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“Héroes Frágiles”, la película de Emilio Pacull

La dura y tierna fragilidad de los héroes

Fuentes: Le Monde Diplomatique (Chile)

 A veces, cuando en Santiago algunos compañeros que tuvimos el honor de ser integrantes del GAP, nos reunimos en torno a un asado, no dejo de pensar en la dura y tierna fragilidad del heroísmo, y ni siquiera tengo que cerrar los ojos para imaginar a alguno de ellos, por ejemplo «Patán», «Galo» o «Eladio», […]

 A veces, cuando en Santiago algunos compañeros que tuvimos el honor de ser integrantes del GAP, nos reunimos en torno a un asado, no dejo de pensar en la dura y tierna fragilidad del heroísmo, y ni siquiera tengo que cerrar los ojos para imaginar a alguno de ellos, por ejemplo «Patán», «Galo» o «Eladio», mientras recorren la ciudad en busca de las picadas en donde comprar la carne, el vino o los tomates, y se cruzan con cientos de personas cabizbajas que ignoran la razón por la que esos tres hombres avanzan bien erguidos, sin embargo del paso de los años, y sin mirar al suelo. No saben que esos hombres son héroes, que combatieron junto a Salvador Allende por la más noble de las ideas, que eran apenas un puñado en La Moneda, que lucharon hasta agotar la munición, que en el combate demostraron ser infinitamente mejores que los traidores, que si se entregaron fue porque Allende ordenó no dejarse matar inútilmente, y que para ellos no hubo trato de prisioneros de guerra ni ninguna convención humanitaria que les amparase.

Ellos lucharon con valor y honor, los vencedores no conocían más que el odio y el servilismo de perros hacia los amos que ordenaron el fin de la democracia chilena. Ningún GAP cayó durante el combate, y los que más tarde murieron lo hicieron desarmados, atados y torturados en el regimiento Tacna. Con el trato dado a los prisioneros del GAP el ejército chileno se deshonró para siempre. Esos hombres son héroes silenciosos, frágiles y duros, porque son de la escuela de Allende y con él compartieron un postulado básico; defender con dureza la fragilidad democrática.

Todo esto y mucho más sentí mientras miraba la proyección de «Héroes Frágiles», la hermosa película que Emilio Pacull me regaló en el Festival «Las Noches Atípicas», en Langón, muy cerca de la casa natal de François Mauriac. Días más tarde la vi en mi casa, entre mis libros y mis símbolos, y una vez más me conmovió la ternura de un relato en el que los héroes crecen, se agigantan y por eso mismo se hace más evidente su preciosa fragilidad.

La película de Pacull es un caleidoscopio que el realizador agita para, mediante las formaciones aleatorias de los cristales, entregar prismas diferentes pero que apuntan en una misma dirección: sostener que el heroísmo de los que lucharon para hacer realidad en más hermoso sueño colectivo, el de la Vía Chilena al Socialismo, nació en el momento preciso en que tomaron partido por los pobres, por los desposeídos, por los condenados de la tierra. Son héroes sin más patria que una idea redentora y justa. Son héroes que no quisieron serlo.

Es la única manera de comprender los motivos que llevaron a Augusto Olivares a permanecer junto a Salvador Allende, a cambiar la máquina de escribir por un arma que apenas sabía usar, al suicidio como punto final de un artículo que habló de la digna posibilidad de vivir, pero vivir de pie.

Augusto, el querido «Perro» Olivares no tuvo jamás entre sus planes ser un héroe. Su arma fue siempre la Olivetti, su munición los artículos que hablaban del presente y lo hacían comprensible, y si tuvo un uniforme fue el de la lealtad hacia los principios representados en la inmensa dimensión política y humana de Allende. Augusto Olivares fue un hombre frágil, pero los imperativos de aquel sueño justiciero que fue el gobierno popular convirtieron esa fragilidad en acero.

Se entiende entonces que la tristeza de su viuda, de la querida compañera Mireya Latorre, sea la tristeza épica de quienes pierden a un ser humano dotado de las más puras virtudes, de un hombre que, cuando todo estaba perdido y la sombra de la traición se expandía por todo Chile, desde la fragilidad del que sabe que va a morir, pero que también sabe por qué va a morir y eso transforma la fragilidad en fortaleza, decide quedarse y defender la decencia.

«Héroes Frágiles» es por cierto una película de emociones fuertes, desde las que llenan de orgullo hasta las que llevan a la náusea, como sucede al ver y oír a Orlando Sáenz, uno de los que complotaron, sabotearon y llamaron a los perros uniformados, sin el menor asomo de responsabilidad, culpa, arrepentimiento u horror por todo lo que ocurrió en Chile a partir del día del golpe militar.

De los frágiles héroes de La Moneda es poco lo que se sabe, muchos nombres aún permanecen en al anonimato. Algunos salieron al exilio, varios lucharon en Nicaragua contra el régimen de Somoza, otros «desaparecieron» tras ser torturados en el regimiento Tacna, como Oscar Lagos Ríos, el más joven de los defensores del palacio presidencial, otros han muerto porque se vive y se muere, como «Carloncho» recientemente fallecido en México, o Manuel Garrido y Douglas Gallegos, dos detectives de la policía de investigaciones que decidieron permanecer junto a Salvador Allende hasta las últimas consecuencias. Y otros caminan por las calles de Santiago entre gentes cabizbajas que no saben que comparten el mismo aire de los héroes.

«Héroes Frágiles», desde una delicada objetividad, es un documento cinematográfico imprescindible para conocer lo que ocurrió en el ánimo de ese puñado de personas decentes que lo dieron todo y apenas les pareció suficiente.

 

NOTA: El documental Héroes Frágiles de Emilio Pacull se encuentra a la venta a $3.990 en Le Monde diplomatique, San Antonio 434, local 14, Santiago y por INTERNET: www.editorialauncreemos.cl