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La discreta criminalidad del «centro»

Fuentes: La Jornada

Mientras socialdemócratas y socialcristianos devienen en izquierdistas y fascistas vergonzantes, liberales y conservadores vienen descubriendo el «centro», novísimo hechizo ideológico de la Internacional Demócrata Cristiana (IDC), que ahora se dice «de centro». Ni tan nuevo. El «centrismo» fue inventado a fines de la Segunda Guerra Mundial por el político italiano Alcide de Gasperi. «Ni reacción […]

Mientras socialdemócratas y socialcristianos devienen en izquierdistas y fascistas vergonzantes, liberales y conservadores vienen descubriendo el «centro», novísimo hechizo ideológico de la Internacional Demócrata Cristiana (IDC), que ahora se dice «de centro».

Ni tan nuevo. El «centrismo» fue inventado a fines de la Segunda Guerra Mundial por el político italiano Alcide de Gasperi. «Ni reacción ni revolución» era su lema. Algo así como el «cuadrado blanco sobre fondo blanco» del pintor suprematista ruso Malevich, pero en negro.

La analogía resulta incómoda mas conlleva fuerza gráfica. Pues si la obra de Malevich expresa la «supremacía» de la sensibilidad pura en las artes figurativas (suprematismo), la angelización ideológica de la DC encarna justamente lo opuesto, concediendo al «centro» tales atributos que la política resulta variable al uso de las artes decorativas (pragmatismo).

Políticos de cuidado, los demócratas cristianos no son curas, aunque frecuentan lo peor del gremio. Se dicen republicanos, pero la palabra «pueblo» les espanta. Eso sí, son estudiosos: sus fuentes doctrinarias datan de la encíclica Rerum novarum (León XIII, 1891) y de lecturas arbitrarias del «punto omega» de Pierre Teilhard de Chardin, el «personalismo» de Emmanuel Mounier y el «tomismo liberal» de Jacques Maritain.

A mediados del decenio de 1940, la IDC adquirió forma con De Gasperi, el alemán Konrad Adenauer y el luxemburgués Robert Schuman. Su filial latinoamericana nació en 1960. Desde entonces, la IDC se movió en las tinieblas del «alto poder». Recordemos tan sólo aquel triángulo de la mafia italiana, el Vaticano y el siete veces primer ministro DC Giulio Andreotti, quien prestó oídos sordos al clamor de su rival de partido, Aldo Moro, secuestrado y asesinado por una facción de las Brigadas Rojas en 1978.

En mayo de 1980, la Fundación Konrad Adenauer (KAS) convocó en Washington a una «Conferencia sobre el estado de los partidos demócrata cristianos y centristas en América Latina». Meses más tarde, el presidente DC de Venezuela, Luis Herrera Campins, indultó a los terroristas que dinamitaron el avión cubano que cayó al mar frente a Barbados, con 73 ocupantes (1976).

Los partidos DC han sido funcionales a Washington y la desestabilización política de los países latinoamericanos. En Memorias de un soldado, el general chileno Carlos Prats (asesinado por Pinochet en Buenos Aires) denunció la complicidad del ex presidente DC Eduardo Frei Montalva en el golpe fascista de 1973. El senador pinochetista Andrés Chadwick dijo que Patricio Aylwin (otro ex presidente DC) «intenta borrar con el codo lo que él mismo escribió con la mano cuando Allende gobernaba el país… no puede pretender obviar su rol» (El Mercurio, 25-08-03).

En Ecuador, el presidente DC Osvaldo Hurtado («serpiente sin sotana», según el vulgo) dificultó las investigaciones destinadas a esclarecer la muerte del presidente Jaime Roldós, de la que fue beneficiario. Enemigo de la política de Washington en América Central, Roldós desapareció en un misterioso accidente de aviación (1981).

En julio de 1984, el Partido Verde alemán denunció al gobierno DC de Helmut Kohl por «vender» como «hombre de centro» al DC José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador, lavándolo de los 20 mil muertos que hubo durante su gobierno (1980-82).

En septiembre último, el gobierno mafioso de la República Checa auspició en Praga una conferencia organizada por la KAS, la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) y la organización DC de América Latina (ODCA), que dirige el chileno Gutenberg Martínez. Ante ex gobernantes como el costarricense Luis Alberto Monge, Patricio Aylwin, el checo Vaclav Havel y otros títeres de la CIA, la ODCA planteó la necesidad de crear «una alternativa de gobierno democrático en Cuba».

La marioneta cubana de la IDC se llama Osvaldo Payá. En abril de 2002, cuando un golpe de Estado disolvió las instituciones democráticas de la República Bolivariana de Venezuela, secuestró y puso en peligro la vida del presidente Hugo Chávez, Payá envió un comunicado «al heroico pueblo» del país sudamericano, donde dice:

«Los cubanos que ya caminamos en muy difíciles circunstancias por las vías pacíficas y cívicas para lograr los cambios hacia la democracia, celebramos la libertad de los venezolanos que ellos mismos han sabido protagonizar. Dios bendiga al pueblo de Venezuela». En menos de 48 horas, el bendecido pueblo venezolano conjuró el golpe derechista.

Durante la invasión militar de Estados Unidos a Panamá (1989), el DC Ricardo Arias Calderón («la monja loca», según el vulgo) aceptó la vicepresidencia junto a Guillermo Endara, narcolavador investido presidente por las tropas de ocupación. Y el 25 de enero pasado, el presidente Martín de Panamá (llamarlo «Torrijos» da dolor de panza) otorgó a Arias Calderón la máxima condecoración del país «por su ejemplo, sacrificio y desprendimiento».

La IDC está presidida por José María Aznar, ex jefe del Estado español y conocido «centrista» del terrorismo imperial.