Recomiendo:
0

La esquiva dignidad en la lucha por la vivienda

Fuentes: Rebelión

Los poderosos celebraban a la nueva presidenta; entre risas y cuoteos se le daba rienda suelta a la repartija de futuros cargos. Pero cuando a los honorables asistentes al farandulero cambio de mando aun no se les desvanecía el halito alcohólico, los golpeó en la cara la movilización de los allegados en Peñalolén. Como era […]

Los poderosos celebraban a la nueva presidenta; entre risas y cuoteos se le daba rienda suelta a la repartija de futuros cargos. Pero cuando a los honorables asistentes al farandulero cambio de mando aun no se les desvanecía el halito alcohólico, los golpeó en la cara la movilización de los allegados en Peñalolén. Como era de esperarse para que nada manchara el espíritu festivo que lograran imponer en la opinión pública y con los medios de comunicación a su servicio, se armaron para deslegitimar la lucha de los pobladores, centrando todas sus recién inauguradas baterías de autoprotección sobre el grupo de comités directamente involucrados en las acciones del fin de semana del 11 y 12 de marzo.

Es claro que la lucha de los pobladores sin casa viene dando que hablar hace muchos años. Tan sólo en la década y media de gobiernos de la Concertación, no es difícil recordar la connotación pública que alcanzan las movilizaciones de pobladores que exigen una respuesta ante su condición de vida indigna impuesta por no contar con un hogar propio. Demás estaría relatar los apremios que viven los allegados al verse obligados a convivir como una segunda familia, en el mejor de los casos, pues muchas veces el número de habitantes de una ya pequeña casa, es indecible.

Seguramente la arrogancia del flamante nuevo vocero de gobierno Ricardo Lagos Weber, no le alcanza para entender cosas tan cotidianas pero tan importantes como la intimidad para una pareja que quiere construir su familia en el amor, por nombrar tan sólo un ejemplo. Lagos Weber, evidentemente no tiene esos problemas, pero con la misma arrogancia que es capaz de desestimar con displicencia a las familias pobres de este país, «modestamente» declara que sus compañeros ministros lo van a felicitar por su madrugadora intervención en un noticiario. Visto así, la arrogancia inteligente de su padre resulta respetable.

No es de extrañar el despliegue represivo, por lo que ni siquiera debiera verse como una remembranza de la época de dictadura, ya que la policía -ahora con el aval del gobierno- viene actuando de la misma forma en cuanta movilización pretenda desestabilizar la imagen democrática y moderna del estado de derecho. Menos valor moral tiene la masticada frase de «pobladores que quieren saltarse la fila», cuando bien sabemos que esa fila es bastante larga, interminable a decir verdad. La vieja excusa de la «deuda social histórica» que se había heredado de gobiernos anteriores, ya no resiste ni con las fantasmagóricas estadísticas que muestran un record de soluciones habitacionales en el país.

Y es que los temas de fondo están ubicados en lo que hemos mencionado permanentemente: es imposible pensar en que el problema global de la vivienda (así como tantos otros) podrá ser resuelto en este «estado de derecho», que se basa en un modelo neoliberal donde la vivienda social ya ha sido presa jugosa del mercado.

Las variantes en la política habitacional experimentadas en los últimos años no han tenido más objetivo que servir a los intereses del mercado y aunque intenten convencer con la propaganda, que el aumento y la focalización de los recursos permite que hoy día las personas puedan acceder a una vivienda tan sólo con 180 mil pesos, la fila no se va acortando. Además, el sólo detenerse a pensar que una vivienda le pueda costar al trabajador lo mismo que un equipo musical, debiera llamar al menos a una sana duda.

Las dudas se despejan cuando vemos que lo que debiera estar al centro del debate es la dignidad. Y no sólo la dignidad hecha pancarta de quienes se movilizan, ni el derecho exigido a partir de enseñar una libreta de ahorro con 180 mil pesos. No podemos defender que nuestra satisfacción está dada porque nos asignen casas pequeñas y mal construidas como esas que pobladores cooptados comunicacionalmente defendían de la «amenaza de toma» de otros allegados -imagen convenientemente explotada por los medios-. Ningún bien intencionado podría culpar de acciones u omisiones a los pobladores, cuando su desesperación viene de una más de sus urgentes necesidades sociales.

Lato sería aquí desentrañar como a ese «esfuerzo subsidiario a la demanda», como versa el académico discurso de las autoridades, más amigablemente llamado «un regalo» para las personas, se le va cortando la cola de manera que finalmente lo que se destina a la vivienda se termina convirtiendo en esos reducidos espacios, considerablemente pintados de tonos pastel, donde la familia tendrá que construir su vida.

El programa de vivienda social dinámica no tiene más de 3 años y no son muchos los conjuntos ya entregados. Habrá que ver 5 o 10 años después cómo se encuentran esos barrios y cual ha sido la inversión continuada; estamos seguros que esos barrios no serán la imagen de postal que muestra Chile al mundo entero, atizada hoy día con el avance cultural que significó el cambio de mando; de este modo será necesario nuevamente blindar el inmaculado traje blanco de la presidenta a costa del desprestigio de los pobres.

A los compañeros de Peñalolen no les queda más que seguir en la lucha. Que los reveses deben convertirse en fuerza organizada que nazca y se prolongue, sin restarle nada a los justos sueños humanos. Ya no se tratará de pelear tan sólo por una casa. La dignidad es más que el destierro a otra comuna, la dignidad es luchar por más que esas casas que cubren de la lluvia pero no apagan el frío. Ese frío que congela las esperanzas, el que frío que inmoviliza el poder del pueblo organizado para fortuna de los que prometen cambiar, pero solo cambiando lo necesario para mantener el frío.