoliberalismo global oligárquico) la podemos enmarcar dentro de la ultraderecha ya que  es descaradamente tendente al neo-nazismo, por mucha careta que se intente poner. Por eso están siendo tan aupados por el poder supranacional del neoliberalismo global, los neonazis, como Bolsonaro, Boris Johnson, Le Pen Abascal, etc. Y es aún más evidente el caso de Zelenski y de los seguidores del hitleriano Bandera.

Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT 

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