Cosa curiosa la memoria histórica. Subjetiva y elástica. A veces hasta tenemos el derecho de replantearla abiertamente Nos aproximamos a una fecha clave en la memoria histórica colectiva inglesa. De pequeña esperaba ansiosamente el 5 de noviembre, conocido como la noche de la hoguera, de los fuegos artificiales o de Guy Fawkes (Faukes para puristas). […]
Cosa curiosa la memoria histórica. Subjetiva y elástica. A veces hasta tenemos el derecho de replantearla abiertamente
Nos aproximamos a una fecha clave en la memoria histórica colectiva inglesa. De pequeña esperaba ansiosamente el 5 de noviembre, conocido como la noche de la hoguera, de los fuegos artificiales o de Guy Fawkes (Faukes para puristas). La conmemoración de dicha fecha es del deleite de niñas y niños: una gran hoguera sobre la que se quema la efigie del tal Fawkes, a la vez de ver muchos fuegos artificiales.
Al indagar un poco en la historia, en el por qué de dicha celebración, la memoria se centra en tres datos que son contrastables y nada contestados. Primero, que Fawkes era un conspirador católico que quiso volar el edificio del Parlamento inglés (con el rey Jaime I dentro). Segundo, que se le pilló en los bajos del Parlamento y fue ejecutado. Tercero, que fue pillado el 5 de noviembre de 1606. Pero de allí en adelante la memoria se vuelve muy elástica. Al preguntar a la gente de Inglaterra el porqué de quemar la imagen de Fawkes sobre una hoguera, mucha gente cree que es porque así fue ejecutado. En realidad fue condenado a la horca y después a ser destripado y descuartizado, aunque él evitó esta última humillación y dolor al lograr tirarse del patíbulo y romperse el cuello cuando le bajaron de la horca aún con vida.
Aún menos gente conoce los detalles de la «conspiración de la pólvora». Se sabe que Fawkes y compañía querían volar el Parlamento inglés, pero en muy pocos institutos ingleses, por no decir ninguno, se explica con claridad que la conspiración no era simplemente devolver Inglaterra al catolicismo, sino también «destruir el dominio opresivo de la aristocracia protestante». Una cosa es dejar claro al alumnado inglés nuestro triunfo sobre el catolicismo y otro admitir que el protestantismo monárquico también tenía sus defectos. Todo muy curioso, incluyendo el hecho de procurar inculcar valores de no violencia y pacifismo en la educación reglada y luego seguir celebrando un hito histórico mediante la quema de una imagen humana.
Pero la memoria es elástica. En el siglo XIX se acunó una frase, que ha perdurado hasta hoy día, que dice que «Guy Fawkes fue la única persona honrada que haya entrado en el edificio del parlamento inglés». Señal de hastío y desacuerdo con un mayor o menor número de decisiones parlamentarias, y reapreciación de una figura histórica que también cuestionaba dicha institución.
Hasta tal punto es elástica la memoria histórica que en 2002, en una consulta avalada por la BBC, la población inglesa adulta eligió a Fawkes como uno de los 100 grandes personajes «británicos» de nuestra historia. ¿Por qué la gente disfruta tanto con la celebración del 5 de noviembre o por enviar un señal en formato muy inglés a quien corresponde, no necesariamente de querer volar el parlamento inglés ni de volver al catolicismo, sino de que el «dominio opresivo de la aristocracia protestante» sigue molestando?