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Presidenciales

La dura batalla por el protagonismo popular

Fuentes: Rebelión

Chile no es solo el país símbolo de la implementación salvaje de un modelo neoliberal en lo económico sino también la expresión cruda de una sociedad separada en «castas». No hablamos aquí de mero racismo o clasismo, sino de algo más difícil de detectar en una simple mirada superficial. Chile hoy se ve a si […]

Chile no es solo el país símbolo de la implementación salvaje de un modelo neoliberal en lo económico sino también la expresión cruda de una sociedad separada en «castas». No hablamos aquí de mero racismo o clasismo, sino de algo más difícil de detectar en una simple mirada superficial.

Chile hoy se ve a si mismo como un país en el que los que mandan, los que usufructúan de la riqueza, los que son elegibles en una elección son quienes reúnen ciertos atributos que los hacen merecedores de ser parte de la «casta política». Y, lo que puede parecer aún más sorprendente, es que esto se da en un contexto en el que las «castas» más bajas aceptan que sean ellos los que dirijan, ya que su superioridad está construida sobre reglas no escritas, pero sin embargo poderosas.

Se debe en tener apellido europeo (o español, pero con linaje), tener «buena presencia» (léase blanco/a, de ojos claros, etc) y sin duda, tener «estudios» (con maestría y doctorado en el extranjero). Todos estos atributos que en el Chile de hoy solo se dan en una segmento minoritario de la población. Un verdadero grupo de elegidos.

Un mero sobrevuelo de los actuales candidatos nos ratifica que lejos de ser esto una visión antojadiza, en los hechos, es absolutamente real:

  • Bachelet: Medicina, Post grado Ciencias Militares, EE.UU
  • Matthei: Economista
  • Parisi: Economista. Postgrado Georgia University, EE.UU
  • Claude: Economista, Maestría Lovaina, Bélgica.
  • Ominami: Licenciado en Filosofía.
  • Sfeir: Economista, Doctor Rhode Island University EE.UU

El peso de estos factores definen claramente quienes son los elegibles, y para muchos electores son considerados requisitos mínimos para quienes piensan postularse al primer cargo de la nación. Por ello, una elección presidencial en un modelo neoliberal tiende a sobrevalorar estos aspectos generando a través de ellos una barrera «infranqueable» que se complementa a la perfección con el entramado Constitucional excluyente construido por Jaime Guzman.

Roxana Miranda y el protagonismo popular

Durante 40 años, el proyecto neoliberal de carácter refundacional, ha trabajado de manera sistemática para invisibilzar al «sujeto pueblo» de la realidad política y económica del país. La destrucción de las relaciones sociales a nivel de los espacios de base resulta en que hoy Chile pareciera ser una suma de individualidades en donde los factores de unión solo pasan a través de estructuras simbólicas de representación propias del mercado,tales como los equipos de fútbol o un rostro de televisión.

El objeto pueblo es recogido como un elemento humorístico, del cual es apropiado reírse. O, en el caso de las campañas publicitarias, es mostrado como «telón de fondo» para vender coca cola o para presentar un(a) candidato presidencial en campaña.

Por ello resulta tan disruptiva y a la vez revolucionaria la presentación de la candidatura presidencial de Roxana Miranda del Partido Igualdad.

En estricto rigor su candidatura es el invitado «de piedra» del sistema de partidos políticos chilenos, porque es cuestionadora en cuanto forma y fondo.

En cuanto forma, Roxana no reúne ninguno de los atributos mínimos planteados por el modelo neoliberal. Es, como ella misma se define, un producto de este modelo. Un producto «perdedor» que se sitúa del lado del 80% de los chilenos que sobreviven en un sistema económico y social con el que pelea todos los días. La educación, la salud, la vivienda, el trabajo, el transporte constituyen barreras que necesitan de atención constante. Solo terminó sus estudios secundarios y nunca ha tenido trabajo estable. Y en un país en donde «el pituto» (red de contactos) es rey, vive de lo que le deja su trabajo como costurera.

Pero esta lucha cotidiana no le ha impedido transformarse en una dirigente político y social de primera línea. Es ahí en donde anida en su candidatura un proyecto claramente «subversivo» de la realidad. Que una pobladora, destinada a ser solo un sujeto preocupada de cómo sobrevivir se logre transformar en candidata presidencial, es por este solo hecho un logro histórico en Chile.

Su presentación resignifica el fondo de una candidatura ¿Por qué si Roxana Miranda no reúne los mínimos requisitos para ser candidata, tiene algún sentido su opción presidencial?

El plantearse la pregunta nos lleva al fondo de lo que plantea esta candidatura cuyo objetivo en esta elección es el validar el protagonismo popular como un «punto cero» desde el cual proyectar la construcción de una nueva sociedad.

Protagonismo popular significa recuperar lo mejor de la tradición histórica del pueblo chileno que brillaba por significar lo popular no como «lo pobre» o «lo poblacional», sino como lo «de todos», lo propio de la mayoría.

De la misma forma que no es un detalle que el presidente Evo se lavará la ropa el mismo, o que Chavez usará el canto como forma de comunicación con el pueblo, lo que ambos líderes transmitían no era solo cercanía, sino la identificación con un sujeto popular asumido como protagonista político de la historia. No actor secundario.

El neoliberalismo ha construido sociedades polarizadas entre ricos y pobres en lo económico. Pero se ha cuidado muy bien en mantener como constructo ideológico implementado a través del aparato educacional y comunicacional que promueve una visión de supuesto avance y consolidación de la clase media.Por ello, de forma inexplicable, chilenos que solo sobreviven económicamente en el sistema, a la hora de auto definirse se consideran de clase media. Esta autoafirmación conlleva a que muchos se alejen de lo que suene a popular como de la peste.

La candidatura de Roxana Miranda pretende contribuir a correr ese velo con el que muchos chilenos quieren esconder su real condición y sus reales prejuicios. En ello reside la posibilidad de avance de un proyecto de transformación radical de la sociedad. La presentación de una candidata como Roxana es un verdadero movimiento de subversión que cuestiona las bases mismas de un modelo asentado en la aceptación tácita de millones de chilenos de las reglas del juego sobre las que se sostiene la gobernabilidad neoliberal.

Sin duda, este ejercicio electoral de noviembre no será el punto de quiebre de estos últimos 40 años de neoliberalismo. Seguramente las candidatas del duopolio arrastrarán a buena parte de los chilenos detrás de sus promesas. Por lo mismo la candidatura de Roxana Miranda no podrá ser evaluada en su capacidad de acumular en un juego que aún sigue rigiéndose con las cartas marcadas. Pero si la apuesta va más allá de lo electoral, la demostración de poner al sujeto popular como protagonista de la historia de Chile (como lo es una elección presidencial), en un período que se viene álgido de cuestionamientos al modelo, sin duda es la única apuesta correcta.

El resto, más que nunca, es más de lo mismo.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.