La denuncia de Azpiazu (sobre la rebusca de más de tres millones que donó para la campaña de Mahuad) y el exabrupto de Febres Cordero (a cerca de que Mahuad había perpetrado la estafa del siglo al legalizar los préstamos a empresas fantasmas vinculadas a la banca y el decreto de que los bancos fijen […]
La denuncia de Azpiazu (sobre la rebusca de más de tres millones que donó para la campaña de Mahuad) y el exabrupto de Febres Cordero (a cerca de que Mahuad había perpetrado la estafa del siglo al legalizar los préstamos a empresas fantasmas vinculadas a la banca y el decreto de que los bancos fijen el interés a su gusto y paladar) aclararon el panorama, los banqueros subieron a Mahuad para que respondiera a sus demandas.
Puesto que sólo los dueños de grandes capitales podían hacer inversiones importantes, los demás eran impedidos por los intereses de agiotaje, el desarrollo del país se detuvo y los recursos se concentraron en manos de unos pocos banqueros dedicados a especular con las divisas, la deuda externa y la emisión inorgánica de moneda, o sea, la falsificación legal de dinero. El frenesí con que el poder financiero dictaba normas en favor de sí mismos, demostraba que lo hacía con malévolas intenciones.
Para saquear las arcas públicas y privadas, los empresarios jugaron a ser capitalistas sin aceptar las reglas de este sistema y lanzaron gritos de auxilio para que el Estado los rescatara, apenas comenzaron a perder. Una política económica desacertada terminó deteriorando la institucionalidad pública y, a la corta, el poder financiero se tomó el poder político del Estado.
Con Mahuad, el ecuatoriano se convirtió en rentista, porque depositaba sus ahorros en las instituciones financieras esperando vivir de los fabulosos intereses que éstas pagaban. Ninguna actividad, pese a sudar la gota gorda, producía réditos de tal magnitud. Todo era un insondable misterio: ¿Cómo sucedía que si ningún negocio daba utilidades como para pagar los intereses del mercado, la banca los abonara religiosamente a sus clientes? ¿De dónde salían los fondos para cubrir tanto compromiso, si casi nadie acudía a sus dominios en busca de préstamos? ¡Cómo iba el ingenuo ecuatoriano a sospechar que se le abonaba con el dinero de otro cliente, igualmente crédulo como él!
El sucio panorama se aclaró cuando Mahuad congeló los depósitos bancarios para pagar a la banca el financiamiento de su campaña electoral. Su equipo económico decidió que lo mejor que se le puede hacer a un paciente con fiebre es sumergirlo en hielo hasta la coronilla. Semejante receta fue como darle viagra a un enfermo del corazón, y sucedió lo que tenía que suceder, los bancos se derrumbaron uno tras otro.
Finalmente, se cerró el círculo y la trampa piramidal cayó sobre los cándidos que hasta ese entonces habían confiado sus haberes en manos de los buitres hambrientos, que luego del batiburrillo se levantaron con el santo y la limosna, depositando en los paraísos fiscales un grueso fajo de dólares comprado con la plata de los timados. ¿Y qué? ¡Viva la bachata!
Cuando se habla de buitres hambrientos se hace referencia a quienes «sucretizaron» la deuda externa, que pagamos todos; a los que no encontraron más que a un culpable del narcotráfico; a los que realizaron el fraude electoral contra Noboa, en favor de Mahuad, y a los decretaron el feriada bancario, verdadero asalto al país entero. Todos ellos son los buitres hambrientos.
Ecuador, en tus manos está evitar el retorno de los buitres hambrientos, con tu voto consolida la democracia. Que tu decisión sea salvar el porvenir.
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