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Sobre la manipulación de la cultura del procomún por las élites

La factoría de ideas y la hija del marxismo

Fuentes: Noticias de Navarra

Décadas de individualismo elitista, cultura mercantilista y deterioro social hacen posible que algunos medios puedan confundir las aspiraciones de un lobby de presión con la cultura del procomún o de los bienes comunes. Decía recientemente la Asociación CoCiudadana que se han constituido como una «factoría de ideas» para pensar «la ciudadanía como agente activo de […]

Décadas de individualismo elitista, cultura mercantilista y deterioro social hacen posible que algunos medios puedan confundir las aspiraciones de un lobby de presión con la cultura del procomún o de los bienes comunes.

Decía recientemente la Asociación CoCiudadana que se han constituido como una «factoría de ideas» para pensar «la ciudadanía como agente activo de espacios de cooperación» desde «la libertad, la igualdad y la fraternidad» y poder «contribuir al procomún». Resulta extraño que lo digan, no solo porque una de sus figuras más representativas sea el antiguo presidente de Caja Navarra -ya desaparecida en un clima de oscurantismo y especulación desmedida-, sino porque de sus 29 miembros solo 6 son mujeres, así que lo de la igualdad no parece que sea su punto fuerte.

Esta asociación está compuesta principalmente por una decena de empresarios, directivos o consultores y otra decena de personas relacionadas con la abogacía y el derecho. Entre sus filas consta también un profesor de Sociología de la universidad del Opus Dei en Pamplona, asesor del Gobierno de Navarra en políticas familiares. Repasando algunas de sus publicaciones no queda muy claro su concepto de ciudadanía, de igualdad y de lo común.

Por ejemplo, en un artículo del 2008 afirma que el feminismo es «la última hija del marxismo». En el mismo texto habla de la conjunción del feminismo y del «lobby homosexual» en la modificación del sexo y del género. Por supuesto, él tiene claro que las personas homosexuales son anormales o anómalas y que, si lo desearan de verdad, podrían volver a una práctica heterosexual normalizada:

«En el fondo, la persona homosexual se sabe distinta, anómala, y esa sensación no suele ser agradable. (…) La vuelta a la normalidad puede resultar difícil -aunque a la vez hay una abundante experiencia que indica que se puede lograr- y muchos ni siquiera la quieren.»

Este profesor no tiene reparos en dictaminar el criterio de normalidad en la sociedad y en la salud e incluso se permite cuestionar ciertos derechos: «¿Existe un derecho a la salud?». Así titula un artículo del 2013, donde critica que «la OMS se atreve a definir la salud como estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no la simple ausencia de enfermedad» (sic).

No parece que todas estas ideas contribuyan a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad. Un pensamiento que discrimina a las feministas por marxistas y a los homosexuales por anormales y que cuestiona el derecho ciudadano a la salud como una propiedad integral de las personas y de las sociedades suena más al conservadurismo rancio del tardofranquismo elitista que a la cultura del procomún.

Es obvio que leer de manera sesgada cuatro cosas de Elinor Ostrom no es suficiente para generar una cultura ciudadana de los bienes comunes, porque la cultura no es una factoría de ideas, sino la conexión y expresión de los cuerpos en común.

Fuente original: http://www.noticiasdenavarra.com/2014/06/01/sociedad/la-factoria-de-ideas-y-la-hija-del-marxismo