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La economía coja

Fuentes: Rebelión

Si hay reactivación, ésta está acotada al sector exportador. Las cifras de desempleo nacional hablan de una brecha entre el dinamismo de este sector, que este año alcanzará marcas históricas, y el resto de la economía, que no consigue generar empleos.Hay crecimiento económico, qué duda cabe; pero hay también crecimiento del desempleo. No es que […]

Si hay reactivación, ésta está acotada al sector exportador. Las cifras de desempleo nacional hablan de una brecha entre el dinamismo de este sector, que este año alcanzará marcas históricas, y el resto de la economía, que no consigue generar empleos.

Hay crecimiento económico, qué duda cabe; pero hay también crecimiento del desempleo. No es que sea estancamiento en la creación de empleos, sino crecimiento, claro y simple de la cesantía. Se trata de una combinación compleja, que integra numerosas variables y apunta hacia nuevos fenómenos, que no son sólo económicos, sino también sociales. Uno de ellos, tal vez el principal en este aspecto, es la fuerte incorporación de la mujer al mercado laboral durante los últimos meses, fenómeno que ha elevado la tasa de desempleo femenina de mayo al 11, 4 por ciento, en tanto la masculina se ha situado en un 8,4 por ciento.

Las estadísticas globales denotan un aumento de la tasa de desempleo de mayo en 0,6 puntos porcentuales en comparación con mayo del 2003, lo que expresa con bastante claridad que la economía no es capaz de crear nuevos puestos de trabajo. No se trata ya de un evento aislado, la anterior medición también había marcado un aumento respecto a abril del 2003 y ya, a estas alturas de año y ante la enorme sorpresa, un amplio grupo de economistas visualiza nuevos aumentos durante el resto del invierno.

La gravedad del fenómeno de desempleo está duplicada y multiplicada porque sucede tras un no breve período de expansión económica, lo que tira por la borda proyecciones, buenos augurios y pone en no pocos aprietos el discurso del mismo modelo económico.

Las alegres cifras que puede exhibir hasta ahora el sector exportador no logran relacionarse con el resto de la economía. Las exportaciones del 2004, que superarían los US$ 28 mil millones, la cifra más alta de la historia, son el motor de la economía, la que crecería, según las proyecciones oficiales, en torno a un cinco por ciento en el año. Para tal estimación ya están los índices de actividad mensual, que vienen expandiéndose a tasas superiores a ese cinco por ciento.

El nuevo boom exportador, es, desde lejos, el incentivo del actual crecimiento económico. Un muy reciente informe de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS) señaló que el 80 por ciento del actual empuje que vive la economía lo han dado las exportaciones. No se trata de un simple dato: entre 1997 y el 2003 las exportaciones representaron sólo el 44 por ciento del crecimiento del producto nacional, en tanto el resto, el 56 por ciento, fue responsabilidad de la demanda interna. Hoy esta actividad interna mueve apenas el 20 por ciento del producto.

Este informe tiene directas interpretaciones en el aumento del desempleo. Durante la década de los 90 el fuerte crecimiento exportador estuvo ligado a virtual pleno empleo; hoy, el nuevo boom sucede con alto desempleo. Es posible que aún sea prematuro para sentir los efectos de las nuevas inversiones hacia el mercado interno, pero también es posible pensar que las inversiones orientadas a las exportaciones no se relacionarán con el resto de la economía. Es también posible que en estos diez la economía chilena haya cambiado de forma más o menos estructural, por lo que el alto desempleo es una expresión de la brecha entre el sector externo -que, pese a las inversiones, ocupa poca mano de obra- y el interno, que sí requiere de mano de obra pero no recibe las suficientes inversiones.

Aunque el Banco Central tiene proyectado un crecimiento de la demanda interna (consumo) del 5,7 por ciento, hay economistas que prevén una expansión mucho menor, la que, sin ser una caída, inhibiría la creación de nuevos empleos.

Si hay reactivación, ésta está acotada al sector exportador. Tras un alza en las expectativas económicas personales hacia comienzos de año, hoy volvemos a observar una fuerte caída en la percepción económica de las personas, lo que surge, obviamente, del temor al desempleo e inhibe el consumo y el endeudamiento.

Volvamos al desempleo femenino. La última medición del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) señaló que durante mayo aumentó la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. «Ésta se elevó 36,2 por ciento y contrasta con la disminución de la tasa de participación masculina que al llegar a 70,5 por ciento se situó en su más bajo nivel desde que se lleva el registro».

Las estadísticas del INE debieran expresar una situación mucho más dramática, la que se relaciona con cambios en el imaginario de género y también, con igual o tal vez más fuerza, con la reestructuración del mercado laboral. La mayoría de los despidos, de los puestos hoy flexibilizados y precarizados, corresponden al género masculino, por lo que, ante el drama de la falta o insuficiencia de ingresos familiares, la mujer se ve obligada a salir también a trabajar o al menos buscar una plaza laboral.

Recordemos que Chile, pese a los cambios de los últimos años, tiene aún una de las más bajas tasas de participación femenina en el mercado laboral. Si en 1986 la tasa llegaba a un 28,7 por ciento, en el 2002 ésta alcanzó casi un 34 por ciento. La tendencia, por tanto, es creciente durante toda la década pasada y tiene características explosivas en la actual coyuntura.

Lo que vemos no es sólo una expresión de la integración de la mujer al mercado laboral. Es también una expresión del drama del desempleo que abarca a todo el grupo familiar, de la falta de seguridad social, del poco -en este caso nulo- efecto que tiene el boom exportador sobre el empleo.

* Pablo Ferrero. Alianza Chilena por un Comercio Justo y Responsable (ACJR)