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La fiebre del consumismo

Fuentes: Punto Final

El año que termina, aun sin las cuentas ni estadísticas de diciembre y el desenfreno del consumo, se empina a establecer una nueva marca en ventas. Desde inicios de mes han salido a circulación registros que destacan a 2017 como uno de los mejores años en la venta de vehículos nuevos y, de lejos, en […]

El año que termina, aun sin las cuentas ni estadísticas de diciembre y el desenfreno del consumo, se empina a establecer una nueva marca en ventas. Desde inicios de mes han salido a circulación registros que destacan a 2017 como uno de los mejores años en la venta de vehículos nuevos y, de lejos, en los teléfonos móviles. Un fenómeno que no tiene relación alguna con la actividad económica, acotada a tasas de crecimiento bajo el dos por ciento. El año que se cierra, probablemente con una expansión de apenas 1,5 por ciento del PIB, es un eslabón más de un periodo de rezago económico que no tiene grandes horizontes. La mayoría de las proyecciones estiman que en 2018 la economía chilena crecería, acaso, una décima sobre estos rangos.

La baja actividad, que tiene sus efectos también en menor producción, ventas industriales y exportaciones aún estancadas, contrasta con la actividad interna, liderada por el consumo de los citados bienes durables. En el caso de vehículos motorizados, un indicador sólido aun cuando no traspasable a otros rubros, las ventas crecerán este año un 17 por ciento respecto al año pasado, con un total de 360 mil unidades vendidas. Sólo en 2013 se vendieron más autos en Chile, un año con un desempeño económico sin duda diferente, cuyo PIB aumentó 4,1 por ciento.

 

CONSUMO TECNOLOGICO

La fruición por el consumo tecnológico se expresa también en los teléfonos inteligentes. El año que termina se perfila para establecer la gran marca de la década, con un total de nueve millones de unidades vendidas. Una cifra inédita, que deja muy atrás el récord de 4,5 millones que se registró en 2012.

No todos los rubros del comercio señalan estas altas tasas de crecimiento en sus ventas. En general, para el año en curso la Cámara de Comercio de Santiago estima que el retail crecerá entre tres y cuatro por ciento, influido básicamente por las ventas de artículos tecnológicos. Un crecimiento dispar, que coloca a otros grandes rubros en la retaguardia. Otros informes de la Cámara Nacional de Comercio estiman que durante 2017 las ventas del comercio minorista en la Región Metropolitana han tenido un desempeño muy discreto, con un techo del 5,4 por ciento en julio pasado y un descenso de casi uno por ciento en octubre. Registros por rubros señalan un crecimiento promedio anual del cuatro por ciento impulsado por las ventas de vestuario, calzados y electrónica, en tanto caen con fuerza las ventas de alimentos en supermercados. Respecto a las ventas de 2013, éstas han bajado seis por ciento.

No es así para las grandes corporaciones del retail , que al primer semestre ya registraban un importante crecimiento en utilidades y ventas. Este es un aspecto a destacar. Durante el año pasado las grandes empresas del comercio, como Falabella, Ripley, Cencosud, registraron ingentes ganancias en un contexto de menores ventas. En el año en curso el fenómeno cambia e incorpora nuevas variables. Pese a la pronunciada desaceleración de la economía, las ventas, y por cierto las ganancias, están en alza.

 

EMPLEO EN TENSION

El magro crecimiento de la economía, que ha incidido en la producción, las ventas y las exportaciones, que este año cerrarán bajo los promedios de la década, ha tenido una importante influencia en la tasa de desempleo y principalmente en la calidad de los empleos. Desde el año pasado las estadísticas oficiales han detectado una disminución en la creación de trabajos asalariados y un aumento de los empleos por cuenta propia. Esta tendencia no da tregua y expresa un constante alza de la informalidad y precarización de las actividades. Gran parte de estos trabajos por cuenta propia corresponden a comercio callejero. El último informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) medido entre agosto y octubre corrobora esta tendencia: los empleos asalariados crecieron 0,8 por ciento en tanto los por cuenta propia casi cinco por ciento.

Esta realidad tiene su correlato en la persistente salida de trabajadores asalariados del sistema de salud privada. Durante el primer semestre del año las desafiliaciones del sistema de Isapres aumentaron en veinte por ciento; más de 177 mil personas terminaron sus contratos con estas instituciones de salud por no pago de las cotizaciones. La masiva salida, que es especialmente marcada entre los trabajadores más jóvenes (entre 25 y 34 años), responde a la caída en los empleos asalariados.

Este deterioro de los empleos es confirmado y reforzado por los estudios de la Fundación Sol. Un informe publicado el mes pasado muestra que el subempleo alcanza al 51 por ciento del total de ocupados a jornada parcial en el país. Estos estudios, sin embargo, corrigen los datos oficiales. La Fundación afirma que a pesar del estancamiento de la tasa de desocupación que se observa en el último año, se aprecian problemas serios de inserción laboral. «Sobre todo, en el caso de las mujeres, las cuales, al incorporar el subempleo y el desaliento, alcanzan una tasa de desempleo integral del 13.3%, muy superior al 6,9% de la tasa de desocupación abierta, evidenciándose una insuficiencia de puestos de trabajo que no se reflejan en las cifras oficiales».

Pese a estas oscuras cifras sobre la calidad del trabajo, que tiene su efecto en los bajos salarios promedio, las estadísticas de consumo se han mantenido en alza. ¿Cómo se financia en Chile el consumo diario y, especialmente, la explosiva venta de automóviles y artilugios tecnológicos si el sueldo promedio es de 500 mil pesos y la mitad de los trabajadores gana menos de 350 mil pesos? Una pregunta que nos conduce a una sola respuesta: el crédito de consumo.

Al observar la evolución de los créditos de consumo, ésta expresa sin duda una tendencia al alza. Según informes de la Asociación de Bancos, hacia finales de noviembre los créditos canalizados a través de tarjetas bancarias, que representan el 27 por ciento del total de los préstamos de consumo, lideraban el crecimiento con un 8,7 por ciento respecto al mismo mes del año pasado, en tanto los préstamos en cuotas, que son la mayoría, crecían 5,1 por ciento. Ambas cifras son las mayores desde el techo que marcaron en 2013, año, recordemos, de un crecimiento económico sensiblemente mayor.

Si esta es la mirada amplia al endeudamiento, los créditos canalizados para financiar automóviles han registrado sin duda un alza sorprendente. Un estudio publicado por el diario Pulso afirma que el crédito automotriz ha aumentado más de un veinte por ciento durante 2017, para sumar un total de 2.700 millones de dólares al cierre del primer semestre.

 

ENDEUDAMIENTO AL LIMITE

La respuesta al auge del consumo está reforzada por la misma Superintendencia de Banco e Instituciones Financieras (SBIF). En un informe evacuado la primera quincena de diciembre, esta institución se suma a varias otras, entre ellas el Banco Central, que han elevado su preocupación no sólo por los altos niveles de endeudamiento, sino también de morosidad.

El informe de la SBIF considera un total de 5,4 millones de deudores de créditos con obligaciones con el sistema financiero, de los cuales 4,47 millones tienen préstamos bancarios y 933 mil con el sistema no bancario. Uno de los motivos del estudio es «identificar a los grupos en los que debemos enfocar los esfuerzos de educación financiera para el endeudamiento responsable, como son las personas de bajos ingresos, los jóvenes hasta treinta años y los adultos mayores de 65 años».

En el segmento bancario se observa que la deuda promedio de los chilenos alcanza a 2,6 millones de pesos a junio de 2017, cifra que representa un aumento del 7,3 por ciento en relación a la misma fecha del año anterior. Una tendencia similar expresan otros indicadores, como el apalancamiento (nivel de endeudamiento). A junio pasado, la deuda de consumo promedio de una familia superó cinco veces al ingreso mensual.

Más preocupante es el bajo nivel de ingreso que tienen las personas endeudadas. Según el informe de la SBIF, el 43 por ciento de los deudores tiene un salario menor a 500 mil pesos, en tanto las regiones del país con mayores niveles de endeudamiento son Antofagasta y Atacama, que presentan los mayores niveles de préstamos por personas a nivel nacional, con 4,3 y 4,2 millones de pesos, y el mayor nivel de apalancamiento nacional.

Ha aumentado sensiblemente el nivel de endeudamiento, pero también la tasa de morosidad. A junio de 2017 existían más de 865 mil deudores bancarios con obligaciones impagas de uno o más días, representando el 19 por ciento del total de deudores bancarios. La deuda impaga representativa en Chile es de 115 mil pesos y equivale a 3,9 por ciento de la deuda total.

Los jóvenes menores de treinta años y los adultos mayores de 65 presentan los mayores índices de morosidad (7,6 y 4,6 por ciento, respectivamente). Sin embargo, señala la SBIF, son los segmentos que presentan menores niveles de deuda. El índice de morosidad, agrega el informe, disminuye a medida que aumenta el nivel de ingreso, observándose el máximo nivel de impago en el tramo de menor ingreso. En una sociedad bancarizada y cruzada por el sistema financiero, los segmentos de menores ingresos están expuestos a los mayores riesgos del sistema, tales como las mayores tasas de interés y sanciones por morosidad.

Todos los indicadores entregados por la SBIF perfilan una situación económica de alto riesgo para muchas personas. A junio de 2017 el 31 por ciento de los deudores presentaban una carga financiera mayor al 40 por ciento de sus ingresos, en tanto el 22 por ciento de los deudores debe destinar la mitad de su sueldo mensual a pagar obligaciones financieras.

El endeudamiento, que alcanza niveles intolerables, no sólo está destinado a la compra de automóviles y teléfonos inteligentes, ambos productos de alta connotación en una sociedad mercantilizada como la chilena. Las deudas en Chile están repartidas también para financiar gastos corrientes, desde la alimentación, la salud o la educación. El hombre y la mujer endeudados es el mejor producto de la sociedad neoliberal. La fabricación de deudas, la construcción de la relación de poderes entre acreedores y deudores, es la pieza estratégica de la economía neoliberal.

Publicado en «Punto Final», edición Nº 891, 22 de Diciembre 2017.

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