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La falacia del Nirvana

Fuentes: Rebelión

En sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, «nirvana» es el estado resultante de la liberación de los deseos. El estadounidense Harold Demsetz utilizó el término para enunciar su teoría económica, la cual, traducida al romance, viene a decir que es un error comparar cosas reales con cosas irreales o alternativas idealizadas, como es un […]

En sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, «nirvana» es el estado resultante de la liberación de los deseos. El estadounidense Harold Demsetz utilizó el término para enunciar su teoría económica, la cual, traducida al romance, viene a decir que es un error comparar cosas reales con cosas irreales o alternativas idealizadas, como es un error suponer que existen soluciones perfectas para los problemas particulares. Puestos en la disyuntiva de elegir entre una posibilidad realista determinada u otra supuestamente mejor, pero utópica, hay quien, por optar por la segunda, se queda sin disfrutar de la primera. Voltaire lo sintetizó magistralmente en su aforismo «lo mejor es enemigo de lo bueno».

Las personas revolucionarias de izquierdas (no hay que olvidar que hay también revolucionarios y revolucionarias de derechas), lo somos porque deseamos ardientemente el triunfo de una revolución social que transforme definitivamente este mundo sombrío, inhóspito e injusto en otro más amable, divertido y solidario. Ese es nuestro objetivo estratégico y en eso estamos. Sin embargo, el anhelado óptimo teórico no va a llegar deus ex máchina. Es más: probablemente no llegue nunca; al menos, no como nos lo imaginamos.

Como en el viaje de Odiseo a Ítaca, en el que lo importante era el viaje en sí, lo más satisfactorio de las revoluciones es planearlas y luchar por su consecución. En el plano romántico (sentimental, generoso y soñador), la supervivencia en el ínterin no supone óbice alguno, pues es sabido que el amor del que rebosamos tiene propiedades nutritivas, el problema surge cuando abandonamos esa dimensión nefelibata y regresamos al piso.

Claro que la naciente PODEMOS no es una organización revolucionaria, como no lo es EH Bildu, por poner otro ejemplo cercano. Y claro que tampoco es «lo mejor», naturalmente que no, pero es una solución táctica pragmática, inteligente, ilusionante y alejada de las falacias. Es la respuesta inmediata a la necesidad de dignidad cotidiana. Es «lo bueno».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.